M. Priede
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Julio C. Gonzalez: La involucion Hispanoamericana
Durante la presentación del libro del profesor Julio Carlos González, autor de "La Involución Hispanoamericana. De Provincias de las Españas a Territorios Tributarios: El caso argentino 1711-2010", en la ciudad de Rosario, explicó a grandes trazos los temas tratados en la mencionada obra.
Los ingleses tenían puestos sus ojos en nuestra tierra desde mucho antes de lo que podemos imaginar. Apenas, las invasiones inglesas de principios de siglo XIX son una muestra de lo rebuscado, persuasivo y pirata que es el anglosajón.
Un siglo antes, específicamente en 1711, se publica en Londres un ***eto titulado “Una propuesta para humillar a España”. Una declaración de política internacional para nuestra América, donde se delineaba que las zonas mineras del Alto Perú debían ser segregadas de las planicies de Buenos Aires, para debilitar la fuerza laboral por falta de los alimentos que se proveían desde las pampas.
Las Invasiones Inglesas persiguieron ese objetivo, sobre un plan trazado por William Pitt, Ministro de la Corte Británica, en 1804. Conquistada Buenos Aires, se formaría un ejército con criollos para cruzar a Chile. Obtenido Chile, se iría por mar para quedarse con el Perú. Otra vertiente tomaría la Gran Colombia y se reunirían todos, finalmente, en Perú. Cualquier similitud con el plan y ejecución del General San Martín, no debe entenderse como mera coincidencia.
Pero la historia de manual de primaria tuvo para nosotros otras narrativas. Algo más novelesco y aventurero, que implicaba aventuras de valientes lanzando aceite hirviendo. En todos los espacios en blanco de esos manuales, se ocultaron los vejámenes que los invasores propinaron a la población nativa. Violaciones y demás sufrires que cesaron cuando el virrey Sobremonte hizo entrega del tesoro de la Real Hacienda, con el que estaba escapando a Córdoba.
Los británicos se fueron, vencidos por criollos enardecidos de la lucha armada. Pero, no sólo se llevaron el oro y la plata, sino que además, para 1809 Buenos Aires se vio obligada a abrir el comercio para restituir las cuentas fiscales. Se instaló en nuestra tierra la “British Commercial Room”, en lo que se constituyó en una conquista económica imperial, que favoreció que Londres se apropiara vía balanza de pagos del metálico que aún quedaba luego del saqueo de 1806.
Menos de un año de libre cambio bastó para que el virrey Cisneros proclamara que los británicos y sus negocios deberían abandonar el Río de la Plata. Fue para Mayo de 1810. Se acercaba otra fecha que los manuales de historia harían burla artera basada en sueños de libertad y firmeza criolla. El acta de la Junta de Gobierno del Primer Gobierno Patrio fue redactada por un inglés, Alexander Mackinnon. No era cualquier inglés que buscaba quedar en la historia como liberador de Buenos Aires. Él había fundado la “British Commercial Room”. ¿Qué mejor forma de quedarse por estas tierras haciendo negocios que derrocando a quién lo quería expulsar?
El 9 de diciembre de 1824 América se libera definitivamente de las tropas realistas luego de la batalla de Ayacucho, en las pampas de la Quinoa en Perú. Casi dos meses después, la Argentina se ata de pies y manos con los bretones al firmarse el “Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y las Provincias Unidas”, el 2 de febrero de 1825, continuación formal de la dependencia económica imperial. Dicho tratado establece que las relaciones comerciales entre los firmantes no cesarían ante un eventual rompimiento entre los gobiernos; ambas partes gozan de la libre navegabilidad y operabilidad comercial en todos los puertos, parajes y ríos (para esta época las Provincias Unidas no contaban con flota suficiente para llegarse hasta el Támesis); los súbditos británicos tenían garantizados sus derechos civiles y comerciales, garantías de las que los propios nativos no gozaban. Algo más de cien años después, el Tratado es ratificado en el Pacto Roca-Runciman de 1933. Festejamos la posibilidad de introducir nuestras carnes en las tierras de cielos grises mientras ellos se aseguran la ratificación de un tratado que les es, evidentemente, muy favorable.
Todos estos temas serán explicados a lo largo de los videos a continuación:
Durante la presentación del libro del profesor Julio Carlos González, autor de "La Involución Hispanoamericana. De Provincias de las Españas a Territorios Tributarios: El caso argentino 1711-2010", en la ciudad de Rosario, explicó a grandes trazos los temas tratados en la mencionada obra.
Los ingleses tenían puestos sus ojos en nuestra tierra desde mucho antes de lo que podemos imaginar. Apenas, las invasiones inglesas de principios de siglo XIX son una muestra de lo rebuscado, persuasivo y pirata que es el anglosajón.
Un siglo antes, específicamente en 1711, se publica en Londres un ***eto titulado “Una propuesta para humillar a España”. Una declaración de política internacional para nuestra América, donde se delineaba que las zonas mineras del Alto Perú debían ser segregadas de las planicies de Buenos Aires, para debilitar la fuerza laboral por falta de los alimentos que se proveían desde las pampas.
Las Invasiones Inglesas persiguieron ese objetivo, sobre un plan trazado por William Pitt, Ministro de la Corte Británica, en 1804. Conquistada Buenos Aires, se formaría un ejército con criollos para cruzar a Chile. Obtenido Chile, se iría por mar para quedarse con el Perú. Otra vertiente tomaría la Gran Colombia y se reunirían todos, finalmente, en Perú. Cualquier similitud con el plan y ejecución del General San Martín, no debe entenderse como mera coincidencia.
Pero la historia de manual de primaria tuvo para nosotros otras narrativas. Algo más novelesco y aventurero, que implicaba aventuras de valientes lanzando aceite hirviendo. En todos los espacios en blanco de esos manuales, se ocultaron los vejámenes que los invasores propinaron a la población nativa. Violaciones y demás sufrires que cesaron cuando el virrey Sobremonte hizo entrega del tesoro de la Real Hacienda, con el que estaba escapando a Córdoba.
Los británicos se fueron, vencidos por criollos enardecidos de la lucha armada. Pero, no sólo se llevaron el oro y la plata, sino que además, para 1809 Buenos Aires se vio obligada a abrir el comercio para restituir las cuentas fiscales. Se instaló en nuestra tierra la “British Commercial Room”, en lo que se constituyó en una conquista económica imperial, que favoreció que Londres se apropiara vía balanza de pagos del metálico que aún quedaba luego del saqueo de 1806.
Menos de un año de libre cambio bastó para que el virrey Cisneros proclamara que los británicos y sus negocios deberían abandonar el Río de la Plata. Fue para Mayo de 1810. Se acercaba otra fecha que los manuales de historia harían burla artera basada en sueños de libertad y firmeza criolla. El acta de la Junta de Gobierno del Primer Gobierno Patrio fue redactada por un inglés, Alexander Mackinnon. No era cualquier inglés que buscaba quedar en la historia como liberador de Buenos Aires. Él había fundado la “British Commercial Room”. ¿Qué mejor forma de quedarse por estas tierras haciendo negocios que derrocando a quién lo quería expulsar?
El 9 de diciembre de 1824 América se libera definitivamente de las tropas realistas luego de la batalla de Ayacucho, en las pampas de la Quinoa en Perú. Casi dos meses después, la Argentina se ata de pies y manos con los bretones al firmarse el “Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y las Provincias Unidas”, el 2 de febrero de 1825, continuación formal de la dependencia económica imperial. Dicho tratado establece que las relaciones comerciales entre los firmantes no cesarían ante un eventual rompimiento entre los gobiernos; ambas partes gozan de la libre navegabilidad y operabilidad comercial en todos los puertos, parajes y ríos (para esta época las Provincias Unidas no contaban con flota suficiente para llegarse hasta el Támesis); los súbditos británicos tenían garantizados sus derechos civiles y comerciales, garantías de las que los propios nativos no gozaban. Algo más de cien años después, el Tratado es ratificado en el Pacto Roca-Runciman de 1933. Festejamos la posibilidad de introducir nuestras carnes en las tierras de cielos grises mientras ellos se aseguran la ratificación de un tratado que les es, evidentemente, muy favorable.
Todos estos temas serán explicados a lo largo de los videos a continuación:
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