Las pirámides de los templos maya.... ¿Pudieron servir para esto?..

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El Despertador de la mayoría silenciosa































lunes, 9 de septiembre de 2013
Akakor y La Leyenda de Los Ugha Mongulala

“Y los Dioses gobernaron desde Akakor. Gobernaron sobre los hombres y sobre la Tierra.

Tenían naves más rápidas que el vuelo de los pájaros; naves que llegaban a su punto de destino sin velas y sin remos, tanto por la noche como por el día.

Tenían piedras mágicas para observar los lugares más alejados, de modo que podían ver ciudades, ríos, colinas y lagos.

Cualquier hecho que ocurriera sobre la Tierra o en el cielo quedaba reflejado en las piedras. Pero lo más maravilloso de todo eran las residencias subterráneas. Y los Dioses se las entregaron a susServidores Escogidos como su último regalo. Porque los Maestros Antiguos son de la misma sangre y tienen el mismo padre”

La Crónica de Akakor

Karl Brugger

l 3 de enero de 1984, Karl Brugger (imagen inferior-izquierda), corresponsal de origen alemán que por ese entonces residía en el estado de Río de Janeiro –Brasil -, fue asesinado en pleno día por un tirador anónimo que le disparó a quemarropa mientras se encontraba paseando con un colega amigo, Ulrich Eucke, por la famosa playa de Ipanema. (1)


En una ciudad donde la criminalidad, marginalidad y pobreza registran una de las tasas más elevadas del mundo, nadie prestó demasiada atención a la desaparición del periodista.

La policía abrió un expediente para investigar el hecho, aunque las pruebas recopiladas no fueron muy efectivas. Solamente se pudo reconocer el arma, identificada como una ametralladora portátil 9 mm similar a una mini UZI, y que suele utilizar el personal militar. El agresor nunca fue detenido y el caso entró en zona muerta.

Ocho años antes de su deceso, Brugger, había alcanzado cierto éxito con un libro de su autoría, “La Crónica de Akakor. Mito y leyenda de un pueblo antiguo de Amazonia(1976)” (2), best-sellers en Europa y EE.UU. La obra fue la culminación de un largo reportaje que dejó un saldo de doce tapes de grabación, con un único interlocutor,Tatunca Nara, mestizo indígena y líder de los Ugha Mongulala quién en forma oral contó un extraño y fantástico relato sobre los orígenes milenarios de su pueblo.

Nacía la leyenda de Akakor.

Remontémonos a 1971. Cuenta la historia, que los integrantes de una línea área comercial alemana Swissair, se encontraban paseando por Manaus estado de Amazonia, cuando fueron abordados por un mendigo vestido en forma harapienta, que les solicitó el pago de una comida.

La sorpresa surgió al comprobarse que el desconocido, podía expresarse en perfecto alemán, causando el asombro de los tripulantes y en especial de su comandante, Ferdinand Schmidt, experimentado aviador.

“ En 1977, un medio europeo, Spekula, publicó un artículo crítico sobre la historia de Akakor. Las comparaciones entre las declaraciones del libro, y las grabaciones mostraron serias desviaciones. Se advirtieron conceptos más refinados e intelectuales que de ningún modo se esperaban de un indígena de la selva. Se determinó, que Brugger habría manipulado Crónica de Akakor, intercalando pasajes completos de viejas leyendas mitológicas.”

El misterioso personaje dijo llamarse Tatunca Nara, príncipe de una tribu perdida de la selva, los Ugha Mongulala. Reveló además, que un contingente de 2.000 alemanes arribaron a su país en los últimos tramos de la Segunda Guerra Mundial -1939-1941-, refugiándose en Akakor, antigua ciudad subterránea legada por maestros venidos de las estrellas.

De vuelta en Alemania y aún impresionado por el relato de Tatunca Nara, Schmid, decide informar acerca del extraordinario encuentro a un periodista, Kart Brugger quién prestaba colaboración para una televisora pública nacional, la ARD, una de las cadenas de comunicación más importante de Europa.

Nacido en Munich -1941-, Brugger, además de su título como Periodista, contaba con estudios en Sociología e Historia. Con el tiempo se transformó en un reputado especialista de culturas nativas americanas.

Intrigado por la confidencia, el corresponsal alemán decide aceptar el reto y partir a Brasil en busca del “príncipe del mundo subterráneo”.

A su llegada, inicia una serie de investigaciones que después de un año de pesquisas e indagaciones, se verían coronadas por el éxito.

Tatunca Nara

3 de marzo de 1972. M., al mando en Manaus del contingente brasileño en la jungla, facilitó el encuentro. Fue en el bar Gracas á Deus («Gracias a Dios») donde por primera vez me enfrenté con el blanco caudillo indio.

Era alto, tenía el pelo largo y oscuro y un rostro finamente moldeado. Sus ojos castaños, ceñudos y suspicaces, eran los característicos del mestizo. Tatunca Nara vestía un descolorido traje tropical, regalo de los oficiales, como posteriormente me explicaría.

El cinturón de cuero, ancho y con una hebilla de plata, era realmente sorprendente. Los primeros minutos de nuestra conversación fueron difíciles. Con cierta indiferencia, Tatunca Nara (imagen derecha) expuso en un deficiente alemán sus impresiones de la ciudad blanca, con sus miles de personas, la prisa y la precipitación en las calles, los altos edificios y el ruido insoportable.

Sólo cuando hubo vencido sus reservas y su suspicacia inicial, me contó la más extraordinaria historia que jamás había escuchado. Tatunca Nara me habló de la tribu de los ugha mongulala, un pueblo que había sido «escogido por los dioses» hacía 15.000 años.

Describió dos grandes catástrofes que habían asolado la Tierra, y habló de Lhasa, el legislador, un hijo de los dioses que gobernó el continente sudamericano, y de sus relaciones con los egipcios, el origen de los incas, la llegada de los godos y una alianza de los indios con 2.000 soldados alemanes. Me habló de gigantescas ciudades de piedra y de los poblados subterráneos de los antepasados divinos. Y afirmó que todos estos hechos habían sido registrados en un documento denominado la Crónica de Akakor.

Pero Brugger, dudó.

“ La historia parecía demasiado extraordinaria: otra leyenda más de los bosques, el producto del calor tropical y del efecto místico de la jungla impenetrable. Cuando Tatunca Nara concluyó su relato, yo tenía doce cintas con un fantástico cuento de hadas”

A pesar de sus vacilaciones en el terreno, el periodista decidió sondear entre sus contactos regionales para ver si se obtenían datos extras que validaran la historia. Cuando le fueron presentados los resultados, quedó sorprendido.

Supo, que la irrupción de Tatunca Nara en escena se produjo en 1968.

“Cuando un periódico menciona a un caudillo indio que salvó las vidas de doce oficiales, le fueron concedidos un permiso de trabajo brasileño y un documento de identidad. Según diversos testimonios, el misterioso caudillo habla un deficiente alemán y sólo comprende algunas palabras de portugués, pero está familiarizado con varias lenguas indias habladas en las zonas altas del Amazonas. Unas pocas semanas después de su llegada a Manaus, Tatunca Nara desapareció súbitamente sin dejar huella ”.

En 1969 estalló un violento enfrentamiento que involucró a las tribus salvajes y los colonos blancos en la provincia fronteriza peruana progenitora de Dios.

“El líder de los indios, quien, según los informes de prensa peruanos, era conocido como Tatunca («gran serpiente de agua»), huyó tras la derrota a territorio brasileño. Con objeto de impedir una repetición de los ataques, el gobierno peruano solicitó del brasileño la extradición, pero las autoridades brasileñas se negaron a cooperar. Las hostilidades en la provincia fronteriza de progenitora de Dios se prolongaron durante 1970 y 1971.

Las tribus indias salvajes huyeron hacia los bosques casi inaccesibles cercanos al nacimiento del río Yaco. A Tatunca Nara parecía habérselo tragado la tierra. Perú cerró la frontera con Brasil e inició la oleada turística sistemática de los bosques vírgenes. Según los testigos oculares, los indios peruanos compartieron el destino de sus hermanos brasileños: fueron asesinados y murieron víctimas de las enfermedades de la civilización blanca”.

Por ese mismo año, una terrible sequía golpeó a la región de los Ugha Mongulala. Con el hambre en puerta, Tatunca Nara decidió arriesgarse a salir a la superficie, para pedir ayuda a los “Blancos Bárbaros”, y así aliviar los pesares que amenazaban a su gente.

Su confianza se depositó en un sacerdote (3).

“Vestido con las ropas de los soldados alemanes, abandoné Akakor y después de un laborioso viaje, llegué a Río Branco. una de sus grandes ciudades, situada en la frontera entre Brasil y Solivia. Aquí me dirigí al sumo sacerdote de los Blancos Bárbaros, a quien había conocido por intermedio de los doce oficiales blancos.

Le revelé el secreto de Akakor y le hablé sobre la perversos situación de mi pueblo. Como prueba de mi historia, le entregue dos documentos de los Dioses, y éstos convencieron definitivamente al sumo sacerdote blanco. Accedió a mi petición y regresó conmigo a Akakor. La llegada a Akakor del sumo sacerdote blanco provocó violentas discusiones con el consejo supremo. Los ancianos y los señores de la guerra rechazaron todo contacto con él.

Para evitar cualquier posible traición, exigieron incluso su cautividad. Solamente los sacerdotes estaban preparados para discutir una paz justa. Después de argumentaciones infinitas, el consejo supremo concedió al sumo sacerdote blanco un período de seis meses, durante el cual expondría a su propio pueblo la terrible situación de los Ugha Mongulala.

Para que pudiera reforzar su historia, le fueron entregados varios escritos de los Padres Antiguos. Si no lograba convencer a los Blancos Bárbaros, tenía la obligación de devolver los documentos a Akakor.

Durante seis meses, nuestros exploradores esperaron en el lugar acordado para el encuentro en la zona alta del Río Rojo. El sumo sacerdote blanco no regresó. (Algún tiempo después me enteraría de que había muerto en un accidente de aviación. De todos modos, había enviado los documentos a una lejana ciudad llamada Roma. Esto es lo que, en cualquier caso, dijeron sus servidores.)”

En las postrimerías de 1972, Tatunca Nara llevó su historia a las autoridades brasileñas, para convencerlas de tomar cartas en el asunto.

“Con la ayuda de los doce oficiales cuya vida había salvado, entró en contacto con el servicio secreto brasileño. Apeló asimismo al Servicio de Protección India (FUNAI) y le habló a N., secretario de la embajada de la República Federal de Alemania en Brasilia, sobre los 2.000 soldados alemanes que, según sostenía, habían desembarcado en Brasil durante la Segunda Guerra Mundial y están todavía vivos en Akakor, la capital de su pueblo. N. no creyó la historia y negó a Tatunca Nara todo acceso posterior a la embajada.

FUNAI sólo accedió a cooperar una vez que muchos de los detalles de la historia de Tatunca Nara sobre tribus indias desconocidas de la Amazonia fueron comprobados durante el verano de 1972. El servicio formó una expedición para establecer contacto con los misteriosos ugha mongulala y dio instrucciones a Tatunca Nara para que hiciera todos los preparativos necesarios.

Sin embargo, estos planes se vieron interrumpidos por la resistencia de las autoridades locales de la provincia de Acre. Siguiendo instrucciones personales del entonces gobernador Wanderlei Dantas, Tatunca Nara fue arrestado. Poco antes de su extradición a la frontera peruana, sus amigos oficiales lo liberaron de la prisión de Río Branco y lo devolvieron a Manaus”

Con los datos recogidos, Brugger decidió emprender una expedición hacia Akakor, que contaría con la guía de Tatunca Nara y la participación de un fotógrafo. Pero la aventura casi termina en tragedia.

akakor01_03.jpg


Fotografías tomadas del archivo de Karl Brugger,

donde se retratan extrañas formaciones en forma de Domo y pilares desconocidos.

“Abandonamos Manaus el 25 de septiembre de 1972. Remontaríamos el río Purus hasta donde pudiéramos en un barco alquilado, tomaríamos después una canoa con motor fuera borda y la utilizaríamos para alcanzar la región del nacimiento del río Yaco en la frontera entre Brasil y Perú, luego continuaríamos a pie por las colinas bajas al pie de los Andes hasta llegar a Akakor.

Tiempo necesario para la expedición: seis semanas; probable regreso: a comienzos de noviembre. Nuestro equipo se componía de hamacas, redes para mosquitos, utensilios de cocina, alimentos, las ropas habituales para la jungla y vendajes médicos. Como armas, un Winchester 44, dos revólveres, un rifle de caza y un machete. Además, llevábamos nuestro equipo de filmación, dos registradoras magnetofónicas y cámaras.

Los primeros días fueron muy diferentes de lo que esperábamos: nada de mosquitos, ni de serpientes de agua ni de pirañas. El río Purus era como un lago sin orillas. Contemplábamos la jungla sobre el horizonte, con sus misterios ocultos tras una muralla verde. El primer pueblo que alcanzamos fue Sena Madureira, último asentamiento antes de penetrar en las todavía inexploradas regiones fronterizas entre Brasil y Perú.

Era un lugar Típico de la Amazonia: polvorientas carreteras de arcilla, ruinosas barracas y un desagradable olor a agua estancada. Ocho de cada diez habitantes sufren de beriberi, lepra o malaria. La malnutrición crónica ha dejado a estos seres en un estado de triste resignación. Rodeados por la brutalidad de la inmensidad y aislados de la civilización, dependen principalmente del licor de caña de azúcar, único medio de escapar a una realidad sin esperanza.

En un bar, nos despedimos de la civilización y nos topamos con un hombre que dice conocer las zonas altas del río Purus. En su búsqueda de oro, fue hecho prisionero por los indios haisha, una tribu semi-civilizada que se asienta en la región del nacimiento del río Yaco. Su relato es desalentador: nos habla y no para sobre rituales caníbales y flechas envenenadas.

El 5 de octubre, en Cachoeira Inglesa, cambiamos el bote por la canoa. A partir de aquí dependemos de Tatunca Nara. Los mapas de ordenanza describen el curso del río Yaco, pero sólo de una manera imprecisa. Las tribus indias que viven en esta región no tienen aún contactos con la civilización blanca. A J. y a mí nos domina un sentimiento de incomodidad. ¿Existe, después de todo, un lugar como Akakor? ¿Podemos confiar en Tatunca Nara? Pero la aventura se muestra más apremiante que nuestra propia ansiedad.

Doce días después de haber dejado Manaus, el paisaje comienza a cambiar. Hasta aquí el río semejaba un mar terroso sin orillas. Ahora nos deslizamos a través de las lianas por debajo de árboles voladizos.

Tras una curva del río, hallamos a un grupo de buscadores que han construido una primitiva factoría sobre la orilla del río y criban la arena de grano grueso con cedazos. Aceptamos su invitación de pasar la noche y escuchar sus extraños relatos sobre indios con el pelo pintado de rojo y azul con flechas envenenadas. El viaje se convierte en una expedición contra nuestras propias dudas. Nos hallamos a apenas diez días de nuestro presunto objetivo.

La monótona dieta, el esfuerzo físico y el temor a lo desconocido han contribuido cada uno lo suyo. Lo que en Manaus parecía una fantástica aventura se ha convertido ahora en una pesadilla. Principalmente, comprendemos que nos gustaría dar la vuelta y olvidarlo todo sobre Akakor antes de que sea demasiado tarde

.Todavía no hemos visto a ningún indio. En el horizonte aparecen las primeras cumbres nevadas de los Andes; a nuestras espaldas se extiende el verde mar de las tierras bajas amazónicas. Tatunca Nara se prepara para el regreso con su pueblo. En una extraña ceremonia, se pinta su cuerpo: rayas rojas en su rostro, amarillo oscuro en el pecho y en las piernas. Ata su pelo por detrás con una cinta de cuero decorada con los extraños símbolos de los ugha mongulala.

El 13 de octubre nos vemos obligados a regresar. Después de un peligroso pasaje sobre rápidos, la canoa es atrapada por un remolino y zozobra. Nuestro equipo de cámaras, empaquetado en cajas, desaparece bajo los densos arbustos de la orilla; la mitad de nuestros alimentos y de las provisiones médicas se han perdido también.

En esta situación desesperada, decidimos abandonar la expedición y regresar a Manaus. Tatunca Nara reacciona con irritación: se muestra violento y contrariado. A la mañana siguiente, J. y yo levantamos nuestro último campamento. Tatunca Nara, con la pintura de guerra de su pueblo, cubriéndole únicamente un taparrabos, toma la ruta terrestre para regresar con su pueblo. Este fue mi último contacto con el caudillo de los ugha mongulala. ”

Pasaría mucho tiempo hasta que Karl Brugger y Tatunca Nara volvieran a reunirse. Con la edición del libro, la fama de Akakor se extendió por todos los rincones, y su historia, trascendió fronteras.

En su crónica oral, el líder de los Ugha Mongulala relató al periodista germano, que visitantes estelares aterrizaron en Sudamérica hace cerca de 15.500 años, procedentes de Schwerta, lugar remoto y “centro de un imperio conformado por numerosos mundos situado en los confines de nuestro universo ”.

Fueron 130 familias que se establecieron en este continente.

“Ellos civilizaron a los hombres y fundaron la Tribu de los Ugha Mongulala, que significa “Tribus Escogidas Aliadas”. Y para sellar su alianza eterna, se unieron a ellos. De aquí que los miembros de esta Tribu se parezcan a los Shuerta, hasta en el tonalidad de la piel”.

Tatunca los describió como similares a nosotros en lo físico, salvo por un detalle: los desconocidos contaban con seis dedos.

Los extranjeros erigieron 26 ciudades, casi todas subterráneas, tres de las cuales fueron elegidas como principales.

“ La ciudad de Akakor se extendía más allá del río Purus, en un alto valle, situado en la frontera que divide a Brasil de Perú. La región de progenitora de Dios (Perú) y Acre (Brasil), señalarían los límites de su territorio”



Impresionante Dólmen situado en la Región Sur de Brasil.

En la lengua de Schwerta, Akakor significa Fortaleza 2. (Aka: 2 Kor: Fortaleza).
 
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