2 ...RUFÍAN... DE ESOS LODOS...

qaral

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“SU ABUELO SE ECHARÍA A LLORAR”
En Bobadilla, donde gobierna el PSOE mandato tras mandato, sigue habiendo vecinos con el apellido Rufián. Algunos son familia del dirigente de Esquerra Republicana. Diego Rufián es uno de los siete hermanos del abuelo del diputado, que falleció a los 67 años en Barcelona. Sus hijos trasladaron sus restos hasta el cementerio de este pueblo, donde está enterrado.
Diego, al que le cuesta escuchar bien a sus 78 años, abre las puertas de su casa en Bobadilla. Es una vivienda de una sola planta con la fachada encalada. Aquí, sentado en un pequeño sofá y como si lo tuviera delante, le reprocha al nieto de su hermano Juan: “Tu abuelo se echaría a llorar si supiera que quieres irte de España”.
Diego Rufián echa la vista atrás y dice que su hermano Juan “era un muy buen hombre, un republicano que creía que España era el mejor país del mundo”. Ahora, dice, estaría apenado por ver cómo su nieto “insultó de esa manera al PSOE, el partido al que votó más de una vez”. ¿Y su abuela qué cree que le diría?, le pregunta el periodista. “No entendería que el niño al que crió mientras sus padres trabajaban quiera separar en vez de unir”.
En Bobadilla mucha de la gente que un día emigró tiene casa para venir durante las vacaciones. Los Rufián aún mantienen una vivienda de dos plantas y un patio en la calle Iglesia. En su día perteneció a los abuelos del diputado pero ahora, dicen los vecinos, la casa es propiedad de Purificación, la tía de Rufián.
Precisamente, en Bobadilla pasó varios veranos Juan Gabriel Rufián, al que todo el mundo lo conocía aquí como Juanga. Pero eso era cuando no tenía aspiraciones políticas ni soñaba con una Cataluña independiente. Luego se quitó el Juan de su nombre y todo el mundo le llama Gabriel Rufián.
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Aunque siendo un niño venía con sus padres a pasar el mes de agosto, cuando Juanga fue más mayor se vino solo en más de una ocasión. Entre los 15 y los 19 años pasó varios veranos en la casa de un primo hermano de su padre. El chico salía mucho con su primo Víctor, que tiene la misma edad que él, 34. Ambos se acostaban muy tarde casi a diario y salían de noche con otros chicos y chicas del pueblo.
En aquel tiempo nadie imaginaba que ese adolescente con barba de una semana y que enamoró a varias chicas de la población acabaría siendo miembro del Congreso de los Diputados y abogaría por la independencia catalana.
El actual alcalde de Bobadilla, Manuel Latorre, militante socialista, era un chaval cuando el joven Juanga veraneaba en el pueblo. Ambos pertenecían al mismo grupo de amigos.
“Solía venir en verano y también en Semana Santa… Aunque los pasos le interesaban muy poco”, dice entre risas. El regidor asegura que con él, por aquel tiempo, “nunca habló de política a fondo”, aunque resultaba evidente que tenía pensamientos de izquierdas.
¿Y qué piensa acerca de cómo habló en el Congreso acerca del PSOE, su partido? ¿Y de su posición independentista?, le pregunta el reportero. Latorre prefiere no opinar acerca de ello. “En eso no entro”, responde.
La última vez que Juan Gabriel Rufián pisó Bobadilla fue hace 15 años. Tenía entonces 19. Llevaba un año en la universidad estudiando Relaciones Laborales. Durante la feria del pueblo, que se celebra en agosto, sus amigos “le vieron el cambio”. Fue entonces cuando el chico comenzó a hablar de “Cataluña, de sus diferencias, de un país independiente”, cuentan en Bobadilla quienes lo conocen.
“EL INDEPENDENTISMO, UN NEGOCIO”
Francisca Rufián Latorre, de 64 años, es prima hermana del padre del diputado. Su marido, Francisco López Bermúdez, tiene 67 años y, palillo en boca, asegura que el sobrino de su esposa dice “tonterías, pero come de eso y ha de decirlas”.
“El independentismo es un negocio”, apostilla en la parada de autobús del pueblo mientras, con la llegado del anochecer, habla del hombre que ha puesto en el mapa a este pequeño pueblo de Jaén. Ese mismo chico que con 10 y 12 años visitaba su casa cuando venía con sus padres a veranear.
Francisco es tractorista, tiene olivos y se dice de derechas. “Teniendo sangre andaluza por los dos lados, no entendemos cómo dice esas cosas. Pero el chico hace bien -afirma con ironía- se gana la vida así y yo lo respeto”.
Junto a él están los hermanos José y Francisco López Martos, de 85 y 87 años respectivamente. En un pueblo de mayoría socialista, da la casualidad de que ellos dos también son de derechas.
Ambos conocieron a Juanillo, como dicen que llamaban al abuelo del hoy diputado de ERC. “Que ese tío -en referencia a Rufián- reniegue ahora de la tierra donde tiene sangre es de simples”, afirma José, a lo que su hermano añade: “De simples o de listos, según se mire. Quieren irse después de habérselo llevado todo”.
EL CHICO QUE TARDÓ EN HABLAR
En la terraza de un bar de la plaza del Reloj, en el centro del barrio de Fondo de Santa Coloma de Gramanet, suenan voces en un móvil. Mohamed Chaid, de 35 años, es vecino y está escuchando algo que le han pasado sus amigos de Facebook.
“Me daría vergüenza...”, se oye, y la voz de Gabriel Rufián recorre la plaza. “Me gusta lo que dice y me hace gracia como lo dice, mola este tío”, comenta Mohamed. ¿Es Rufián un héroe? ¿Un villano? Depende de quién hable. En el pueblo en que creció el nuevo rostro del indepentismo catalán existen opiniones de todo tipo.
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Alonso Romero, de 71 años, tiene una tapicería justo enfrente del solar en el que hace una década se levantaban las viviendas en las que se crió Rufián. Este andaluz es del PSOE (cuelga de su mesilla el carnet de interventor) y defiende a su exvecino, aunque no comparte su ideología.
“Yo soy socialista de toda la vida y no entiendo que ahora estos hablen de independencia, pero cada cual tiene derecho a pensar lo que quiera”. Romero recuerda al pequeño Rufián y su familia, “muy tranquilos y discretos”. Y cuenta que hace poco le visitó el cabeza de lista de ERC en el Congreso. Iba acompañado de un periodista. “Muy majo, me saludó y estuvimos departiendo un buen rato, nadie dirá una mala palabra de este chico, ya lo creo que no”.
Distinta es la opinión de buena parte de la sociedad, que ha convertido a Rufián en objeto de crítica. Tanto es así que desde ERC prefieren que El ESPAÑOL no se entreviste con el político si no es para hablar bien de él. “Si lo que pensáis es criticarlo, pues la verdad, mejor que no os lo pase”, comentan desde el gabinete de comunicación de Rufián.
Tampoco quieren hablar de su familia, porque dicen que es algo que atañe a la vida privada del diputado. Algo que quizás olvidaron cuando en 2015 uno de los anuncios estrella de la campaña de las elecciones del 20 de diciembre fue un pequeño documental en el que aparecían desde los padres del candidato hasta sus tíos y sus amigos.
Entonces, su progenitora, Pepi Romero, nacida en Cataluña pero de padres de Turón (Granada), cobró protagonismo porque hablaba del casi fortuito inicio de Rufián en política: “Siempre ha tenido sus ideas políticas, pero realmente cuando de alguna manera se comprometió, fue a partir de entrar en Súmate”.
Súmate es una asociación de castellanohablantes que defienden la independencia y que es próxima a ERC. Allí, en 2012 empezó sus primeros flirteos con la política. En febrero de 2014 dio su primer discurso, aupado por Eduardo Reyes, presidente de la entidad, quien presentó a Rufián como un graduado social hijo de andaluces y criado en Santa Coloma.
Lento en su avance, igual que cuando habla -el chico no aprendió a hacerlo con soltura hasta los seis años- fue ganando terreno, se apuntó a la ANC (Asamblea Nacional Catalana), apareció en alguna tertulia y terminó por camelarse al líder de ERC, Oriol Junqueras, quien vio en Rufián a parte de un electorado que tradicionalmente ha dado la espalda a su partido.
Su jefe de prensa, Sergi Sol, llamó a Rufián en busca de sangre renovada con la que atraer a esa juventud metropolitana, castellanohablante y en situación precaria que bien vale un voto.
El joven de Santako no dudó en aceptar la suculenta oferta: convertirse en un político profesional justo en el momento en el que cobraba poco más de 600 euros del paro (le despidieron por dedicar demasiado tiempo a la política).
Su currículum ha dado casi tanto que hablar como sus discursos. Según cuenta él mismo en Linkedin, se diplomó en Relaciones Laborales en 2004 por la Universidad Pompeu Fabra, donde cursó hasta cuatro posgrados entre ese año y 2006.

Después de algunas prácticas, empezó en 2003 en H&M en el área de personal. De la empresa textil pasó a una consultora de la que le despidieron en mayo de 2015. Fue pocos meses antes de la campaña electoral. Pasaba más tiempo en estrados o en televisión que en el trabajo.
UN NEÓFITO EN POLÍTICA
En Rufián no hay bagaje político, nada en lo que rascar y llegar a las profundidades. Rufián es un tipo normal que habla lento, como su padre y como su abuelo, al que se parece en todo, como se aprecia en las fotografías. El chico dice lo que piensa y gana seguidores y detractores tanto en la tribuna del Congreso como en Twitter. Pero poco más hay. Tan poco, que hasta en la página oficial de ERC se equivocan y escriben que nació en Sabadell, cuando lo hizo en Santa Coloma.
Y así llegó a la campaña electoral: con el paro como único ingreso. Porque su mujer entonces tampoco trabajaba. Mireia Varela, de 32 años, progenitora de su hijo de seis, Biel, empieza ahora su búsqueda de empleo dirigida hacia la docencia.
El pasado viernes 28 de octubre, unas horas antes de subirse a la tribuna del Congreso para cargar contra PP y PSOE, Gabriel Rufián acompañaba a Mireia al acto de entrega de diplomas del máster en Lengua Española y Literatura Hispánica de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Varela ha cumplido uno de sus sueños y ahora debe poner en práctica todo lo que ha aprendido durante los últimos cinco años. “Sin vosotros no habría sido posible”, comentó en las redes sociales en una foto en la que aparecen su hijo y su marido. La esposa del diputado tiene un blog con sus compañeros de estudios en el que hablan de la materia estudiada.
Juntos viajaron después a Madrid, donde tuvieron tiempo incluso de hacer turismo y pararse a visitar el museo Reina Sofía. A su vuelta a Sabadell, donde viven ahora juntos, se reunieron con parte de la familia.
En este municipio del Vallés, a 25 kilómetros de Barcelona, viven los Rufián Varela en un piso pequeño y sencillo, en el popular barrio de la Creu Alta. Son una pareja corriente que disfruta de los paseos con su hijo -un niño de larga melena rubia- y de reunirse con los suyos.
Suelen organizar cenas con amigos y hasta veladas literarias, puesto que ambos son muy aficionados a la lectura (él disfruta especialmente con la poesía). A Gavi -es así como le llaman su mujer y sus amigos- le gusta también el fútbol y es seguidor del Espanyol, donde un familiar suyo trabaja en el área de seguridad.
De su familia dice haber aprendido casi todo, en especial su pasión por la política. Hizo la carrera con una foto del Ché en la carpeta, imagen que le recuerda a la casa de sus padres, donde siempre hubo una instantánea del argentino colgada de la pared. El padre, que siempre hablaba de la lucha contra el imperialismo yanqui, fue quien le inoculó el veneno de la política.
Los progenitores del político, Pepi Romero, de 52 años, y Antonio Rufián, de 54, se conocieron en un mitin de Bandera Roja (Organización Comunista de España), un partido de extrema izquierda en el que ambos militaban.
Formaron una familia en la que Gabriel es el único hijo. Juntos regentaron durante un tiempo un taller de peletería, pero lo cerraron hace unos 15 años, cuando la inmi gración empezó a llenar el barrio del Fondo y los negocios autóctonos perdieron clientes.

Ahora Antonio se busca la vida en lo que puede después de haber trabajado en varias empresas del sector textil o la maquinaria industrial. En 2002, durante unos meses, el padre de Rufián estuvo viviendo solo en la casa familiar de Bobadilla. Trabajaba de comercial y se afincó allí durante un tiempo.
Sin embargo, la última vez que el padre del diputado pisó Bobadilla fue hace cuatro años, cuando falleció su progenitora y la enterraron junto a su marido. Sólo un año antes también murió su hermano Juan, a quien le dio un ataque al corazón mientras conducía. Los tres, padres e hijo, descansan en el mismo camposanto.
Pepi, la progenitora de Gavi, es administrativa en una oficina de Vivienda de la Generalitat. Antes trabajó cuidando a ancianos en una residencia y en un stand de belleza de El Corte Inglés. A mediados de los 90 ella y su marido se mudaron a Badalona y dejaron el bloque de viviendas de la calle Terrasa, cerca de la plaza del Reloj, ahora un solar convertido en aparcamiento. El edificio lo derribaron hace siete años afectado de aluminosis.
Suele decir Juan Gabriel Rufián, quien nació el 8 de febrero de 1982, que fue en Badalona donde oyó hablar en catalán por primera vez. Nadie en Fondo, un barrio tradicionalmente socialista y formado por pagapensiones (son un 45% del censo), hablaba entonces catalán. Y pasó de estudiar en el Virgen de las Nieves de Santa Coloma a El Cultural de Badalona, una escuela concertada en la que el nivel adquisitivo y cultural de los alumnos era más alto.
El hoy diputado todavía mantiene el contacto con algunos compañeros de escuela, como con algunos de la universidad, aunque desde que vive en Madrid pasa más tiempo con su familia que con los amigos. Con la mayoría, eso sí, habla castellano, como con su mujer y con sus padres.
Rufián desnuda la lengua de ideología: fue el primer miembro de ERC en dar un discurso en castellano ante la militancia. Siempre dice que abandonará la política cuando Cataluña sea independiente.
Mientras, pasará el tiempo añorando tiempos pasados. “Cada mañana echo de menos mi vida anterior”, dice en el libro Gabriel Rufián, el político imprevisto, de Maiol Roger (Angle Editorial, 2016). “La política o el activismo social es una especie de monstruo que no para: si tú lo alimentas, él te va pidiendo”.
Mientras, en Bobadilla, el pueblo en que tiene sus raíces, el chico se ha convertido en la comidilla de los vecinos. Lo que aún nadie se explica es cómo el nieto de Juanillo el de la Frasca, quien un día se volvió loco por volver a su pueblo y estar junto a María la borreguera, quiera separarse de la tierra en la que nacieron sus abuelos.


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