Utrera Molina desmonta la Memoria Histórica en un escrito a la Diputación de Sevilla

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Memoria Histórica: Utrera Molina desmonta la Memoria Histórica en este escrito



TRAS SERLE RETIRADA UNA CONDECORACIÓN
Utrera Molina desmonta la Memoria Histórica en un escrito a la Diputación de Sevilla
El que fuera gobernador Civil y dos veces ministro durante el franquismo expone, con datos, la obra social realizada en esa época que desde la actual izquierda española se pretende borrar.
Juan E. Pflüger
Jueves, 24. Noviembre 2016 - 20:54

La Diputación de Sevilla ha decidido retirar la medalla de oro de la provincia a José Utrera Molina, que fue gobernador Civil entre 1962 y 1969. El órgano provincial ha decidido que por el mero hecho de heber formado parte de la administración durante el franquismo tiene vetado todo tipo de reconocimiento.
El que fuera ministro de Vivienda y ministro-secretario general del Movimiento en los años finales de esa etapa histórica ha recibido la comunicación de la resolución del pleno de la corporación provincial en la que se le concede un plazo de quince días para presentar sus alegaciones contra ese acto de la administración.
Utrera Molina ha aprovechado el escrito para desmontar todas esas mentiras con las que, aprovechándose de la Memoria Histórica, se está adoctrinando continuamente a la población española. Asegura que no se le está enjuiciando por su labor, sino por la pertenencia a la administración pública durante un periodo determinado, como si eso fuera por sí sólo un delito. De esta manera asegura que: “ jamás habría expuesto estas alegaciones si esta propuesta viniese motivada por una censura objetiva de mi labor como gobernador civil de la provincia durante los años 1962 a 1969 o de mi conducta posterior que de alguna manera pudiera desacreditar o desmerecer el honor concedido. Pero a la vista está que, siendo estrictamente políticos los argumentos que se vierten en la citada proposición, lo único que se pretende con esta medida es denigrar y borrar de la historia de Sevilla cuatro décadas de su historia dictando una verdadera damnatio memoriae sobre todo aquél que tuvo responsabilidades en el régimen nacido el 18 de julio de 1936”.
Para el exministro no cabe ninguna duda de que la aplicación de la Ley de Memoria Histórica, lejos de perseguir supuestos crímenes, se está usando para juzgar una época en la que se hicieron muchas cosas positivas. Es más, en el texto que se le envía se le relaciona con represiones y violencia contra la “oposición democrática”, pero no se le explica un solo caso en el que eso haya sucedido. En su respuesta, Utrera da varios ejemplos y nombres de personas de la oposición política al franquismo con las que mantuvo reuniones en su despacho. Así cita a responsables de la entonces ilegal Comisiones Obreras o a antiguos dirigentes milicianos que fueron condenados tras la Guerra Civil. Personas con las que se reunía al considerarles luchadores e idealistas: “Existió también otra oposición, de carácter minoritario, pero la que protagonizaron los comunistas fue la que acudió a la calle más activamente para proclamar sus objetivos y reivindicaciones. Siempre he creído que los hombres capaces de luchar con valor por una idea, aunque yo la conceptuara equivocada, merecen el mayor respeto y yo jamás se lo regateé”.
Especial importancia da a la acuasción en la que se le achaca ser falangista y de franquista. Al respecto, lejos de ocultar su ideología como hicieron otros tras la tras*ición, asegura que siempre será falangista porque considera a José Antonio como el político que más claro ha explicado el concepto de justicia social: “No creo que haya existido un ejemplo más limpio de nobleza en la política que la de José Antonio Primo de Rivera, que hizo de la justicia social una bandera superadora de las hemiplejias de una derecha montaraz e insolidaria y de una izquierda marxista y revolucionaria”. Respecto de Franco, asegura que es de justicia reconocer que dejó una españa fuerte y unida tras haberse encontrado una de las situaciones más complicadas de toda la historia de España.
Finalmente, frente a lo que considera una decisión motivada por el repruebo, Utrera Molina asegura que perdona a quienes han tomado la decisión de retirarle la medalla de oro de la provincia y recuerda que mantiene de los casi ocho años que pasó en la provincia un recuerdo imborrable que esta decisión no será capaz de empañar.
Por su interés, reproducimos íntegro el escrito enviado a la Diputación de Sevilla por Don José Utrera Molina:
A LA DIPUTACIÓN DE SEVILLA
José Utrera Molina, mayor de edad, con domicilio a efectos de notificaciones en Madrid, ante la Diputación Provincial de Sevilla comparezco y como mejor proceda en Derecho DIGO:
Que con fecha 15 de noviembre de 2016 se me ha notificado el acuerdo plenario de esa Corporación en sesión ordinaria de 29 de septiembre referida a la proposición conjunta de los Grupos IU-LV-CA y Participa Sevilla de 26 de septiembre de 2016, sobre el inicio del expediente para la retirada de la medalla de Oro de la Provincia a mi persona, confiriéndome el traslado por quince días para que, de considerarlo oportuno efectúe las alegaciones que estime pertinentes, por lo que mediante el presente escrito paso a evacuar el traslado conferido en tiempo y forma de conformidad con las siguientes
ALEGACIONES
Primera y única.- Resulta casi imposible el empeño de tratar de rebatir una proposición como la que se me comunica y atañe, que lejos de ser el resultado de una reflexión serena y cabal, basada en argumentos jurídicos, rezuma un repruebo visceral hacia mi persona, hacia mi trayectoria política y hacia mis propias creencias ideológicas. Me atrevo incluso a aventurar que muchos de los que han votado a favor de esa proposición no pueden compartir el torrente de repruebo y de intolerancia que destila. Y debo confesar que me duele profundamente que ni uno solo de los miembros de esa diputación haya tenido el coraje y la dignidad de denunciar con su voto discrepante lo que constituye una actuación sectaria por motivos estrictamente políticos. Allá cada cual con su propia conciencia.
Pero tengo una deuda jovenlandesal, en primer lugar con los miembros de la Diputación Provincial que tuvieron a bien concederme esta entrañable distinción en el año 1969 y con los que fueron mis colaboradores en el Gobierno civil, que ya no están aquí para poder defenderse; en segundo lugar, con los miles de sevillanos que aún hoy siguen ofreciéndome innumerables y emocionantes muestras de gratitud que compensan con creces los ataques de los que soy objeto y, finalmente, con mi propia familia, que no merece que quede sin respuesta un ataque tan brutal, injusto y sectario, ni que mi silencio reste un ápice de aprecio a una de las distinciones que he ostentado con mayor orgullo en toda mi vida.
Quiero comenzar proclamando que el mayor honor que Sevilla me ha dado es el afecto y cariño probado de muchos sevillanos de bien, del pasado y del presente, pobres y pudientes, de izquierda y de derecha, que fueron testigos de mi labor al frente de la provincia. No creo que pueda haber mayor recompensa para una labor de servicio y espero que algún día alguien reivindique lo que fue una etapa limpia y esforzada, con aciertos y errores, pero siempre llena de un amor inconmensurable a todo lo que Sevilla representa.
A mi edad sería ridícula vanidad aferrarme a mundanas distinciones, pues como decía San Juan de la Cruz, al atardecer de la vida tan sólo nos examinarán de amor. Por ello, jamás habría expuesto estas alegaciones si esta propuesta viniese motivada por una censura objetiva de mi labor como gobernador civil de la provincia durante los años 1962 a 1969 o de mi conducta posterior que de alguna manera pudiera desacreditar o desmerecer el honor concedido. Pero a la vista está que, siendo estrictamente políticos los argumentos que se vierten en la citada proposición, lo único que se pretende con esta medida es denigrar y borrar de la historia de Sevilla cuatro décadas de su historia dictando una verdadera damnatio memoriae sobre todo aquél que tuvo responsabilidades en el régimen nacido el 18 de julio de 1936, a quienes se insulta, calumnia y ofende de forma gratuita y con pavorosa impunidad.
Acaso Dios ha querido que yo permanezca aún en el mundo de los vivos, para defender la memoria de quienes ya no pueden hacerlo de los injustos ataques de quienes, diciendo representar al pueblo, han decidido erigirse en sanedrín de la historia de su tierra repartiendo credenciales de buenos y malos a cuantos les han precedido, sin legitimidad alguna para ello.
Resulta paradójico que quienes se erigen en defensores de derechos y libertades fundamentales y reparten credenciales de demócrata, se manifiesten ante el pueblo calumniando, como lo hacen de forma grave en la proposición aprobada por esa Diputación. Albert Camus afirmó con lucidez que “la libertad consiste en primer lugar, en no mentir”. Y mal se defienden la libertad y los derechos si bajo su invocación se miente clamorosamente.
Miente quien afirme que durante mi etapa como gobernador civil de la provincia se torturase, denigrase o detuviese impunemente a ningún sevillano por el hecho de ser demócrata o por motivos políticos o ideológicos. No puedo responder de lo que sucediese antes o después, pero puedo asegurar que jamás ordené o toleré tal cosa y resultaría bien fácil a los proponentes, de haberse producido, poner nombres y apellidos, fechas y circunstancias a cada caso. Dicha acusación, por consiguiente, no es más que una afirmación calumniosa sin base o evidencia alguna. Por el contrario, sí recuerdo que con motivo de una visita del entonces Jefe del Estado a la provincia, el jefe de policía me preguntó si debían proceder a la detención temporal de determinados individuos que, habiendo cumplido graves condenas de guandoca se habían destacado por su oposición al régimen. Debo confesar que me sorprendió la propuesta, que rechacé de plano por cuanto todos ellos eran personas que habían cumplido con sus responsabilidades penales, ordenando que en lo sucesivo no se molestase a esas personas. Días después, uno de aquellos ex convictos, el célebre militante socialista Urbano Orad de la Torre –aquél que repartió por primera vez las armas a las milicias el 19 de julio de 1936 en Madrid y dirigió el asalto al cuartel de la montaña- solicitó audiencia en el Gobierno civil para agradecerme personalmente dicho gesto. Jamás olvidaré aquella entrevista que fue el germen de una entrañable amistad que sólo la fin pudo romper. Podría poner muchos ejemplos parecidos, y no me dejarán mentir quienes desde el mundo sindical en la clandestinidad fueron mis oponentes más tenaces a quienes recibí en mi despacho en diversas ocasiones sin que nadie les pusiese una mano encima.
Desde el 14 de agosto de 1962 en que tomé posesión del Gobierno civil de Sevilla hasta el 29 de octubre de 1969 en el que se publicó mi cese, tuve el honor de servir a los sevillanos con mayor o menor acierto, pero siempre con absoluta entrega. Y en vista de que en el alegato que se me ha notificado se realizan gruesas acusaciones con carácter genérico y de forma gratuita, sin aportar prueba alguna que las sustente, me veo en la obligación de aportar a esa Diputación algunos datos que sin duda sí debieron ser considerados por quienes en el año 1969 ocupaban los mismos sillones desde los que ahora se me insulta.
Permítanme, por tanto, que me remonte a mi memoria para que quede para la posteridad este pliego de descargos que no es sólo mío, sino de todos aquellos que conmigo sirvieron a la provincia de Sevilla durante una etapa ciertamente fructífera.
 
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