Una lluvia de seis minutos de piedras contra los agentes de Vigilancia Aduanera

Anka Motz

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Dentro de la noticia viene un vídeo de la agresión.





Dos funcionarios fueron literalmente lapidados el jueves en una playa de La Línea por traficantes de tabaco cuando el motor de su neumática falló |Ambos, gravemente heridos, pidieron incluso ayuda a sus agresores, que se la negaron


Pudo acabar en tragedia porque la lluvia de piedras de enorme tamaño duró seis minutos. Dos agentes del Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA) resultaron con heridas graves tras ser literalmente lapidados por traficantes de tabaco la madrugada del pasado jueves en una playa de la Línea de la Concepción, en Cádiz, cuando el motor de su lancha neumática falló. Más de 360 segundos en los que los dos funcionarios de Hacienda, malheridos, llegan incluso a pedir ayuda a los miembros de la colla (grupo de delincuentes especialistas en recoger los fardos) ante la impotencia de saber que nadie les va a ayudar en el bastión de las mafias que se han empoderado del Campo de Gibraltar.

El que graba la agresión de los agentes móvil en mano es uno de la treintena de tipos de la colla a los que los funcionarios acaban de sorprender intentando alijar un cargamento de tabaco procedente de la colonia. Son las 5 de la madrugada del 2 de febrero.

Los funcionarios avistan a una embarcación que circula a gran velocidad procedente del Peñón y navegando por el rebalaje, paralelo a la playa de la Atunara, el lugar favorito de los traficantes de 'rubio' para desembarcar las cajetillas. En un principio, los traficantes aceptan que han perdido en este habitual 'juego del gato y el ratón' y abandonan en la arena la lancha. LOS "MALOS" SE REFUGIAN EN GIBRALTAR.

Fallo del motor
El patrullero y el auxiliar del SVA se apresuran a cargar las cajetillas en su lancha para salir rápidamente de la zona, sabedores de que están solos en la boca del lobo. Pero tienen mala suerte. El motor falla y con las olas la neumática de Hacienda encalla en la playa. No logran salir del rompeolas y es entonces cuando la colla se envalentona y ve que puede recuperar el cargamento que daban por perdido.

Y es ese momento cuando empieza la tormenta. Decenas de piedras de gran tamaño caen sobre los patrulleros. Muchas de ellas aciertan. A uno de los aduaneros una pedrada del rompe la nariz. El otro sale peor parado: los proyectiles de los traficantes le rompen el tabique, el pómulo y el arco alrededor del globo ocular.

LA COLLA ESTÁ EMPODERADA y no recula ni siquiera cuando los agentes, empapados en las aguas gélidas de febrero, disparan al aire sus armas reglamentarias para tratar de alejarles. Finalmente, los traficantes se hacen con el alijo que les habían interceptado mientras los funcionarios malheridos piden ayuda a sus propios agresores ante la gravedad de sus heridas.

«¡Ahora quieres ayuda, soplapollas! ¡me acuerdo de seres queridos, chivato!», es la respuesta de los traficantes de tabaco a la petición desesperada de socorro de los dos funcionarios.
 
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