Vuelven los cuervos de la recesión: roban 130 tapas de alcantarilla en una sola noche

david53

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POR EL INCREMENTO DEL PRECIO DEL HIERRO


Valdeluz, el gran proyecto de Rafael Santamaría, ha pasado por una quiebra, una plaga de okupas, la devaluación de los pisos y, por fin, el robo de todas sus alcantarillas
Foto: El alcalde muestra una alcantarilla descubierta en Valdeluz. (A. B.)

El alcalde muestra una alcantarilla descubierta en Valdeluz. (A. B.)
Por
Alfredo Pascual

Fotografías: Ana Beltrán
28/10/2022 - 05:00
La semana pasada, un par de vecinos de Valdeluz, en Guadalajara, se dieron un buen susto durante su paseo matutino. Uno de ellos estuvo a punto de caer por un agujero en el sector 1 de la urbanización, una zona sin desarrollar que utilizan para pasear al perro y hacer footing. En un principio pensaron que el ayuntamiento se había olvidado de cerrar una alcantarilla, pero poco después descubrieron que las avenidas estaban llenas de socavones sin aviso de ningún tipo.

En plena noche, alguien había robado 130 tapas de alcantarilla, imbornales y arquetas de registro.

"Hemos tenido que recomendar a los vecinos que no pasen por la zona posterior al lago, porque hasta que las repongamos es una zona peligrosa", dice Miguel Cócera, alcalde de Yebes, el municipio al que pertenece Valdeluz. El robo ha sucedido días después de que el ayuntamiento instalase cámaras de vigilancia por todo el pueblo, de modo que la Guardia Civil ya sabe quiénes son los responsables: "Son unos viejos conocidos para ellos. No es la primera vez que ocurren robos de este tipo por la zona, pero es verdad que ya hacía años que los habíamos olvidado", dice Cócera.
El municipio aledaño a Valdeluz, Cabanillas del Campo, también ha registrado incidentes en los últimos días, concretamente robos de cable y de los conductos del agua. Hay una banda atacando los pueblos de La Alcarría y lo peor es que tiene difícil solución: "Aquí no tenemos policía local, pero, si la hubiera, ¿cómo iba a estar patrullando de madrugada zonas que no están pobladas?", argumenta el alcalde. "Aquí no hay tantos recursos".

El modus operandi de los ladrones es sencillo y barato: bastan dos individuos y una furgoneta. Uno conduce y el otro, situado en la parte de atrás, extrae las tapas con un gancho y las guarda en el vehículo, casi en marcha. En un minuto se puede vaciar una avenida entera; el único límite es el peso que sea capaz de arrastrar el motor. Por eso, la Guardia Civil ha pedido a la población que informe de cualquier movimiento sospechoso de vehículos tras la caída del sol, ya que ellos no pueden patrullar un área tan grande.

El oasis fallido de Santamaría
Desde su creación en 2006, la Ciudad de Valdeluz no ha conseguido, ejem, ver la luz. El sueño de Rafael Santamaría, que llegó a dedicar calles a su esposa y a un comercial especialmente efectivo de Reyal Urbis, ha sufrido todos los problemas imaginables. Y eso que se las prometía felices. Construida sobre terrenos de Fernando Ramírez de Haro y Valdés, marido de Esperanza Aguirre, su cercanía a la presidenta de la Comunidad de Madrid fue clave para conseguir la única estación del AVE que pasa por Guadalajara. Es uno de los pueblos mejor conectados: aunque solo circulan cuatro trenes de alta velocidad cada día, los vecinos de Valdeluz están a 40 minutos de Madrid y a dos horas y media de Barcelona.
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Un supermercado abandonado en mitad de Valdeluz. (A. B.)

Un supermercado abandonado en mitad de Valdeluz. (A. B.)

En la cabeza de Santamaría, Valdeluz se convertiría en la gran ciudad dormitorio de Madrid, con chalets, pisos de lujo, varios campos de golf y hasta un lago privado. Sin embargo, los 30.000 vecinos proyectados nunca llegaron. La primera promoción, lanzada en pleno estallido de la burbuja inmobiliaria, fue un sonado fracaso. Un año después de la inauguración, en Valdeluz solo había 37 vecinos empadronados, todos ellos persuadidos antes de empezar a construir. Los pisos vacíos, el 80% de la promoción, comenzaron a llenarse de okupas y todo tipo de delincuentes, atraídos por un desarrollo con materiales de calidad que no vigilaba nadie.

“Esto era un proyecto muy ambicioso y estaba pensado para familias de clase media-alta, eran viviendas de lujo para profesionales que se iban a desplazar a Madrid a trabajar a diario en la lanzadera del AVE, algo que nunca se hizo realidad. En una urbanización tienen incluso piscina cubierta. La composición demográfica fue distinta”, explicaba el exalcalde y presidente de la primera asociación de vecinos, Joaquín Ormazábal.

Una severa rebaja de precios consiguió que Valdeluz fuese poco a poco llenando el 25% del terreno que se ha construido, si bien no fue suficiente para paliar la enorme inversión de Reyal Urbis, que solo se mantuvo con vida gracias a que los bancos refinanciaron una y otra vez su deuda. Finalmente, en 2013, Rafael Santamaría presentó el concurso de acreedores y los terrenos de Valdeluz salieron a subasta. La mayoría siguen en venta, a la espera de que alguien le vea a la zona el atractivo que sedujo Rafael Santamaría hace veinte años.

Hoy Valdeluz es un diminuto oasis en mitad del yermo alcarreño. Sus 4.500 vecinos se arremolinan en un puñado de calles donde disponen de los servicios básicos... y poco más. La sensación de provisionalidad lo inunda todo, desde una iglesia brutalista incapaz de llenar hasta la delegación del ayuntamiento, emplazada en unas casetas de obra. La mayoría, como el alcalde, llegaron aquí justo antes de la crisis para vivir el sueño ladrillero: sentir el lujo por la mitad de lo que pagaban en Madrid. No se les puede llamar ilusos: incluso la BBC y The New York Times vinieron por aquí a comienzos de siglo, anunciando la creación de la ciudad del futuro en mitad de La Alcarria.

No obstante, lo peor quedó atrás, y la urbanización ha experimentado cierto repunte en los últimos años. Se ve movimiento en las cafeterías, hay vecinos corriendo alrededor del lago y la comunidad lucha por conseguir turismo de calidad, dado que es una zona con baja contaminación lumínica y, por las noches, hay una espléndida perspectiva de los cuerpos celestes. Hasta existen movimientos vecinales, como el de María González, que ha montado una protectora de gatos en mitad de la nada y corre por las avenidas desiertas para que le salven el ojo a uno de sus mininos.

"Por eso, que ahora nos roben el equipamiento, es lo último que necesitamos", dice el alcalde, que confía en tener noticias "pronto" de la Guardia Civil.

Tiempos de recesión
El robo de alcantarillas está relacionado con el incremento en el precio de los materiales, en concreto del hierro, que se paga en las chatarrerías a 0,17 euros el kilo. Los ladrones juntan las tapas y las funden o se las venden a un chatarrero ilegal. Las tapas de alcantarilla de las grandes avenidas pesan, en promedio, 110 kilos, de modo que los ladrones obtienen en torno a 19 euros por pieza. En total, el botín de la noche les saldrá por 2.500 euros. Sin embargo, el roto para el ayuntamiento será mucho mayor: "Cada tapa de alcantarilla nos cuesta en torno a 400 euros, así que lo robado asciende a más de 50.000 euros", lamenta Cócera. Taparán los agujeros con piezas de hormigón, que hacen la misma función, pero no tienen valor en el mercado neցro, hasta que la zona se urbanice.

Se trata de un tipo delito relativamente nuevo, que se popularizó en 2008, cuando de repente empezaron a sustraerse tapas de alcantarilla hasta llegar a las 600 mensuales en la capital. Entre enero y febrero de 2008, solo en la zona sur de Madrid, se registró el hurto de 1.600 equipamientos metálicos de la calle, todos ellos en plena noche. En empresas como el Canal de Isabel II o Telefónica se encendieron las alarmas, no solo por el malgasto de recursos, sino porque cualquier accidente con estas infraestructuras es su responsabilidad.

Las autoridades consideran que este tipo de delitos son propios de los tiempos de desaceleración económica, ya que el beneficio apenas le sirve para subsistir un tiempo al ladrón. Porque que son los primeros en notar el apretón de la crisis y ya están buscando soluciones. Por si sirve como indicador, un dato: la anterior oleada de robo de mobiliario urbano sucedió ocho meses antes de la quiebra de Lehman Brothers.


 
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