‘Tetiñas Free’ el movimiento nudista gallego que luchó por el derecho al despelote

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Mente sana y no corrupta, en cuerpo sano, honrado, soleado y despelotado”: este fue el lema del movimiento gallego Tetiñas Free, que cumple ahora 38 años, y se constituyó en torno a la Coordinadora Nudista Ecológico Radical (CNER), pionera de la lucha por el coirismo, es decir, el derecho a practicar el nudismo «de forma responsable y respetuosa, sin ser acosados, insultados, perseguidos y acusados de escándalo público».
Como no podía ser de otra manera, la cosa nació en un bar, concretamente el café bar Azul de Santiago, punto de encuentro compostelano de bohemios y tertulianos dipsómanos. Su fundador y portavoz fue el sociólogo y economista Miguel Cancio, un rojeras heterodoxo que «aunque estaba en el Partido Comunista, como era de pueblo iba por libre».
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Pero también las huellas del situacionismo y de una acracia a lo Agustín García alopécico son evidentes en la Coordinadora Nudista Ecológico Radical, con la que Cancio pretendía unir fuerzas para «luchar firme, festiva, revulsiva, poética, vital e indomeñablemente, por la libertad y la verdad al desnudo».
Para hacer honor a su sigla ecologista, la CNER se propuso además denunciar el feísmo arquitectónico y el arrase urbanístico que, ya en aquel entonces, asolaba las costas gallegas. Todo ello, haciendo gala de un sanísimo sentido del humor patafísico y de la retranca.
Amén de Cancio, lideraba este alegre colectivo el economista Pedro Arias, que en ese momento era comunista, pero años después (y con sus vergüenzas bien tapadas) se convertiría en virulento ‘número dos’ del PP por A Coruña. También formaban parte del colectivo los médicos José Aznares y Amparo Casal, el cámara de TVE Sanz de Siria y un largo etcétera en el que abundaban profesores, historiadores, filósofos y activistas sociales de toda índole y pelaje.

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El primer objetivo de la CNER fue el llamado ‘búnker de Baroña’, un edificio de cuatro plantas rodeado por una espantosa muralla de hormigón que, para más inri, fue construido pegadito a la paradisíaca playa de Baroña, en el municipio de Porto de Son, y a sus milenarios castros celtas.
La tropelía arquitectónica fue formalmente denunciada por la CNER, que hasta llevó a un notario al edificio para que diera fe de aquel mazacote arquitectónico. Fue entonces cuando empezaron los problemas. Porque ya se sabe que en Galicia le puedes tocar los cataplines a todo el mundo menos a los constructores y a los narcos.
A través de don Sabino, el párroco del pueblo, los constructores difundieron entre los lugareños el falso rumor de que la presencia de nudistas en la zona haría caer el precio de las tierras de monte y labradío, donde se podían construir chalets turísticos. Y los rabudos paisanos de la zona se alzaron contra unos nudistas a los que hasta entonces habían ignorado cordialmente.

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Una señora le soltó a un reportero de TVE que cubrió el incidente: «Aquí los vecinos de Baroña estamos decididos a atacar el cuerpo de la gente que esté desnuda. ¡Con gasolina o con lo que sea!». Y otra terció indignada: «Porque si una mujer va por ahí enseñando todo lo que tiene… ¿qué le va a enseñar después a su marido?»
Como recuerda Miguel Cancio en unas declaraciones a El Correo Gallego, «fuimos insultados, agredidos y perseguidos por los lugareños debidamente azuzados». En algún momento, incluso se produjeron serias amenazas de castración contra el colectivo nudista, pues, como rememora Cancio, los vecinos empuñaban ‘tixeiras para nos cortar as piroliñas’ [‘tijeras para cortarnos las pililas’].
El cabreo de los vecinos de Baroña era absurdo, puesto que Baroña es una playa apartada, de difícil acceso y minoritaria, donde el nudismo se practica desde los años 70. ¿Qué cómo era posible semejante obscenidad en tiempos de nacionalcatolicismo? Cancio lo explica así: «Baroña era la playa de los alemanes, grupos reducidos de turistas alemanes practicaban el nudismo, no molestaban. Por tanto, en Baroña había coirismo antes de que muriera Franco».

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Sea como sea, en aquel verano de gracia de 1983, 14 personas nudistas que estaban tranquilamente tomando el sol en pelota picada fueron detenidas en Baroña por guardias civiles armados con subfusiles. Se les acusaba de escándalo público. No había pasado ni un año de la victoria del PSOE y la detención puso en evidencia a un Gobierno que, a la postre, no era tan progresista como parecía.
Los nudistas detenidos fueron conducidos al cuartel de la Guardia Civil de Porto de Son, y de ahí los llevaron al de Santiago de Compostela, a 50 kilómetros. En una entrevista concedida a El País, Cancio narraba escenas surrealistas protagonizadas por el pelotón nudista y la benemérita: «Fuimos fichados como delincuentes. Nos tomaron fotografías de frente y de perfil y nos midieron los pies, aunque no sabemos para qué».
Los nudistas pasaron tres días a la sombra, pero lejos de encanijarse, se radicalizaron y montaron la campaña ‘Tetiñas Free’, que salió en los telediarios y hasta en medios internacionales, gracias a agencias como Reuters o EFE. Medio mundo contempló entre risas la foto de una señoriña galega con pañuelo en la cabeza y mandil aldeano persiguiendo, estaca en mano, a once nudistas por la playa de Baroña.

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Desde este momento, la Coordinadora Nudista tuvo hasta galas televisivas. Cancio fue grabado en su pueblo, desnudo y bajo un paraguas porque llovía, para el programa La tarde de Pepe Navarro. Aprovechó la ocasión para enviarle un mensaje alto y claro al entonces jefe de la oposición y líder de Alianza Popular: «Don Manuel [Fraga], el ojo ciego al aire, en verano y para el baño, es muy sano y no hace daño, y qué mejor que acudir así a la playa en cueros vivos para que sus fans pudiesen contemplar arrobadas sus pluritituladas cachazas».
Más sonada aún fue la intervención de Cancio en el programa de Si yo fuera presidente de Fernando García Tola, acompañado por varios miembros del Colectivo Nudista, todos como Dios los trajo al mundo, amparados por un juego de luces y sombras que impedía ver sus rostros y vergüenzas:
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Crecidos por su popularidad y porque la Comisión de Urbanismo de A Coruña declaró al fin ilegal el búnker de Baroña, los naturistas continuaron su cruzada a favor del despelote con actos, pancartas, manifestaciones, encierros nudistas jacobeos en monasterios y cartas al presidente Felipe González, a los obispos e incluso al rey. No pararon hasta que, en 1988, el nudismo dejó de estar tipificado como escándalo público en el Código Penal español.

En la actualidad, Baroña es una meca nudista por derecho propio, y en Galicia existen decenas de arenales donde tomar el sol en pelota picada, aunque todavía hay alcaldes que tratan de limitar la libertad de desnudarse amparándose en reglamentos municipales anteriores a la reforma del Código Penal. Pero, no teman, queridos coiristas, la Asociación Naturista de Galicia ha tomado la antorcha de la CNER y vela desde 1997 por su derecho al despelote. ¡Tetiñas y piroliñas free!

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*Este artículo contiene información e imágenes de El Correo Gallego, La Voz de Galicia, RTVE, El País, Faro de Vigo, Público, Taschen y Galicia Digital.
 
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