El Anticristo (V): La Conquista de Europa

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LA CONQUISTA DE EUROPA
Caídas Inglaterra y Francia, el Judaísmo se apresta a la conquista de Europa. Francia será su cabeza de puente, la Masonería su quinta columna
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Empeñada en concluir con las monarquías, la nobleza y el sacerdocio, la Francia revolucionaria lleva la guerra a Austria, católica y monárquica. Como opina Custine (citado por Jacques Bainvielle en Historia de los Pueblos, pag. 114) "para ser libres, es menester destruir la casa de Austria".

Se inicia la destrucción de Austria asesinando al Rey Leopoldo II, era el primero de una serie que habría de continuarse con Gustavo III, y Luis XVI. Según el Cardenal Caro (en "El Misterio de la Masonería"): "el masón Colombe fue designado para ejecutar la sentencia por el gobierno jacobino de Francia. Luego vino la declaración de guerra".
Guerra en que el ejército francés obtiene una larga serie de éxitos. Los prusianos, aliados de Austria, son derrotados en Valmy y luego el Duque de Brunswick manda evacuar la provincia de Champagne. Custineentra en Spira, Maguncia y Francfort. La provincia del Rhin cae en poder de Francia. Pichegru toma posesión de Flandes y Holanda.

A los historiadores les asombra tantas ininterrumpidas victorias. Y según Pierre Gaxotte "para un militar esta campaña, a pesar de su brillantez, está llena de errores y torpezas. Particularmente resulta que Custine y Demouriez en ninguna manera combinaron sus movimientos para cortar la retirada de Brunswick que se escapó. Los franceses parecían triunfar sólo con su presencia, como si al grito de "libertad" se derrotase al enemigo.

La historia ha aclarado, posteriormente, muchos puntos. Hoy sabemos que el Duque de Brunswick era Gran Maestre de la Masnería y que en pago a su "derrota" en Valmy, recibió de los masones franceses los diamantes de la corona de Francia.
Otro hecho extraño e inexplicable es latoma por Custine, sin cañones de asedio, de la inexpugnable Maguncia.

Pero en 1799 la Revolución y pese a sus victorias había terminado su ciclo y la única solución que se veía en el nublado horizonte francés era la restauración monárquica.
La Masonería viendo que su obra estaba a punto de perderse, puso los ojos en uno de sus miembros, un joven militar que había ganado prestigio en Egipto y Malta y al que le encargaron la misión de conservar y difundir la llama revolucionaria, era Napoleón Bonaparte. No faltó a la verdad cuando afirmó: "yo soy la revolución".

Napoleón aceptó complacido la ayuda masónica, pero tenía demasiada personalidad para ser hijo sumiso de la secta, y pretendió someterla a su voluntad, ordenando a todos sus mariscales y generales encabezar los capítulos y las logias, creando logias militares. La Masonería, siempre flexible, se adaptó a las circunstancias e hizo Gran Maestre a José Bonaparte.

El Poder Oculto dejó crear las logias militares, contribuyendo incluso a su fundación para engañar mejor al Emperador, pero la Masonería es un denso entretejido de sociedades, de compartimentos secretos los unos para los otros. Fue fácil para la Masonería tener su Masonería propia paralela, la auténtica, al lado del juguete napoleónico, así preparó e infiltró poco a poco en las logias militares que las fueron metamorfoseando sin que el Emperador ni su Gran Maestre se enterasen (Copin Albancelli en "Le Pouvoir Occulte Contre la France" pag. 326).

Aunque el genio militar de Napoleón es evidente fue ayudado muchas veces por la Masonería mediante traición de jefes masones enemigos. Así Truth refiere, tomándolo del masón Clavel que "durante las guerras napoleónicas, habiéndose encontrado los restos de dos regimientos de infantería franceses rodeados por fuerzas enemigas el jefe de aquellas, por una inspiración momentánea, salió de las filas y en medio del fuego hizo el signo con destreza; dos oficiales hannoverianos lo comprendieron y por un movimiento simultáneo, sin consultar a sus jefes, hicieron que cesase el fuego, presentándose luego a disposición del reconociendo la indisciplina cometida, pero el general que también era masón, lejos de castigarles alabó su conducta" (Enciclopedia Espasa, art. Masonería, Tomo 33, pag. 719)
Y este hecho sucedió con cierta frecuencia. Así en la batalla de Marengo, según Pierre Deschamps está bajo una "nube misteriosa". Fue perdida dos veces en el curso de la jornada, pero resultó ganada por la noche con la presencia de Desaix, cuando el jefe austríaco, dando por obtenido el triunfo, había pasado el mando a su jefe de Estado Mayor.

En Austerlitz, las presunciones de traición son aún mayores, y abonadas por un testimonio de autoridad como el de José Maistre: "aquí nadie duda ya que se había comunicado a Bonaparte el plan de batalla. Numerosos indicios hay de ello y la traición, en absoluta conformidad con la voz pública" (citado por Nicolás Serra y Caussa, ob. cit.).

Pero donde más se manifestaron las traiciones masónicas a favor de Napoleó fue en España: "El Gran Duque de Berg (según Nocedal) caudillo de los ejércitos invasores, pudo contar con malos españoles, traidores a su patria, afrancesados, aduladores del poderoso, procedentes de las logias" (Mons. José Mª Caro, ob. cit. pag. 213).

Está constatado que las Cortes de Bayona, que juraron fidelidad a éste monarca, rey de España por gracia de su hermano Napoleón y Gran Maestre de la Masonería Francesa estaban presididas por Azanza, Gran Maestre de la Masonería Española, y gran parte de sus diputados eran masones de nota.

Sea como fuere lo cierto es que la Masonería terminó viendo un peligro en aquel general ambicioso, más preocupado en instaurar una monarquía hereditaria que en someterse a las directrices secretas. Además, y sobre todo, el engrandecimiento de Napoleón engrandecía a Francia y pese a la Revolución, en su espíritu profundo seguía siendo una nación católica. Así la potencia masónica por excelencia: Inglaterra buscó alianzas y movió cielos y tierra para concluir el Imperio napoleónico. Los mariscales ligados a las logias masónicas lo abandonaron. Y el águila, cortadas las alas que lo sostenían, fue encerrado en Elba.

Caído Napoleón Francia entera clama por la Restauración y ésta se hizo inevitable. ¿Qué hizo la Masonería? se pone a los pies de Luis XVIII y elimina a José Bonaparte del cargo de Gran Maestre; pero fracasa en su plan de dirigir la restauración para dominarla. Luis XVIII se rodea de ministros no masones, entonces vuelve a recurrir a Napoleón para destronar la Monarquía.

El historiador de Napoleón, M. Fredéric Masson, publicó los papeles inéditos de Camilo Gauthier y de Dumonin que aportan la prueba de que el retorno de Napoleón desde Elba fue una maquinación masónica. En Grenoble y Delfinado el número de masones era elevado, en 1814 aumentó con el regreso de los oficiales, agrupados bajo Gauthier (masón de alta categoría con poderes supremos y notables privilegios concedidos por las principales logias de Francia).
Fue en la certidumbre de una base de operaciones en plena montaña que Napoleón respondió al llamado que le fue hecho (Henri Delassus en "La Conjuration Antichretienne" pags. 221-2).
Así la Masonería usó a Napoleón para impedir la auténtica Restauración, luego lo derrotó en Waterloo mediante Inglaterra y cuando no lo necesitaba lo confinó en Santa Elena, así se aprestó a apoderarse de la segunda Restauración.

Tras Waterloo una delegación masónica, presidida por Charles Teste se traslada por dos veces al campo de los aliados para demandarles otro Rey que no fuese el jefe Borbón, pretendían imponer en Francia a un holandés: el Príncipe de Orange, o el de Luis Felipe que consiguieron entronizar más tarde.
La diplomacia masónica internacional actuó hábilmente, no quiso contrariar las aspiraciones del pueblo francés que deseaban al Borbón, por lo que aceptó pero no dejó entrar en París a Luis XVIII hasta que despidió a los ministros no masones que le habían seguido al exilio, y los reemplazaron por masones revolucionarios: los apóstatas Talleyrand y Louis y el regicida Fouché, impuesto por el propio Wellington. Y se exigió al Rey, como precio de su restauración la inmensa suma de 200 millones de francos. Sólo una persona podía ayudar a la Monarquía a pagar esa deuda, el banquero judío James Rothschild.

El Judaísmo y la Masonería habían conseguido lo que querían: una restauración inocua, neutralizada.

El Judaísmo se aprestó a recomenzar la conquista de Europa, el saldo de la aventura napoleónica le había dejado a la Masonería un saldo muy favorable.

Napoleón, poco ducho en guerrear contra ejércitos invisibles creyó tener en sus manos a los judíos, como lo había creído con los masones. Y por dos decretos (17 de mayo 1808) dio autoridad legal a las decisiones del Sanhedrín y transformó el culto judío en culto oficial del Imperio, equiparándolo al de la vieja Francia católica, surgí así, en igualdad de condiciones la nueva Francia judía.

Los beneficios concedios a los judíos por Napoleón no se limitaron a Francia. En Westfalia, en 1808, Jerónimo Bonaparte les confirió la ciudadanía. Lo mismo en Francfort, Baden, Hamburgo, Lubeck, Bremen y las principales ciudades alemanas.

"Dònde quiera que llegaba sus legiones victoriosas, caían las murallas de los ghettos" y los judíos salían libres y sin temor" (Abraham León Sachar, ob. cit. pag. 367)

Hasta en España, donde no había judíos que libertar, bajo el reinado de José Bonaparte "los marranos respiraron con más facilidad y en Portugal "numerosas familias chanchas de Lisboa y Oporto proclamaron públicamente su tanto tiempo ocultada fe judía" (Abraham León Sachar, ob. cit. pag. 371).

Si bien el Judaísmo no logró, aún, con la Revolución en Francia, el dominio del mundo, salió de la misma emancipado, fortalecido y con más experiencia en la lucha secular contra la CRISTIANDAD. Esta, por otra parte, salió del combate más desecha que antes y saturada del bichito masónico-revolucionario.

El Judaísmo no se durmió en los laureles y se dispuso asestar un nuevo golpe.

 
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