Anónimo222
Madmaxista
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Cuatro muertos y cientos de heridos en una revuelta en Nueva Caledonia
Francia paga todavía un precio oneroso por su pasado colonial. Lo demuestra la revuelta que sacude desde el pasado lunes el archipiélago de Nueva Caledonia, a 17.000
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Francia paga todavía un precio oneroso por su pasado colonial. Lo demuestra la revuelta que sacude desde el pasado lunes el archipiélago de Nueva Caledonia, a 17.000 kilómetros de París, en Oceanía. Los graves disturbios, calificados como “situación insurreccional” por el propio alto comisario del territorio, Louis Le Franc, han provocado ya al menos cuatro muertos, uno de ellos un gendarme, y centenares de heridos.
A petición del presidente Emmanuel Macron, el Gobierno ha decretado este miércoles el estado de emergencia en esta pequeña Francia de las antípodas, que fue incorporada al entonces imperio, en 1853, por Napoleón III. Para intentar restablecer el orden, fueron enviados por vía aérea 500 policías y gendarmes adicionales, que se sumarán a los 1.800 ya presentes en esas remotas islas del Pacífico sur, a dos horas de vuelo de la costa australiana.
La revuelta, protagonizada sobre todo por jóvenes canacos –la población autóctona– en la capital, Nouméa, y sus alrededores, ha sembrado el pánico porque se han usado armas de fuego y ha habido incendios de propiedades y saqueos, con escenas de caos. El temor es que los desórdenes degeneren en una auténtica guerra civil entre los canacos radicales y los habitantes blancos originarios de la Francia metropolitana. El drama estuvo ya a punto de producirse en los años 80 del siglo pasado, pero pudo evitarse con un acuerdo político in extremis entre las dos comunidades.
En el origen de las actuales protestas está un proyecto de enmienda constitucional para acabar con la ventaja que se da hoy a los canacos en el censo electoral, pues se excluye a los llegados de fuera que no residan en las islas desde antes de 1998.
En Nueva Caledonia, con una extensión algo superior a la mitad de Cataluña, viven unas 270.000 personas. No es un departamento francés de pleno derecho como las islas de Guadalupe y Martinica, en el Caribe, la Guayana francesa, en Sudamérica, o Mayotte, en el Índico. Nueva Caledonia es una entidad de ultramar bajo soberanía francesa pero que forma parte, según la ONU, de los territorios en proceso de descolonización y con derecho a la autodeterminación. Francia admite que pueda acceder a la plena independencia, aunque no la incita a ello.
Fruto de los acuerdos alcanzados a finales del siglo pasado, hubo tres referéndums consecutivos, entre el 2018 y el 2021, en los que ganó el no a la independencia. Esta insólita secuencia de consultas no resolvió el problema. El primer referéndum dio un 56,7% a favor de seguir en Francia. En el segundo, los partidarios del statu quo obtuvieron el 53% de votos. En la tercera consulta, el sí a Francia se disparó hasta el 96%, pero fue una unanimidad engañosa porque los líderes independentistas canacos llamaron al boicot por discrepancias sobre cómo se había organizado la votación.
Los independentistas querrían formar un Estado plenamente soberano, al que llamarían Kanaky. La mayoría de habitantes de origen europeo, los caldoches , se opone. Uno de sus argumentos es que un país independiente tan pequeño en esa zona del planeta sería muy vulnerable al expansionismo de China, la potencia emergente en el Pacífico, que tiene ya mucha presencia e influencia en otros microestados de la región.
Salvo que se convierta, por inestable y violenta, en un lastre insoportable, a Francia le gustaría conservar el control de Nueva Caledonia. París, que aún se siente potencia global en el tablero geopolítico, tiene una proyección relevante en el Pacífico, sobre todo por la Polinesia francesa, otro territorio autónomo que no es departamento, el pequeño archipiélago de Wallis y Futuna, y la isla de Clipperton (frente a México). Las posesiones en Oceanía contribuyen en gran medida a que Francia, con más de 11 millones de kilómetros cuadrados de zonas económicas exclusivas (ZEE) sea el segundo país del mundo, después de los Estados Unidos, con este patrimonio en los mares, que posee un potencial económico muy notable de cara el futuro.
Para entender la actual revuelta hay que tener en cuenta la grave crisis del níquel, el principal recurso natural de Nueva Caledonia, que atesora una cuarta parte de las reservas mundiales de este metal. El precio del níquel se desplomó el año pasado un 45%, a pesar de la fuerte demanda para la producción de baterías de coche. La caída se explica por el espectacular aumento de la producción en los yacimientos de Indonesia. Las empresas que explotan las minas de níquel en Nueva Caledonia luchan por una supervivencia que no está garantizada en la presente coyuntura. Además, la explotación de este recurso es muy polémica por el fuerte impacto medioambiental que provoca.
La insurrección en Nueva Caledonia complica todavía más las cosas a Macron de cara a las elecciones europeas del 9 de junio. La extrema derecha, que es favorita, tiene la oportunidad de tocar la fibra patriótica y de acusar al presidente de ser demasiado débil, tanto en el orden público interno como en la cohesión de la vasta Francia ultramarina.