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Clavisto

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10 Sep 2013
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Bueno, doce botes de cerveza de cosa tampoco son tanto. De hecho procuré que fueran de cosa al comprarlos. La Voll Damm tiene demasiado grado y eso es algo que no me conviene. Luego me vengo arriba, salgo y como mínimo acabo con tres días de mi vida.

Si echo cuentas he perdido años con eso. Ya de chaval me costaba remontar las resacas. Todo eso de que con veinticinco años y tal...Bueno, yo empecé a beber con catorce y en fin, es lo que hubo. Claro que te recuperabas, como ahora y siempre que no hicieras el estulto: aún hoy, a mis cuarenta y seis, si bebo lo que pido no voy malo más allá del mediodía, la tarde como mucho. La verdad es que sigo recuperándome bien, igual que cuando era un chico. Ahora, si salgo a beber por ahí es cuando la jorobamos: uno se lía, va a sitios poco frecuentados y fin de la historia. Conocer el terreno es la llave para no perder.

Bien, la gente es fruta cosa, claro, pero a veces, cuando uno bebe, tienes necesidad de ella aunque trabajes en un bar. Llega el sábado, una semana trabajando, madrugando, aburrido, viendo las páginas pasar y sí, jorobar, algunas son buenas y tal, hace dos noches terminéA Seratonina por segunda vez y es huevonuda, anoche le di una vuelta al Por qué no creo en Dios de Russell y bueno, vale, pero yo qué sé, hay que hace algo, algo más, salir o escribir, no quedarse ahí tirado en la cama esperando el sueño, no es que me importe tres huevones su falta, la llevo bien de toda la fruta vida, ya me da igual, sino que shishi, haz algo, no te dejes, muévete, no vayas a terminar como Paco el ciego, empastillao por hacer siempre lo mismo, claro que él lleva ciego más de treinta años, tú no, haz algo shishi, algo. bebe para escribir y que sea lo que tenga que ser, qué más da, qué importa que no puedas hacerlo sin beber, qué importa que no tengas imaginación alguna, que todo sea tú, y tú y tú y yo, qué más da, ¡escribes para alguien? ¿alguna vez has ganado pasta con esto? ¡nunca! y nunca la ganarás, es un vómito, un exabrupto, una cagada, un echarlo pá fuera...Pues échalo, huevones.

Ahora mismo, pero ahora mismo, podría coger el dos e irme a un puñetero bar que tengo a tres minutos andando, sin necesidad de coger el coche ni nada de eso. Es un bar deprimente, al menos para mi, la peña está ahí viendo el puñetero fútbol, todo tíos, ahí sólo van tíos viejos al olor de la camarera, yo a mi 46 soy casi el baby, quitando a mi colega de la cocaína, uno que hace poco ha venido a caer por aquí y que viene a desayunar a mi bar, un tío que junto a su pareja de berzas operadas parecía haber salido de otro planeta las primeras veces que vinieron y luego resultó ser que eran de un pueblo de al lado, en fin...Todo es un misterio.

El fin de semana pasado, el sábado, hice eso que no voy a hacer hoy, salir fuera después de haber bebido dentro. Esta es una regla que llevaba años sin romper, con las consabidas salvedades, claro. Pero el otro día salí, tenía que con estar alguien, no podía dormir, estaba en la cama y jorobar, supe que era imposible, que no había bebido lo suficiente, y entonces me dije qué shishi, vámonos para allá, seguro que este está por allí, y llegó después, el partido ya había acabado y los viejos estaban acoplándose en las mesas de la terraza, y entonces yo también salí, la camarera no me hacía ni puñetero caso, yo estaba ya medio pedo, y ahí en la mesa de al lado estaba él con su mujer y el viejo que va con ellos, las dos hijas pequeñas revoloteando de un lado a otro, y pedí de beber y en fin, lo que pasa, tú pides y después te dicen que pases al water, bueno, no es que sepan que te estás meando cuando no tienes ganas de miccionar pero sí que allí, en ese hoyo de inmundicia, está esperándote algo que sin duda quieres. Y vas y pasas. Y luego pierdes el farol en algún otro lugar tan extraño como un Universo paralelo, uno de esos en los que Bobby Fischer sigue siendo campeón del mundo de ajedrez y tú eres el cantante de Led Zeppelin en los setenta, más bien su primera década.

Tres días no son nada para muchas cosas. ¿Tres días? ¡tres días! Tres días me los paso por los huevones. ¡Claro que te los pasas! Pero tres días malo no los pasas tan fácilmente, a no ser que seas Cayetano Martínez de Irujo o Pocholo Martínez Bordiú. Yo no lo soy, nunca lo fui, y por eso pago el precio todas las veces que hagan falta.

Sí, el jueves pillé un pack de doce botes de cerveza Mahou Clásica, 4' 8 grados, muy alejada de los 7´2 de la Voll Damm, la cerveza que bebía mi padre, pero claro, él era mi padre y yo sólo su hijo, y él se bebía dos y no seis o nueve, y a mi esos 7´2 me llevan a ver un Celta-Valencia en un bar de barrio, y bueno, me la rezuma pero siempre hasta cierto punto. ¿Quien jugará hoy? ¿el Madrid con yo qué sé, el Levante? No, no quiero verlo, me quedo aquí.

Bien, esto es más llevadero. Ha habido un momento chungo pero ya está bajo control. Escribo y acabo. Nadie tiene que aguantarme, no me pongo malo del todo y todos contentos. Sólo es cuestión d graduación. Mañana a la tarde ya estaré bien. Cuando salga del bar quizá me dé un paseo y para casa. El lunes descanso y compraré aguacates a 2´50 la pieza. Cuido mi alimentación, intento mantener el equilibrio. Tampoco es como antes, apenas una vez a la semana.



Recuerdo que hace años, cuando yo trabajaba de noche, eché cuentas con mi compadre de aquel tiempo, un tío indestructible a la hora de beber. Me salían casi doscientas borracheras al año. Él no se lo podía creer hasta que le eché las cuentas y asintió divertido. Ahora es un alcohólico con dinero que tiene a su hijita viviendo seis días a la semana con el hombre que ha hecho progenitora por segunda vez a su ex, una mujer que lo despreció mucho antes de que él dejara de adorarla: sólo cuando ves claros los cuernos quitas la foto del wasap.



A mi me pasó una cosa parecida; no tan extrema pero casi en aquellas circunstancias. Ella me había dejado y yo iba llorando por las esquinas. Bebía y me emborrachaba como un animal. Cuatro meses después de la dejada (lo recuerdo bien) una noche llegué a casa y no podía dormirme. De hecho escribí una historia sobre ello que ahora no viene a cuento ("Eran 73" de Kufisto), pero así fue. Yo estaba en la cama y no sé qué había hecho que el corazón se me salía por la boca y tuve que levantarme para no morir. Me comí dos ibuprofenos y ya más tranquilo busqué el teléfono que no encontré. Por entonces yo ya tenía ordenador de mesa con su teléfono correspondiente y sin darme cuenta, palabra, tecleé el de mi ex pensando que era el mío con la esperanza de oírlo sonar y no haberlo perdido. La sorpresa fue enorme cuando escuché su voz. Ella había bloqueado mi número desde el principio de la separación. Eran las cinco de la mañana y andaba por ahí de cachondeo, tal cual, como si nada, como me contestó tras mi disculpa por el error, casi no me dio tiempo a explicárselo, en fin...fue tremendo, catastrófico, jamás lo hubiera imaginado, mi chica, MI CHICA, tan tranquila por ahí, de fiesta, mientras yo estaba matándome...A partir de entonces fue cuando cambió la cosa: no, no iba a matarme por esa fruta astuta de cosa.


Estoy solo. He estado con muchas tías (de pago y sin pagar) pero lo tengo claro: si pasó eso con esa no hay más que rascar. ¿Tuve la culpa? Posiblemente, es más, seguro. Pero ya me la rezuma.


Nueve años llevo escribiendo, uno menos desde que me dejó. Desde entonces sé más como soy. He encontrado gente que me ha apoyado, que me ha dado aliento para todo esto aún en mis momentos más dolidos. Internet es una cosa tan grande, hermosa, fría e indiferente como el Universo. A mi me ha salvado la vida. No basta con abrirte el corazón.



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Es un tema atemporal.
Los hombres somos los verdaderos románticos. Creo que es un refrán ruso el que dice que, cuando mueras, tu progenitora te llorará toda su vida; tu hermana, hasta que se case; y tu viuda, hasta que amanezca.
 
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