Yo estaba bien

Clavisto

Será en Octubre
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10 Sep 2013
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Yo venía de soñar y mi alma todavía estaba dentro del sueño cuando llegué al bar. Te vi nada más correr las cortinas de la puerta. Tú reías. Pasé a la barra, vacié los bolsillos y un mediodía más puse algo parecido a la música de mis sueños.

Mi hermano se fue. Entró un chico para sentarse con vosotras en una mesa. Se acercó a la barra y pidió una ronda de cervezas. Llevaba tatuajes en los antebrazos.

Cuando dejé la tuya, la especial acompañada de su tapa especial, me miraste fijamente, sonriendo, y dijiste gracias. Mantuve tu mirada sin ningún esfuerzo. En verdad no fue complicado. Mi alma seguía durmiendo.

Sí, te recuerdo de otras veces en el bar. Entonces venías con otro tipo, uno a quien hace poco tiempo volví a ver en el bar en compañía de una elegante mujer con las uñas de los pies muy bien pintadas. Lucía un vestido blanco con motivos rosas. Andaba sobre unos afilados tacones. También me sonrió dándome las gracias a los ojos. Yo la miraba cada vez que tenía que tirar una caña. Fue lo único que bebió, no pidió más. Y no era cerveza, sino un vino si no recuerdo mal. Él, tu antiguo amigo, siempre tan educado, se bebió un par de cervezas, lo recuerdo bien. Hablamos de algo mientras le tiraba la segunda. Es un hombre reservado.

- Me ha encantado tu arroz -dijo ella una vez que salí a recoger lo vacío.
- Gracias.

Sí, te recordaba. Y el recuerdo era mejor.

La música parecida a la de mi sueño sonaba en el bar. A veces, cuando era demasiado onírica, saltaba la canción. Y tú bebiste hasta alcanzar la escandalosa carcajada compartida con tu amiga. Pero ni aún entonces salí de mi sueño.

Hablé algo de él con un amigo. Tú todavía estabas allí. Se fue emocionado.

Y entonces vi que te dormiste. Tu amiga parecía preocupada. El chico de los brazos tatuados se acercó a la barra y pidió una botella de agua que no le cobré. Y cuando salí de lavar los platos no había nadie en vuestra mesa.


Ya era tarde. Todavía quedaba gente en el bar casi cerrado. Bajé las persianas y apagué el televisor. Quité la música. Me senté en un taburete y encendí un cigarrillo. "Podéis fumar si queréis. Pero nos vamos"


Nadie más que yo encendió ningún cigarrillo. Me serví otra copa.

La gente hablaba y reía. Luego se fueron, aunque no del todo. Con la llave echada vi que seguían hablando y riendo tras la puerta. Yo ya había acabado del todo pero no quería verlos al salir.

Me serví otra copa, encendí otro cigarrillo, puse una canción.


Y todavía estaban allí, hablando y riendo detrás de la puerta, cuando me fui del bar.



 
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