GM:KL&33
Filósofo caribeño
-Escucha, schoscho san, escucha la llegada de la primavera, mira esa mariposa, es como tú.
-Estás loco, deberías ser mujer. Yo lo que quiero es emborracharme, drojarme con algo, calmar la sed que me consume el hígado.
-Pero entonces, ¿no eres el haiku de mis sueños?
-Escucha, soy este haiku:
Una espina de pescado
en el clítoris
-Pero, no es posible, schoscho san, ¿y qué pasa conmigo? Tu perfil de muñeca, tu pliege epicántico, tu boca pequeña, tu cuerpo ninfaico, que inspiró mis más sublimes canciones, mis más enternecedores acordes y mis más sentidos versos. ¿Acaso sólo yo lo veía?
-No sé de qué hablas, con poca gracia, sal a trabajar algún día, como hace Nakata, el vecino, y luego, cuando vuelvas reventado, sin un pelo de la cabeza en pie, entonces, entonces háblame de haikus, háblame de pliegues, háblame de amor.
-¿El vecino, Nakata? ¿El alopécico Nakata? ¿Qué tiene que ver? ¿Te ha mirado?
-¿Que si me ha mirado? Nunca osaría, ¿crees que un samurai como él anda mirando a las mujeres casadas? Él sí es un caballero, no como tú.
-¿Yo? Sólo tengo ojos para ti, lo sabes.
-Y para todas las geishas de Kioto.
-No. Es sólo trabajo, dime que lo sabes.
-Lo que yo sé es que mi padre no te dejará nada, entiendes, nada, a no ser...
-¿Qué?
-A no ser que encuentres un cerezo en flor en el camino a Fukuchiyama.
-Pero aún no es época.
-Es mi condición de amor y fortuna.
-Estás loco, deberías ser mujer. Yo lo que quiero es emborracharme, drojarme con algo, calmar la sed que me consume el hígado.
-Pero entonces, ¿no eres el haiku de mis sueños?
-Escucha, soy este haiku:
Una espina de pescado
en el clítoris
-Pero, no es posible, schoscho san, ¿y qué pasa conmigo? Tu perfil de muñeca, tu pliege epicántico, tu boca pequeña, tu cuerpo ninfaico, que inspiró mis más sublimes canciones, mis más enternecedores acordes y mis más sentidos versos. ¿Acaso sólo yo lo veía?
-No sé de qué hablas, con poca gracia, sal a trabajar algún día, como hace Nakata, el vecino, y luego, cuando vuelvas reventado, sin un pelo de la cabeza en pie, entonces, entonces háblame de haikus, háblame de pliegues, háblame de amor.
-¿El vecino, Nakata? ¿El alopécico Nakata? ¿Qué tiene que ver? ¿Te ha mirado?
-¿Que si me ha mirado? Nunca osaría, ¿crees que un samurai como él anda mirando a las mujeres casadas? Él sí es un caballero, no como tú.
-¿Yo? Sólo tengo ojos para ti, lo sabes.
-Y para todas las geishas de Kioto.
-No. Es sólo trabajo, dime que lo sabes.
-Lo que yo sé es que mi padre no te dejará nada, entiendes, nada, a no ser...
-¿Qué?
-A no ser que encuentres un cerezo en flor en el camino a Fukuchiyama.
-Pero aún no es época.
-Es mi condición de amor y fortuna.