Artículo de opinión publicado por Ana Grau en ABC.
Es alguien capaz de colonizar las instituciones con un desparpajo que para sí habría querido el mismísimo Carles Puigdemont
La actual alcaldesa de Barcelona, que en parte lo es porque alguien creyó que más cornadas daba el independentismo, puede acabar haciendo más daño ella sola que Junts, ERC y la CUP que, atención, todavía no tiene representación en el Ayuntamiento de la capital de Cataluña, pero la puede tener pronto. No nos engañemos: los antisistema van a ir todos en apretada masa granítica a votar el 28M. Mientras usted se lo piensa o se abstiene, otros no tienen dudas de aupar a Ada Colau a donde sea.
Quien dice a la alcaldía de Barcelona, dice a cualquier puesto de confianza en Madrid a la vera de Yolanda Díaz, quien el próximo 2 de abril presentará toda ufana su «Sumar» teniendo al lado no a Pablo Iglesias ni a Irene Montero, sino a la nueva hembra alfa de la extrema izquierda catalana de piscifactoría: Ada Colau. Alguien capaz de colonizar las instituciones con un desparpajo que para sí habría querido el mismísimo Carles Puigdemont, a quien a los ocho segundos le entró el vértigo, se dio a la fuga de España, y fugado sigue.
Resulta hasta conmovedora la candidez con que algunos ven normal lo que sólo en Barcelona y en Cataluña nos pasa. Las superillas de Colau, perpetradas a sabiendas de que eran y son objetivamente denunciables; el festival de la okupación y el amedrentamiento sistemático de los que le plantan cara; el todo vale contra el comercio, el turismo y, si me apuras, hasta contra Israel, constituyen flagrantes, constantes y feroces desafíos al Estado de Derecho. Colau no necesita autoproclamarse independentista porque ya actúa como si rigiese una república municipal independiente, donde no se rinden cuentas democráticas de nada a nadie, y menos que a nadie, a los muchísimos vecinos de Barcelona que no la han votado nunca. Mejor para ella, como para la mayoría independentista del Parlament lograda con un exiguo 52 por ciento del 52 por ciento del censo: se abstienen, luego ella cabalga.
Es alguien capaz de colonizar las instituciones con un desparpajo que para sí habría querido el mismísimo Carles Puigdemont
La actual alcaldesa de Barcelona, que en parte lo es porque alguien creyó que más cornadas daba el independentismo, puede acabar haciendo más daño ella sola que Junts, ERC y la CUP que, atención, todavía no tiene representación en el Ayuntamiento de la capital de Cataluña, pero la puede tener pronto. No nos engañemos: los antisistema van a ir todos en apretada masa granítica a votar el 28M. Mientras usted se lo piensa o se abstiene, otros no tienen dudas de aupar a Ada Colau a donde sea.
Quien dice a la alcaldía de Barcelona, dice a cualquier puesto de confianza en Madrid a la vera de Yolanda Díaz, quien el próximo 2 de abril presentará toda ufana su «Sumar» teniendo al lado no a Pablo Iglesias ni a Irene Montero, sino a la nueva hembra alfa de la extrema izquierda catalana de piscifactoría: Ada Colau. Alguien capaz de colonizar las instituciones con un desparpajo que para sí habría querido el mismísimo Carles Puigdemont, a quien a los ocho segundos le entró el vértigo, se dio a la fuga de España, y fugado sigue.
Resulta hasta conmovedora la candidez con que algunos ven normal lo que sólo en Barcelona y en Cataluña nos pasa. Las superillas de Colau, perpetradas a sabiendas de que eran y son objetivamente denunciables; el festival de la okupación y el amedrentamiento sistemático de los que le plantan cara; el todo vale contra el comercio, el turismo y, si me apuras, hasta contra Israel, constituyen flagrantes, constantes y feroces desafíos al Estado de Derecho. Colau no necesita autoproclamarse independentista porque ya actúa como si rigiese una república municipal independiente, donde no se rinden cuentas democráticas de nada a nadie, y menos que a nadie, a los muchísimos vecinos de Barcelona que no la han votado nunca. Mejor para ella, como para la mayoría independentista del Parlament lograda con un exiguo 52 por ciento del 52 por ciento del censo: se abstienen, luego ella cabalga.
Anna Grau: Tú te abstienes y Colau cabalga
Es alguien capaz de colonizar las instituciones con un desparpajo que para sí habría querido el mismísimo Carles Puigdemont
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