... entre las clases bajas cualquier pedazo de cobre en forma de moneda pasa por dinero y de esta manera, al cambiar un dólar en calderilla, a modo de experimento, pudimos comprobar en los años últimos del reinado de Fernando VII que, entre las numerosas muestras de dinero español de todos los periodos, circulaban incluso monedas jovenlandesas y hasta romanas antiguas, aceptadas como maravedís en el mercado de Sevilla...
... [de monedas de plata] el viajero debiera llevar siempre encima buena provisión... El viajero encontrará sin duda que los dos reales, la peseta, el medio dólar y el dólar son las monedas más prácticas de todo el monedaje de plata español. El dólar español es bien conocido en el mundo entero, por ser la forma en que se exportaba en general la plata de las colonias españolas de Sudamérica. Es el colonato italiano, llamado así por tener las armas de España flanqueadas por las dos columnas de Hércules. el nombre español normal de la moneda es "duro". Sin embargo, con frecuencia, en las tras*acciones bancarias y mercantiles recibe el nombre de "peso fuerte", a fin de distinguirlo del peso imaginario, que es un dólar inferior de solo quince reales, cuyo diminutivo es la "peseta". En el siglo pasado [el XVIII] el duro se acuñaba en medios dólares, cuartos de dólar y medios cuartos de dólar. Estas dos últimas monedas no se encuentran con frecuencia; se pueden distinguir de la peseta y de los dos reales en que tienen las armas de España flanqueadas por dos columnas, que han sido omitidas en acuñaciones más recientes... El cuarto de dólar es, por supuesto, equivalente a cinco reales, mientras que la peseta no vale más que cuatro; el medio cuarto de dólar vale dos reales y medio, mientras que los dos reales solo valen dos.
Las monedas son de baja calidad: el español se fija en el peso del metal y no en la forma. Fernando VII continuó durante largo tiempo acuñando dinero con la efigie de su padre, cambiando simplemente la inscripción... Cuando las Cortes entraron en Madrid después de Salamanca, prohibieron patrióticamente la circulación de todas las monedas que llevaran la efigie del intruso José; pero, a pesar de esto, sus dólares, que estaban hechos principalmente con plata de iglesia, dorada y sin dorar, aunque eran moneda de usurpador, valían intrínsecamente más que el duro legítimo: esta resultó una prueba demasiado dura para la lealtad de aquellos cuyo verdadero rey y dios es el metálico. Este decreto era digno de aquellos senadores que estaban demasiado ocupados expulsando palabras francesas de sus diccionarios para expulsar soldados franceses de su país. Los chinos, más prudentes, aceptan por igual los dólares de Fernando y José, llamando a ambos "dinero de cabeza del diablo". Estos tristes prejuicios contra el buen dinero han cedido ahora ante la marcha triunfante de la inteligencia; más aún, la moneda de cinco francos, con la inteligente cabeza de Luis Felipe, tiene probabilidades de vencer al columnado duro. La plata de las minas de Murcia se exporta a Francia, donde es acuñada y devuelta a su lugar de origen en forma manufacturada. De esta manera, Francia gana un bonito porcentaje y acostumbra al pueblo a su imagen de poder, que llega a este recomendada por la forma sumamente aceptable de moneda corriente.
El monedaje de oro es magnífico y digno del país y del periodo en que abasteció a Europa de este precioso metal. La pieza más grande, la onza... deja avergonzados a los diminutos napoleones de Francia y a los soberanos de Inglaterra; esta moneda cuenta la historia de la antigua riqueza española y contrasta extrañamente con su actual pobreza y escasez de efectivo.
... La onza, en España, cuando tiene el peso debido, vale dieciséis dólares. Las que tienen menos peso del legal debieran ir acompañadas de un certificado en el que conste con exactitud su peso y valor reducidos. Este certificado puede conseguirse en las ciudades principales pidiéndolo al contrastador o "fiel medidor", la persona autorizada legalmente a pesar esas monedas de oro que pasan por ser ligeras, y que todo el mundo sabe donde se encuentra. La moneda reducida en valor, acompañada de este documento, es aceptada al valor que se le adjudique y reconozca. Todo esto, sin embargo, conduce a constantes disputas y demoras, y el forastero debiera ser muy cauto por lo que se refiere a aceptar dinero de banqueros o comerciantes españoles, comprobando siempre que esas grandes monedas sean del peso debido. Suele resultar preferible, excepto cuando se viva en grandes ciudades, aceptar las monedas de oro más pequeñas en lugar de las onzas, pues es muy raro que aquellas sean puestas en tela de juicio. Aconsejamos, sobre todo al viajero que vaya a salirse del camino real para visitar las ciudades y distritos menos frecuentados, que no lleve consigo ninguna onza, porque cuando se ofrecen estas grandes monedas en pago de algo en un pueblo pequeño son recibidas siempre con recelo. Los venteros, incluso si quedan convencidoes de que no han perdido peso, no suelen tener dieciséis dólares de cambio, y cuando los tiene no es corriente que quieran pregonarlo a los cuatro vientos. Los españoles, como los orientales, sienten gran temor a que se sospeche que llevan dinero encima, porque les expone a ser víctimas de toda clase de ladrones, tanto profesionales como legales, desde el alcalde, la autoridad del pueblo, hasta el escribano o procurador, y no digamos el cobrador de impuestos, porque la prorrata de contribuciones... cae más duramente sobre los que tienen o se sospecha que tengan mayor cantidad de dinero contante...
Richard Ford, A Handbook for travellers in Spain and readers at home (Manual para viajeros por España y lectores en casa, 1844)