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Hermanas de otras comunidades carmelitas acudieron ayer a acompañar a las ocho ourensanas en su despedida del convento que cerrará sus puertas. | // IÑAKI OSORIO
“Solamente hay una carmelita de origen gallego. En estos últimos años no hemos conseguido relevo generacional y ahora, con mucha tristeza, nos despedimos de Ourense. En estos 60 años únicamente han confesado tres nuevas monjas. Las demás iban viniendo de otras comunidades”, explicaba ayer Milagros, progenitora superiora del convento de Carmelitas Descalzas que, desde esta semana, dejará de tener vida contemplativa en su interior.
Confiesan que les da mucha pena irse –algunas llevaban 50 años aquí–, pero entienden que su modo de vida requiere de actividades que ya no pueden hacer por sí mismas. La mayor de las que pertenecían a este convento contaba 86 años y la menor, 60. “Intentamos que vinieran hermanas de otras partes, pero realmente no hay vocaciones. Nos quedamos sin capacidad para poder reforzar la comunidad”, añadía con gran pesar. Sus hermanas de congregación de Madrid estuvieron ayudándolas desde 2022, pero la situación resultaba insostenible y entendieron que lo mejor era repartirse entre otras comunidades con una media de edad menor.
El asentamiento de estas monjas –hace ahora justo 60 años– se debió a una iniciativa del obispo Ángel Temiño. El primer proyecto era llevar a cabo una fundación de frailes carmelitas pero este intento resultó fallido. Continuó entonces, tenazmente, insistiendo para conseguir representación del Carmelo Teresiano en tierras ourensanas. De este modo se iniciaron los contactos con las monjas que ayer se despedían conjuntamente de Ourense.
“Los primeros años estuvieron viviendo en dependencias del Obispado porque las precursoras no tenían un espacio físico propio. Pasado un tiempo se les concedió estos terrenos para que se ubicasen cerca de los seminarios. El obispo quería que fueran un referente para los sacerdotes que en él se forman”, recordaba la progenitora superiora detrás de una pared.
Entre las labores que desempeñaron están las de bordado o encuadernación. Muchas de las tesis doctorales publicadas en las seis últimas décadas pasaron por sus manos. “Hace años que ya no podemos encuadernar porque las máquinas de trabajo que tenemos requieren gran fuerza física. Pero disfrutábamos mucho”, explicaba.
El estrecho vínculo entre las monjas y los seminaristas se forjó de tal modo que en numerosas ocasiones los diáconos y sacerdotes encontraban apoyo espiritual en las hermanas carmelitas. Por eso ayer, muchos de los que realizaron el camino al sacerdocio en Ourense las acompañaron en su despedida.
También acudieron a ese abrazo espiritual otras hermanas que pasaron parte de sus años en el convento, aunque ahora estén reubicadas en otros. Tal es el caso de Clara Pilar de la Eucaristía. “Es un dolor indescriptible el que sentimos. Pero, a veces, en la vida no se puede elegir. Sí puedo decir con seguridad que los mejores años de mi juventud los pasé aquí. Y no nos podemos quejar porque hay gente que tiene que abandonar sus países porque huyen de la guerra. Eso sí es tremendamente difícil”, afirmaba instantes antes de la ceremonia.
Con todo, dejaba espacio a la esperanza señalando que los tiempos difíciles han servido para expandir el evangelio con más intensidad. “A lo mejor brota el Carmelo con fuerza en otros puntos. Cuando los árboles sueltan las semillas en ocasiones crecen otros cerca. Pero otras veces es donde el viento los lleve”, argumentaba.
“Estamos recibiendo muchas muestras de cariño de los sacerdotes y la gente. Pero en el fondo, aunque duela y cueste, entienden que tenemos que irnos. La salud de las hermanas no era óptima para poder seguir sin recibir ayuda externa”, aclaraba.
Sacerdotes, delegados episcolaes, el rector del Seminario, padres y hermanas carmelitas y un centenar de vecinos –entre los que se encontraban también los alumnos del Seminario Menor–, asistieron a la ceremonia oficiada por el obispo, Leonardo Lemos Montanet.
Durante la misa, el máximo representante de la Iglesia en la diócesis de Ourense tuvo palabras de agradecimiento para aquellos que en este último año intentaron por todos los medios que la Orden no perdiese a su comunidad en la capital.
“En vosotras hacemos memoria de todas las hermanas que han pasado por este convento”, les dijo el obispo observándolas a su derecha, con la voz temblorosa por la emoción. “Sois hijas de la obediencia y en este momento toca partir. Pero como todo es obra de Dios, todo es gracia”, aseguró Lemos Montanet. “Cuando nos encontramos con un problema podemos detenernos y bajar los brazos. O podemos ingeniárnoslas de algún modo. A veces, las dificultades son las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener”, añadió con cierta esperanza.
León, Valladolid, Palencia, Madrid y Altea (en Alicante) serán los próximos destinos en los que estas 8 monjas de clausura –el mismo número que cuando se fundó, aunque no las mismas hermanas– encuentren acogimiento.
Triste adiós a las Carmelitas Descalzas de Ourense
Tras sesenta años de vida contemplativa, las monjas de clausura abandonan el convento por falta de relevo generacional
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