UPyD – Ciudadanos: dos formas de actuar

Eric Finch

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UPyD – Ciudadanos: dos formas de actuar

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A regenerar, con mucho tiento

Doy por sentado que Rosa Díez es una política capaz, inteligente, trabajadora, valiente, con destacable oratoria e inasequible al desaliento.

Convencida de la necesidad de un partido bisagra, de centro, antinacionalista, recentralizador, que aglutinara a todos aquellos votantes hartos del bipartidismo y de sus graves deficiencias, impulsa, apoyada por destacados intelectuales, un nuevo partido político, UPyD, que concentre el apoyo electoral de quienes se encuentran disconformes de las politicas del PP/PSOE, fundamentalmente en materia de: lucha contra ETA y cualquier tipo de terrorismo; regeneración de la democracia en España; oposición al nacionalismo; reforma de la Constitución.

En tal sentido, su programa supone un ambicioso plan de profundos cambios, que se podría concretar, entre otros, en:

  • Reforma de la Constitución española, recentralizando, en parte, el actual Estado autonómico y abogando por un federalismo simétrico en el que las competencias que atañen a los derechos fundamentales como educación, sanidad y justicia, vuelvan al Estado. También por la supresión de los regímenes forales de Navarra y el País Vasco, junto con todos los derechos históricos, estableciendo un régimen común de financiación para todas las comunidades autónomas.
  • Mejora y refuerzo de los derechos y obligaciones individuales, definiéndolos estrictamente iguales para todos los ciudadanos españoles, sin desigualdades territoriales, lingüísticas, ideológicas o religiosas.
  • Profundización en la separación de poderes, ampliando la autonomía del poder judicial respecto al ejecutivo y el legislativo, consolidando la unidad del sistema judicial en todo el país e intentando garantizar la independencia del Tribunal Constitucional, del Tribunal de Cuentas y de los Órganos Reguladores de carácter económico respecto del poder ejecutivo.
  • Haciendo de España un Estado laico, proponiendo la revisión de los actuales concordatos con la Santa Sede, la autofinanciación de la Iglesia Católica y del resto de confesiones religiosas y la total separación entre la Iglesia y el Estado. Respetando sólo «las religiones respetuosas con los derechos humanos y con el Estado de derecho» y, en consecuencia, prohibiendo el uso de los velos islámicos.
  • Reforma de la Ley Electoral, pretendiendo conseguir la igualdad de cada votante independientemente de su lugar de residencia y mejorar la representación electoral de los partidos minoritarios, infrarrepresentados en el actual sistema electoral frente a los mayoritarios (PP y PSOE).
  • Erradicación de la discriminación lingüística y asegurando la libertad de elección de lengua en la escolarización de todas las asignaturas no lingüística. Rechazo de la discriminación lingüística en el trato con la Administración y en todos los servicios públicos.
  • Sistema electoral de listas abiertas, la elección directa de cargos personales relevantes (presidencias regionales y alcaldías) en una segunda vuelta electoral, limitación de mandatos para los cargos públicos de carácter ejecutivo, imposibilidad de acumular dos o más cargos públicos y el endurecimiento del régimen de incompatibilidades de los ex altos cargos.
  • tras*parencia en la financiación de los partidos políticos y mejora de su independencia de los grandes poderes económicos.
  • Persecución de la financiación del terrorismo y liquidación de sus canales de justificación política, ilegalizando organizaciones como Amaiur, Bildu, EH Bildu y Sortu.
  • Mayor control de la inmi gración: UPyD defiende que hay que proteger las fronteras españolas de Ceuta y Melilla aunque tratando con sensibilidad y humanidad a los pagapensiones ilegales. El partido cree que la Guardia Civil debería detener a los pagapensiones ilegales y devolverlos legalmente a sus países de origen o al país por el que han entrado, sin vulnerar los derechos humanos de los mismos. Que la Comisión Europea incluya Ceuta y Melilla en el espacio aduanero europeo para que la Unión Europea se implique definitivamente en la gestión de las fronteras exteriores europeas en ambas ciudades.

Medidas que muchos compartimos y que, sin embargo, no le están dando al partido los frutos electorales esperados. ¿Por qué?

En mi opinión dos son las principales razones.

La primera es que la personalidad y la trayectoria de Rosa no dan para muchas empatías. El PSOE, por obvios motivos, no la puede ver y el PP la denigra públicamente -a través del propio Mariano en el Congreso- cada vez que puede. Y así es muy difícil convencer a los españoles de que UPyD puede ser la bisagra que necesita el bipartidismo.

La segunda es que Rosa ha querido abarcar mucho sin más posibilidad que de apretar poco. No ha caído en la cuenta, sencillamente, de que el pueblo español es por naturaleza pícaro, corrupto, y que, como dicen las encuestas del CIS no engaña más a Hacienda porque no puede. Un problema, pues, como comenté ayer, sistémico.

Es decir, la regeneración de todo un pueblo que o es corrupto o que contempla la corrupción ajena con cierta envidia -sana, por supuesto- no consiste en levantar las alfombras y empezar a encarcelar a todo aquel que salga corriendo. Así no ganaremos para delincuentes y penitenciarías.

Tampoco en linchar a gente como, por ejemplo, Rodrigo Rato -millonario de casa, por cierto- que, a fin de cuentas, no deja de ser un emblema del poder en el actual Sistema y que ha sido nada menos que Vicepresidente del Gobierno de España y Director gerente del FMI. Tanto para las querellas individualizadas como para las dirigidas a las redes de rufianes, ya está desde el Gobierno hasta el poder judicial, pasando por la fiscalía y las organizaciones de vertebración social. La politización de la justicia es un error garrafal, también electoral.

Estamos hartos de ver cómo en España la corrupción no hace ninguna mella entre el electorado. Andalucía, otra vez, el otro día. Es sistémica y hasta en los casos individualizados -es decir, con poca ‘distribución’ de la riqueza sustraída- la ciudadanía la contempla concierta tolerancia -caso Roldán- como incluso simpatía -caso Dioni-.

La estupidez de la laicidad en un Estado con graves problemas yihadistas, de cultura histórica profundamente cristiana y con una ciudadanía que sigue, mayoritariamente, bautizando y casando a sus familias según la Iglesia Católica, la dejo para otro día.

Por el contrario, Albert Rivera, Ciudadanos, ha tenido buen cuidado en restar maximalismo a la regeneración y en encontrarse en disposición de pactar tanto con el PP como con el PSOE, si se trata de ir regenerando poco a poco, con tiento.

Dejo para el final, el personalismo, liderazgo, de ambos: Rosa lo ha llevado al extremo con el apoyo de su ‘camarlengo’ Gorriarán y Rivera deberá andar con mucho cuidado a partir de ahora porque sería muy bueno para este país que el partido impulsor de la regeneración tuviera una estructura que pudiera infundir respeto al PPPSOE en las regiones.

•​

Oración fúnebre por UPyD

Francisco Sosa Wagner en El Mundo, 260315.

Todo lo que está ocurriendo estos días en UPyD tiene gran interés político pero no suscita la menor sorpresa porque la catástrofe que está viviendo este partido se veía venir desde hace meses: por los observadores políticos, por los votantes, por los ciudadanos que se nos acercaban en la calle a quienes somos rostros algo conocidos… por todos excepto por los miembros -obtusos, obsesos y obstinados- del Consejo de dirección del partido -con un par de excepciones-.

Se está aireando ahora mi artículo -publicado en agosto del pasado año en este diario- en el que me atreví a plantear un acercamiento a Ciudadanos: “Es verdad -decía- que se trata de dos partidos distintos pero existen los suficientes puntos de encuentro entre ellos para pensar en la redacción, por expertos capitaneados por Rosa Díez y Albert Rivera, de un compromiso electoral común basado en 10 o 12 acuerdos primordiales. UPyD, conviene recordarlo, ha tenido como emblemas de sus campañas Lo que nos une o La unión hace la fuerza: pues bien es hora de demostrar que se cree en ellos y que no han sido puros embelecos electorales”.

A pesar de que esta propuesta iba envuelta en el celofán del máximo respeto a Rosa Díez y a los importantes logros políticos de UPyD, de los que estoy convencido, se desataron contra mí las furias, esas tres diosas vengadoras de la mitología romana que, en este caso, tomaron la forma siniestra de insultos, descalificaciones e injurias. Irene Lozano me escribió una carta -publicada en este mismo periódico- en la que empezaba por llamarme “mezquino”, hacía todo tipo de insinuaciones ruines y acababa… prefiero no acordarme; Carlos M. Gorriarán utilizaba Twitter para insultarme todos los días durante dos meses, y Rosa Díez convocó un Consejo político en el que, en su presencia complacida, varias decenas de sus miembros me estuvieron vapuleando durante seis horas. Orador hubo que, sin haber acabado el bachillerato, me descalificó incluso en términos profesionales. Esto por no hablar de los afiliados que, con su propio nombre o escondidos en el anonimato, acompañaban en las redes sociales, en su condición de corifeos, lo que propalaban los jefes.

Pero en ese Consejo político Rosa Díez no pudo evitar que se aprobaran unas bases para la negociación con otras fuerzas políticas, cabalmente Ciudadanos, en la línea por mí defendida. La obstinación de los negociadores de UPyD llevó a la ruptura de las relaciones con Ciudadanos en medio de una catarata de descalificaciones contenidas en 40 folios repartidos a la prensa. Las personas con sindéresis advirtieron -advertimos- que quien rompiera esos tratos iba a pagarlo en términos de votos pues la ciudadanía que nos es cercana jamás lo entendería. Y así ha sido y de una forma espectacular.

Orillando otros detalles posteriores o coetáneos, se desemboca en mi destitución como portavoz de la delegación de UPyD en el Parlamento Europeo, puesto que desempeñaba por haber sido el cabeza de lista en las elecciones de mayo por voluntad de los afiliados expresada en las correspondientes primarias. Decidí entonces darme de baja en el partido y renunciar a mi acta de diputado.

A los lectores de este artículo que no hayan seguido estas peripecias con detalle quiero señalarles que, con mi artículo de agosto, quería expresar simplemente una preocupación política. Y era la de que en el escenario español contamos con dos partidos grandes (PP y PSOE) y dos pequeños (UPyD y Ciudadanos) que están a favor del orden constitucional y de la democracia representativa y son defensores críticos de la tras*ición; dos partidos nacionalistas que sueñan con destruir el Estado e incluso separar los territorios donde obtienen sus votos de España; y dos partidos -Comunista y Podemos- cuyas ilusiones políticas acampan claramente extramuros de la Constitución y de la democracia representativa.

Es decir, que trataba de llamar la atención sobre la necesidad de reforzar la alternativa política representada por UPyD y Ciudadanos, supuesto el desgaste colosal que sufren los grandes partidos por causa de la corrupción y de las pruebas contundentes de su financiación irregular. En ese escenario, UPyD y Ciudadanos debían ser emisores de un mensaje simple pero difícil: avanzar en la construcción de un orden constitucional renovado, basado en la moderación, en el estudio sereno de los problemas sociales y económicos así como en la búsqueda de soluciones lúcidas y sensatas, “esas -decía- que saben aventar con un cortés corte de manga todo aquello que ronde a la superficialidad o busque el parentesco con la extravagancia”.

No me atribuyo virtud alguna pues, si la tuviere, en todo caso, sería como la de Montaigne, “inocente, accidental y fortuita”.

Lo cierto es que el calendario siguió marcando su ritmo implacable y, un buen día, la señora presidenta de la Comunidad autónoma de Andalucía decidió convocar elecciones en aquel territorio. Preciso era poner a punto las candidaturas y la campaña y pronto empezaron a publicarse las encuestas relativas a estos comicios. En ellas, sin discrepancia alguna, se advertía la magnitud del descalabro que se avecinaba para UPyD; poco antes, el diputado asturiano Nacho Prendes había abandonado el Consejo de dirección del partido; los parlamentarios europeos Fernando Maura y Enrique Calvet declaraban un día detrás de otro que era necesario cambiar de rumbo; y muchos afiliados se hacían oír tímidamente apuntando, con los medios a su alcance, críticas a la dirección nacional de UPyD.

Nadie les hizo caso y cuando las urnas se abrieron el pasado domingo las caras de los autores del desaguisado debieron de convertirse en una contorsión de asombro.

Pero ello no ha impedido que Rosa Díez, en rueda de prensa, haya anunciado que aquí no ha pasado nada y que se sigue tocando la misma partitura. Ya veremos lo que ocurre estos días pues hay convocado un Consejo político y es imposible que no continúen los movimientos de dirigentes y afiliados.

Mi previsión es que los territorios donde está presente UPyD, que son todos los de España, se irán distanciando poco a poco de la dirección del partido de suerte que, en poco tiempo, es probable que los directivos nacionales se conviertan en generales sin oficiales ni soldados. Es decir, se declararán “independientes” y tratarán de salvar los muebles como puedan: bien formando candidaturas propias, bien uniéndose a las de Ciudadanos. En tal caso, lo que queda de la dirección nacional del partido, podría adelantarse -para evitar mayormente el ridículo- y declarar la autocefalia de las agrupaciones territoriales de UPyD al modo como hacen en las iglesias orientales cristianas los patriarcas que deciden liberar las provincias eclesiásticas del yugo de su autoridad.

Un consejo me permito dar aquí a los dirigentes de Ciudadanos en mi condición de viejo y de haber vivido la disolución del PSP de Tierno en el PSOE: los afiliados de UPyD que deseen integrarse en las filas de Ciudadanos deberán hacerlo uno a uno y superando un minucioso expediente de ‘desgorriarización’.

Y a Rosa Díez, cuyo papel relevante en la política española siempre deberá serle reconocido por todo español sensible así como su arrojo y valentía, me atrevo a recomendarle que relea la novela ‘Doña Perfecta’ de don Benito Pérez Galdós.



Francisco Sosa Wagner es catedrático de Derecho Administrativo y ex diputado al Parlamento europeo por Unión Progreso y Democracia (UPyD).

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Ilustración de Raúl Arias [España, 1969] en El Mundo, para el texto.​

Rosa Díez lo sabía, y atacó a Ciudadanos

Marcello en República de las ideas, 250315.

Cuando en la campaña de las elecciones andaluzas Rosa Díez escribió en El País un duro e innecesario artículo contra Ciudadanos ella ya sabía que UPyD fracasaría de manera estrepitosa en esos comicios. Pero en vez de aprovechar la tribuna para tender puentes hacia Albert Rivera y prevenir las inevitables consecuencias del desastre en UPyD, utilizó el periódico para quemar las naves del diálogo e impedir el acercamiento de los dos partidos, lo que desde hace tiempo habían reclamado algunos dirigentes, militantes y votantes de ambas formaciones.

¿Por qué actuó así Rosa Díez? Pues todo apunta que para seguir al mando de lo que va quedando de UPyD con el apoyo de su ‘guardia pretoriana’, y al estilo de la vieja política y del leninismo felipista que ella aprendió en el PSOE. Y todo ello con la excusa reiterada de sus ‘principios y valores’, que no serán tan buenos como ella cree cuando no los votan mayoritariamente los ciudadanos. Y que, por lo que se ve, son parte de un fracaso anunciado.

El que se inició con el acoso y el linchamiento de Francisco Sosa Wagner porque fue el primero en advertir, tras las elecciones europeas de 2014, que UPyD había tocado techo y necesitaba ampliar su base electoral una vez que no lograba ser una alternativa sólida para recoger los votos que huían del fin del bipartidismo, mientras Podemos y Ciudadanos irrumpían con fuerza en la política nacional. De ahí la duras críticas de Sosa Wagner a la ceguera y autoritarismo de Rosa Díez y la petición de negociaciones y de un pacto electoral con Ciudadanos.

Pero Rosa Díez, celosa del joven liderazgo de Albert Rivera, liquidó por las bravas el proceso de unidad electoral de UPyD con Ciudadanos, perdiendo ella y su partido una oportunidad de oro que habría convertido en realidad sus sueños de ser alternativa de Gobierno en España. Pero sus modales y ambición personal la llevaron a cerrar a cal y canto las puertas de UPyD con el argumento de su pretenciosa ‘perfección democrática’, a la que ella parecía haberse convertido tras su paso entusiasta por el felipismo del GAL y la gran corrupción de su tiempo en el PSOE, lo que ella nunca denunció.

La travesía del desierto de Rosa Díez hacia la fundación de UPyD y su posterior labor de oposición en Europa y España fueron buenos ejemplos de hacer política y propuestas, y les permitió cosechar éxitos electorales limitados hasta lograr en 2011 un grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados. Mientras en Madrid, Ayuntamiento y la Comunidad, Luis de Velasco lideraba con éxito los escaños de UPyD y Sosa Wagner lo hacía en el parlamento de la UE.

Pero la cuestión esencial era la de ¿cómo salir de la minoría de UPyD hacia una gran fuerza política nacional, rompiendo el corsé de la ley electoral? Un corsé convertido en la excusa permanente de Díez para justificar los débiles resultados de su partido, que luego Podemos y Ciudadanos lo han roto con ímpetu, juventud y capacidad de provocar entusiasmo hacia una nueva política y unos nuevos políticos -y Rosa no lo es- que garantizaban un cambio notable y verdadero.

En enero Pablo Iglesias convocó mas de 100.000 personas en la Puerta del Sol. Albert Rivera reunió a mas de dos mil en el Círculo de Bellas Artes de Madrid para presentar su programa económico, y Rosa Díez convocó una manifestación para pedir la dimisión de Rajoy y los presentes no llegaban a doscientas personas. Y en lugar de dimitir y dar paso a otros dirigentes o de pactar con Ciudadanos, ella se enroca en sí misma y dice que lo importante es ‘su política’ y no los votos y o la actuación de los ciudadanos, lo que es el colmo de la soberbia. Porque ¿cómo se puede hacer política sin votantes en una democracia?

Y así cuando a principios del presente año las encuestas comenzaron a dar a Ciudadanos expectativas importantes de voto, Díez, negando la realidad -como una madrastra ante el espejo mágico del CIS- se enfadó y decretó por su cuenta que esos datos serían pasajeros. Incluso pensó que el adelanto de las elecciones en Andalucía le permitiría demostrar que UPyD estaba fuerte y lograría varios escaños en el sur -‘uno como poco en Málaga’, dijeron-, mientras Ciudadanos quedaría fuera del parlamento andaluz. Pues ha sido al revés y Rivera sumó nueve escaños andaluces.

Y cuando Díez se percató de su error, viendo el éxito de los mítines de Ciudadanos en Andalucía mientras ellos jugaban con sus toallitas, fue cuando lanzó en El País su artículo/obús en contra de Ciudadanos para dinamitar los puentes e impedir los pactos. Y que los suyos, quemadas las naves, no pudieran sentarse a negociar con un Rivera al que ella acabada de denostar y que en contra de lo que piensa Rosa Díez siempre estará a favor del diálogo porque su talante es democrático de verdad.

Así conocido el resultado andaluz Rosa Díez convocó una rueda de prensa sin reconocer errores ni la posibilidad de dimitir. Y la crisis de UPyD -que es la de Rosa Díez- se abrió de nuevo y de par en par con dimisiones de dirigentes y diputados, anunciando la fuga masiva de votantes de UPyD hacia Ciudadanos con vistas a los comicios municipales y autonómicos del 24 de mayo.

¿Hay alternativa en UPyD a esta situación? Creemos que sí y que personas como Irene Lozano -a la que el loco de Gorriarán llamó ‘irresponsable’, como antes había llamado ‘corrupto’ a Sosa Wagner- la podrían liderar en favor de un pacto con Ciudadanos para consolidar una gran fuerza política de centro, que incluso podría llegar a gobernar. Sobre todo ahora que en la muralla del bipartidismo se ha abierto una brecha importante como lo anunció meses atrás Francisco Sosa Wagner, quien observando estará la dramática situación de UPyD con una justificada sonrisa y también con perplejidad porque ve cómo sus antiguos compañeros de partido caminan, como si de una secta se tratara, hacia un suicidio político colectivo del que no podrán escapar.


•••​

Notas.-

Sistémico, ca.

1. adj. Perteneciente o relativo a la totalidad de un sistema; general, por oposición a local. 2. adj. Med. Perteneciente o relativo a un organismo en su conjunto. 3. adj. Med. Perteneciente o relativo a la circulación general de la sangre.

RAE.
 
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Coincido punto por punto con el último texto. Poco más hay que añadir.
 
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