Wellington: «Nuestro amigo no sabe la paliza que se va a llevar antes de que acabe el día»

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Wellington: «Nuestro amigo no sabe la paliza que se va a llevar antes de que acabe el día»

Wellington: «Nuestro amigo no sabe la paliza que se va a llevar antes de que acabe el día»



Este daguerrotipo del duque de Wellington, única fotografía que existe de él, se tomó poco antes de su fin
Este daguerrotipo del duque de Wellington, única fotografía que existe de él, se tomó poco antes de su fin
Este daguerrotipo del duque de Wellington, única fotografía que existe de él, se tomó poco antes de su fin


El general Wellington barrió el campo enemigo con su catalejo aquella mañana lluviosa del 18 de junio de 1815, se volvió al general español Álava y soltó: «Nuestro amigo no sabe la desconcertante paliza que se va a llevar antes de que acabe el día». Arthur Wellesley, duque de Wellington, y el vitoriano Miguel Ricardo de Álava se habían conocido en la Guerra de la Independencia, donde comenzó a forjarse la derrota de Napoleón, el tirano. Arthur era un irlandés nacido en 1796 como tercer hijo del conde de Mornington. Mal estudiante en Eton, jugador y pendenciero, su padre le acabó enviando a la academia militar a que le enderezaran. Se formó en Inglaterra, Francia y Bélgica, y en 1794 hizo su bautismo de fuego en los Países Bajos. Su hermano Richard fue nombrado gobernador de la India, y con él marchó a luchar contra el sultán de Mysore en 1799. Regresó a Gran Bretaña en 1805, donde los Comunes le pusieron en un aprieto a la hora de explicar la costosa política imperialista. Tres años después, Arthur Wellesley fue mandado a Portugal para ponerse poco después al mando de las fuerzas aliadas contra Napoleón. Derrotó al Ejército francés en Lisboa, Talavera, Ciudad Rodrigo y en la decisiva Batalla de Vitoria, en 1813, tras entrar en Madrid y perseguir a José Bonaparte hasta la frontera. Invadió Francia, acompañado por tropas portuguesas y españolas, y cercó a Soult en Toulouse en abril de 1814. Mientras, Napoleón firmaba la paz en el Tratado de Fontainebleau.

Arthur Wellesley fue entonces considerado el «libertador de Europa», como le gritaron los suyos en la noche que Bonaparte abdicó por primera vez, en abril de 1814. En Gran Bretaña se vendía por aquellos días una postal con su retrato rodeado de laureles. Se creía que había llegado la «paz definitiva» gracias a él; todo el mundo le reclamaba, pero no se movió de suelo francés porque el gobierno Castlereagh le nombró embajador en París. Llegó a la ciudad a tiempo de presenciar el desfile de la victoria junto al zar Alejandro, Luis XVIII, el emperador de Austria, y el rey de Prusia. Vestía de paisano cuando le comunicaron que le habían nombrado duque de Wellington. No aguantó mucho en París, y en mayo de 1814 llegó a Madrid, alertado por el ambiente guerracivilista entre constitucionales y absolutistas. Criticó la represión de los liberales, esos patriotas que poco antes habían luchado por el mismo rey que ahora les metía en prisión. Desesperado, volvió a Inglaterra, lugar que no pisaba desde 1809. El recibimiento fue apoteósico y multitudinario. En el puente de Westminster la gente desenganchó a los caballos y tiró del carro hasta su casa. Tomó asiento en la Cámara de los Lores, y se celebró una sesión en su honor en la de Comunes, que se levantaron al entrar el duque en la Sala. En agosto de 1814 volvió a París, donde se ocupó de la reconstrucción de las fortificaciones que separaban Bélgica de Francia –entre ellas, una cerca de Waterloo–, de la abolición de la esclavitud, y de la creciente impopularidad de los Borbones. Y no le faltó tiempo para convertirse en el amante de la bella cantante veneciana Josefina Grassini, que ya había sido la querida de Napoleón.

Jefe de la Séptima Coalición

Una fría mañana de febrero de 1815, Wellington recibió un informe de Lord Burghersh: Napoleón había escapado de Elba. El Duque creyó entonces que Luis XVIII sería capaz de detener al corso. Se equivocó. El 20 de marzo se instalaba en París poco después de que huyeran los Borbones. Reunidas las potencias en Viena, Wellington fue nombrado jefe de los ejércitos de la Séptima Coalición. Sólo la cuarta parte de los hombres había servido a sus órdenes en la Península, y por cada inglés había dos extranjeros: belgas, holandeses, hannoverianos y prusianos. Además, le faltaban infantería, caballería y cañones. El 11 de junio las tropas napoleónicas salieron de París en dirección a Bélgica. Ese día Wellington asistió al baile del duque de Richmond para tras*mitir tranquilidad. Había trabajado toda la tarde con su Estado Mayor. El día 15 se reunió en Quatre-Bras con sus tropas, poco antes de que los franceses hicieran retroceder a los prusianos en Ligny. Las fuerzas aliadas estaban mal dispuestas sobre el terreno, y las tuvo que recolocar. El plan de Wellington era aprovechar lo embarrado que estaba el terreno y que fuera el Ejército francés el que hiciera el desgaste físico, esperar la llegada del prusiano Blücher, y contraatacar con tropas descansadas. Wellington se ocupó personalmente de organizar, revisar y animar a sus hombres. Repartió ginebra, galletas y carne entre los suyos, y pisó el frente. A las 11 de la mañana del 18 de junio dio las últimas órdenes. El barro absorbía el impacto de las bombas francesas, y Wellington no movió las tropas como Napoleón esperaba. Respondió al ataque frontal de la caballería enemiga, destrozándola, mientras el mariscal prusiano Blücher avanzaba por el noroeste. Cuando la Guardia británica, que permanecía escondida, tirada en el barro, sorprendió a la temible Guardia Imperial napoleónica y la hizo huir, Wellington ondeó su sombrero para un avance general. La retirada francesa se convirtió en fuga.

Sobre las 10 de la noche, con la batalla ganada, y los prusianos persiguiendo a Napoleón por la carretera a Charleroi, Wellington y Álava volvieron a su cuartel, a cinco millas de Waterloo. Entraron en la posada de Jean de Nivelles (ahora Museo Wellington), y comieron poco y en silencio. El general Álava confesó que el Duque miraba constantemente a la puerta, con la esperanza de que entrara alguno de sus amigos perdidos. Terminó la cena, y comenzó a escribir el informe para su Gobierno, pero se derrumbó exhausto. A la mañana siguiente, Wellington seguía en estado de «shock»: más de 50.000 hombres yacían muertos en apenas tres millas de terreno. Cuando le pasaron la lista de los oficiales muertos, rompió a llorar. «Sólo la tristeza de una batalla perdida –dijo– es mayor que la de una batalla ganada». Marchó sobre París. Napoleón hubiera esperado el levantamiento de los parisinos, pero estaban hartos de su emperador y de la guerra.

A Wellington le esperaban los homenajes y la vida política en el partido tory, el conservador, con el que fue Primer Ministro en dos ocasiones. Sufrió un intento de asesinato del que salió ileso. Inflexible en sus convicciones liberales y conservadoras, dio la plenitud de derechos a los católicos. «Los países europeos –escribió al español Álava– quieren tener nuestra Constitución, pero lo que no quieren es la seguridad, la conservación de las propiedades, lo que aquí forma su base y su fuerza». Aguantó hasta los ochenta y tres años. Fue todo un símbolo de la lucha contra la tiranía y de la preponderancia del modo de vida británico. Cuando murió, Alfred Tennyson escribió: «Era grande como sólo lo son los más grandes, sublime en su sencillez».


Wellington: «Nuestro amigo no sabe la paliza que se va a llevar antes de que acabe el día»
 
Vencedor de Napoleón, sí. Pero si se hubiesen enfrentado en los días de Austerlitz y Jena el resultado habría sido muy distinto.
El inglés no derrotó al corso sino a una sombra de lo que había sido éste.
 
Última edición:
Napoleón y algunos de sus generales dirigieron mal a sus tropas en Waterloo. Napoleón tardó bastante tiempo en enterarse de la aproximación al campo de batalla de las tropas prusianas que marchaban hacia el pueblo de Lasne, desde Wavre. Pero la culpa fue suya, debió de haber ordenado que la caballería francesa hiciese patrullas de reconocimiento en dirección a Wavre. También se equivocó creyendo que las tropas de Gruchy llegarían a tiempo al campo, a pesar de que no les ordenó unirse a él en Plancenoit. Las cuatro brigadas que comandaba el general Derlon atacaron en columnas sin el apoyo de la caballería francesa, y por eso fueron destrozadas por una carga de la caballería inglesa. Las cargas de la caballería francesa que comandaba Ney contra los cuadros de la infantería inglesa, situados en la contrapendiente de una colina, sin apoyo de la infantería francesa, FUERON UN DISPARATE. Y el ataque de nueve batallones de la Guardia Imperial, formados en cuadros, contra la infantería inglesa, se hizo sin el apoyo de la caballería francesa, muy desgastada ya por sus cargas fracasadas, poco antes del final de la batalla, FUE OTRO DISPARATE. Aquel día Napoleón no estaba en forma.

---------- Post added 15-jun-2015 at 21:33 ----------

En vez de Gruchy, he querido decir Grouchy, ha sido un error de escritura.
 
Otro error de Napoleón fue no esperar dos horas mas antes de empezar el ataque para que el suelo se secara y las balas de cañón rebotaran mejor.
 
Napoleón fue dando cada vez más importancia al empleo de la artillería, lo que disminuía la movilidad de sus tropas en el campo de batalla, que fue una de las mayores ventajas de la estrategia de Napoleón en muchas de sus batallas y campañas. El alcance eficaz de los cañones pesados entonces era de unos mil metros, aunque sin hacer puntería su alcance era mayor. En Waterloo, Wellington hizo lo mismo que hacia siempre que podía para protegerlos del fuego de los cañones franceses, situar a sus tropas cuerpo a tierra en la contrapendiente de una colina o de una sierra durante el bombardeo de la artillería francesa. Sólo después de la toma de la granja la Belle Alliance por la infantería francesa, Napoleón pudo adelantar sus cañones y causar muchas bajas a la infantería inglesa, sobre todo a la primera línea de cuadros ingleses.
 
El imperio fáil de Francia duro 10 años.

Un suspiro.


No han sido nada.

---------- Post added 15-jun-2015 at 20:46 ----------

El mundo de.hoy lo hizo España y después Inglaterra y sus colonias.
 
Napoleón dijo en Santa Elena que las grandes cargas de la caballería francesa contra los cuadros de soldados ingleses se hicieron sin su autorización. Esto no es creíble en absoluto, un ataque tan importante, que empleó a la mayor parte de la caballería francesa, no pudo realizarse sin la autorización de Napoleón. Pero ese ataque de la caballería sin apoyo de la infantería, iba en contra de la teoría militar. En un manual publicado en 1813, el general francés Thiébault afirmó: si la infantería forma dos líneas de cuadros (en damero), con los intervalos justos y sostenidos por la artillería, no consigo imaginar que podría hacer la caballería contra ellos.
 
El imperio fáil de Francia duro 10 años.

Un suspiro.


No han sido nada.

---------- Post added 15-jun-2015 at 20:46 ----------

El mundo de.hoy lo hizo España y después Inglaterra y sus colonias.

Europa, tal y como es hoy en día, es como la dibujó el corso y en particular Italia.

El Emperador en 100 días, y saliendo de prisión en Elba, montó una camapaña que casi deja en ropa interior a las potencias coaligadas. Todavía hoy están celebrando que Napoleón cayera en aquella batalla. Aún a punto estuvo de derrotar en Waterloo a una coalición muy superior en número y recursos solo con su presencia.
 
Europa, tal y como es hoy en día, es como la dibujó el corso y en particular Italia.

El Emperador en 100 días, y saliendo de prisión en Elba, montó una camapaña que casi deja en ropa interior a las potencias coaligadas. Todavía hoy están celebrando que Napoleón cayera en aquella batalla. Aún a punto estuvo de derrotar en Waterloo a una coalición muy superior en número y recursos solo con su presencia.

Yo hablo de imperio mundial.
 
Otro error de Napoleón fue no esperar dos horas mas antes de empezar el ataque para que el suelo se secara y las balas de cañón rebotaran mejor.

Esperar más suponía darle más tiempo a Wellington para recibir refuerzos y ubicarlos adecuadamente.

---------- Post added 16-jun-2015 at 08:35 ----------

Napoleón fue dando cada vez más importancia al empleo de la artillería, lo que disminuía la movilidad de sus tropas en el campo de batalla, que fue una de las mayores ventajas de la estrategia de Napoleón en muchas de sus batallas y campañas. ...
Es que eso es lo lógico en una guerra larga.
Los cuadros de artillería van mejorando con el tiempo, ya que sus bajas son relativamente pocas. En consecuencias, tienen mejor puntería y son más efectivos conforme pasa el tiempo.
Los cuadros de la infantería y la caballería se ven sometidos a un desgaste mucho mayor. Los jefes experimentados van muriendo o son heridos. Al cabo de cierto tiempo, los oficiales de esas tropas es gente bisoña promovida de forma apresurada.
 
Un grande a pesar de ser más bajo que Napoleón.

Sí, en Waterloo ya era una sombra de lo que fue. Atacar Rusia es lo que tiene. Fue el corso solito quien se labró su desgracia.
 
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