M. Priede
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Estaba ahora en el hilo sobre las disquisiciones de si García Márquez era o no buen escritor y el forero Cebollo me ha recordado algo:
"Es que un personaje se intenta dar de baja, se dispara en el pecho, la bala le atraviesa y milagrosamente sobrevive".
Me has recordado algo. He buscado y lo reseñé hace siete años. Y tengo pendiente el libro.
Y además viene a propósito, porque no es necesario tener muchos conocimientos ni un manejo especial de la lengua para resultar enormemente ameno, para contar bien, y además dejando testimonio de una época.
Abro hilo nuevo.
1/3/2010
Llevo un rato riéndome. Resulta que en el año 78 un anciano de más de noventa años decide escribir su autobiografía. Hay que reconocer que tiene una memoria a lo Bernal Díaz del Castillo, sin embargo como su formación académica resulta escasa (afortunadamente), la gracia que tiene para contar la tragedia de la revolución cubana es única. Y digo 'gracia' porque aquí todo lo que aparece, además de bien contado, es de alguien que lo vivió en sus carnes, y por tanto la 'gracia' es sincera donde las haya.
Ha hecho muy bien la editorial Pentalfa, muy vinculada al grupo de Gustavo Bueno, en prestarse a esta edición. Tengo que hacerme con un ejemplar como sea. Ya me gustaría a mí escribir así para dejar en otros las magníficas impresiones que nos regala el viejito. Es difícil conseguir que el don de contar se mantenga cuando se escribe; pues bien, el viejo lo consigue, ya lo creo. Logra escribir como habla. Imaginaos al típico viejito dicharachero que relata muy bien y se centra en los detalles, en no dejar atrás ninguna anécdota significativa olvidándose por completo de juicios políticos o históricos.
Reseño algunos párrafos. Algún comentario mío lo pongo en azul. Las negritas del texto también son mías:
Un capítulo de las memorias de Remigio Fernández Gómez
II. De Zayas a Castro
«Condenar a los gobernantes de Cuba desde que se independizó de
España no tiene fin. Cuba siempre ha sido gobernada por la fuerza.»
Algunos párrafos inolvidables
Llegué a Cuba en el mes de diciembre de 1923. Procedía de Veracruz, México. Abandoné Veracruz sin saber por qué o para qué. Pero lo hice y ya está hecho. Después de estar en Cuba, viajé hacia Oriente, y en Oriente, en Sabanilla del Este. Allí trabajé en distintos trabajos con distintos patronos, siempre en trabajos manuales.
Unos meses después ya empecé a interesarme por las cosas de Cuba, su vida social, costumbre de la gente pobre. Leía la prensa cuando la conseguía sin tener que comprarla. Lo que más me gustaba –del periódico– era que hablaba mucho de política y hablar de política. Eso que cuento sucedió hace 72 años, y hasta hoy me ha durado la costumbre y el vicio de ambas cosas.
[...]
Subió a las alturas otro personaje de muchas aspiraciones. Este señor quiso demostrar que él daba su vida por Grau San Martín y por tanto se disparó un tiro en su vientre. Eso sí, tuvo la habilidad de que la bala pasara a sedal por debajo de la piel pero sin entrar en los intestinos. Se suponía que esa operación le había costado muchos pesos. Este señor se llamaba Eduardo (Eddy) Chibás.
Este señor heredó de sus padres mucho dinero. Decían, se pensaba, que tenía algún trastorno mental. Cuando se hizo el disparo, él dijo que lo hacía por Grau, que aún no había salido en letra de molde [titular de prensa], pues tanto lo quería que deseaba hacerle publicidad. Esto sucedió cuando él y Grau empezaron a hacer política y empezaron por arriba, queriendo la presidencia.
Pasaron algunos años, en ese tiempo siguió con Grau hasta después de las elecciones del ’44. Enseguida que Grau tomó el poder, empezaron las campañas para ir preparando el candidato que sería en el ’48, que habría elecciones. En ese año, todos los domingos a las seis de la tarde había una hora de radio que la escuchaban cubanos y extranjeros. Era Chibás que hablaba siempre en su hora. Nadie tenía chance. Él siempre ignoraba la hora que tenía y cuando se cumplía la hora, la emisora después de que el cliente se había pasado hasta dos minutos, cortésmente le pedía perdón y le cortaba. Nunca Chibás se despedía de sus oyentes dando las gracias por haberle escuchado. Después de algún tiempo la emisora cerraba sin cortesía.
Pasa el tiempo. La campaña para las elecciones del ’48 continúa más fuerte, más bla ...bla...blá. Según las opiniones de muchos, piensan que otro aspirante, Carlos Prío Socarrás, otro político cubano y del mismo partido, será el que se lleve el gato al agua, que al fin se lo llevó. Pero Chibás se enfadó bárbaramente y decía que el candidato tenía que ser él. Se creía con derecho, se supone que por lo del balazo en defensa de Grau. Iba los domingos a la radio y parecía al oírlo que tenía rabia perruna. Al verse abandonado, él sigue y dispone repetir lo del tiro en su vientre. Se rumoreaba que estaba arruinado, pagaba por alguna propaganda sarama, lo que le pedían los que estaban más cerca de él. Decían que se había gastado un capital. Por fin se dispone a lanzarse otro tiro, pero éste no pasó a sedal. Se metió por los intestinos, los perforó a muchos y el médico dijo:
—Muerto por necesidad.
Y esto es el fin de un hombre que pudiera estar enfermo. Fin de Chibás.
—Eddy, ya estarás descansado
[...]
Volviendo atrás a otro orangután. Batista en su casa de la Florida a donde llegó huyendo de Cuba como el perro que tumbó la olla.
[jaaaaajajajaja]
Grau siguió con sus gángsteres. No le hacían caso. En su vida privada era soltero. Era médico. Siempre vivió en casa de su hermano que estaba casado. El hermano se murió y su esposa quedó viuda, pero Ramón Grau, cual era su nombre completo, continuó viviendo en la misma casa que ahora es de la viuda. Pero mientras Grau fue Presidente, su cuñada vivió en Palacio con sus hijos. Era la Primera Dama de Cuba. Las lenguas viperinas hablan, hablan. El señor doctor que era Grau fue el que más ilusiones despertó en el pueblo cubano en todas las clases. Esto le produce al pueblo un desengaño absoluto en la política. En Cuba hablar de política, que era muy poco lo que se hablaba, era en tono de relajo, no había respeto para nadie. Grau seguía con amigos todos los gángsteres, en su papel. Todos esperando las próximas elecciones del ´48
[...]
A mí me tocó, tuve la suerte, de tener mi finca y mis negocios en el territorio donde Fidel desarrolló su revolución. A Fidel nunca lo vi, a su segundo y hermano sí lo conocí muy bien. Ocuparon mis casas en la finca hasta que tomaron el gobierno en La Habana. Quisiera saber y poder explicar al que me lea, pero no sé escribirlo, están viendo. La revolución de Fidel encontró un pueblo asqueado y aburrido de Batista. Había que vivirlo para saber hasta donde llegaba su asquerosa vida y costumbre de gobernar con sus soldados ladrones. Ya terminó Batista.
[...]
Y es sincero. Tiene la valentía de la sinceridad, porque reconoce que tuvo miedo y que no fue lo que se dice un héroe
Yo tuve que tratar a los fidelistas con mucho cuidado. Yo vivía en Santiago, iba a menudo a la finca. Pero cuando ellos ya dominaban la zona de la finca, iba todas las semanas a la finca que estaba en el término municipal de Sagua de Tánamo. Yo iba, conversaba con ellos y les decía que a los que no fueran fidelistas y no ayudaran a la revolución, era mejor matarlos antes que aconsejarlos. Eso ya ellos lo hacían. Ellos me preguntaban por qué yo no tenía Jeeps. Eso lo preguntaban para indicar que debería de tenerlos. Ellos pedían prestados los Jeeps, si no se les prestaba posiblemente la próxima fuera el paredón de fusilamiento. A distancia de un kilómetro tenían de mi casa un paredón. Eso era un árbol muy grande, muy rellenito. En el paredón, al preso lo amarraban al árbol, le disparaban desde lejos con intención de que el que tenía que disparar fuera practicando y afinando la puntería. Siempre tiraban con arma corta.
Una joya literaria, un testimonio incomparable. Tengo que hacerme con el libro. Qué hombre más interesante. Más realismo imposible.
Remigio Fernández Martín, Tribulaciones de un emigrante pasiego, El Catoblepas 96:17, 2010
Una de las historias inverosímiles de Cien años de soledad es que un personaje se intenta dar de baja, se dispara en el pecho, la bala le atraviesa y milagrosamente sobrevive.
Creo que para esa historia se inspiró en el cantaautor italiano Gino Paoli, muy famoso en la época en que escribió el libro (es el de Sapore di sale). Se pegó un tiro, sobrevivió y por ahí sigue ahora con más de 80 años. La leyenda asegura que tiene el casquillo dentro.
"Es que un personaje se intenta dar de baja, se dispara en el pecho, la bala le atraviesa y milagrosamente sobrevive".
Me has recordado algo. He buscado y lo reseñé hace siete años. Y tengo pendiente el libro.
Y además viene a propósito, porque no es necesario tener muchos conocimientos ni un manejo especial de la lengua para resultar enormemente ameno, para contar bien, y además dejando testimonio de una época.
Abro hilo nuevo.
1/3/2010
Llevo un rato riéndome. Resulta que en el año 78 un anciano de más de noventa años decide escribir su autobiografía. Hay que reconocer que tiene una memoria a lo Bernal Díaz del Castillo, sin embargo como su formación académica resulta escasa (afortunadamente), la gracia que tiene para contar la tragedia de la revolución cubana es única. Y digo 'gracia' porque aquí todo lo que aparece, además de bien contado, es de alguien que lo vivió en sus carnes, y por tanto la 'gracia' es sincera donde las haya.
Ha hecho muy bien la editorial Pentalfa, muy vinculada al grupo de Gustavo Bueno, en prestarse a esta edición. Tengo que hacerme con un ejemplar como sea. Ya me gustaría a mí escribir así para dejar en otros las magníficas impresiones que nos regala el viejito. Es difícil conseguir que el don de contar se mantenga cuando se escribe; pues bien, el viejo lo consigue, ya lo creo. Logra escribir como habla. Imaginaos al típico viejito dicharachero que relata muy bien y se centra en los detalles, en no dejar atrás ninguna anécdota significativa olvidándose por completo de juicios políticos o históricos.
Reseño algunos párrafos. Algún comentario mío lo pongo en azul. Las negritas del texto también son mías:
Tribulaciones de un emigrante pasiego
Remigio Fernández Martín
Remigio Fernández Martín
Un capítulo de las memorias de Remigio Fernández Gómez
II. De Zayas a Castro
«Condenar a los gobernantes de Cuba desde que se independizó de
España no tiene fin. Cuba siempre ha sido gobernada por la fuerza.»
Algunos párrafos inolvidables
Llegué a Cuba en el mes de diciembre de 1923. Procedía de Veracruz, México. Abandoné Veracruz sin saber por qué o para qué. Pero lo hice y ya está hecho. Después de estar en Cuba, viajé hacia Oriente, y en Oriente, en Sabanilla del Este. Allí trabajé en distintos trabajos con distintos patronos, siempre en trabajos manuales.
Unos meses después ya empecé a interesarme por las cosas de Cuba, su vida social, costumbre de la gente pobre. Leía la prensa cuando la conseguía sin tener que comprarla. Lo que más me gustaba –del periódico– era que hablaba mucho de política y hablar de política. Eso que cuento sucedió hace 72 años, y hasta hoy me ha durado la costumbre y el vicio de ambas cosas.
[...]
Subió a las alturas otro personaje de muchas aspiraciones. Este señor quiso demostrar que él daba su vida por Grau San Martín y por tanto se disparó un tiro en su vientre. Eso sí, tuvo la habilidad de que la bala pasara a sedal por debajo de la piel pero sin entrar en los intestinos. Se suponía que esa operación le había costado muchos pesos. Este señor se llamaba Eduardo (Eddy) Chibás.
Este señor heredó de sus padres mucho dinero. Decían, se pensaba, que tenía algún trastorno mental. Cuando se hizo el disparo, él dijo que lo hacía por Grau, que aún no había salido en letra de molde [titular de prensa], pues tanto lo quería que deseaba hacerle publicidad. Esto sucedió cuando él y Grau empezaron a hacer política y empezaron por arriba, queriendo la presidencia.
Pasaron algunos años, en ese tiempo siguió con Grau hasta después de las elecciones del ’44. Enseguida que Grau tomó el poder, empezaron las campañas para ir preparando el candidato que sería en el ’48, que habría elecciones. En ese año, todos los domingos a las seis de la tarde había una hora de radio que la escuchaban cubanos y extranjeros. Era Chibás que hablaba siempre en su hora. Nadie tenía chance. Él siempre ignoraba la hora que tenía y cuando se cumplía la hora, la emisora después de que el cliente se había pasado hasta dos minutos, cortésmente le pedía perdón y le cortaba. Nunca Chibás se despedía de sus oyentes dando las gracias por haberle escuchado. Después de algún tiempo la emisora cerraba sin cortesía.
Pasa el tiempo. La campaña para las elecciones del ’48 continúa más fuerte, más bla ...bla...blá. Según las opiniones de muchos, piensan que otro aspirante, Carlos Prío Socarrás, otro político cubano y del mismo partido, será el que se lleve el gato al agua, que al fin se lo llevó. Pero Chibás se enfadó bárbaramente y decía que el candidato tenía que ser él. Se creía con derecho, se supone que por lo del balazo en defensa de Grau. Iba los domingos a la radio y parecía al oírlo que tenía rabia perruna. Al verse abandonado, él sigue y dispone repetir lo del tiro en su vientre. Se rumoreaba que estaba arruinado, pagaba por alguna propaganda sarama, lo que le pedían los que estaban más cerca de él. Decían que se había gastado un capital. Por fin se dispone a lanzarse otro tiro, pero éste no pasó a sedal. Se metió por los intestinos, los perforó a muchos y el médico dijo:
—Muerto por necesidad.
Y esto es el fin de un hombre que pudiera estar enfermo. Fin de Chibás.
—Eddy, ya estarás descansado
[...]
Volviendo atrás a otro orangután. Batista en su casa de la Florida a donde llegó huyendo de Cuba como el perro que tumbó la olla.
[jaaaaajajajaja]
Grau siguió con sus gángsteres. No le hacían caso. En su vida privada era soltero. Era médico. Siempre vivió en casa de su hermano que estaba casado. El hermano se murió y su esposa quedó viuda, pero Ramón Grau, cual era su nombre completo, continuó viviendo en la misma casa que ahora es de la viuda. Pero mientras Grau fue Presidente, su cuñada vivió en Palacio con sus hijos. Era la Primera Dama de Cuba. Las lenguas viperinas hablan, hablan. El señor doctor que era Grau fue el que más ilusiones despertó en el pueblo cubano en todas las clases. Esto le produce al pueblo un desengaño absoluto en la política. En Cuba hablar de política, que era muy poco lo que se hablaba, era en tono de relajo, no había respeto para nadie. Grau seguía con amigos todos los gángsteres, en su papel. Todos esperando las próximas elecciones del ´48
[...]
A mí me tocó, tuve la suerte, de tener mi finca y mis negocios en el territorio donde Fidel desarrolló su revolución. A Fidel nunca lo vi, a su segundo y hermano sí lo conocí muy bien. Ocuparon mis casas en la finca hasta que tomaron el gobierno en La Habana. Quisiera saber y poder explicar al que me lea, pero no sé escribirlo, están viendo. La revolución de Fidel encontró un pueblo asqueado y aburrido de Batista. Había que vivirlo para saber hasta donde llegaba su asquerosa vida y costumbre de gobernar con sus soldados ladrones. Ya terminó Batista.
[...]
Y es sincero. Tiene la valentía de la sinceridad, porque reconoce que tuvo miedo y que no fue lo que se dice un héroe
Yo tuve que tratar a los fidelistas con mucho cuidado. Yo vivía en Santiago, iba a menudo a la finca. Pero cuando ellos ya dominaban la zona de la finca, iba todas las semanas a la finca que estaba en el término municipal de Sagua de Tánamo. Yo iba, conversaba con ellos y les decía que a los que no fueran fidelistas y no ayudaran a la revolución, era mejor matarlos antes que aconsejarlos. Eso ya ellos lo hacían. Ellos me preguntaban por qué yo no tenía Jeeps. Eso lo preguntaban para indicar que debería de tenerlos. Ellos pedían prestados los Jeeps, si no se les prestaba posiblemente la próxima fuera el paredón de fusilamiento. A distancia de un kilómetro tenían de mi casa un paredón. Eso era un árbol muy grande, muy rellenito. En el paredón, al preso lo amarraban al árbol, le disparaban desde lejos con intención de que el que tenía que disparar fuera practicando y afinando la puntería. Siempre tiraban con arma corta.
Una joya literaria, un testimonio incomparable. Tengo que hacerme con el libro. Qué hombre más interesante. Más realismo imposible.
Remigio Fernández Martín, Tribulaciones de un emigrante pasiego, El Catoblepas 96:17, 2010
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