Anónimo222
Madmaxista
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La odisea de una joven de Galdakao al tragarse un cepillo de dientes
La joven de 21 años se introdujo el objeto de plástico en la garganta al atragantarse con una loncha de jamón cocido
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El pasado miércoles, Haizea había vuelto a casa de la Universidad como cualquier otro día. Eran casi las cuatro de la tarde y le entró hambre, así que se acercó a la nevera a por algo para picar. Eligió el jamón cocido. Engulló varias lonchas sin problema, pero al intentar tragar la última notó que no podía. La joven, de 21 años, pensó en un principio que «me había ido por el otro sitio», pero comenzó a sentir que le faltaba el aire. «Me estaba ahogando», cuenta a este periódico. Su angustia aumentaba a cada segundo que pasaba. «Lo pasé bastante mal», explica Haizea, que no sabía qué hacer.
En casa estaban su abuela y su padre, que se encuentra en silla de ruedas con el tendón de Aquiles roto: «No me podía ayudar de una forma rápida». Así que en «ese momento de desesperación» trató de sacarse la loncha sin pensárselo dos veces. «Lo intenté con las manos, pero no podía», explica. Su siguiente impulso fue coger un cepillo de dientes. Se lo metió en la boca. Lo cogió al revés, empuñado por las lechonas. Llegó hasta la campanilla y al comprobar que «no sentía nada de arcadas», decidió continuar. «De repente noté que se me metía más el cepillo, lo intenté coger con las manos por las lechonas, pero la garganta lo succionó», relata.
Ni rastro del jamón ni del cepillo, «Se me quitaron todos lo males». Ya podía respirar, no se ahogaba, pero se había tragado el cepillo. Para su sorpresa, no notaba nada. «Sentía que tenía algo en el tórax, pero no me dolía, casi ni me molestaba», continúa. En ese momento no se lo podía creer, pero estaba tranquila. «Después del mal trago del jamón eso no me parecía nada», dice.
Ya más calmada, explicó a su aita y a su abuela lo que había ocurrido. Su padre le recriminó que no hubiera pedido ayuda, pero la «angustia» no había permitido reaccionar de otra forma. Más tranquilos, fueron a Urgencias. Haizea sabía que su progenitora estaba al llegar del trabajo, así que la esperó. Acudieron en coche al hospital de Galdakao, donde no se podían creer lo ocurrido.
En el centro sanitario le hicieron una radiografía. El cepillo de dientes, al ser de plástico no se veía, pero sí las lechonas. A Haizea le tenían que hacer una gastroscopia. Esperó unas tres horas hasta que hiciera la digestión. Junto a ella siempre estuvo Egoitz, su novio, que llegó de inmediato al centro sanitario.
Una vez realizada la intervención, Haizea se despertó en la cama con el cepillo de dientes junto a la almohada. «Para mi sorpresa, no me dolía nada, como si no hubiera pasado», concluye la joven, quien cenó en casa junto a su familia. Antes de irse a dormir cogió un cepillo de dientes idéntico al que tenía. «Lo miré y le dije a mi ama: este lo voy a usar bien».