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Madmaxista
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Hacia el siglo VI Britania está dividida entre los cada vez más afianzados reinos Anglo Sajones, y los Británicos derrotados que se hacen a su nueva vida en las montañas.
Según la leyenda, en Roma, el Papa GREGORIO encuentra a tres niños que han sido capturados y esclavizados.
Le parecen excepcionalmente bellos y pregunta por el pueblo al que pertenecían. Le responden que son anglos, y el pontífice comenta: «Anglos no; ángeles.» («Not Angles but angels» en inglés; el latín también admite el juego de palabras.) Entonces decide enviar a un misionero, AGUSTÍN, a que los convierta. Por otra parte, el Papa GREGORIO respalda la compra de esclavos anglosajones en la Galia, probablemente en Marsella, para que puedan ser educados como cristianos y posteriormente enviados como misioneros a su país natal.
Gregorio amenaza usar a los Anglos para exterminar a los Bretones
El resultado de la misión de Gregorio a los sajones iba a intensificar y perpetuar el aislamiento que ya sufría la Iglesia británica.
Se celebraron dos conferencias entre sus representantes y Agustín (602 o 603), pero los britanos rechazaron la propuesta del misionero romano y rechazaron tenerle por arzobispo (Beda, ii. 2). Tal vez la torpeza de Agustín puede haber contribuido al resultado, pues se dice que ofendió a los britanos al no levantarse para saludarlos, sino que se ofreció para supervisar todas las otras diferencias, si los britanos por su parte aceptaban la computación romana de la Pascua, removían las divergencias de la práctica romana en el rito bautismal y se unían con él en la predicación del evangelio a los sajones. La tercera exigencia fue probablemente el principal obstáculo, no efectuándose la unión porque los britanos estimaron al misionero como un representante de sus odiados enemigos. En este desencuentro se dice que Agustín amenazó a los obstinados celtas con la fin a manos de los ingleses si no les predicaban el camino de vida. Ocho años, o tal vez doce, después de la fin de Agustín, Ethelfrid, el rey pagano de Northumbria, masacró a un gran número de sacerdotes britanos y a los monjes de Bangor en Chester, cumpliendo de esta manera la profecía.
Lo que nadie predijo al Papa anglófilo, es que sus rubios le harían un Brexit en el siglo XVI, y acabando al mismo tiempo con los restos de la Iglesia Galesa:
Según la leyenda, en Roma, el Papa GREGORIO encuentra a tres niños que han sido capturados y esclavizados.
Le parecen excepcionalmente bellos y pregunta por el pueblo al que pertenecían. Le responden que son anglos, y el pontífice comenta: «Anglos no; ángeles.» («Not Angles but angels» en inglés; el latín también admite el juego de palabras.) Entonces decide enviar a un misionero, AGUSTÍN, a que los convierta. Por otra parte, el Papa GREGORIO respalda la compra de esclavos anglosajones en la Galia, probablemente en Marsella, para que puedan ser educados como cristianos y posteriormente enviados como misioneros a su país natal.
Gregorio amenaza usar a los Anglos para exterminar a los Bretones
El resultado de la misión de Gregorio a los sajones iba a intensificar y perpetuar el aislamiento que ya sufría la Iglesia británica.
Se celebraron dos conferencias entre sus representantes y Agustín (602 o 603), pero los britanos rechazaron la propuesta del misionero romano y rechazaron tenerle por arzobispo (Beda, ii. 2). Tal vez la torpeza de Agustín puede haber contribuido al resultado, pues se dice que ofendió a los britanos al no levantarse para saludarlos, sino que se ofreció para supervisar todas las otras diferencias, si los britanos por su parte aceptaban la computación romana de la Pascua, removían las divergencias de la práctica romana en el rito bautismal y se unían con él en la predicación del evangelio a los sajones. La tercera exigencia fue probablemente el principal obstáculo, no efectuándose la unión porque los britanos estimaron al misionero como un representante de sus odiados enemigos. En este desencuentro se dice que Agustín amenazó a los obstinados celtas con la fin a manos de los ingleses si no les predicaban el camino de vida. Ocho años, o tal vez doce, después de la fin de Agustín, Ethelfrid, el rey pagano de Northumbria, masacró a un gran número de sacerdotes britanos y a los monjes de Bangor en Chester, cumpliendo de esta manera la profecía.
Lo que nadie predijo al Papa anglófilo, es que sus rubios le harían un Brexit en el siglo XVI, y acabando al mismo tiempo con los restos de la Iglesia Galesa:
Quema de imagenes marianas
El obispo Latimer (+1555), futuro mártir protestante, escribió sobre el santuario, en junio de 1538, al primer ministro de Enrique VIII, Thomas Cromwell (+1540). Lo llamaba “instrumento diabólico para llevar a muchos, me temo, al fuego eterno” y
urgía –con lo que Williams refiere como una “burda hilaridad”– a quemar
públicamente en Londres la imagen. Cromwell actuó rápidamente y
ordenó que se derribara la imagen, “tan secretamente como se pueda”,
no fuera a ser que la decisión provocara la oposición local. La estatua
era evidentemente apreciada y reverenciada por mucha gente. El 26 de
septiembre fue proclamada la voluntad real en Pen-rhys, denunciando la
“idolatría” y la imagen fue llevada a Londres y quemada junto a otras.
El suceso fue celebrado en una balada semioficial por William Gray, uno
de los sicarios de Cromwell. Tal fue el fin de un símbolo universal de
devoción, en Gales y más allá de sus fronteras.
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