Hic Svnt Leones
Madmaxista
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Modesto refrigerio ofrecido por el cardenal Annibale de Ceccano al papa Clemente VI en 1343:
No consta que dieran a nadie por el ojo ciego ni antes ni después...
El Papa fue conducido a una habitación decorada de suelo a techo con ricos tapices. El suelo estaba cubierto con una alfombra de terciopelo. El dosel estaba realizado con el mejor terciopelo carmesí, forrado de armiño blanco y cubierto con paños de oro y seda. Cuatro caballeros y doce escuderos de la casa del Papa atendieron al mesa; cada caballero recibió del anfitrión un rico cinturón de plata y una bolsa valorada en 25 florines de oro, y cada escudero un cinturón y una bolsa de 12 florines. Cincuenta escuderos pertenecientes al séquito del cardenal Ceccano auxiliaron a los caballeros y escuderos del Papa.
El menú consistió de nueve servicios, cada uno formado por tres platos, es decir, un total de veintisiete platos. Comenzaron a aparecer, entre otras cosas, una especie de castillo que contenía un ciervo gigante, un jabalí, venados, liebres y conejos.
Al acabar el cuarto servicio, el cardenal regaló al Papa un corcel blanco, valorado en 400 florines, y dos anillos valorados en 150 cada uno, adornado el uno con un enorme zafiro, y el otro con un topacio no menos enorme; por último, una jarra valorada en 100. Cada uno de los dieciséis cardenales recibieron un anillo enriquecido con piedras preciosas y lo mismo los veinte prelados y señores laicos. Los doce jóvenes empleados de la casa pontificia recibieron un cinturón y una beca por valor de veinticinco florines de oro, los venticuatro sargentos de armas: un valor de cinturón de tres florines.
Después del quinto servicio, trajeron una fuente coronada por una torre y una columna de la que manaban cinco especies de vino. Los bordes de la fuente estaban decorados con pavos reales, faisanes, perdices, grullas y otras aves distintas. El intervalo entre el séptimo y octavo servicios fue ocupado por un torneo celebrado en la misma sala del banquete. El cual terminó con un concierto. Para el postre, trajeron dos árboles; uno parecía de plata, y de él pendían manzanas, peras, higos, melocotones y uvas de oro; el otro era verde como un laurel, y estaba decorado con frutas escarchadas de muchos colores.
Los vinos procedían de Provenza, La Rochelle, Beaune, St Pourçain y el Rin. Tras el postre, el maestro cocinero desfiló junto con sus treinta ayudantes. Cuando el Papa se retiró a sus apartamentos, sirvieron vino y especias.
No consta que dieran a nadie por el ojo ciego ni antes ni después...