What you´re proposing?

Clavisto

Será en Octubre
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10 Sep 2013
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- Hoy no vendrá -le dije a mi amigo.
- Espera un poco, hombre. Todavía es temprano.

La una y medía. Hora casi límite para ella y sus padres.

- No, no va a venir. Este fin de semana me voy a quedar sin ver a Sonia.
- ¿No vinieron ayer?
- No.

No sé qué hado me instó a buscar en Google imágenes de Sonia Marmeladova. Sorprendido de mi mismo por no haberlo hecho nunca antes tecleé el nombre en el buscador. Y allí estaba ella, en la segunda imagen. No miré más.

- jorobar -musité- Es ella, sin duda. Es la mujer de Raskólnikov.

Tal fue la súbita emoción que poco faltó para que una lágrima escapara de mis ojos. Claro que yo no estaba ni medio bien, no tan mal como al principio de la jornada en el bar pero gracias al ibuprofeno tomado un par de horas a modo de último recurso había conseguido liberar el cuerpo y la mente de buena parte de los dolores traídos por una noche muy mal dormida. Tanto fue el efecto de la medicina al cabo de una hora que casi lo tuve por milagroso. "Algún día -pensé al sentir la mejoría- escribiré una loa al Ibuprofeno a modo de Padrenuestro"

"¿Y como es -me dije sin apartar la mirada del teléfono, olvidado de todo- que nunca jamás se me había ocurrido mirar por la imagen de Sonia Marmeladova, la chica de Raskólnikov?"

Conforme a lo previsto no vi a Sonia. Y el mediodía pasó sin pena ni gloria.


A las tres y media entró una mujer con su hijo, un chico de apenas ocho o nueve años que andaba como un viejo de ochenta o noventa. La progenitora lo sostenía del brazo izquierdo mientras él caminaba a caderazos, como un lagarto. Ella saludó con acento del Este y fueron a sentarse en una de las mesas del vacío salón. Me fijé en su buen ojo ciego magníficamente torneado por los vaqueros. En la barra mis tres clientes seguían a su rollo, hablando de la música rock que estábamos escuchando, atropellándonos los unos a los otros entre memorias y recuerdos.

Salí de la barra. Pregunté qué querían.

Ella me habló sonriendo de patatas con delicioso acento eslavo. Era una mujer de treintaitantos años muy bien llevados, piel finísima, rostro ovalado, pómulos salientes y sonrosados, ojos claros y grandes tras unas gafas de montura fina, dorada, y larga melena lacia de tonalidad rubio ceniciento; la mirada clara y fija, confiada, fuerte y suave al mismo tiempo; los labios espléndidamente dibujados como en base a sus ojos. Pero era la piel del rostro lo que más llamaba la atención.

Le dije la verdad, que no tenía patatas fritas ni nada de eso. Y conforme se lo decía pensé que iba a levantarse para irse a otro bar donde sí las tuvieran, pensamiento que no me desagradó pues ya no tenía ganas de hacer nada, me quedaba poco para acabar el turno, la conversación del rock con mis amigos cerveceros de los domingos iba tan en viento en popa como de costumbre y pronto nos pasaríamos al whisky y entonces Dios sabría qué más entre canciones de Thin Lizzy, Led Zeppelin, UFO, Deep Purple y los Stones; más aún cuanto que a ojos vistas el chaval no debería estar muy cómodo, pues también parecía mostrar signos de cierto ignorancia.

- ¡Ah! -dijo ella- ¿Un montado o algo?
- Puedo haceros una tosta de jamón...ibérico -añadí en modo precaución.
- ¡Ah! ¿Y de tomate?
- ¿Tomate?
- Sí, sólo tomate.
- Sí, puedo hacérosla.
- Bien. Dos. Y dos cocacolas. Y un café. Cortado. Gracias.

Me puse a ello. Entró otra cuadrilla de buenos amiguetes un tanto pasados. Uno de ellos se había quedado sin batería en el coche y ya que estaban con todo lo necesario para solucionar el problema pues qué menos que antes de hacerlo meterse unos tiros, unos cafés y unas copas rápidas en el bar de Kufisto.

- Tómate un chupito, Kufisto.
- No, que estoy liao.
- ¡Pero qué liao si no hay nadie!
- Sí hay, sí.

Serví las tostadas bien esmeradas. De regreso a la barra oí a uno de mis amigos decir algo de un concierto de Status Quo en Puertollano, uno de hace mil doscientos años.

- ¡me acuerdo de la fruta! -grité fuerte entre los gritos de los otros- ¡Pero si Status Quo fue el primer rocanrol que me hizo volar la cabeza! ¡Mirad, me gusta la fruta!

Y fui al ordenador para buscar "What your proposing?" Sí, aquel fue el primer rocanrol que me voló la cabeza.

- ¡Hooostia, Kufisto!
- ¡La fruta! ¡Cuanto tiempo!

Le di caña.

Poco después la cuadrilla marchó a lo suyo y nos quedamos los de la barra, ya más tranquilos.

La mujer se levantó de la mesa.

- ¿Qué debo? -preguntó.
- Nueve con diez.
- ¿Puedo pagar con tarjeta?
- Claro.

Cogí el terminal y se lo acerqué; pasó la tarjeta y esperamos la aprobación sin que ella me mirara. Y entonces fue que vi la cruz que llevaba colgada del cuello. Una cruz leve, dorada.

- Correcto.
- Gracias.
- No hay de qué -respondí con mi mejor sonrisa.

Ella no sonrió. Ni me miró. Fue a por su chico, le ayudó a levantarse y agarrándolo del brazo salió del bar.


- Buen ojo ciego -dijo uno de mis amigos una vez que ella estaba fuera del bar.
- jorobar, menudo pompis -dijo otro.
- Sí -dije yo-...¿Un poco de Black Sabbath?
- Venga.


 
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