Se busca alternativa al gas ruso: las puertas a las que la UE está llamando con urgencia

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14 May 2022
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Europa importa cada año el 40% de su gas del país de pilinguin y es forzoso dejar atrás esa dependencia. Por eso acude a EEUU, Noruega, Argelia o Israel en busca de ayuda.








La comisaria europea de Energía, Kadri Simson; la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen; el ministro egipcio de Petróleo, Tarek el-Molla, y la ministra israelí de Energía, Karine Elharrar, durante la firma de un acuerdo sobre gas en El Cairo, el pasado junio.


La comisaria europea de Energía, Kadri Simson; la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen; el ministro egipcio de Petróleo, Tarek el-Molla, y la ministra israelí de Energía, Karine Elharrar, durante la firma de un acuerdo sobre gas en El Cairo, el pasado junio.
KHALED DESOUKI VIA GETTY IMAGES
Bruselas busca socio para comprar gas. Que sea serio, seguro y garantista y, a ser posible, que no seque sus bolsillos con precios desorbitados. No lo ha sido Rusia, quien hasta ahora, cada año, vendía a la Unión Europea el 40% del gas que necesitaba, unos 155.000 millones de metros cúbicos. No es que Vladimir pilinguin fuera el aliado ideal, limpio como una patena, pero Occidente llevaba décadas haciendo la vista subida de peso a su autoritarismo a cambio, entre otras cosas, de energía.
Ahora, con la oleada turística de Ucrania, esa estabilidad ha estallado por los aires y el flujo no llega ni es razonable que llegue de quien inicia una guerra: cortes de los gasoductos a Polonia (33.000 millones de metros cúbicos menos) y Bulgaria (31.000), amenazas con el Nord Stream que lleva suministros hasta Alemania y el temor constante a que cierre el grifo por completo en respuesta a las sanciones internacionales. Desde que comenzó la contienda, hace seis meses, la UE está pagando a Moscú un 89% más por su energía, cuando le compra menos material, desvela la Agencia EFE.

De ese bucle hay que salir, no se puede alimentar la maquinaria que ha dejado ya casi 6.000 muertos civiles en Ucrania. En la Comisión Europea hay consenso sobre este extremo, pero lo complicado es saber a qué puerta llamar para lograr compensar esa desconexión de Rusia. Porque ni todo el mundo está dispuesto, ni todo el mundo tiene reservas, ni todo el mundo tiene manera de enviar el gas, ni todo el mundo es enemigo de Moscú, ni todo el mundo rechaza hacer un negocio descarado con esta crisis, ni todas las reservas, de nuevo, están en países democráticos y legales.
Cómo están las cosas
La CE llegó a un acuerdo el 19 de mayo pasado para que los Estados miembros tengan al menos un 80% de gas en sus reservas antes del 1 de noviembre y así se preparen “ante las potenciales interrupciones del suministro”. “Los bajos niveles de reserva de gas sumados a la escalada del conflicto armado en Ucrania desde febrero de 2022 han contribuido a elevar la incertidumbre del mercado y han conllevado una mayor volatilidad de los precios de energía”, justificó la Comisión en un comunicado.
Actualmente, los datos revelan que las cosas se están haciendo bien: según Gas Infrastructure Europe, la asociación que representa a los operadores de la infraestructura gasista en el continente, las reservas de gas del territorio UE rozan ya el 76%, con ocho Estados -España entre ellos, más Bélgica, República Checa, Dinamarca, Francia, Suecia, Polonia y Portugal- por encima de lo pedido por Bruselas.
Era la primera orden: guardar, como la hormiga. La segunda era ahorrar, y en ello están los Veintisiete, a distintos niveles, según sus diversos escenarios. El pasado julio, los ministros de Energía de la UE cerraron un acuerdo para reducir el consumo de gas con vistas al invierno, que mantiene el objetivo general inicial de reducir un 15% la demanda de gas a nivel europeo entre el 1 de agosto de 2022 y el 31 de marzo de 2023, pero que por ejemplo pide la mitad de esfuerzo a España.

Seguridad, seguridad y seguridad es lo que reclama la presidenta europea, Ursula von del Leyen, en cada intervención sobre energía. Sin embargo, ahora mismo no la hay. Según un informe publicado por el Foro Económico Internacional (FMI), desembarazarse de Rusia supone buscar en otro lado el 10% de toda la energía disponible en Europa y eso es “mucho”. Aunque se indague y se indague para dar con alternativas, sigue quedando un buen pico de gas ruso que, hoy por hoy, es imposible de suplir.
Sus cuentas son que la UE puede lograr 50.000 millones de metros cúbicos de gas nuevos si acelera las importaciones de otros países, lo que rellenaría un 32,26% del agujero que deja el ruso; puede tener 14.000 millones más (un 9,03% de que se quiere dejar de comprar a Moscú) si recurre al carbón, una fuente fósil que se estaba abandonando pero a la que Bruselas ha reabierto la puerta, en casos concretos y justificados, para que sirva de muleta ante esta coyuntura -Alemania, por ejemplo, ya ha dado el primer paso-; 10.000 millones de metros cúbicos de gas más (6,45%) se pueden lograr vía gasoductos y otros tantos, con el fomento de energías como las renovables y la nuclear; al fin, 17.000 más (10,97%) se pueden ahorrar sencillamente con una reducción general de la demanda.

Cómo puede sustituir Europa el gas de Rusia
Infogram
Quedarían 54.000 millones de metros cúbicos de gas sin posibilidad real de cobertura en este momento, que suponen aún un 34,84% de lo que hoy se importa de Rusia. Esa frase famosa del jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, de que Europa le paga al día mil millones a pilinguin por su gas se intenta reducir, pero qué difícil es.
¿Qué pasos que se van dando?
Desde Europa se han dado unos cuantos primeros pasos importantes para acabar con esta relación con Rusia. En abril, los bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, decidieron dejar de comprarle gas, directamente, y por ahora se mantienen con sus reservas. Está el plan de ahorro, está la revisión del carbón ya citada y la polémica taxonomía, que ha decidido que las inversiones en nuclear y gas sean consideradas ahora “verdes”, sostenibles, útiles para la transición energética.

Y luego está la búsqueda de nuevos mercados, un proceso caro e incierto que se resume en Bruselas con la frase del presidente francés, Emmanuel Macron: “es el precio de la libertad”. El primer país al que recurrió la UE fue Estados Unidos, por razones claras: es una potencia en el sector, es un aliado fuerte y fue el primero que tedió la mano para tejer una alianza global contra los intereses del Kremlin. Ya en marzo, un mes después de que comenzase la oleada turística, Bruselas y Washington firmaron un acuerdo por el que EEUU proporcionará a la UE al menos 15.000 millones de metros cúbicos adicionales de combustible para finales de año, lo que sumado a los 22.000 millones que ya aportaba el año pasado puede suplir el 10% del gas total que Europa compra a Rusia.
Se haría a través de barcos, la vía más rápida cuando no hay tuberías disponibles. Se compra gas licuado y se lleva a naves metaneras para regasificarlo en alguna de las más de 30 plantas que existen en Europa a tal efecto, siete de ellas en España, el país con más instalaciones de esta naturaleza.
También se han firmado dos memorandos de entendimiento, uno para tener flujo desde Oriente Medio y otro, desde el Caspio. El primero, en junio, se rubricó con Israel y Egipto. El plan es transportar gas natural de suelo israelí a suelo egipcio por gasoducto, donde se licuará antes de ser enviado a suelo europeo desde el Mediterráneo. Por ahora no se han dado detalles de lo que se va a exportar.



El segundo memorando se firmó con Azerbaiyán, en este caso, con cifras concretas: el plan es duplicar el suministro que llega a Europa en 2027, con una ampliación del Corredor del Sur, que cruza en Cáucaso. Ahora mismo, Azerbaiyán vende más de 8.000 millones de metros cúbicos de gas al año a la UE y se espera que ya el año que viene se eleve la cifra a 12.000. Para dentro de cinco años habría de llegarse a los 20.000, ese es el horizonte.





El único país que provee de esta energía a la UE dentro del continente es Noruega, que no es un estado comunitario, pero sí participa del Espacio Económico Europeo, a través de la Asociación Europea de Libre Comercio. La opción noruega gusta por cercanía y por volumen de producción, ya que es el tercer exportador del mundo tras Rusia y Qatar y ya cubre el 20% de la demanda de gas comunitaria. Países como Alemania, Países Bajos y Francia, además del divorciado Reino Unido, se nutren de Noruega a base de gasoductos que cruzan el Mar del Norte.
Equinor, que es la empresa pública encargada de este sector, ya ha aumentado su producción de gas para ayudar a Europa, con más de 1.400 millones de metros cúbicos -lo que satisface la demanda de gas de unos 1,4 millones de hogares europeos durante un año-, y ha mostrado su disposición de ir a más. El Gobierno ha garantizado “altos niveles de exportación” si sus aliados europeos los necesitan.
Curiosamente, el mayor yacimiento de gas en suelo comunitario casi no sirve. Se encuentra en Groninga, en el noroeste de los Países Bajos, y contiene suficiente gas como para sustituir tres años el suministro ruso a la UE. Sin embargo, el Gobierno holandés quiere cerrarlo el próximo año por los terremotos que provoca la extracción y las enormes quejas vecinales. Ahora la coyuntura es otra y aumentan las presiones para que se reconsidere la decisión, lo que está generando un importante debate nacional.
 
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