Tomás Gómez reaparece y pone a caldo al Viruelo. Le acusa de practicar la "sedición"

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Tomás Gómez: "Hay que votar contra Sánchez cuando haya primarias... es un populista hueco"


"Sánchez es el cerrajero mayor, pero el PSOE está lleno de cerrajeros. No hay oposición" / "Me han recortado de las fotos oficiales, ¡igual que Stalin!" / "Sánchez es capaz de desestructurar el Estado con tal de mantenerse en el poder. Eso es la reforma de la sedición" / "Ayuso es como Esperanza Aguirre, pero tiene todavía más carisma".
14 noviembre, 2022 02:26
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Daniel Ramírez @danielramirez99


Vamos a mirar por el ojo de la cerradura. Porque aquí empieza todo. Si Jorge Javier Vázquez llegó a sonar como candidato del PSOE a la alcaldía de Madrid fue porque al hombre que está aquí sentado lo echaron de su despacho.
Un día quiso ir y ya no pudo. La llave no entraba. Se llama Tomás Gómez. Nació en Holanda hace 54 años. El día de su destitución [obra magna de Sánchez] la maldición que parecía pesar sobre la federación socialista madrileña se hizo carne. Desde entonces, las siglas rojas languidecen en la Corte.
Tomás tenía pedigrí para ser líder socialista. Sus padres lo tuvieron en Enschede porque habían emigrado allí en busca de trabajo. Eran obreros que no habían pasado por la escuela. Como el niño resultó asmático, tuvieron que llevarlo a Madrid, donde se crio con sus abuelos en uno de los barrios más humildes: San Cristóbal de los Ángeles.

Estudió Económicas, militó en Juventudes Socialistas, quiso liderar a los suyos en Parla, lo hizo, se presentó a las elecciones, ganó, gobernó. Llegó a ser el alcalde más votado de España en ciudades con más de 50.000 habitantes.
Con ese bagaje se presentó a las primarias para dirigir al PSOE en Madrid. Enfrente, una ministra, Trinidad Jiménez, y todo el aparato. Ganó Gómez contra pronóstico. Y se armó la marimorena.
Los suyos –El País y el aparato del PSOE– sembraron la duda. Lo dibujaron como un hombre corrupto que se había enriquecido con el sobrecoste del tranvía de Parla. Él lo negaba y llegó a creer que Sánchez, ya convertido en secretario general, lo respaldaba. De hecho, lo hizo en público y en privado. En sus discursos y con algún mensaje telefónico. De pronto, un día, sin comunicárselo directamente, Sánchez lo filtró a la prensa. “Tomás Gómez, destituido”.
El hombre aquí sentado no daba crédito. Le contaron que fue Simancas, por orden de Sánchez, quien ejecutó la maniobra. Pero el thriller sólo acababa de empezar. Ferraz había desalojado la sede del PSOE-M en la plaza de Callao. Y al despacho de Gómez le habían cambiado la cerradura. Quedó dentro su colección de Vespas en miniatura.
Apartado de la política desde 2015, apenas ha hablado desde entonces. Se dedica a la docencia. Hoy acepta, ante una taza de té, contar lo que pasó. O mejor dicho: contar lo que él vivió. Se ríe de cosas tenebrosas, señal de que ha pasado página.
Conoce a Sánchez desde hace veinte años y al PSOE madrileño desde hace más de treinta. Su diagnóstico es durísimo, pero es el diagnóstico de un militante. Porque Gómez dice que siempre será del PSOE, igual que del Real Madrid y Siniestro Total. “Mi partido en Madrid ya no existe”.
Tenemos las llaves de una de las historias más truculentas de la política reciente. Vamos a ver si ahora se abre la puerta.
Esta es la historia de una cerradura.
Bueno, es la historia de un ejército de cerrajeros.
Hubo más de uno, entonces.
Claro. Una sola persona no te derriba. Detrás del cerrajero mayor había un ejército de cerrajeros. Oiga, yo no estoy en contra de los cerrajeros, ¿eh? Sólo de algunos.
Más que un ejército de cerrajeros, podríamos utilizar el título de aquella película: “Todos los hombres del presidente”.
Sí, pero Sánchez todavía no era presidente. De hecho, yo pensaba entonces que no tenía ninguna posibilidad de serlo.
Después de esta entrevista, usted tiene que dar clase. ¿Cómo le contaría a un alumno lo que pasó?
¡Uf! Es muy largo. Sería, como poco, una asignatura de seis créditos. Los alumnos me preguntan mucho. Un profesor entra en clase y sus alumnos lo buscan en Google. Al principio no se atreven, están callados. Pero cuando se va acercando el final del curso, siempre hay alguno que te pregunta. Además, doy una asignatura en el grado de Periodismo, imagínese.
¿Y qué les cuenta?
Que la política es el mercado más duro que hay. No se trata de vencer al adversario, sino de demolerlo. Se da una gran diferencia con la vida en general: si tienes un problema en tu empresa, se enteran tu familia y tus amigos. Si lo tienes en la política, se enteran cuarenta millones de personas. Un disparate.
Pero vamos al fondo del asunto.
Sí. Yo creo que fui tratado muy injustamente. No digo que fuese el mejor candidato ni que hiciera todas las cosas bien. Si no, cuando me presenté, me hubiese ido mucho mejor. Pero me mataron civilmente.
Tomás Gómez nació en los Países Bajos, adonde sus padres se trasladaron para trabajar.

Tomás Gómez nació en los Países Bajos, adonde sus padres se trasladaron para trabajar. Javier Carbajal
Eso fue lo llamativo de aquel proceso: una historia totalmente rocambolesca. El líder del PSOE-M descabalgado por la dirección nacional y privado de su despacho rápidamente con un cambio de cerradura.
Yo era un tipo difícil de apiolar. Con Zapatero, en 2010, probablemente hubiera podido entrar en el Consejo de Ministros. Pero no lo hice, y quizá ese fue mi error. Me sentía comprometido con mi equipo, con mi gente. Había dejado mi ciudad, Parla, a la que quiero mucho. Pero me iba a la gestión madrileña. Y me presenté a las primarias.
Es que el principio también fue rocambolesco ahora que lo dice.
Sí, porque ocurrió lo que nadie pensaba que podía ocurrir. Gané a la ministra [Trinidad Jiménez, que tenía el apoyo del aparato] y ya desde entonces me llovieron leches por todos los lados. Decían que era un pueblerino, un gestor inútil, un fulastre… Y como no había forma, cruzaron una línea: “Eres corrupto”. Si te lo dice el adversario, es normal. Si te lo dicen los tuyos, es una auténtica losa.
"Sánchez es muy frío, como un jarrón. Nunca sabes qué piensa ni qué siente"
La historia se repitió hace poco: el jefe de un partido sembrando dudas sobre la honorabilidad de uno de sus líderes regionales. Usted perdió y Ayuso ganó. Estoy seguro de que este paralelismo se le ha pasado por la cabeza en algún momento.
Sí, sí. Así fue. Tenga en cuenta una cosa: cuando se cargan a alguien, lo hacen con la presunción de corrupción. Le pongo otro ejemplo: Ábalos. Yo no siento ninguna afinidad hacia él. Nunca hemos coincidido. Pero, cuando se le apartó, se deslizaron cosas desde dentro. Ya ha pasado mucho tiempo desde que salió. ¿Qué se ha probado? Nada. Se juega con la sombra y la duda. Para acabar conmigo, sacaron un tanque y un bazuca.
apiolar moscas a cañonazos, que se dice.
Tuve a la dirección de mi partido en contra, a un grupo mediático en contra [habla de Prisa]. Eso te puede provocar la fin civil. Oye, al día siguiente vas a dar clase. Los padres pueden pensar: “No quiero que este chorizo enseñe a mis hijos”. O el peluquero: “¿Qué hace este zascandil aquí?”. Luego el tiempo pone las cosas en su sitio, pero en su momento te genera mucho dolor.
Le acusaron de haberse corrompido con el sobrecoste del tranvía de Parla. Después, cuando usted ya estaba fuera de la política, el caso se archivó. No hubo siquiera imputación. ¿Existe alguna manera de reparar ese daño?
Sí, votar contra Pedro Sánchez cuando haya primarias en el PSOE. ¡No hay otra! Además, son daños que no se pueden compensar. Existe el perdón, pero ni eso.
Nadie del equipo de Sánchez habló con usted después de todo.
Nadie, cero. Le voy a contar algo gracioso: ¡me recortaron de las fotos oficiales! Eso es estalinismo. Stalin practicaba esos tijeretazos. Ya no es lo de “quien se mueve no sale en la foto”, sino el puro recorte.
Debemos distinguir, en su caso, entre la discrepancia personal y la discrepancia política.
Sí, porque yo tengo mi historia personal, pero también mis discrepancias con el rumbo político que ha tomado el partido. Al final, lo personal ya está superado. Lo he olvidado, me importa un pepino lo que pasó. Lo cuento porque usted ha venido a preguntarme por eso, pero yo estoy muy contento con mi trabajo.
¿Cuál es la discrepancia política?
Los pactos con los independentistas me parecen una locura. ¿Pactar con Bildu? Estoy de acuerdo con que Bildu se incorpore a la vida democrática, pero no deberían convertirse en la bisagra del Estado de derecho. El poder no lo vale todo. Y Sánchez cree que el poder lo vale todo.
¿Qué ha pensado al conocer la reforma de la sedición?
Es un desastre. La pregunta que debemos hacernos es: "Si Sánchez no necesitara los votos de ERC para mantenerse en el poder hasta las elecciones, ¿habría actuado igual?". Claramente no.
Eso que dice de la "homologación con Europa" es un intento de justificar lo injustificable. Sabemos lo que vale el poder para Sánchez. Y vale incluso la desestructuracón del Estado. Pasado mañana, los independentistas podrán hacer lo mismo que en 2017 y les saldrá mucho más barato, más asequible penalmente.
La entrevista, vista desde fuera de la cafetería.

La entrevista, vista desde fuera de la cafetería. Javier Carbajal
Usted conoció a Sánchez hace muchísimo tiempo, en las agrupaciones de Madrid. ¿Nunca congeniaron?
Creo que nunca nos caímos bien. ¡Lo conozco casi desde el siglo XIX! Cuando dejé las Juventudes Socialistas fue Sánchez quien me sucedió. Creo que me ha hecho responsable de los tiempos en que no le fue bien.
¿A qué se refiere?
2008, por ejemplo. Él quería ser diputado nacional. A mí me tocaba hacer la lista de la circunscripción de Madrid. Tenía que pegarme con Pepe Blanco. Siempre acabábamos como el rosario de la aurora. Porque en una lista no cabe todo el mundo. A Sánchez no lo proponían en su federación porque no era alguien popular, no era un político querido por la gente. Y Pepe, que era su protector, no es que apostara por él tanto como para quitar a alguien más importante.
¿Y cómo se resolvía?
Sánchez acababa más abajo. Se quedó fuera en las elecciones de 2008 y en las de 2011. Creo que me hizo responsable de aquello. Era concejal en Madrid, formaba parte de mi ejecutiva. Lo tenía por crítico conmigo, pero tampoco es que nos enfrentáramos demasiado. Es de esto que no empatizas…
¿Es muy frío?
Absolutamente frío. Comer o cenar con él es como comer o cenar con un jarrón. No sabes lo que está pensando. Es muy difícil tener feeling con él. No lo reseño como algo bueno ni malo. De hecho, puede ser una virtud. Le ha ido mejor que a todos nosotros.
Su trayectoria es admirable: eso de llegar contra pronóstico, caer abatido por los tuyos, luego volver y ganar otra vez contra toda probabilidad. ¿Usted ya intuyó en Sánchez esa resiliencia?
No, ni mucho menos. Hombre, en política todo el mundo se resiste a que le echen. Pero no, nunca lo imaginé. Es que Pedro ha situado el poder por encima de su propio desgaste personal. Porque estoy seguro de que habrá sufrido. Su salida de la secretaría general, su enfrentamiento con Prisa… Era alguien pegajoso, alguien que utilizaba todos los resortes, uno de los tres chicos de Pepe Blanco. Pero nada más. No supimos verlo y en el pecado llevamos la penitencia.
"Sánchez ha eliminado todos los mecanismos de control en el partido, nadie puede fiscalizarle"
Ya que estamos hablando de aquella época de Sánchez, aprovecho para preguntarle algo que se me escapa: ¿cuál es el pensamiento político de Sánchez? ¿Cuáles son sus ideas? Su proyecto de país.
No se puede comprender a Pedro Sánchez con el paradigma tradicional. La derecha, la izquierda, lo liberal, lo conservador, lo socialdemócrata… Sánchez es un populista. Y los populismos están huecos por dentro. Capaz de abrazar el centro con Albert Rivera o de formar un gobierno con Pablo Iglesias. Ha eliminado los mecanismos de control en el PSOE y en el Gobierno. ¿Quién puede fiscalizar en el partido a Sánchez? Nadie.
En una de las pocas entrevistas que dio cuando dejó la política, dijo algo así como: “Sánchez tiene una lista con nombres y no olvida ninguno”. Pero no puede quejarse, usted ocupa un lugar privilegiado entre las 'víctimas' que ha ido dejando el presidente. El final de Tomás Gómez fue como un relato de Arthur Conan Doyle.
Absolutamente. Además, diez días antes de aquello, Sánchez me mandó un mensaje diciéndome algo así como: “Vamos a ganar Madrid”. Yo ya estaba preocupado porque El País seguía sembrando la duda de mi “corrupción” y es un periódico que lee el electorado socialista. No podía imaginar que Sánchez optaría por liquidarme. Y menos de esa manera. Dos días antes de mi destitución, en uno de esos desayunos informativos del Palace, fui a escuchar a Sánchez. Todo normal. Luego me aplicaron la eutanasia.
¿Cómo se enteró?
Estaba en mi despacho de la sede del PSOE de Madrid. Llegó un teletipo de Europa Press: “Pedro Sánchez destituye a Tomás Gómez”. Y empezó a salir en todos los medios un político pequeño madrileño… El que ejecutó lo de la cerradura. ¿Cómo se llamaba? Digo lo de “pequeño” por su estatura política, ¿eh?
Está hablando de Simancas. Hace unas semanas estuve con Eduardo Sotillos, muy cercano a usted en aquel tiempo. Él se dio de baja del PSOE por esto de lo que estamos hablando. Me contó que llamó a Simancas [actual secretario de Estado de Relaciones con las Cortes] y que le confirmó haber sido el autor de la maniobra de la cerradura “por órdenes de arriba”.
Sí, fue Simancas. Y qué gran tipo Sotillos, aprendí muchísimo de él.
Por cierto, ¿pudo recuperar la colección de Vespas en miniatura que tenía en el despacho?
Pude recuperar la mitad de la colección, la otra mitad se quedó en el camino. No tenía casi nada personal allí, pero lo que hubiese, no sé, alguna pluma, se quedó en el camino. Es que fue un cambio de cerradura de verdad. No se podía entrar.
Tomás Gómez fue apartado de la dirección del PSOE madrileño por Pedro Sánchez.
 
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