Nimrod
Madmaxista
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Todas las guerras tienen su trastienda. Un humilde tendero, como lo describe la prensa estadounidense, ha puesto en evidencia las complejas circunstancias en las que la OTAN, en especial Estados Unidos, y el Gobierno de Afganistán tratan de dar con una salida a nueve años de conflicto.
Uno de los líderes del bando contrario con el que se había contactado para negociar, el mulá Ajtar Mohamed Mansur, considerado uno de los principales jefes del movimiento talibán, era un impostor. Un pequeño comerciante de la ciudad pakistaní de Quetta –zona en la que se supone que se esconden los dirigentes de Al Qaeda– suplantó su personalidad, se llevó una buena tajada de dinero y participó en conversaciones con responsables de la Alianza Atlántica, con quienes voló a Kabul para reunirse con el presidente afgano, Hamid Karzai.
Este contratiempo pone de relieve la difícil estrategia lanzada por las fuerzas aliadas para socavar el apoyo de los clanes y tribus afganas a Al Qaeda. Las negociaciones con los líderes talibanes están siempre rodeadas de una gran incertidumbre y sus resultados son muy inciertos.
"No es él", indicaron ayer los diarios The New York Times y The Washington Post al desvelar el engaño del botiguer. Los dos medios citaron a fuentes oficiales, tanto de la OTAN como del Gobierno de Karzai, aunque este replicó airado que jamás se había reunido con nadie llamado Mansur. En el fondo, y por error, estaba cargado de razón.
El general David Petraeus, máximo responsable de las fuerzas estadounidenses, validó las informaciones al declarar que el desenmascaramiento no suponía una sorpresa absoluta. "Ya teníamos cierto escepticismo respecto a esa persona y a su verdadera identidad", afirmó en Berlín este militar que ha hecho de la búsqueda de vías alternativas de paz una de sus banderas.
La duda resulta más que razonable. Más de un periodista de los que han hecho incursiones en esta guerra cuenta cómo se organizan entrevistas con talibanes, siempre en montañas recónditas, a cambio de una buena suma de dólares. No son más que estafadores. El caso del falso negociador parece todavía más grave. No sólo por la calidad de los engañados, sino porque al verdadero Mansur se le sitúa en una de las posiciones más relevantes de la cúpula radical después de ejercer de ministro de Aviación Civil en el antiguo gobierno talibán.
Fue tras la tercera reunión, celebrada en Kandahar, que uno de los delegados afganos comentó que ese hombre no guardaba parecido con el que él conoció años atrás. "Tampoco él me ha reconocido", dijo. Los aliados habían sacado la conclusión de que, por la presión de la ofensiva militar, algunos dirigentes talibanes querían aislar a Al Qaeda y pactar una salida al choque bélico.
Sin noticias del impostor.
Uno de los líderes del bando contrario con el que se había contactado para negociar, el mulá Ajtar Mohamed Mansur, considerado uno de los principales jefes del movimiento talibán, era un impostor. Un pequeño comerciante de la ciudad pakistaní de Quetta –zona en la que se supone que se esconden los dirigentes de Al Qaeda– suplantó su personalidad, se llevó una buena tajada de dinero y participó en conversaciones con responsables de la Alianza Atlántica, con quienes voló a Kabul para reunirse con el presidente afgano, Hamid Karzai.
Este contratiempo pone de relieve la difícil estrategia lanzada por las fuerzas aliadas para socavar el apoyo de los clanes y tribus afganas a Al Qaeda. Las negociaciones con los líderes talibanes están siempre rodeadas de una gran incertidumbre y sus resultados son muy inciertos.
"No es él", indicaron ayer los diarios The New York Times y The Washington Post al desvelar el engaño del botiguer. Los dos medios citaron a fuentes oficiales, tanto de la OTAN como del Gobierno de Karzai, aunque este replicó airado que jamás se había reunido con nadie llamado Mansur. En el fondo, y por error, estaba cargado de razón.
El general David Petraeus, máximo responsable de las fuerzas estadounidenses, validó las informaciones al declarar que el desenmascaramiento no suponía una sorpresa absoluta. "Ya teníamos cierto escepticismo respecto a esa persona y a su verdadera identidad", afirmó en Berlín este militar que ha hecho de la búsqueda de vías alternativas de paz una de sus banderas.
La duda resulta más que razonable. Más de un periodista de los que han hecho incursiones en esta guerra cuenta cómo se organizan entrevistas con talibanes, siempre en montañas recónditas, a cambio de una buena suma de dólares. No son más que estafadores. El caso del falso negociador parece todavía más grave. No sólo por la calidad de los engañados, sino porque al verdadero Mansur se le sitúa en una de las posiciones más relevantes de la cúpula radical después de ejercer de ministro de Aviación Civil en el antiguo gobierno talibán.
Fue tras la tercera reunión, celebrada en Kandahar, que uno de los delegados afganos comentó que ese hombre no guardaba parecido con el que él conoció años atrás. "Tampoco él me ha reconocido", dijo. Los aliados habían sacado la conclusión de que, por la presión de la ofensiva militar, algunos dirigentes talibanes querían aislar a Al Qaeda y pactar una salida al choque bélico.
Sin noticias del impostor.