"Hitler, el hombre más vilipendiado de la historia, y lo oculto"

ultra del eldense

Forero Paco Demier
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25 Jun 2023
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Pocos conocen que Hitler era vegetariano y un amante de los animales, y que además, fue él quién promulgo las primeras leyes de protección animal de la historia de la humanidad. A Hitler se le conoce por algunas “peripecias incuestionables” que nadie puede negar bajo pena de guandoca. Tampoco son conocidas algunas facetas sumamente misteriosas del personaje más odiado y vilipendiado de la historia.


Diversos libros explican las misteriosas anécdotas que salpican la trayectoria vital de Hitler. Sería laborioso resumir todas ellas ahora, así que nos limitaremos a mencionar algunas por encima:


a) Su nacimiento en el pueblo austríaco de Braunau am Inn, próximo a la frontera con Baviera, y considerado tradicionalmente un centro de médiums y videntes.


b) Sus primeros encuentros con la esvástica, esculpida por doquier en la abadía benedictina de Lambach, donde había ingresado en el coro de seminaristas con la intención de hacerse sacerdote y por donde pasó el monje cisterciense Adolf Lang, que poco después fundó en Viena la Orden del Nuevo Temple. Y su obsesión permanente por los libros de ocultismo, magia, reencarnación y espiritualidad, y su relación constante con personas movidas por los mismos intereses.


c) Su intuición para prever el peligro que, durante una cena con sus compañeros en una trinchera de la primera guerra mundial, le hizo levantarse sin saber por qué y «apenas lo había hecho […] estalló un obús perdido en medio del grupo donde había estado sentado unos minutos antes. Todos murieron».


d) Su capacidad magnética para fascinar e hipnotizar no sólo a las masas, sino individualmente, además de su afán personal por comenzar la conquista política de Alemania, justo en Baviera.


e) Su afán por apoderarse de diversos objetos arqueológicos como la llamada Lanza del Destino, perteneciente a las joyas imperiales de los Habsburgo que se guardaban en el Hofburg de Viena y cuya incautación fue una de las primeras misiones de las SS (dos serpientes/dragón en contraposición al simbolo del $ que caracteriza una serpiente atravesada) tras producirse el Anschluss o anexión de Austria.


f) Sus extravagantes comentarios, como el que hizo a un sorprendido Herman Rauschning, jefe nancy del gobierno de Danzig: «Si cree usted que nuestro movimiento se reduce sólo a un partido político, ¡es que no ha entendido nada!» O el que su séquito pudo escuchar durante el homenaje que rindió a Napoleón ante su tumba en Los Inválidos tras la rendición de Francia: «Una estrella protege París.» Padecía, además, extrañas visiones que le hacían caer en estados de trance o en crisis nerviosas, que según los testigos le llevaban a despertarse por la noche «lanzando gritos convulsivos», «miraba a su alrededor con aire extraviado y gemía: «¡Es él, es él, ha venido aquí!» […] Pronunciaba números sin sentido, palabras muy extrañas y trozos de frases inconexas […] aunque no había ocurrido nada extraordinario».


g) Su apoyo a las más extrañas misiones de exploración, incluyendo el envío de tropas de montaña a coronar el monte Elbrus en el Cáucaso (frontera rusa con Georgia, monte mas alto de Europa con +5,600 metros de altura) o a entablar contacto con las «autoridades espirituales» del Tíbet. En este sentido, también su obsesión por conquistar Stalingrado, ciudad «construida sobre la antigua capital de los arios», en lugar de concentrar sus fuerzas en la más lógica conquista de Moscú.


h) Sus extraños compañeros de viaje al final del camino: un grupo de tibetanos – lamas – vestidos con uniformes de las SS desprovistos de insignias que se suicidaron en el interior del búnker del Reichstag en 1945.


Hitler había participado como soldado raso en la primera guerra mundial, encuadrado en el Primer Regimiento de Infantería bávaro. Según sus biógrafos, allí se comportó con cierta temeridad. No ascendió más allá de cabo, pero a cambio, recibió la Cruz de Hierro de primera clase, la más alta condecoración para un militar de su rango. Fue uno de los muchos combatientes alemanes que nunca entendieron por qué finalizó el conflicto de aquella manera y, desde entonces, fue un firme partidario de la teoría de la “puñalada por la espalda”.


En la confusa y caótica posguerra de la República de Weimar y aún en el ejército a Hitler se le encargó adoctrinar contra el pacifismo y el socialismo (entes debilitadores sociales), a la vez que infiltrarse en varios partidos políticos como el Socialdemócrata austríaco o el Partido Obrero Alemán.


En 1919 participó por vez primera en una reunión de este último y allí descubrió, -o fue incitado a descubrir-, SLI vocación política. Se retiró definitivamente del ejército y, afiliado a ese partido, su capacidad de maniobra le permitió hacerse pronto con la dirección. Le cambió el nombre por el de Partido Nacional Socialista y buscó el apoyo de un ex oficial llamado Ernst Rohm, que organizó para él un auténtico ejército privado, las “Sturmabteilungen” o SA, las secciones de asalto, fácilmente reconocibles por sus camisas de tonalidad pardo, que durante años lucharon a brazo partido en las calles contra sus equivalentes comunistas o socialistas.


Es un misterio cómo el minúsculo Partido nancy empezó a multiplicar de pronto sus afiliados hasta el punto de que sólo cuatro años después contaba con los apoyos suficientes para promover el fallido golpe de Estado contra el gobierno bávaro. Y más extraño aún que, a pesar de lo ocurrido, no sólo no perdiera la confianza de los suyos ni que su formación política se resintiera, sino que, al contrario, las afiliaciones se produjeran por decenas de miles. En 1929, cuando se produjo la gran crisis financiera de Wall Street, el Partido nancy contaba con cerca de 180 000 afiliados y, en las siguientes elecciones generales obtuvo 107 diputados en el Reichstag (Parlamento). Tras una serie de crisis gubernamentales que degeneraron en una de Estado, las elecciones de 1932 le dieron la mayoría con 230 diputados.


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Después se produjo el incendio del Reichstag, del que se acusó a un comunista de escasas luces, aunque siempre se sospechó que fue provocado por los propios nazis. El caso es que, en 1933, Hitler se hizo con el poder absoluto al declarar a los comunistas fuera de la ley. Todos los demás partidos se fueron disolviendo hasta que el 14 de julio, una fecha llamativa para cualquier conocedor de la Revolución francesa, Alemania se convirtió en un Estado monopartidista.


Tras la eliminación de la competencia política vino la de las organizaciones sindicales y profesionales, el control de la prensa y la prohibición de sectas y sociedades secretas.


En 1935, muerto el anciano Hindenburg, -el único que había sido capaz de frenar relativamente las ambiciones políticas de Hitler-, éste se hizo dueño definitivo de Alemania. Denunció el nefasto Tratado de Versalles, restableció el servicio militar obligatorio y creó la Luftwaffe. El resto es harto conocido.


¿Quién financió a Hitler a lo largo de ese camino? Los mismos banqueros internacionales que habían financiado la Revolución rusa. Entre ellos, el Mendelshon Bank de Amsterdam, controlado por los Warburg (alubio creador de la FED); el J. Henry Schroeder Bank, cuyo principal consejero legal era la firma Sullivan & Cromwell, a la que pertenecían como socios más antiguos John y Allen Foster Dulles (destacado de la CIA), o la Standard Oil de Nueva Jersey, del clan Rockefeller (alubio y también fundador de la FED). En este último caso, es interesante comprobar cómo las relaciones entre la petrolera estadounidense Standard Oil y la corporación petroquímica alemana I. G. Farben se prolongaron incluso durante los primeros años de la guerra.


Una carta dirigida en 1939 por el vicepresidente de la compañía, Frank Howard, a sus socios controlados por el régimen nancy, insistía en que «hemos hecho todo lo posible por trazar proyectos y llegar a un modus vivendi, independientemente de que Estados Unidos entre o no en guerra».


Fritz Thyssen, hijo del magnate del acero y padre del barón Hans Heinrich Thyssen Bornemisza, escribió en 1941 un libro que levantó cierto escándalo, «Yo pagué a Hitler», en el que explicaba cómo el caudillo nancy había conseguido, a través de sus gestiones, buena parte del dinero necesario para impulsar su proyecto político y cómo había roto con él, a raíz de la liberación de Polonia.



Según sus propias palabras, en 1931 gestionó la concesión de un primer crédito de 250 000 marcos de la época mediante el banco holandés Voor Handel de Scheepvaart (fundado por Heineken, el mismo de la cerveza de la estrella roja), cuyo socio norteamericano era el Banco de Inversiones W. A. Harriman (su fundador fue embajador de USA en la URSS). Un año después, el Partido Nacional Socialista había recibido unos tres millones de marcos.


Otra entidad financiera controlada por banqueros holandeses que financiaron a Hitler fue la Union Banking Corporation, en cuya junta de directores se sentaba el abuelo de los dos expresidente de Estados Unidos , George H.W. Bush (exdirector de la CIA) y su patoso, medio lelo y granujilla hijo, el del «cuento al revés» mientras el autoatentado del «911».


Un detalle más: el presidente del Banco Central de Alemania, Greeley Schacht (C.I. de 143 y condenado posteriormente por Nazis y por Aliados), vinculado con la Banca Morgan norteamericana, fue uno de los principales encargados de alimentar, al principio de los años 30′, la inestabilidad que acabó haciendo caer a los sucesivos cancilleres alemanes hasta que Adolf Hitler asumió el cargo.


¿Hitler conocía en aquella época la teoría sobre su supuesta descendencia de los Rothschild? ¿Utilizó ese argumento para convencer a los banqueros favoritos de los Illuminati de que él era «su hombre» y que en consecuencia les convenía apoyarle?


Además de los barones encargados de controlar la economía y las finanzas, Hitler necesitó el apoyo ideológico, y lo obtuvo, de ciertas organizaciones secretas, -en principio no vinculadas con los Illuminati-, pero tan ansiosas como ellos por llegar al poder y actuar desde él.


Además de la Orden del Nuevo Temple de Adolf Lang (que se autoproclamaba sucesor del último gran maestre del Temple, Jacques de Molay, y que publicó la popular revista Ostara, en la que defendía las teorías de la eterna lucha entre la «verdadera humanidad» compuesta por la raza aria contra los «seres demoníacos» nacidos del «pecado sensual del bestialismo» cometido por los arios con miembros de razas inferiores), una de las principales influencias del régimen nancy fue la Sociedad Thule (Thule-Gesellschaft), creada por el barón Rudolf von Sebottendorf y considerada una filial de la Orden de los Germanos fundada en 1912.


Fascinado por el esoterismo islámico e incansable viajero por diversos países orientales, Von Sebottendorf (escritor y ocultista de nombre Adam Alfred Rudolf Glauer) aseguraba haber entrado en contacto con iniciados drusos (del Drusismo que surgió en el siglo XI como una rama del islam chiita) que recibían sus enseñanzas directamente del «Rey del Mundo», quien dirigía los destinos de la humanidad desde la ciudad oculta de Shambala.


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Su objetivo, decía, era llevar a Occidente esas enseñanzas, y para ello nada mejor que fundar una sociedad secreta cuyo nombre hiciera honor al paradisíaco y maravilloso Reino de los Hiperbóreos, cuna de la raza aria primigenia, perdida más allá de las brumas y los hielos, pero cuyo linaje espiritual seguiría irradiando desde lo oculto.


La Thule, que según diversos expertos mantuvo vínculos con la conocida Golden Dawn y con la OTO (Ordo Templi Orientis especializada en magia sensual sagrada), se ramificaba en pequeños grupos secretos que reclutaban a sus seguidores, sobre todo en el sur de Alemania.


En ella militaron algunos de los más importantes y futuros cargos nazis, como el número dos del régimen, Rudolf Hess, a quien Hitler deseaba como sucesor suyo, pero cuya misión secreta (para ofrecer un acuerdo de paz) en su vuelo solitario a Inglaterra terminó tremendamente mal; el periodista y político Alfred Rosenberg, el filósofo e ideólogo de todo el movimiento nancy; el tan desconocido como hábil economista Gottfried Feder, cuyas tesis aplicadas desde la Secretaría de Estado del Ministerio de Economía y después como ministro de Comercio del Tercer Reich permitieron el llamado milagro económico nancy, o el abogado Hans Frank, posteriormente gobernador general de la Polonia liberada.


Sin embargo, la figura central de ese círculo fue Dietrich Eckart (médico y escritor bávaro pangermanista), que introdujo a Hitler en la Sociedad Thule y que, según todos los indicios, fue su maestro personal en la transmisión de determinados conocimientos y prácticas mágicas. De hecho, cuando falleció inesperadamente y de forma muy sospechosa en 1923, apenas un mes después del fracasado Putsch de la Cervecería, sus últimas palabras fueron: «Le hemos dado [a Hitler] los medios para comunicarse con «ellos». Yo habré influido más en la historia que cualquier otro alemán […]. Hitler bailará, pero yo he compuesto la melodía.»


Ese enigmático «ellos» ¿a quiénes se refería exactamente? ¿A los Superiores Desconocidos de la tradición secreta?, ¿A los drusos contactados con el Rey del Mundo?, ¿a los Illuminati?


Entroncada con la Thule, aparece también la Sociedad del Vril o Logia Luminosa, cuyo dirigente más destacado era Karl Haushofer (General, geógrafo y político bávaro) , quien también acabaría en el partido nancy en calidad de recaudador de contribuciones. Haushofer viajaba con asiduidad a Japón y la India, donde entabló relación con los miembros originales de esa organización y pidió permiso para establecer su rama europea.


El Vril, era una forma de llamar a la energía universal detrás de todo lo aparente (el equivalente del “Chi” de los chinos, la Mente para los hermetistas, el Orgón de los experimentos de Wilhelm Reich, la Materia Oscura de la ciencia moderna…), y el Sol estaba considerado como su principal fuente para los seres humanos.


Los miembros de la Sociedad del Vril saludaban todas las mañanas al astro rey elevando hacia él las palmas de las manos con los brazos extendidos (con el saludo ibero). Ver aquí: El saludo Ibero y su simbología esotérica. Por Patxi Balagna Ciganda – ÑTV España


Haushofer fue, además, el creador del concepto de geopolítica, asignatura de la que era catedrático en la Universidad de München (Munich), que desde entonces ha sido utilizado a la hora de explicar las relaciones internacionales. Su ayudante en la universidad y también iniciado en la Sociedad del Vril era el mismo Rudolf Hess posteriormente apresado y encarcelado por los inmundos y necios británicos.


A estas influencias hay que sumar las corrientes teosóficas y ariosóficas que aún coleaban desde el siglo XIX.


Las primeras, promocionadas por los seguidores de la sorprendente y misteriosa esoterista rusa madame Blavatsky, fundadora de la Sociedad Teosófica de Nueva York en 1875 y que escribió la – muy recomendable e iniciadora – “Doctrina Secreta”, una amalgama de ideas religiosas y filosóficas impregnadas de orientalismo, en la que la evolución humana es el relato de su degeneración desde un inicial estado de gracia divino. Blavatsky sostenía haber recibido una revelación sobre la existencia de una antiquísima civilización que se habría desarrollado en lo que hoy es el desierto de Gobi (territorio entre China y Mongolia, y lindando con el exsiccado mar de Xinkiang) y cuyos descendientes vivían todavía en un reino subterráneo.


Las segundas tendencias fueron las ariosóficas, promovidas por los seguidores de Guido von List, ocultista alemán partidario de reconstruir la antigua religión autóctona, que había sido violentamente sustituida por el cristianismo.


Von List creó la Alta Orden Armánica, inicialmente integrada por diez personas a las que conducía por toda Alemania en busca de las huellas de Wotan y de la antigua cultura germana.


La organización creció y fue estructurada en los tres clásicos grados de aprendiz, compañero y maestro, cada uno de los cuales tenía acceso a un nivel determinado de conocimiento.


Teósofos y ariosofistas utilizaron la esvástica («lauburu» protoibero y posiblemente símbolo identitario de una cultura global pretérita ocultada ) como símbolo del acto creador de Dios: una forma de proyección de la energía (luz y vida) a partir de un centro fijo e inmutable irradiador.
 
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Utilizar el veganismo como manera de limpiar su imagen ya me hace prejuzgar el resto del texto como manipulación absurda o invención.

Además tampoco me hace participe del trasfondo de que Hitler estaba infravalorado. De seguro si el tipo era inteligente consumiría la dieta carnívora, no una vegetariana. Hombre no me jorobes.... a veces hasta lo paso mal siendo así pero..
 
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