Un juego muy poco democrático, antiguo y en blanco y neցro. un juego "fascista"

Clavisto

Será en Octubre
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10 Sep 2013
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Lo descubrí con 9 o 10 años. Mi querida tía (y madrina) me regaló uno por mi cumpleaños. Un tablero de madera, tipo Staunton, con los trebejos y piezas en tonos pardoes. Una auténtica preciosidad.

Aquel verano tardío pasamos las vacaciones en Gandía, yaya (¡ay!) incluida. La "yaya" era nuestra abuela materna, jamás le gustó que la llamaramos abuela, "llamadme yaya, no abuela", bueno, ¡qué le vamos a hacer!, supongo que fué el año que murió su marido, mi querido abuelo (éste sí) Marcos, y le convendría salir por ahí, yo que sé, desde entonces no ha parado de andar de acá para allá, después se hizo fanática religiosa, de "Comunión y Liberación" creo, ella...en fin, la vida es así, creo que fue la única ocasión que se vino con nosotros, pero me estoy yendo por las ramas.

Mi padre alquiló un bonito apartamento cuya terraza daba a un cine de verano. Recuerdo que por las noches podíamos ver la película mientras cenábamos, allí fue cuando ví por primera vez "Apocalipsis now", con su impresionante secuencia del ataque con helicópteros, nos quedábamos de piedra; después mi hermano Marcos y yo nos líabamos a jugar al ajedrez, partidas que, indefectiblemente, acababan a abrazos.

No duró mucho; para que a un chiquillo le dé por el ajedrez sólo hay tres opciones: o tienes un talento extraordinario, o tienes problemas físicos o no tienes amigos, y nosotros no entrábamos en ninguna de las tres categorías. A la vuelta de las vacaciones el hermoso regalo de mi tía quedó abandonado en un rincón, como tantos otros.

Pasaron los años y una tarde leyendo el periódico ví un diagrama con una posición del Campeonato del Mundo que se estaba disputando entre Kasparov y Anand en Nueva York. Me llamó la atención. A la mañana siguiente fuí a la biblioteca, pillé un libro que te explicaba lo básico y el sistema para leer las partidas, me fuí a casa, encontré el abandonado tablero de mi niñez y me puse a desarrollar partidas de maestros. Me gustó. No entendía nada, claro, pero había algo tan hermoso en el movimiento de las piezas que me hipnotizó, me dió fuerte, empezé a echarle mis horas libres y aprendí a jugar como hay que aprender: viendo partidas entre maestros y estudiándolas con calma. Todavía no tenía ningún jugador favorito, claro está que los primeros que sigues son a los que están en la cresta de la ola en ese momento, Kaspárov y Kárpov por entonces, pero no tenía ninguna fijación especial, cosa rara en mí.

Hasta que ví el libro de Fischer.

Era pequeño, de bolsillo, con tapas amarillas, "Fischer. 222 partidas", jamás había oído hablar de él, venía una pequeña reseña biográfica, a continuación su "inmortal" y después la 221 restantes.

Hice la "inmortal". Me quedé con la boca abierta. Esa sensación de maravilla, de sorpresa, de estar ante algo verdaderamente grande, la he tenido muy pocas veces en mi vida, muy pocas. Leí los pocos datos de su vida. Me gustó aún más. Volví a ver la partida. Una vez, y otra, y otra, y otra...increíble. Cuando supe que había jugado de esa forma con sólo 13 años y ante uno de los más fuertes maestros estadounidenses terminé por rendirme. Ya tenía mi ídolo. Ya tenía mi monomanía. Ví todas las partidas del libro, compré material por mi cuenta y perfeccioné mi juego, aprendí de él, lo suficiente para ser un buen jugador aficionado, durante unos años jugué y leí mucho, hace tiempo que la fiebre pasó, pero aún puedo darle algún susto a cualquiera que me tome por un "potzer". Ahora juego muy poco y cuando lo hago es por internet, pero no es lo mismo, te aburres, lo suyo es tener al rival delante, observarle, sus gestos, sus "tics", sus nervios, su cara cuando le ganas...desde fuera puede parecer que no haces nada, que estás tocándote los huevones, pero si juegas en serio contra alguien de tu nivel, para ganarle, puedo deciros que acabas cansado, con la cabeza como un bombo. Para que el ajedrez resulte divertido tienes que medirte con alguien que te pueda ganar, sino es un aburrimiento. Como en la vida.


La mejor definición sobre lo que es el ajedrez se la leí al genial Bobby, ese descendiente de los extraterrestres: "El ajedrez es una forma de masturbación mental."


Y en ocasiones es mejor una buena trabajo manual que un mal polvo.


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