Un problema como una montaña (Fallen cross)

Oscovita

Madmaxista
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¡Viajeros al autobús!”, avisa el conductor en la estación de San Lorenzo de El guanol. Quedan cinco minutos para que su vehículo arranque hacia el valle de Cuelgamuros. Dos jóvenes llegan apresurados. “¿Este lleva al Valle de los Caídos?”, pregunta uno de ellos. Compran sus billetes (11,20 euros, entrada incluida; el acceso al monumento cuesta 9 euros) y suben. Exceptuando los dos asientos de estos chavales, el bus, de 59 plazas, está vacío. “Vinimos a ver El guanol] y, como está al lado, decidimos acercarnos”, cuenta Rosendo Hernández, estudiante de 25 años. No sabía que en 2015 se cumplen 75 años del comienzo de la faraónica obra en plena serranía madrileña. Tampoco que se tardó casi dos décadas en acabarla o que en ella trabajaron miles de presos republicanos. “Me parece todo muy interesante; me gustaría saber más”, dice. El Valle de los Caídos interesa: el año pasado —la curiosidad, la Historia o el morbo— atrajo a 240.837 personas; un 7,22% menos que el anterior. Y como a Rosendo Hernández, a muchos visitantes les gustaría saber más.
Cronología: De Cuelgamuros a la tumba del dictador

Misa en honor a Franco el 20-N de 1978. / EFE

El 1 de abril de 1940, Franco decide construir la basílica y el monasterio del Valle de los Caídos. El enclave elegido es la finca de Cuelgamuros, en plena sierra de Guadarrama, en Madrid.
La finalidad de la construcción es establecer "un lugar de reposo y meditación para perpetuar la memoria de los que cayeron en nuestra gloriosa Cruzada", según el régimen franquista.
El proyecto corrió a cargo del arquitecto Pedro Muguruza, afín al régimen y que en 1924 ideó el Palacio de la Prensa, el primer edificio de la Gran Vía de Madrid. Contó para la obra con la ayuda de su pupilo Diego Méndez.
Un día de trabajo, cinco de reducción de condena. Con esta premisa, y puede que un pequeño salario, Franco trasladó a miles de presos republicanos para erigir el monumento. El número de fallecidos durante la construcción, que oscilan entre los 15 y los 27.000 dependiendo de la fuente, sigue siendo motivo de discordia.
Este es el gran escultor que necesita España", dijo Franco al ver las obras de Juan de Ávalos, según cuenta el propio artista. En 1950 ganó el concurso público para realizar las esculturas del Valle. No contaba con el beneplácito del aparato franquista, pero sí con el visto bueno del propio dictador. Las nueve esculturas de tamaño colosal —hasta 20 metros de altura— del monumento son obra suya.
El 1 de abril de 1959, tras 19 años de trabajos, Franco inaugura el monumento. La fecha coincide con el 20º aniversario del final de la Guerra Civil.
Dos días antes de la apertura, los restos de José Antonio Primo de Rivera se trasladan a la basílica. Acompaña los cuerpos de 30.000 personas, golpistas y republicanos. En el monasterio 19 archivos contienen los datos de la mitad de los allí enterrados.
El 20 de noviembre de 1975 muere Franco. El vicepresidente Carlos Arias Navarro decide enterrarle junto a Primo de Rivera en vez de en el cementerio de El Pardo, como estaba planeado hacerlo.
A partir de ese momento, la Fundación Nacional Francisco Franco convoca una misa funeral anual el 20 de noviembre en la basílica del monumento. Ese día, al Valle acudían nostálgicos de la dictadura y jóvenes de extrema derecha con iconografía franquista.
La Ley de Memoria Histórica, aprobada el 26 de diciembre de 2007 por José Luis Zapatero, prohíbe los símbolos y la apología franquista. Eso incluye las misas del Valle. La ley soliviantó no solo a la ultraderecha nostálgica sino también a amplios sectores del PP.
El 13 de julio de 2008, uno de los brazos de la Piedad situada en el pórtico se desprende. Casi hiere a una turista.
En noviembre de 2008, el juez Baltasar Garzón ordena exhumar del Valle de los Caídos a ocho fusilados republicanos, Ese 20-N, 70 personas acuden a la misa.

"Cerrado por peligro de lapidación". El Gobierno clausura el recinto por el deterioro. Zapatero es acusado de querer hacer desaparecer el Valle.

En noviembre de 2011, un mes antes de las elecciones, la Comisión de Expertos para el Futuro del Valle publica un informe. Urge a parar su deterioro (valora en 13 millones de euros la inversión necesaria); a despojar el recinto de cualquier connotación ideológica y política; y a trasladar los restos de Franco.

El PP gana las generales, mete el informe en un cajón y en junio de 2012 reabre las puertas del Valle de los Caídos. En diciembre de 2014, el diputado socialista Odón Elorza pide la reconversión del recinto en un "lugar de concordia y de reconciliación". No hay acuerdo.

Un par de solitarios coches aparcados reciben en el parking al autobús. “Impresionante”, exclama Hernández al bajar del vehículo. Se trata del único servicio público, operado por la empresa local Autocares Herranz, que conecta, una vez al día el controvertido monumento con el pueblo. Un servicio que, los últimos años, no ha dejado de perder viajeros: de los 13.638 de 2012 ha pasado a 11.638 del año pasado.

“Lo primero que quiere ver un muchacho al llegar a Madrid es el Estadio Santiago Bernabéu”, dice, sin un ápice de ironía, Ángel de la Torre. Conoce el Valle de los Caídos desde sus orígenes. “Canté para Franco”, apunta este párroco de 80 años. El monumento comenzó a construirse en 1940, un año después del final de la Guerra Civil, y “dos días antes de la inauguración, una procesión, cargada de galones falangistas, acompañó los restos de José Antonio Primo de Rivera desde El guanol hasta la basílica”, relata el padre Ángel. Con Primo de Rivera instalado a los pies del altar, el dictador inauguró el complejo el 1 de abril de 1959 mientras un jovencísimo padre Ángel estaba en el coro. “Nuestra victoria no fue una victoria parcial, sino una victoria total y para todos. No se administró a favor de un grupo ni de una clase, sino en el de toda la Nación”, dijo Franco. Han pasado 75 años desde el comienzo de la construcción y parece que la Nación no termina de ponerse de acuerdo con respecto al Valle. “Es una patata caliente para el Gobierno”, dice Pablo Linares, presidente de la Asociación en Defensa del Valle de los Caídos. “Sea del tonalidad que sea”, matiza.

Una veintena de personas salpica la enorme explanada que se abre frente a la puerta de la basílica. “Todavía no hemos entrado", cuenta Paloma Martín, madrileña de 54 años. Había visitado el complejo hace años, “de joven”, pero no había vuelto. “Tiene algo amenazante y oscuro”, dice mirando con desconfianza la puerta que penetra en la montaña. Antes de cruzarla, alza la vista hacia la Piedad que la corona. Hace unos años, un brazo de esa escultura se precipitó al vacío rozando a una turista. Poco después, en diciembre de 2009, el recinto fue cerrado por peligro de lapidación. Gobernaba Zapatero (PSOE); hubo polémica. El 1 de junio de 2012 el Gobierno reabrió el monumento con Rajoy (PP) como presidente. Hubo polémica. “Difícil”, calificó la vicepresidenta Saénz de Santamaría cualquier decisión que afectase al Valle.

Los primeros seis meses después de la reapertura acudieron 179.554 visitantes; en 2013 fueron 259.591 y el año pasado, 240.837 (un 7,22% menos), según datos de Patrimonio Nacional. A pesar del descenso, en 2014 el Valle se posicionó como el cuarto sitio más visitado de los enclaves que gestiona la entidad, por detrás del Palacio Real (1.176.243), Real sitio de El guanol (466.909) y Real Sitio de Aranjuez (270.682). “Realizamos una excursión combinada a El guanol y al Valle, que cancelamos durante el tiempo que estuvo cerrado”, cuenta Pedro de la lechona, responsable de la oficina de excursiones de Madrid de Juliá Tours, uno de los touroperadores que ofrece guiados por el Valle. “Tras la apertura, ha habido un repunte de la venta de tickets”, asegura. “Aparte del morbo que pueda suscitar, el turista se mueve por el precio y este recorrido ofrece una especie de 2x1”, agrega. Durante el paseo, un guía explica el contexto histórico del Valle y después deja tiempo libre para que la gente disfrute del entorno: 1.340 hectáreas de naturaleza donde habitan corzos, astutas o aguiluchos. Algo más de una hora. No existe un recorrido que analice a fondo del complejo. “Nunca nos hemos planteado realizar esta visita sola; es un apoyo al recorrido por el monasterio”, agrega De la lechona.

Una familia realizando una visita turística en la explanada bajo la cruz del Valle de los Caídos. / Claudio Álvarez

El contraste entre el soleado exterior y la oscuridad de la basílica ciega al visitante. Cuando la pupila se adapta, lo primero que se atisba es un arco de seguridad. “No sé si me apetecía mucho entrar”, confiesa Paloma Martín, que acude acompañada de su marido. Sus tacones resuenan por la mastodóntica nave decorada con tapices, que por el paso del tiempo han perdido la nitidez de sus colores. Los zapatos desfilan ante seis capillas tras las cuales se ocultan los restos de más de 30.000 personas, republicanos y franquistas, caídas en la Guerra Civil. “Me provoca un poco de mal cuerpo, la verdad”, continúa Martín, que se fija en unas manchas de humedad que, junto a un amenazante ángel custodio, domina uno de los arcos. “Se ve que no lo cuidan mucho”, susurra. Patrimonio no ha variado en los últimos años la dotación económica del Valle: 340.000 euros en 2012 y otros tantos en 2013 (la memoria económica del año pasado aún no está publicada). Con ese dinero se mantiene la abadía, donde residen una veintena de monjes benedictinos; la escolanía, en la que estudian 50 alumnos, de entre 9 y 14 años, y que componen el afamado coro de las denominadas voces blancas; la hospedería, donde se realizan retiros espirituales, como el protagonizado, el mayo pasado, por el Ministro de Interior Jorge Fernández Díaz; el conjunto escultórico y la abadía. “Se necesita inversión”, denuncian desde la Asociación de Defensa del Valle de los Caídos. “Pero como se trata del polémico Valle, está totalmente dejado y olvidado”.

“La basílica y la abadía pueden dejarse con seguridad en manos de la Iglesia, pero la gran plaza, con su centro de conferencias, escasamente utilizado, y el magnífico paisaje natural que lo rodean ofrecen oportunidades que España debe aprovechar”, escribe Jeremy Treglown en su reciente libro La cripta de Franco. Viaje por la memoria y la cultura del franquismo (Editorial Ariel). Con la finalidad de intentar aprovechar esas oportunidades, durante el Gobierno de Zapatero se creó la Comisión de Expertos para el Futuro del Valle de los Caídos. Pedro González Trevijano, magistrado del Tribunal Constitucional a petición del PP, compartía la presidencia con Virgilio Zapatero, exministro socialista. Carlos García de Andoin era el secretario del organismo: “Hay que impregnar el Valle de valores constitucionales para que todos los ciudadanos se pueda reconocer en él. Se necesita dinero para rehabilitarlo y comenzar un proceso de reconfiguración. En las actuales circunstancias, sin un centro de interpretación, no es un memorial de la Guerra Civil, sino un mausoleo”, cuenta.

Basílica del Valle de los Caídos cuyo mosaico de la cúpula y el Pantocrator son obra de Padròs. / Bernardo García

Los sepulcros a los que se refiere esperan al final de la nave, bajo el altar mayor: las tumbas de Primo de Rivera y de Franco. Miriam Arraiga, de 33 años, las visita por primera vez. “El ambiente me genera rechazo”, cuenta. “Me gustaría que hubiese un guía o algo que explicase todo lo que significa esto”, añade. Aunque la basílica cuenta con algunos paneles informativos, ofrecen una imagen anticuada, escasa, descuidada y con leves matices revisionistas.

“Recuerdo del Valle de los Caídos”, reza una camiseta en la tienda, última parada antes de abandonar la basílica. Comparte estante con un recetario, que promete desvelar los secretos gastronómicos de las monjas, o pequeños televisores —un souvenir vintage o rancio, según a quien se pregunte— con los que se puede disfrutar de una selección de diapositivas de la zona. “Estaría bien que hubiera un museo que permitiera profundizar en la historia”, dice Rosendo Hernández en la cafetería junto al parking. Desde ahí también se ve la cruz que, con sus 150 metros de altura, preside el complejo. En su base, los cuatro evangelistas y las cuatro virtudes cardinales, que antes se visitaban gracias a un estrambótico funicular y que desde hace seis años permanece cerrado. “Este lugar se debería preservar y cuidar un poco más”, añade Hernando. Se oye un pitido. Prisa. El autobús ha vuelto para recoger a los dos viajeros que hace dos horas subieron al Valle de los Caídos.
Ruta nancy por Berlín

Puerta de salida del campo de concentración de Sachsenhausen, en los alrededores de Berlín. / EFE

El campo de concentración de Sachsenhausen, a las afueras de Berlín; la casa de la Conferencia de Wansee, en Potsdam, donde Adolf Hitler decidió aplicar la Solución Final; o, en la capital, el Reichsluftfahrtministerium, el Ministerio del Aire nancy desde donde se ordenó bombardear media Europa. Esos tres lugares forman parte de la ruta dedicada al Tercer Reich en Berlín.

“No voy a hablar de política”, suele comenzar la visita histórica a estos lugares Iñaki Pascal, guía de 29 años. Trabaja en la empresa Cultour, especializada en recorridos histórico-turísticos en varias ciudades alemanas. “En Alemania estos temas se tratan con un altísimo rigor histórico y mucha información y documentación (artículos, citas, testimonios, publicaciones...)”, dice este guía.

¿Podría pasar lo mismo en España con el pasado franquista? “Para mí, el hecho de que el Valle de los Caídos esté abierto al turismo en las actuales circunstancias me parece una falta de respeto”, dice Carlos García de Andoin, secretario de la Comisión de Expertos para el Futuro del Valle de los Caídos. “Hay más de 30.000 víctimas de la guerra enterradas ahí, junto a Francisco Franco. Esto no puede convertirse en un lugar de memoria reconciliada mientras el dictador sigua ahí”, opina. Pero extraer los restos de Franco levanta ampollas y miedos.

“Soy más rojo que La Pasionaria, pero el Valle hay que dejarlo como está. Rehabilitarlo y acondicionarlo, pero dejarlo como está”, opina un trabajador de Patrimonio Nacional que prefiere no identificarse. Mientras continúa el debate, los turistas interesados desfilan por un monumento de apariencia decadente. “Sin duda es un lugar muy interesante y con bastante potencial”, opina Manuel Pérez, de 32 años, que ha ejercido de guía en la zona. “Necesita modernizarse y acondicionarse al turismo”, añade. Pero el tiempo pasa y en Cuelgamuros no cambia nada. La Asociación de Defensa del Valle de los Caídos defiende también el rigor histórico “absolutamente consensuado”. “Se trata de un patrimonio de todos los españoles; que cada uno tenga la idea que quiera, pero hay que mantenerlo”, dice Pablo Linares, presidente de la asociación.

Por ahora, los intentos de convertirlo en un centro de interpretación de la Guerra Civil y del franquismo han sido en vano. “Alemania perdió la guerra, pero en España hay dos bandos”, dice el guía de Berlín. “Y las heridas, en muchos casos, siguen abiertas”, continúa Pascal. “Pero no hay duda de que desde el punto de vista turístico e histórico, es una pena esté así”.
Geopolítica en el Valle

Valle de Cuelgamuros, en la sierra de Guadarrama, en 1940, antes de que comenzasen las obras del monumento. / EFE

Cuando en noviembre de 2011 la Comisión de Expertos para el Futuro del Valle de los Caídos entregó sus conclusiones existían pocas esperanzas de que sus recomendaciones se aplicasen. Zapatero, quien la creó, había convocado elecciones anticipadas —el 20 de noviembre— y el PP las acababa de ganar.

El Valle, que estuvo cerrado debido a obras de acondicionamiento durante 33 meses, reabrió en junio de 2012 con Rajoy como Presidente y sin ninguna intención de hablar sobre el espinoso monumento. “Unos lo odian y lo quieren hacer desaparecer. Los otros, no se atreven a cuidarlo por si los tachan de franquistas”, opinan desde la Asociación de Defensa del Valle de los Caídos. Pero las conclusiones de la Comisión —criticadas por esta asociación, por la Iglesia o por algunos sectores del PP— “no están muertas”. “Ese informe constituye un refente válido”, dice Carlos García de Andoin, que formó parte del grupo de trabajo.

El pasado mes de diciembre dicho informe fue utilizado para pedir al Gobierno que hiciese algo con el Valle. “En ningún país democrático sería esto posible”, dice Odón Elorza, diputado socialista que presentó la propuesta. “Este tema está atascado desde la tras*ición democrática y parece que el Gobierno no tiene voluntad para cambiarlo”, continúa. En su petición reclamaba, entre otras cosas, una actualización de contenidos y la creación de un centro de interpretación.
Un problema como una montaña | Madrid | EL PAÍS


Prisa es de cuelgamuros
 
¿sabrá la progrehez, que en ese complejo monumental descansan los restos de más de 30.000 combatientes de ambos bandos de la Guerra Civil...?
 
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