Urederra
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En el interior de la noticia, en la página de "El Confidencial", hay gráficos muy interesantes sobre la evolución del consumo de ansiolíticos e hipnóticos en los últimos años.
Tu progenitora también se droja (pero con receta)
Casi un tercio de las mujeres españolas entre 55 y 65 años son adictas a los ansiolíticos, una epidemia silenciosa a la que empiezan a sumarse los analgésicos derivados del opio
Tu progenitora también se droja (pero con receta). Noticias de España
Tu progenitora también se droja (pero con receta)
Casi un tercio de las mujeres españolas entre 55 y 65 años son adictas a los ansiolíticos, una epidemia silenciosa a la que empiezan a sumarse los analgésicos derivados del opio
Concha y Lourdes comparten varias cosas. Las dos acaban de cumplir los 60, son vecinas en el barrio del Pilar y pasean juntas sus perros todas las noches. También comparten dolores de espalda. Y remedios.
A Concha le diagnosticaron en 2008 dos hernias discales que le generan ciática, un dolor agudo que le baja hasta los talones. Los médicos, explica, no la quieren operar hasta que el malestar sea insostenible por temor a afectarle la columna vertebral. Le recetaron paracetamol y diazepam, este último solo para casos de dolor agudo. “Con el tiempo me quitaron el diazepam y tenía dolor todo el tiempo”, afirma a este periódico.
La situación de Lourdes es algo más grave. Tiene escoliosis, una desviación de la columna vertebral, desde que nació, y además sufre fibromialgia. Un especialista le prescribió Oxycontin, un potente analgésico basado en el opio, para unos meses. Después Lourdes se buscó la vida: “Abusé de mi farmacéutica durante un tiempo. Me dio durante varios meses Oxycontin sin receta, porque sabe de mis dolores, pero luego me dijo que no podía seguir haciéndolo”, relata. Encontró la solución en otra vecina cuya hija es también farmacéutica. Le consigue las cajas por 40 euros, un precio similar al de venta al público.
Hace tres veranos, cuentan las vecinas, Concha dejó de bajar al perro por los dolores. Lourdes, tras meses de glosar las virtudes de la oxicodona, apareció en su casa con un blíster y prácticamente obligó a Concha a tomar oxicodona. “El dolor se fue a las dos horas, e incluso me dio tiempo a bajar a comprar”, dice.
Desde entonces Lourdes y Concha toman todos los días Oxycontin. Lourdes lo hace cada 12 horas, como le indicó su médico, pero Concha lo ha convertido en un ritual costumbrista: todas las noches, después de sacar al perro, se toma una pastilla y una copa de vino blanco. “Me duela o no”, confiesa con cierto reparo. La combinación le provoca una somnolencia “muy agradable” a la que se ha acostumbrado. “Me hago la cena, me pongo un vino… y me parto de risa con 'El hormiguero' hasta que me quedo dormida”, dice divertida.
Sin embargo, hay una serie de datos que Lourdes y Concha desconocen de la oxicodona. Que se trata de una molécula similar a la heroína, más potente que la morfina como analgésico, que presenta altos índices de adicción. Tampoco que no se debe mezclar jamás con alcohol ni tomarla sin supervisión médica porque las sobredosis son mortales.
La oxicodona no es nueva, pero su uso se ha extendido en los últimos años para tratar nuevas afecciones. Lo explica el psiquiatra, psicólogo y experto en adicciones Josep Guardia: "En España siempre hemos contenido el uso de opioides. Históricamente se han tomado medidas de precaución, reservándolo para el dolor agudo o el canceroso, pero últimamente estamos levantando la mano para otros dolores crónicos o para problemas muy comunes como la osteoartritis y las lumbalgias. Un caso paradigmático es el del dolor refractario, el que no responde a los tratamientos. El paciente suele acudir a clínicas del dolor donde comienza la escalada analgésica: se le van suministrando fármacos hasta encontrar el que le palíe el sufrimiento. Empiezan con el famoso Tramadol –otro opioide de menor potencia– y van aumentando hasta que el paciente deja de quejarse. Por supuesto, por la tolerancia, lo normal es acabar en los opioides más fuertes”, explica el especialista.
Guardia ilustra la llegada de estos fármacos en la sociedad con un caso paradigmático: "Pensemos en la típica situación de un politraumatizado que llega al hospital, pongamos por un accidente de tráfico, y es tratado con opioides en cuidados intensivos. Hasta aquí no hay ningún problema, porque este tipo de fármacos están indicados para estas situaciones. Sin embargo, luego le suben a planta y siguen administrándoselos vía intravenosa, muchas veces a petición del propio paciente. Y por fin, cuando recibe el alta, se va con una prescripción del fármaco para un tiempo. Ese paciente, probablemente, ya ha salido con un grado de adicción del hospital y no va a hacer más que alargarlo en casa. ¿Y qué va a hacer? ¿Dejarlos él solo? Eso podría provocarle incluso un ataque epiléptico. Los opioides generan una adicción física, química, a la que hay que sumar la adicción psicológica”.
Es muy complicado medir el aumento del uso de opioides en España. No existen datos a nivel estatal, y la Agencia Española del Medicamento, después de una semana de la petición de este diario, ha sido incapaz de obtenerlos. No obstante, numerosos indicios apuntan a un crecimiento exponencial. El más importante es el último estudio de Sanidad sobre opiáceos, que abarca de 1992 a 2006, y evidencia un crecimiento del 475%. Por otra parte Mundipharma, la farmacéutica que comercializa el Oxycontin, reconoce que desde 2007 ha multiplicado por siete las ventas del fármaco en nuestro país. Mundipharma también indica que el impacto del medicamento en España es "muy grande".
Julio Bobes, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, ve dos factores detrás del repunte. Por un lado, el aumento de las prescripciones médicas, especialmente en atención primaria, una tendencia que corroboran diversos informes autonómicos de salud. Es exactamente lo contrario a lo que sucede en Estados Unidos, donde las recetas de opioides han caído un 40% desde 2010, una vez pasada el furor de los 'painkillers'. Más de 200.000 muertos por sobredosis, y una infinidad de adictos, han puesto freno a la fiesta del opio en el país. Tras las muertes de artistas muy conocidos como Prince o Heath Ledger, derivadas del mal uso de los opioides, se obligó a las farmacéuticas a añadir un aviso: "No triture ni obtenga el polvo de las pastillas. Deben administrarse siempre por vía oral y nunca intravenosa".
Este es precisamente el segundo de los factores que apunta Bobes: administrado en vena, el medicamento añade un colocón a su efecto analgésico. "Por eso la gente lo compra por internet y se lo inyecta, cualquiera puede hacerlo sin receta". En efecto, basta con introducir el nombre comercial de algún medicamento para encontrarse con cientos de webs que lo ofrecen a un precio disparatado, normalmente importado de Ucrania, Israel o Rusia. "El mercado ilegal de estos fármacos es muy importante, a menudo recurrido por politoxicómanos y pacientes con dolores crónicos", relata Bobes.
La tercera mayor adicción de los españoles
Si la adicción a los opioides es un tema incipiente en nuestro país, se suma a otra más vieja y mucho mejor documentada: la de los ansiolíticos. El perfil del adicto español es interesante en tanto que no se parece al de ninguna otra droja: las toman más mujeres que hombres y su consumo habitual (más de una semana) aumenta con la edad. Concretamente, el 27% de las mujeres entre 55 y 65 (más de 820.000) y el 11% de hombres del mismo rango de edad son asiduos de estas pastillas. Todo esto sin contar el mercado neցro.
Cuando José Ángel Pérez se cayó del tejado de una casa en obras en la que trabajaba el mundo se le vino abajo. Acababa de poner una empresa de construcción, pero durante un año sin apenas poder moverse, fue yéndose a la ruina. Sus nervios empezaron a dispararse y los episodios de ansiedad a multiplicarse. Visitó a varios psicólogos y psiquiatras y probó numerosos ansiolíticos que le dejaban somnoliento hasta que le recetaron el que mejor le funcionó, Alprazolam, que le ha acompañado los últimos 25 años.
Ya no le hace prácticamente efecto, a pesar de que toma tres pastillas y media al día: una por la mañana, una al mediodía y una y media por la noche. El hábito y la sugestión le impiden dejarlas. “Si un día se me olvida o no la tomo, no ocurre nada, pero en cuanto me pasa cualquier cosa, un mínimo dolor de cabeza, ya pienso que es porque no me he tomado la pastilla y voy a por ella corriendo”, explica José Ángel. “Sé que es psicológico, que tengo pánico a dejarlo”. Hace diez años que ningún médico ni psiquiatra ha vuelto a revisar su caso, se limitan a seguir recetándole cajas y cajas de ansiolíticos.
Las benzodiazepinas, la familia de ansiolítios y sedantes más habitual, tiene numerosas dificultades y un alto riesgo de dependencia, a pesar de que su uso está ampliamente extendido: “Son la tercera sustancia de la que más se abusa en España, solo por detrás del alcohol y el tabaco. Hay un grave desconocimiento de la adicción que generan entre la sociedad. Se introdujeron en los años sesenta como sustitutos de los barbitúricos, que eran mucho más propensos a la sobredosis, y nos hemos creído que son completamente seguros”, explica el psiquiatra Josep Guardia.
El motivo es la facilidad de su prescripción, para la que rara vez se consulta al especialista. Dos de cada tres recetas de este tipo se realizan directamente desde los médicos de familia, que además no suelen tener mucho tiempo para atender al paciente y recurren a un médicamento “fácil y barato" de prescribir por los años que lleva en el mercado. Por eso, a pesar de que su uso principal debería ser el tratamiento a corto plazo del insomnio y de los trastornos de ansiedad, es habitual que el consumo se extienda a otras patologías y se alargue en el tiempo por encima de la recomendación de entre dos o cuatro semanas.
“Habría que controlar los tratamientos a medio y largo plazo de manera más exhaustiva y esto requiere tiempo, pero los médicos de primaria tienen poco para revisar las prescripciones. También falta educación a los pacientes de que hay ciertas cosas que pueden ser peligrosas”, reconoce Carlos Roncero, jefe de sección de Adicciones y Patología y coordinador del Centro de Adicción y Seguimiento del Hospital Universitario Vall d'Hebron, una opinión con la que coincide Santiago Cuellar, responsable de acción profesional del Consejo General de Farmacéuticos, en lo que refiere a estos profesionales: "Es importante insistir en que, sobre todo en la farmacia, la persona debe recibir algo más que el paquetito, también un asesoramiento sobre cómo usar ese paquetito".
El abuso de los ansiolíticos se ha relacionado con el aumento de riesgo de accidentes de tráfico, de sufrir caídas y fracturas de cadera y del deterioro de la memoria. Sin embargo, según un informe de la OCU, seis de cada diez personas que consumían ansiolíticos no habían sido informados por su médico del riesgo de dependencia.
“Cuando se toman benzodiazepinas más de tres meses, ya podemos hablar de que se genera una dependencia”, explica Caterina Vicens, especialista en medicina familiar y autora de un estudio sobre la deshabituación a estas sustancias. “El problema no es su consumo, si no que no se retire a tiempo”. Pasado este tiempo el cuerpo se ha acostumbrado a estas sustancias y a menudo el paciente necesita aumentar la dosis y además es más complicado desengancharse.
El psiquiatra Hilario Blasco, del Hospital Universitario Puerta de Hierro, señala también como motivo de su aumento el tipo de sociedad en la que nos movemos: “La medicina que tenemos es un reflejo de nuestra sociedad, buscamos soluciones rápidas y no queremos sufrir por nada. Es como el 'soma' de 'Un mundo feliz', queremos que pase como sea, y ya está”. También apunta a la presión comercial de las farmacéuticas por colocar sus productos, pero sobre todo a la de los pacientes para conseguir el producto: “También el paciente está convirtiéndose cada vez más en cliente, que te pide lo que quiere y se lo tienes que dar, sobre todo en la privada”. Si no lo consigue, cambiará de médico o acudirá al mercado neցro, según Roncero, uno de los síntomas de la adicción.
Tres semanas para eliminar la adicción
En el Centro de Adicción del Hospital Universitario Vall d'Hebron entre el 5 y 10% de los pacientes que acuden a una consulta tienen problemas con los ansiolíticos y los analgésicos. Una cifra todavía no muy elevada pero que va en incremento.
El primer paso a la desintoxicación es un estudio para entender las causas del abuso, y después un tratamiento para estimar la retirada total o la bajada progresiva de manera supervisada. “La interrupción brusca de estas sustancias es muy peligrosa, puede desencadenar un ataque de epilepsia y convulsiones. En ocasiones es necesario hospitalizaciones, pero ya hablamos de casos graves”, explica Roncero, el coordinador de la unidad.
El proceso total dura unas tres semanas y si el problema que originó el consumo inicial (la ansiedad o el dolor) persisten se sustituyen los medicamentos por otros no peligrosos de generar dependencia. Paradójicamente, a pesar de existir actualmente estas sustancias aparentemente seguras, la falta de tradición en su prescripción complica a su vez la misma. Al llevar poco tiempo, se requieren más controles para recetarlos desde el primer momento, y se prefiere lo malo conocido, aunque las consecuencias estén sobre la mesa.
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