inmi_soy
Madmaxista
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El Tsahal, (Tzavá Haganá LeIsrael o Fuerzas de Defensa de Israel), es el nombre conjunto del ejército, la aviación, la marina y el cuerpo de fronteras israelíes.
Ese Tsahal sionista es heredero directo de las unidades militares y grupos terroristas de la Haganá judía que actuaron en Palestina en los años previos, posteriores a la Segunda Guerra Mundial, que protagonizaron asesinatos en masa y forzaron la evacuación y la huida de centenares de miles de palestinos, que, poco después, se hacinaron en campos de refugiados.
Sesenta años después, los campos siguen existiendo, para vergüenza del género humano: son los mayores y más hacinados del planeta.
Además del conocido Mossad (el servicio de espionaje israelí, que realiza asesinatos y atentados terroristas en cualquier país del mundo a través de la Metzada, la división de operaciones especiales), en los territorios palestinos ocupados de Gaza y Cisjordania actúa el Shabak (una agencia de contraespionaje, llamada antes Shin Bet), que infiltra las organizaciones palestinas, chantajea, corrompe, detiene y asesina a sus dirigente y activistas.
Esos son los militares israelíes, que componen lo que Robert Fisk llama, con toda precisión, “un ejército de canallas”, en cuyas filas se encuentran numerosos criminales de guerra.
No es un exceso que me permito: el informe Goldstone, aprobado por la ONU, dejó claramente establecido que el Tsahal (y, por extensión, el gobierno israelí) había cometido crímenes de guerra durante el ataque a Gaza de 2009.
Es cierto que también acusó a Hamás, pero la desproporción fue evidente: Israel protagonizó una matanza indiscriminada de más de mil cuatrocientos palestinos (la gran mayoría, civiles, y, entre ellos, más de trescientos niños); Hamás mató a trece israelíes.
Ese Tsahal sionista es heredero directo de las unidades militares y grupos terroristas de la Haganá judía que actuaron en Palestina en los años previos, posteriores a la Segunda Guerra Mundial, que protagonizaron asesinatos en masa y forzaron la evacuación y la huida de centenares de miles de palestinos, que, poco después, se hacinaron en campos de refugiados.
Sesenta años después, los campos siguen existiendo, para vergüenza del género humano: son los mayores y más hacinados del planeta.
Además del conocido Mossad (el servicio de espionaje israelí, que realiza asesinatos y atentados terroristas en cualquier país del mundo a través de la Metzada, la división de operaciones especiales), en los territorios palestinos ocupados de Gaza y Cisjordania actúa el Shabak (una agencia de contraespionaje, llamada antes Shin Bet), que infiltra las organizaciones palestinas, chantajea, corrompe, detiene y asesina a sus dirigente y activistas.
Esos son los militares israelíes, que componen lo que Robert Fisk llama, con toda precisión, “un ejército de canallas”, en cuyas filas se encuentran numerosos criminales de guerra.
No es un exceso que me permito: el informe Goldstone, aprobado por la ONU, dejó claramente establecido que el Tsahal (y, por extensión, el gobierno israelí) había cometido crímenes de guerra durante el ataque a Gaza de 2009.
Es cierto que también acusó a Hamás, pero la desproporción fue evidente: Israel protagonizó una matanza indiscriminada de más de mil cuatrocientos palestinos (la gran mayoría, civiles, y, entre ellos, más de trescientos niños); Hamás mató a trece israelíes.