Un ejemplo de que solo ayudan a pagapensiones: Moción 'mena': la historia de Anna y Mehdi, de menores no acompañados a salir adelante juntos

NuncaHeFollao

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Se conocieron poco antes del estado de alarma, recién cumplida la mayoría de edad. Ahora ella estudia para ser azafata y trabaja en un supermercado mientras él hace lo mismo en varias fruterías
Anna y Mehdi, cenando tortilla española en su habitación.

Anna y Mehdi, cenando tortilla española en su habitación. ÁNGEL NAVARRETE
Hoy hay una tortilla de patatas y, hace ocho meses, cuando faltaba poco para que comenzaran estado de alarma y confinamiento, hubo un puerta con puerta que propició el encuentro entre Mehdi (jovenlandés, 18) y Anna (ucraniana, 19). Ambos vivían en pisos propocionados por una fundación madrileña que facilita que el pavoroso salto de ser menor migrante no acompañado, -tutelado por la administración española- a ser mayor de edad «con una mano delante y otra detrás» no se convierta en tragedia.
A un lado un piso de chicas, al otro uno de chicos y una historia de amor que coge vuelo en mitad de una esa época en el 2020 de la que yo le hablo. Anna y Mehdi lo ignoraban hasta que este periódico les cuenta que el
Senado
acaba de aprobar una moción que habla de ellos. La semana pasada, la portavoz socialista de Migraciones,
Donelia Roldán
, que durante 25 años ejerció de abogada de extranjería, celebraba
la aprobación de una moción para retirar el término mena
-«frío y que no recoge la realidad que hay detrás»- de la legislación española y sustituirlo por «niños y niñas y adolescentes no acompañados». Una petición que hace tiempo también hicieron Unicef y el Defensor del Pueblo, tras lo vivido en el verano de 2019 en centros de acogida de menores como el de
Hortaleza
, en
Madrid
, donde
acusaciones de criminalidad
se mezclaban con las quejas de los trabajadores del centro, siempre repleto. Según datos de la portavocía socialista en el Senado «hay aproximadamente 12.500 menores en situación de acogida» en nuestro país. Tras la historia de amor juvenil, casi veinteañera, de Mehdi y Anna hay varios centros de acogida y circunstancias que normalmente no se tienen en edades tempranas. Vivencias a la espalda de una mujer que hoy estudia para ser azafata en la
Escuela de Aeronáutica
de Sáenz de Baranda gracias a una beca que le otorgó durante el confinamiento la
Fundación Soñar Despierto
. Eso, por las mañanas. Por la tarde es cajera en un supermercado del centro de Madrid, desde las 16 hasta las 22. Su novio es también colega profesional, pues Mehdi podría definirse como frutero itinerante en unas fruterías de dueños compatriotas en una localidad del sur de Madrid. Empieza sobre las 08.30 de la mañana en una, luego repone en otra, acude si le llaman también desde una tercera más allá.
Comparten una habitación cerca de donde él trabaja
, en un piso en el que viven varias personas más. Cuando cae la noche y Anna empieza su regreso a casa -que le hace llegar al ras del toque de queda-
Mehdi prepara la tortilla de patatas o el tajine o los macarrones con tomate
o lo que toque ese día. Fruta en esta casa no falta y tampoco mano cocinera porque desde que Mehdi llegara a España, en 2017, ha hecho varios cursos de hostelería, y otros más de camarero. Por encima de todo, le encanta cocinar. El gusto lo trae de
Tánger
, su ciudad natal. Cuando tenía 16 años decidió intentarlo
«porque allí no hay nada, y para nosotros menos»
. Se refiere a una juventud hastiada en un
jovenlandia
entre el pasado y el presente. Intentarlo, para estos niños y adolescentes no acompañados, significa tratar de llegar hasta aquí. La primera vez no tuvo suerte pero sí la segunda. Cuenta que el trayecto no fue tan duro pero que a él le tocó sentarse sobre el motor, de cuyo calor todavía guarda marcas. A su espalda, sujetándose entre ellos, «una mujer del sur muy sur con dos hijos pequeños a los que terminé abrazando para agarrarlos mejor», explica. Hay otra cosa que no olvida y es que, en cuanto pisó suelo español, una persona de la Cruz Roja le puso una manta por encima mientras le decía: «Tranquilo, ya estás en España». Entre aquello y lo de ahora hay tres años de centros de acogida, primero uno en el sur, luego un traslado a Madrid, entonces Hortaleza, después un lugar donde, según dice, se sintió mejor: el centro de acogida de Chamberí, en el centro de la capital. La historia de Anna tiene otros matices: llegó con dos años junto a su progenitora desde
Ucrania
y, a los 14, en una familia ya más amplia pero un tanto desestructurada, pasó a vivir en centros de acogida. El primero en el que vivió también fue el de Hortaleza, como su novio. «Después me derivaron a Nuevo Futuro, que tiene pisos de acogida y cuando cumplí 18 años me dieron otro piso en Orcasitas». Orcasitas, pues, fue lugar de amoroso encuentro entre dos nacionalidades y dos culturas en un tercer país de acogida. Al final, en cualquier casa de este país se cena tortilla. Tortilla española que Anna y Mehdi comparten como comparten todo. Cuando Mehdi perdió su plaza en el piso en el que vivía, a principios de este verano -hubo un Ramadán confinado y complicado en aquel hogar-, Anna decidió salir del suyo y ceder la plaza a otra persona. Juntos, consideró, era la manera de que ambos pudieran salir adelante. Había, eso sí, que trabajar, y Mehdi por suerte encontró rápido su lugar en las fruterías. A ella estudiar le anima. Se imagina un futuro en el que puede seguir creciendo y están juntos en su propia casa. A él trabajar le hace tan feliz que cuando le preguntas, ¿Mehdi, qué te imaginas en unos años, qué quisieras ver? se dedica a repetirlo: «Nada, sólo eso, trabajar. Estar tranquilo». «Ayudarnos», apunta ella, que tiene no sólo mejor manejo del castellano que él sino que su castellano es perfecto pues, al cabo, llegó a España cuando tenía dos años.
Se le dan tan bien los idiomas que habla cinco: ucraniano, ruso, inglés, francés y español.
Por eso quiere ser azafata. La noche en la que este periódico se encuentra con ellos, Anna llega más tarde de las 11 con una bolsa y, dentro, algunas chucherías. Se cambia para la foto, pues trae aún el uniforme del supermercado y no quiere salir con ropa de trabajo. Se acomodan en el nido, la tortilla acaba de salir del fuego, Mehdi hace esos cortes que aprendió hace tiempo, con estilo jovenlandés, claro, para que ambos coman del mismo plato. En verdad, en ese plato tenedores había cuatro porque pensaban invitar. De hecho, invitaron. ¿Soléis cenar juntos en la habitación? «Depende», dice Anna, «a veces en la cocina». Amor, juventud y espacios pequeños acaban siendo aprendizaje para cualquiera. Como cualquiera también ven una serie juntos, aunque estén algo cansados. Madrugar aquí es imperativo, como usar la mascarilla fuera. Desde la Fundación Soñar Despierto,
Verónica Ruiz Méndez
, coordinadora de las Becas al Estudio, sabe de la situación general de Anna, además de su situación académica. «Está con un chico que conoció cuando vivía en un piso de primera independencia», cuenta, «nosotros la hemos becado porque nos pareció súper buena niña, nos contó que quería ser azafata desde pequeña porque habla muchos idiomas, creo que son cinco, ucraniano, inglés, francés, español y ruso, si no me equivoco...». Cuando se le pregunta a Anna sobre sus clases, dice que «en la escuela muy bien, aunque hay muchas materias». La coordinadora de la fundación dice otras cosas: «Ella de momento está muy contenta y nosotros también, además no sólo estudia, por las tardes trabaja en un Carrefour», señala. Que estudie y trabaje es para este tipo de fundaciones un signo de que la persona tras la beca, la persona tras la historia, la persona a la que llamaban mena se está esforzando. La directora de Soñar Despierto,
Marta Cuesta
, detalla que «financian estudios de quienes tienen 17 y están en centros de acogida», para que cuando tengan 18 continúen estudiando. «Además de la financiación Anna tiene un mentor, un voluntario pendiente de cómo va con los exámenes o si está agobiada, como hace cualquier padre o tutor en una casa en la que hay jóvenes que estudian, aunque hayan cumplido 18 años, hasta que ella termine sus estudios y sea realmente autónoma». Han becado también a los que antiguamente se conocían como menas, no sólo a los mejores de cada centro. «La primera fue una chica de
Malawi
que llegó sola a España y hoy es azafata de Renfe.
Hay que descriminalizar a estos chicos, no sólo porque salgan adelante, también porque algunos son buenísimos estudiantes
». Hay mucho bueno, pero la
Federación de Entidades con Proyectos y Pisos Asistidos
(FEPA), que aglutina a 68 organizaciones de toda España, lanzaba la semana pasada la campaña
#UnCallejónSinSalida
, que denuncia «la situación de gran vulnerabilidad en la que quedan los menores extranjeros no acompañados una vez alcanzan la mayoría de edad». Piden cambios en los artículos 196, 197 y 198 del Reglamento de la Ley de Extranjería para que los menores extranjeros tutelados por las Administraciones Públicas alcancen la mayoría de edad con permiso de trabajo y residencia, y denuncian que las trabas burocráticas dejan a la
juventud ex tutelada
en un callejón sin salida, sin oportunidades de futuro y condenados a la precariedad. «El ministro
Escrivá
dijo que en esta legislatura habrá cambios en la ley de Extranjería. Las palabras visualizan. Retirar el término es parte de este proceso de cambio», concluye Doniela Roldán.

Moción 'mena': la historia de Anna y Mehdi, de menores no acompañados a salir adelante juntos

Y hasta ahí se puede leer este pedazo de articulo escrito por un traidor pogre, porque el resto del pedazo de información no es gratis.

Bueno pues es lo que hay, no es más que un ejemplo, dos pagapensiones que vienen a España la ucraniana por refugiada y el jovenlandés porque su país es una fruta cosa, donde se reproducen como conejos aunque no tengan donde caerse muertos, estos dos pagapensiones llegan aquí y les ayudan en todo, vivienda, ayudas, los dos consigue su trabajo, ella sin estudios en un supermercado, cosa rara porque en un mercadona por ejemplo o vas con enchufe o tienes mil carreras, el en un frutería, posiblemente en una frutería paco de cosa que le pagaran 4 euros y en neցro. Ambos han conseguido el sueño español. Los españoles de su misma edad con un paro juvenil de la fruta leche estudiando chorradas pensando que les dará un futuro profesional.

Pues muy bien, esa parejita de pagapensiones tendrá hijos, mientras que los españoletes de su misma no tendrán descendencia, así de simple. Un país que no ayuda a su propio pueblo merece la extinción.

Seguir votando votantes porque entre los dos partidos de turno nos han metido casi 10 millones de extranjeros, venga a disfrutar, anda que nos queda nada todavía.
 
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Un país que no ayuda a su propio pueblo merece la extinción.
Un país que no lucha por su pueblo,aunque eso signifique tomar decisiones que puedan parecer egoistas o incluso duras,merece la extinción.
Un país que se comporta así,merece y TENDRÁ LA EXTINCION ,es ley natural
Lo más importante es que tenemos un mundial y dos eurocopas. Yo soy español, español...
 
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