Una Justicia podrida

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25 Ene 2009
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En la tarde del martes, en plena comparecencia en el Congreso del presidente Zapatero, alguien se acercó a la cabecera de la bancada popular que ocupa Mariano Rajoy para soplarle al oído la especie de que el ministro de Justicia, Fernández Bermejo, y el juez Garzón, habían compartido fin de semana de caza y francachela en una finca de Torres, pueblo natal del magistrado en Jaén, el líder del PP levanto la mano pidiendo prudencia: “Alto ahí y que nadie se mueva. Esto hay que comprobarlo bien, que estos son capaces de tendernos una trampa, incluso de colar un doble de Garzón en la montería para que nos metamos en un charco”.

Porque la noticia, destapada por la revista Epoca, era tan increíble que pocos la dieron crédito en un principio. No era posible que en plena razzia judicial contra una supuesta trama de corrupción relacionada con el Partido Popular, el juez encargado del caso, bajo secreto del sumario, se exhibiera cazando en público con el ministro de Justicia, poniendo de nuevo en obscena evidencia esa división de poderes en la que nadie cree en España, y haciendo añicos la apariencia de neutralidad que se le supone no solo al ministro del ramo, que va de suyo, sino desde luego al juez instructor del caso.

¿El Gobierno, ministro de Justicia mediante, planificando entre las jaras de la finca Cabeza Prieta cómo darle la puntilla a un partido de la oposición al que le crecen los acondroplásicos, brazo ejecutor mediante del famoso juez campeador? Es la conclusión más obvia, no necesariamente acertada, que una gran mayoría de españoles habrán extraído del episodio. Estamos en elecciones, y en la crisis económica más atroz que seguramente ha conocido la Historia de España, con millones de españoles en el paro y un Gobierno a la deriva, claramente superado por los acontecimientos.

En todo caso, un escándalo sin paliativos, un episodio típico de aquella Escopeta Nacional del franquismo en versión progre, con juez y ministro intercambiando confidencias como los plutócratas de la famosa película traficaban con influencias. “Es conducta típica de alguien que va sobrao”, asegura un conocido miembro de la judicatura, “típico de alguien que conoce tan bien este país, sabe tan débil el pulso de esta democracia enferma, que se pasa por el arco de sus caprichos a la opinión pública, a la clase política y a las instituciones. Este tío es un cáncer para la Justicia, que no dudaría cinco minutos como juez en un país como Gran Bretaña”.

“La montería solo pone de relieve la relación que juez y ministro mantienen de antiguo”, señala un miembro de la carrera fiscal, “y de ella se puede inferir que hay un trabajo conjunto previo en el caso que en estos momentos lleva el juez, pero eso no pasa de ser una suposición. Lo que nadie puede discutir es el deterioro tremendo que para la imagen de la Justicia supone este episodio”. Un antiguo compañero de Garzón, más cáustico, sostiene que “nada nuevo bajo el sol. A Baltasar esto de la Justicia le importa más bien poco. El tiene otros objetivos en la vida. A él le gustan otras cosas, generalmente gratis total”.

Para sorpresa de tirios y troyanos, el Partido Popular, tan malito él, hizo ayer piña ofreciendo una imagen de unidad como hace tiempo no se veía por aquestos Reynos. Respaldado por los pesos pesados del partido, Rajoy arremetió contra Garzón exigiéndole que abandone la investigación y anunciando que pedirá su recusación. ¿Algo así como lanzar piedras a la luna? “Lo normal en un juez normal sería que él se inhibiera motu proprio, entre otras cosas porque la competencia de la Audiencia Nacional es dudosa”, asegura una fuente cercana al CGPJ. “En Garzón, en cambio, lo normal es que reaccione echando más leña al fuego”.


Ruptura de todos los consensos en materia de Justicia


Más que la petición del levantamiento del secreto de sumario y la comparecencia en el Congreso del fiscal general del Estado para que explique "el trato desigual" que otorga a los distintos partido, la decisión que se antoja más grave de las adoptadas por el PP es la ruptura de la interlocución con el ministerio de Justicia: “Por sentido de la responsabilidad, el PP no seguirá en el pacto por la Justicia suscrito con el Gobierno mientras Fernández Bermejo sea ministro de Justicia”. Algo que supone la ruptura de todos los consensos y parece abocar al país a una crisis sistémica de proporciones desconocidas.

El ambiente en el CGPJ se cortaba ayer con cuchillo de palo. Los planes de modernización y reforma de la Justicia que había consensuado el nuevo Consejo han saltado por los aires tras la cacería del “hombre que veía amanecer”. Los vocales del PSOE, mayoría en el poder judicial, guardaban ayer un significativo silencio, mientras los del PP mostraban su cabreo a los cuatro vientos. Todo apunta a que las negociaciones que unos y otros mantenían para presentar una terna de candidatos a la presidencia de la Audiencia Nacional, cuyo plazo concluye el 3 de marzo, han también han quedado seriamente dañadas.

La presidencia de la Audiencia Nacional es precisamente el puesto al que aspira un Garzón amante de las emociones fuertes. Nadie con más méritos que él, piensa la soberbia del magistrado, para ocupar ese cargo como premio a los servicios prestados (ETA) y recompensa a su amistad con Zapatero, a quien asesora en asuntos de su especialidad. Lo que una mayoría de la sociedad española está pidiendo a gritos, en cambio, es que Baltasar Garzón sea expulsado de la carrera judicial de una vez por todas, como un inaplazable síntoma de regeneración de nuestra podrida Justicia y maltrecha Democracia. Tranquilos todos. Nadie se atreverá a tocarle un pelo. Sus amigos son muy poderosos y sus secretos muy temidos.

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