Doctor Nunca
Acelga sobre fondo blanco
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Mi abuelo, ya fallecido, nació en una aldea de la Galicia profunda; comenzó a trabajar muy pronto como factótum en un banco (llevarle las cuentas a los vecinos) y ayudando en la empresa que su padre tenía en la cabecera de comarca. Su vida dio un vuelco cuando su progenitora murió repentinamente siendo él adolescente; de un ictus, lo cual le dejó una herida profunda que arrastraría toda la vida. Aún poco antes de morir lloraba acordándose de su progenitora y de lo solo que les había dejado a él y a sus hermanos en plena postguerra.
Debido a esta repentina e inesperada pérdida, mi bisabuelo cayó en en un proceso depresivo, que le hizo refugiarse en el alcohol y descuidar un tanto a su familia, hasta que también dejó este mundo; solo y triste, quedando mi abuelo al cargo de sus hermanos, criado por la caridad de una tía y por los vecinos.
Mi abuelo era bajito, alopécico y no muy agraciado físicamente. Sin embargo, conoció a mi abuela en un baile de Vilanova la cual, mirando las fotos, sorprende por lo guapa que era; criada en una familia liberal, siendo la única mujer de seis hermanos. Una belleza, además, casta, pura, racial. No sé como describirlo. Un ideal cristiano de belleza femenina que se ha perdido.
Se casaron y fueron leales el uno al otro hasta la fin. Había problemas, muchos, la vida era dura, pero sostenes básicos; como la pareja, el trabajo y el hogar no se discutían. No había palabras malsonantes, ni drojas, ni vicios. Con esfuerzo le pagaron dos carreras a mi progenitora y mi tía, les criaron a los nietos y les pusieron dos pisos. Su viaje de novios fue a Madrid y lo más excitante que hicieron fue subir a las barcas del Retiro. Nunca faltó nada, haciendo malabarismos a veces.
Iban a misa semanalmente, siendo mi abuela bastante escéptica en cuestiones religiosas por herencia familiar, pero esto no lo veían como algo represivo, ni gris ni oscuro ni propio de ovejas alienadas, sino una manera de encontrar consuelo y conectar con sus instintos más nobles y piadosos. Y sobre todo, de recordar que siempre hay algo más importante que nosotros.
La propagando marxista todavía no había salido de las facultades. Lejos quedaba la guerra. Eran quizás de una España conservadora y pacata, pero noble y buena, que nunca había muerto. O a lo mejor eran un rara avis, no sé.
Mi abuela cocinaba para un regimiento, y nunca lo vio como algo denigrante o esclavo. Era su manera de contribuir a la sociedad. Podría haber cambiado su destino si hubiera querido? Pues no. Eran los tiempos que eran, pero quién puede cambiar su destino hoy si no es pagando? quién puede hacer un tercio de lo que hizo a mi abuela a nivel personal con su trabajo doméstico? realmente tenemos una sociedad mejor?
Mi progenitora recuerda con añoranza la piña indestructible que formaban mis abuelos, y el clima de bondad y esfuerzo que se respiraba en aquella casa.
Para mi abuelo, mi abuela fue como recobrar el amor materno. Y antes de morir lloraba de amor por ella, y todavía se comían a besos, casi como hermanos.
A los cincuenta y tantos mi abuelo desarrolló una degeneración macular y quedó ciego. Por causa de esto, mi abuela cayó también en un proceso depresivo, lo que no impidió que le cuidará lealmente hasta el final de sus días. Repito, con sus discusiones, sus subidas y bajadas. Pero había algo que no se discutía: la unidad de todos, la comunidad, una jovenlandesal básica. Nadie sacaba los pies del tiesto ni dejaba tirado al otro, porque todos significaban algo.
Si mi abuelo hubiera nacido en esta época:
1. Tendría una carrera, tres másters y cinco idiomas y estaría a dos velas y sin vivienda.
2. No tocaría hembra, y eso tras pasar por Badoo, Tinder, discotecas, drojas, gimnasios y dejarse la barba candado para ser un macho alfa, en una guerra enloquecida y narcisista de todos contra todos.
3. En burbuja le llamarían muerto en vida.
4. Cobraría una paga de dependencia, pero más allá de eso no podría esperar compasión de nadie, porque todo el mundo estaría demasiado ocupado mirando el móvil.
5. Moriría solo tras visitar varios psicólogos
El caso es que, entre tanto nihilismo y analista resabiado, entre tanta feminista mezquina y tanto misógino cínico, a veces olvidamos que la dicha conyugal podría existir si todos aceptáramos regirnos por unos valores comunes, si este sistema atroz y tecnofílico (ahora parece que la IA nos va a salvar de nuestro podredumbre) no nos hubiera robado tanto.
Debido a esta repentina e inesperada pérdida, mi bisabuelo cayó en en un proceso depresivo, que le hizo refugiarse en el alcohol y descuidar un tanto a su familia, hasta que también dejó este mundo; solo y triste, quedando mi abuelo al cargo de sus hermanos, criado por la caridad de una tía y por los vecinos.
Mi abuelo era bajito, alopécico y no muy agraciado físicamente. Sin embargo, conoció a mi abuela en un baile de Vilanova la cual, mirando las fotos, sorprende por lo guapa que era; criada en una familia liberal, siendo la única mujer de seis hermanos. Una belleza, además, casta, pura, racial. No sé como describirlo. Un ideal cristiano de belleza femenina que se ha perdido.
Se casaron y fueron leales el uno al otro hasta la fin. Había problemas, muchos, la vida era dura, pero sostenes básicos; como la pareja, el trabajo y el hogar no se discutían. No había palabras malsonantes, ni drojas, ni vicios. Con esfuerzo le pagaron dos carreras a mi progenitora y mi tía, les criaron a los nietos y les pusieron dos pisos. Su viaje de novios fue a Madrid y lo más excitante que hicieron fue subir a las barcas del Retiro. Nunca faltó nada, haciendo malabarismos a veces.
Iban a misa semanalmente, siendo mi abuela bastante escéptica en cuestiones religiosas por herencia familiar, pero esto no lo veían como algo represivo, ni gris ni oscuro ni propio de ovejas alienadas, sino una manera de encontrar consuelo y conectar con sus instintos más nobles y piadosos. Y sobre todo, de recordar que siempre hay algo más importante que nosotros.
La propagando marxista todavía no había salido de las facultades. Lejos quedaba la guerra. Eran quizás de una España conservadora y pacata, pero noble y buena, que nunca había muerto. O a lo mejor eran un rara avis, no sé.
Mi abuela cocinaba para un regimiento, y nunca lo vio como algo denigrante o esclavo. Era su manera de contribuir a la sociedad. Podría haber cambiado su destino si hubiera querido? Pues no. Eran los tiempos que eran, pero quién puede cambiar su destino hoy si no es pagando? quién puede hacer un tercio de lo que hizo a mi abuela a nivel personal con su trabajo doméstico? realmente tenemos una sociedad mejor?
Mi progenitora recuerda con añoranza la piña indestructible que formaban mis abuelos, y el clima de bondad y esfuerzo que se respiraba en aquella casa.
Para mi abuelo, mi abuela fue como recobrar el amor materno. Y antes de morir lloraba de amor por ella, y todavía se comían a besos, casi como hermanos.
A los cincuenta y tantos mi abuelo desarrolló una degeneración macular y quedó ciego. Por causa de esto, mi abuela cayó también en un proceso depresivo, lo que no impidió que le cuidará lealmente hasta el final de sus días. Repito, con sus discusiones, sus subidas y bajadas. Pero había algo que no se discutía: la unidad de todos, la comunidad, una jovenlandesal básica. Nadie sacaba los pies del tiesto ni dejaba tirado al otro, porque todos significaban algo.
Si mi abuelo hubiera nacido en esta época:
1. Tendría una carrera, tres másters y cinco idiomas y estaría a dos velas y sin vivienda.
2. No tocaría hembra, y eso tras pasar por Badoo, Tinder, discotecas, drojas, gimnasios y dejarse la barba candado para ser un macho alfa, en una guerra enloquecida y narcisista de todos contra todos.
3. En burbuja le llamarían muerto en vida.
4. Cobraría una paga de dependencia, pero más allá de eso no podría esperar compasión de nadie, porque todo el mundo estaría demasiado ocupado mirando el móvil.
5. Moriría solo tras visitar varios psicólogos
El caso es que, entre tanto nihilismo y analista resabiado, entre tanta feminista mezquina y tanto misógino cínico, a veces olvidamos que la dicha conyugal podría existir si todos aceptáramos regirnos por unos valores comunes, si este sistema atroz y tecnofílico (ahora parece que la IA nos va a salvar de nuestro podredumbre) no nos hubiera robado tanto.
