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El desconsolado patetismo de Pablo Iglesias
OPINIÓN
PUBLICADO ELJUEVES, 04 ABRIL 2019 12:53ESCRITO POR IGNACIO FERNÁNDEZ CANDELA
"Lágrimas de cocodrilo" que diría el genial poeta al que "la farsa de la memoria histórica" ha hecho creer que fusilaron los falangistas
Este pasado 2 de abril se exhumaron los restos de una fosa común en Paterna que podría contener los de un tío de Pablo Iglesias. En las redes sociales alguien ocurrente ha manifestado con lógica e irrefrenable sorna: “¿Cápasao? Yo no he llorado por ver una tumba con los supuestos restos de un familiar que no he conocido”. Y luego ha añadido: “¡Votadme, orates del haba! No solo doy pena por haber hundido el “Proyecto” neo comunista; ahora que he cambiado pañales estoy preparado para llorar y dar pena… ¡Votadme aunque sea por pena!”. Está clara la estrategia del instigador bolivariano, ora agresivo, ora mosquita muerta.
A falta de que esos restos en Valencia no resulten ser de víctimas represaliadas por el frentepopulismo-como así sucede cada vez que los subvencionados de la memoria a conveniencia creen encontrarlos del franquismo-, el patetismo afligido del podemita resulta ser ya, además de extremadamente empalagoso, insultante para la inteligencia.
No pasarán. Madrid 1936: una exposición con un coste de 170.000 euros fue un despilfarro más de la abuela, la muñeca chuchona y guerracivilista, Manuela Carmena. ¿Quién si no la sectaria Colau iba a secundarla en la presentación sobre esta muestra de la Guerra Civil española en Madrid? El Madrid chequista y homenajeado de asesinos que terminaron matándose entre ellos mismos, encontró hace un año por estas primeras fechas de abril inspiración en unas impresentables votadas por minorías.
Solo un 2% de esa muestra se dedicó a la represión criminal del frentepopulismo. Mezquindad de majaderos con la jovenlandesal atrofiada que pasaron por alto las matanzas de Paracuellos del Jarama.
Los madrileños se lo olieron. Ya se sabía lo que llegaba hace casi cuatro años cuando el socialista Carmona entregó la Villa a los podemitas, mediante una maniobra rastrera de abuso político. Se apoltronaban endiosados cantamañanas dispuestos a sembrar discordia, impulsados por la intolerancia y la paranoia inconfesables de carencias personales que pretendían impedir el progreso de la sociedad madrileña, testigo, que no testiga, estupefacta de un revanchismo incongruente con los tiempos que vivimos… ¿cuarenta años después de convivencia democrática? Rodríguez Zapatero despertó los rencores y convirtió a las minorías extemporáneas del repruebo injustificado, en paulatinas protagonistas de la actual disensión social. Jamás hizo más daño la impunidad en España que la del nefasto expresidente. Tanto mal y nada pagado siquiera por su felonía lucrativa a expensas de la miseria venezolana.
Ahora Madrid no ocultaba su incapacidad de gestión, siendo inoperante e inútil se empeñaba en lo innecesario por no saber realizar lo inherente a un eficaz y realista trabajo en la alcaldía. Modificar el callejero no fue un mero objetivo de Manuela Carmena para obligar a cumplir una sectaria y arbitraria ley de memoria histórica, era un proceso mucho más complejo basado en la resta de libertades, de pensamiento y elección ideológica de cuantos no comulgan con las soflamas extremistas. Para estos intransigentes gobernar significaba imponer sin considerar a quienes no secundan la estrechez de miras, la anclada en un pasado prescindible cuyo resurgir solo lo explica el oportunismo y el ventajismo de cuantos juegan suciamente en una sociedad desarrollada que pretende vivir en paz con miras a un horizonte constructivo y solidario.
Este pasado fin de semana el patetismo hipócrita de Pablo Iglesias se ha rebozado en la peor inmundicia de falsedad, con esas lágrimas teatralizadas por la fin de un miembro del clan familiar al que jamás conoció. Los ciudadanos consideran una vergüenza ese rol victimista arrancando las páginas de la Historia a conveniencia: lo juzgan ya hasta la hartura del aburrimiento.
Más reciente e injustificada es la tragedia de las heroicas Víctimas del terrorismo durante el periplo democrático, hoy denostadas bajo el influjo buenista de la radicalidad izquierdista, la criminal y santificada que defiende el marqués de Galapagar y su consorte revolucionada, que no revolucionaria… de pacotilla, en todo caso, Montero. Conviene menos estolidez y más trabajo real, sólido, deseable por los madrileños a los que les importa un rábano las memorias histéricas de turno en la comprensión de que una guerra no fue gusto de nadie. Menos pretextos y más voluntad de servicio al ciudadano. Con todo lo que hay que hacer estos negados se entregan a las ocurrencias que nadie necesita, pero que los lucran por esa caradura de bajo fondo jovenlandesal que solo saben mostrar los que han perdido cualquier atisbo de dignidad y vergüenza aprovechándose del cuento revanchista.
Solo existen ellos. Un quiste que se reproduce cuando las nuevas generaciones no aprenden de los errores y permiten que regresen los parásitos que pretenden imponer un modo de convivencia no querido por nadie con dos dedos de frente. No son superiores, acaso sí se sienten estrafalariamente así con esa extraña jovenlandesal que dicta las actuaciones de ciertos seres acometidos por complejos difíciles de tratar. Ni siquiera fueron votados por mayorías sino facilitado el poder debido a una ley electoral injusta, que no cuenta con los electores verdaderos, los que votan en mayor número opciones políticas que quedan relegadas por complicidades ideológicas para desbancar una lista más votada.
Los que llegaron al Ayuntamiento de Madrid demostraron la bajeza oportunista en todo momento. Estaban enquistados con rencores extemporáneos que han sido alimentados en círculos reducidos muy alejados de la realidad social sobre la que pretendieron ejercer una presión política ilegítima. Tocar poder es gobernar para todos en una democracia, salvo para los resentidos sin causa que pretenden resarcir sus desencuentros psicológicos, arremetiendo contra la salud mental de una sociedad madrileña a la que le importa el presente y la evolución que no el pasado histórico y el estancamiento retrógrado del absurdo revisionismo frente populista.
Son tiempos de elecciones responsables. España necesita una oxigenación de realidad y presente, una revitalización de los valores en progreso, un freno a la justificación del sectarismo y el abotargamiento de las mentes por el bombardeo masivo de la demagogia y el falsario victimismo guerracivilista. Con el lema electoralista del PSOE que podría ser premonitorio, el “Haz que pase” debería convertirse en un mensaje subliminal que recordara a tantos desmemoriados las ruinas del zapaterismo y el desnortado tiempo de ocupación monclovita que nos precipita de cabeza hacia una nueva crisis institucional, sumada a la económica que las medidas de este gobierno, de irresponsable majadería, ha provocado en estos últimos meses.
Del mismo modo que no puede pasar la red clientelar de Carmena que ha convertido Madrid en un mercado persa a la mejor salud de los que se aprovechan de ayudas públicas con una Villa descuidada y caótica convertida en un reducto de caprichos estalinistas, Pedro Sánchez ha de ser expulsado de la guarida de malhechores en que ha convertido La Moncloa. Así llore el cómplice Pablo Iglesias con esa hipócrita doblez jovenlandesal que lo ha delatado hace tiempo, y se lo hagan saber en las urnas también. Llegue la hora de que se pongan a trabajar de verdad los señores marqueses del leninismo edulcorado: el que disimula la jeta de unos vividores sin ninguna credibilidad política ni personal cuyas lágrimas de cocodrilo, lejos de emocionar, repelen.
Ignacio Fernández Candela para La Tribuna de España
Ignacio Fernández Candela
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PUBLICADO ELJUEVES, 04 ABRIL 2019 12:53ESCRITO POR IGNACIO FERNÁNDEZ CANDELA
"Lágrimas de cocodrilo" que diría el genial poeta al que "la farsa de la memoria histórica" ha hecho creer que fusilaron los falangistas
Este pasado 2 de abril se exhumaron los restos de una fosa común en Paterna que podría contener los de un tío de Pablo Iglesias. En las redes sociales alguien ocurrente ha manifestado con lógica e irrefrenable sorna: “¿Cápasao? Yo no he llorado por ver una tumba con los supuestos restos de un familiar que no he conocido”. Y luego ha añadido: “¡Votadme, orates del haba! No solo doy pena por haber hundido el “Proyecto” neo comunista; ahora que he cambiado pañales estoy preparado para llorar y dar pena… ¡Votadme aunque sea por pena!”. Está clara la estrategia del instigador bolivariano, ora agresivo, ora mosquita muerta.
A falta de que esos restos en Valencia no resulten ser de víctimas represaliadas por el frentepopulismo-como así sucede cada vez que los subvencionados de la memoria a conveniencia creen encontrarlos del franquismo-, el patetismo afligido del podemita resulta ser ya, además de extremadamente empalagoso, insultante para la inteligencia.
No pasarán. Madrid 1936: una exposición con un coste de 170.000 euros fue un despilfarro más de la abuela, la muñeca chuchona y guerracivilista, Manuela Carmena. ¿Quién si no la sectaria Colau iba a secundarla en la presentación sobre esta muestra de la Guerra Civil española en Madrid? El Madrid chequista y homenajeado de asesinos que terminaron matándose entre ellos mismos, encontró hace un año por estas primeras fechas de abril inspiración en unas impresentables votadas por minorías.
Solo un 2% de esa muestra se dedicó a la represión criminal del frentepopulismo. Mezquindad de majaderos con la jovenlandesal atrofiada que pasaron por alto las matanzas de Paracuellos del Jarama.
Los madrileños se lo olieron. Ya se sabía lo que llegaba hace casi cuatro años cuando el socialista Carmona entregó la Villa a los podemitas, mediante una maniobra rastrera de abuso político. Se apoltronaban endiosados cantamañanas dispuestos a sembrar discordia, impulsados por la intolerancia y la paranoia inconfesables de carencias personales que pretendían impedir el progreso de la sociedad madrileña, testigo, que no testiga, estupefacta de un revanchismo incongruente con los tiempos que vivimos… ¿cuarenta años después de convivencia democrática? Rodríguez Zapatero despertó los rencores y convirtió a las minorías extemporáneas del repruebo injustificado, en paulatinas protagonistas de la actual disensión social. Jamás hizo más daño la impunidad en España que la del nefasto expresidente. Tanto mal y nada pagado siquiera por su felonía lucrativa a expensas de la miseria venezolana.
Ahora Madrid no ocultaba su incapacidad de gestión, siendo inoperante e inútil se empeñaba en lo innecesario por no saber realizar lo inherente a un eficaz y realista trabajo en la alcaldía. Modificar el callejero no fue un mero objetivo de Manuela Carmena para obligar a cumplir una sectaria y arbitraria ley de memoria histórica, era un proceso mucho más complejo basado en la resta de libertades, de pensamiento y elección ideológica de cuantos no comulgan con las soflamas extremistas. Para estos intransigentes gobernar significaba imponer sin considerar a quienes no secundan la estrechez de miras, la anclada en un pasado prescindible cuyo resurgir solo lo explica el oportunismo y el ventajismo de cuantos juegan suciamente en una sociedad desarrollada que pretende vivir en paz con miras a un horizonte constructivo y solidario.
Este pasado fin de semana el patetismo hipócrita de Pablo Iglesias se ha rebozado en la peor inmundicia de falsedad, con esas lágrimas teatralizadas por la fin de un miembro del clan familiar al que jamás conoció. Los ciudadanos consideran una vergüenza ese rol victimista arrancando las páginas de la Historia a conveniencia: lo juzgan ya hasta la hartura del aburrimiento.
Más reciente e injustificada es la tragedia de las heroicas Víctimas del terrorismo durante el periplo democrático, hoy denostadas bajo el influjo buenista de la radicalidad izquierdista, la criminal y santificada que defiende el marqués de Galapagar y su consorte revolucionada, que no revolucionaria… de pacotilla, en todo caso, Montero. Conviene menos estolidez y más trabajo real, sólido, deseable por los madrileños a los que les importa un rábano las memorias histéricas de turno en la comprensión de que una guerra no fue gusto de nadie. Menos pretextos y más voluntad de servicio al ciudadano. Con todo lo que hay que hacer estos negados se entregan a las ocurrencias que nadie necesita, pero que los lucran por esa caradura de bajo fondo jovenlandesal que solo saben mostrar los que han perdido cualquier atisbo de dignidad y vergüenza aprovechándose del cuento revanchista.
Solo existen ellos. Un quiste que se reproduce cuando las nuevas generaciones no aprenden de los errores y permiten que regresen los parásitos que pretenden imponer un modo de convivencia no querido por nadie con dos dedos de frente. No son superiores, acaso sí se sienten estrafalariamente así con esa extraña jovenlandesal que dicta las actuaciones de ciertos seres acometidos por complejos difíciles de tratar. Ni siquiera fueron votados por mayorías sino facilitado el poder debido a una ley electoral injusta, que no cuenta con los electores verdaderos, los que votan en mayor número opciones políticas que quedan relegadas por complicidades ideológicas para desbancar una lista más votada.
Los que llegaron al Ayuntamiento de Madrid demostraron la bajeza oportunista en todo momento. Estaban enquistados con rencores extemporáneos que han sido alimentados en círculos reducidos muy alejados de la realidad social sobre la que pretendieron ejercer una presión política ilegítima. Tocar poder es gobernar para todos en una democracia, salvo para los resentidos sin causa que pretenden resarcir sus desencuentros psicológicos, arremetiendo contra la salud mental de una sociedad madrileña a la que le importa el presente y la evolución que no el pasado histórico y el estancamiento retrógrado del absurdo revisionismo frente populista.
Son tiempos de elecciones responsables. España necesita una oxigenación de realidad y presente, una revitalización de los valores en progreso, un freno a la justificación del sectarismo y el abotargamiento de las mentes por el bombardeo masivo de la demagogia y el falsario victimismo guerracivilista. Con el lema electoralista del PSOE que podría ser premonitorio, el “Haz que pase” debería convertirse en un mensaje subliminal que recordara a tantos desmemoriados las ruinas del zapaterismo y el desnortado tiempo de ocupación monclovita que nos precipita de cabeza hacia una nueva crisis institucional, sumada a la económica que las medidas de este gobierno, de irresponsable majadería, ha provocado en estos últimos meses.
Del mismo modo que no puede pasar la red clientelar de Carmena que ha convertido Madrid en un mercado persa a la mejor salud de los que se aprovechan de ayudas públicas con una Villa descuidada y caótica convertida en un reducto de caprichos estalinistas, Pedro Sánchez ha de ser expulsado de la guarida de malhechores en que ha convertido La Moncloa. Así llore el cómplice Pablo Iglesias con esa hipócrita doblez jovenlandesal que lo ha delatado hace tiempo, y se lo hagan saber en las urnas también. Llegue la hora de que se pongan a trabajar de verdad los señores marqueses del leninismo edulcorado: el que disimula la jeta de unos vividores sin ninguna credibilidad política ni personal cuyas lágrimas de cocodrilo, lejos de emocionar, repelen.
Ignacio Fernández Candela para La Tribuna de España
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