Terence Winter, guionista de los Soprano y el Lobo de Wall Street.

chusto

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Sacado de bloguionistas. Terence Winter cuenta su vida y como varios trabajos que hizo de joven le ayudaron a escribir Los Soprano y otros grandes guiones.




TERENCE WINTER (I): “DE REPENTE, SALÍ DEL ARMARIO COMO ESCRITOR: QUERÍA ESCRIBIR SERIES Y QUE JODIERAN A TODO EL MUNDO SI NO LES PARECÍA BIEN”

TERENCE WINTER (I):


El pasado sábado 20 de mayo, el guionista norteamericano Terence Winter
-otro invitado de excepción más del sindicato ALMA-, impartió una muy
completa Masterclass sobre su extensa carrera como escritor de cine y
televisión, así como sobre sus rutinas y procesos a la hora de enfrentarse
a cada uno de los proyectos que llevan su firma. De este modo, el escritor
de cintas tan notables como El Lobo de Wall Street, o sobre todo de series
tan relevantes como Los Soprano o Boardwalk Empire, deleitó a los
asistentes al acto en la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas
de Madrid con sus extensas explicaciones sobre la industria norteamericana,
sobre los pormenores de sus experiencias en salas de guionistas coordinadas
por profesionales de la talla de David Chase y, sobre todo, con su oratoria y
su bagaje personal.



Hechas las presentaciones, como si alguien en la sala fuese ajeno
a su currículum, Winter decidió hacer un repaso a sus orígenes para
poder explicar mejor por qué y cómo se convirtió en guionista,
ya pasada la treintena, y de dónde sale su maestría al narrar historias
relacionadas con el submundo criminal.

“Nací y crecí en Brooklyn, en un entorno obrero. De pequeño, solo
sabía que quería ser rico”, comenzó a propósito de su infancia
el guionista neoyorkino, quien explicó que nadie de su ambiente
iba a la universidad, lo que le acabó llevando a estudiar un módulo
de automoción, que compaginaba con trabajos muy variados, pero
que acabarían resultando útiles para la redacción de sus guiones
años después.

“Entre otros sitios, trabajé en una carnicería que pertenecía al cabeza
de la familia Gambino, Paul Castellano. Yo no lo sabía entonces, pero
me estaban entrenando para escribir Los Soprano“. Y fue precisamente
tras dejar su puesto de trabajo en la carnicería en cuestión, a los 19 años,
cuando Terence Winter tuvo una suerte de primera revelación sobre
a qué dedicarse profesionalmente.

“De golpe me vi viviendo en un pequeño sótano y pensé que si no me
levantaba y hacía algo, viviría allí toda la vida. Me daba un miedo tremendo.
Necesitaba una motivación y la mía fue aprender algo que me sacase
de allí. Al final acabé en la Universidad de Nueva York, donde se enseñaba
Televisión y Cine. Yo entonces no sabía que la NYU daba formación
cinematográfica. Y tampoco sabía muy bien cómo funcionaban las
pelis en realidad. No pensaba que me pudiesen pagar por eso.
Entonces era una locura.”
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“Para mí, ver la televisión era más importante que el álgebra, y fue
como aprendí a contar… era como estar desde niño en una universidad
para guionistas.”

Según explicó el propio Terence Winter, que incidió varias veces en su
falta de formación reglada, él ya intuía que sabía detalles sobre algunas
historias por el tipo de ambiente de su barrio natal. Y le interesaban
particularmente las de “robos de guante blanco, no violentos”.

“Por aquel entonces no sabía ni cómo podía entrar en la industria,
en Hollywood. Ni me lo planteaba. Era como soñar con ir a la Luna.
Crecí viendo la televisión millones de horas al día. Para mí, eso era
más importante que el álgebra, y fue como aprendí a contar,
a escribir chistes, o las rutinas de las comedias… en realidad era
como estar desde niño en una universidad para guionistas.”

Debido a su expediente académico de la época, al final a Winter
no le quedo otra que matricularse donde pensó que tendría más
posibilidades de ser admitido. “Acabé postulando a religiones
medievales, donde sabía que tendría menos competencia.
Dos semanas más tarde me llamó un tipo, muy curioso por saber
qué me había entrado con la religión. Le dije que era muy religioso
y que me fascinaban los caballeros de la mesa redonda (lo único
que sabía de esa época). Semanas después, me llegó una carta
de aceptación a condición de hacer matemáticas y una lengua extranjera”.

Para hacer frente a la matricula pidió un crédito que marcaría sus
decisiones académicas y profesionales de los siguientes años, ya
que tuvo que alternar sus estudios con empleos a media jornada
de los más variado. Desde guardia de seguridad o taxista, hasta
repartidor del New York Times por las noches. “Acabé trabajando
de portero de noche en un edificio de Manhattan, y fue un trabajo
estupendo porque me permitía leer y recuperar el tiempo perdido
con respecto a mis compañeros”, confesó el ponente sobre su
bagaje escolar.

“Recordé entonces a esa profesora del colegio que una vez me dijo
que tenía talento para la escritura y decidí asistir a clases […]
Seguí un curso de periodismo y aprendí mucho sobre cómo contar
hechos. No lo supe hasta tiempo más tarde pero así fue. Le pedí
entonces una carta de recomendación para la escuela de derecho
al profesor, que también me dijo que tenía talento para la escritura.
Fue la primera vez que se me pasó por la cabeza que quizá sí merecía
la pena seguir ese camino.”

Debido a esa deuda para pagar sus estudios, tuvo que rehusar una
oferta para trabajar de periodista en la que cobraba menos que de
portero y comenzó a trabajar para un bufete de abogados especializados
en bolsa, para complementar su formación en derecho y coquetear
con la actividad de los brokers financieros (y quizás para escribir
tiempo más tarde el guión del Lobo de Wall Street).

Cartel promocional de El Lobo de Wall Street, escrita por Winter años
después de haber trabajado para una empresa en bolsa.

“En la fiesta de navidad de 1986, conocí al jefe de los brokers. Esos
tíos ganaban mucha pasta, lo que me llamaba la atención. Me ofreció
hacerme una entrevista para trabajar de trader. Salió un puesto libre
en octubre de ese año y acabé detrás de una mesa, coincidiendo con
una gran caída de la bolsa… mi trabajo se fue por la ventana antes
de empezar. Perdí incluso la oferta para trabajar como abogado debido
a la economía”.

Así que, después de todo, el Terence Winter de entonces seguía
teniendo que afrontar una deuda contraída para ser el primero de su
familia en ir a la universidad, lo que le llevó a una nueva experiencia
laboral en el mundo de la abogacía. Él mismo no sabía que sería la
que le haría decantarse definitivamente por la escritura.

“Me interesó una oferta como ayudante del fiscal de Brooklyn. Me
pareció emocionante, dentro de lo aburrido del derecho. Me ofrecieron
cobrar más que cuando era portero, pero no era suficiente y acabé
en un gran bufete privado de Manhattan, doce horas al día, para
poder seguir pagando la deuda. Conseguí dinero, trajes, un ayudante…
y de haber tenido una pistola me hubiese volado los sesos“.

“Me escapaba del trabajo para ir al cine o a la biblioteca. Y cada vez
estaba más deprimido… Salía con amigos y bebía a modo de tirita
para olvidar la vida que llevaba. Pero ahora ya tenía un papelito
que decía que era inteligente y pude pagar la deuda”, confesó él
mismo a los allí presentes sobre sus años como abogado en Manhattan.

Cuando llegó el momento de la valoración bienal con los socios del bufete,
Winter se veía ya casi despedido por su poca implicación, pero al contrario
de su percepción, empezaron a hablar de convertirle en socio en poco tiempo.
“Mis compañeros me felicitaban, pero yo lo veía como algo horrible, no
quería estar ahí. Fui por fin honesto conmigo mismo, no quería esa vida
de trabajo y alcoholismo para paliar mi tristeza”.

“Me pregunté a mi mismo, dejando el dinero y las comodidades aparte,
qué era lo que quería hacer al levantarme por las mañanas. Sabía que
quería algo creativo, pero mi vocecita me decía que no me hiciese vendedor
o publicista. De repente, fue como salir del armario como escritor: quería
escribir series y que jodieran a todo el mundo si no les parecía bien.”

Dicho y hecho, y bajo la confusión generalizada de sus amigos y familiares,
Terence Winter puso entonces rumbo a Los Ángeles. Tenía treinta años.

“Empecé viviendo en un hotel en un barrio con problemas de bandas.
Nada más entrar, el recepcionista ya notó que no era de ahí. Era un
cliché tan malo que desde mi ventana se veía el cartel de Hollywood.
Al día siguiente, me permití ser turista por un día y luego ya me
concentré en formarme. Nunca había escrito, pero había visto tanta
tele que intuía que podría hacerlo. Pensaba en escribir comedia, y
a mis amigos les gustaba lo que contaba, pero no es lo mismo hacerlo
profesionalmente. Probé en una noche de micro abierto y los asistentes
se reían, así que supe que no estaba loco”.

Lo primero era buscar un trabajo que le permitiese poder comer y al
mismo tiempo dedicarse a la escritura. “No quería ser abogado, solo
paralegal y ganar lo justo para sobrevivir, pero tenía demasiada formación.
Tuve hasta que quitar mi licenciatura de derecho del currículum”, explicó
el guionista de neoyorkino durante la conferencia. “Al final conseguí una
entrevista en una gran empresa petrolifera. Me inventé hasta una novia
para que me viesen serio y me dieran el trabajo. Les enseñé una foto de
una antigua novia, y luego tuve que inventarme que lo dejaba con ella.
Ocultaba a la gente que quería ser escritor, mi identidad secreta.”

Los tres años que pasó trabajando allí él mismo los define como
“vida de monje”, dedicando sus ratos libres a desarrollar su estilo
de escritura, leyendo manuales de guión y analizando capítulos o
tras*cribiendo escenas para comprender su funcionamiento. “Deconstruía
los episodios para aprender sobre estructura, conflictos y diálogo”.

Todo ese esfuerzo acabaría dando su fruto, aunque no de una manera tan
ortodoxa como podría pensarse. “Todos tenemos una historia sobre cómo
entramos en el negocio, y todas son rarísimas. Casi nadie entra escribiendo
un guión”, sentenció Winter al respecto.
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“Me conocéis por Los Soprano, que para mí fue bastante más fácil de
escribir que estas series… Flipper solo hacía clicks y silbidos.”

El guionista de Brooklyn compró las guías de agentes y productores
de la ciudad y empezó a llamar en su tiempo libre para tratar de concertar
una cita, “aunque fuera solo para pedir algo de consejo”, pero seguía
siendo demasiado difícil conseguir que leyesen los guiones que escribía
por su cuenta. Sin embargo, no desistió y fue durante esa búsqueda
cuando encontró la solución que le acabaría abriendo las puertas a su
primer empleo como escritor. En realidad, ya llevaba tiempo ficcionando historias.

“En el sindicato de guionistas me dieron finalmente una lista de agentes
que buscaban nuevos clientes. Allí encontré a Doug Viviani…¡que se
sentaba a cuatro sillas de mí en la facultad! En realidad trabajaba como
abogado inmobiliario, pero ayudaba a un cliente haciéndose pasar por
agente. Decidí sumarme a eso y creé en 1993 la agencia de representación
Doug Viviani, con la promesa de darle el 10% de todo lo que consiguiese”.

De repente se vio vestido de mensajero y accediendo a las oficinas de la
Warner Bros. para entregar unos guiones de parte del agente Doug Viviani,
escritos por su prometedor representado, y tan solo unas semanas después
recibió su primera llamada, de parte de los productores ejecutivos
del Príncipe de Bel Air. El verdadero Doug Viviani estaba de viaje ese
fin de semana, así que fue el propio Winter quien decidió hacerse pasar
por él. “Me presenté como Doug allí y hablé bien de mí. Me inventé que
tenía guiones de todo lo que le interesaba y salí de allí para correr a
escribirlos, comprando una plantilla para ver su formato de guión y
encerrándome en casa a escribir, sin parar. Acabaron pagándome por
un guión, aunque luego jamás se produjo”.

La experiencia supuso su primer trabajo remunerado como guionista.
Poco después se presentó al programa de nuevos guionistas de la Warner
para participar en talleres con diferentes showrunners, donde consiguió
entrar después de tres años intentándolo.

“Aquello no salió del todo mal. Éramos varios buenos. Había gente como
Greg García. Ya se veía quienes iban a conseguirlo. Aquellos que estaban
dispuestos a contar sus momentos vergonzosos. Los que de verdad
tenían cosas que contar. Tienes que ser capaz de hablar de esas cosas”.

Recibió así su siguiente oferta de trabajo, en un drama sobre un obrero
que va a trabajar en una firma de abogados. “Si no podía hacer eso no
podría hacer nada”, bromeó Winter durante la conferencia. El empleo era
en The great Defender, que fue cancelada en su primera temporada,
algo que el guionista achacó a la dirección de la cadena Fox y a la elección
de los horarios en la parrilla. La experiencia resultó de igual modo positiva,
puesto que le puso en contacto con los que serían los showrunners de su
siguiente puesto de trabajo como escritor de televisión en una serie de
misterio protagonizada por Bill Cosby y titulada Los casos de Cosby, que
también acabaría siendo cancelada, pero que supuso comenzar a trabajar
de manera relativamente constante como guionista. De ahí, pasó a Xena,
la princesa guerrera , donde escribió tres episodios como freelance, y luego
a Las nuevas aventuras de Flipper. “No soy una persona que trabaje
demasiado bien en la fantasía, pero era trabajo y por aquella época decía
que sí a todo. No me creía que me estuviesen pagando por eso”, explicó.

La oratoria más cómica de Terence Winter, que en sus inicios intentó
centrarse en la escritura de sitcoms y que incluso trabajó como monologuista,
se hizo más presente en este punto de la charla, cuando comenzó a explicar
los pormenores de haber trabajado en este tipo de series. “Tengo que decir
que Xena no fue tan difícil como Flipper. Sólo hay diez historias que puedas
contar con un delfín. Y cuando tienes que escribir más de 22 capítulos…pues
tienes un problema. Fue un trabajo muy duro, os lo aseguro”, explicó a los
asistentes a la Masterclass.

“Me conocéis por Los Soprano, que para mí fue bastante más fácil de escribir
que estas series. Era un mundo que conocía desde pequeño, como si los
personajes me dictasen sus líneas. Pero Flipper solo hacía clicks y silbidos.”

Precisamente, la oferta para trabajar en la ya legendaria serie sobre el mundo
del hampa de Nueva Jersey, no tardaría ya demasiado en llegar a Terence
Winter, mientras se iba convirtiendo en un habitual de las salas de guionistas
de series como las anteriormente citadas.

“Ya tenía de hacía un tiempo un agente de los de verdad, y quería volver a la
comedia después de tantos dramas. Entré en Cosas de hermanas, y en alguna
más como la serie de animación Los PJ. Fue entonces cuando mi agente me
envió un vídeo de Los Soprano y enseguida entendí que era lo mejor que había
visto nunca. Yo conocía a esos personajes. Le imploré que me metiese ahí
dentro, como fuera, pero no era tarea fácil”.

Intentando aproximarse como fuese a la serie, Winter ayudaba a un amigo
que sí trabajaba allí, pasándole propuestas para capítulos e ideas sueltas para
posibles tramas. “Era como trabajar en Los Soprano pero sin cobrar”, bromeó
Winter al rememorar esa época. Hasta que le llegó la oportunidad.

“Cuando Chase echó a los guionistas tras las primeras temporadas, se interesó
por mí. Leyó algunas cosas que no le gustaron, pero aún así quería trabajar
conmigo por mi relación con el universo, por lo que entré en el quinto episodio
de la segunda temporada”.


“Cuando mi agente me envió un vídeo de Los Soprano y enseguida entendí
que era lo mejor que había visto nunca. Yo conocía a esos personajes”.

Ser contratado como guionista en Los Soprano supuso un gran paso en la
trayectoria de Terence Winter, y le permitió trabajar en una de las salas
de guionistas más importantes de la historia de la Televisión. Lo que vino
después, desde el éxito de la serie creada por David Chase hasta su ascenso
a showrunner de Boardwalk Empire -otra de las series más valoradas de HBO-,
o también su faceta de escritor de cine son otros de los interesantes temas
que el guionista norteamericano contó durante la segunda parte de la
Masterclass organizada por ALMA, y que estará disponible en el blog a partir
de este viernes en la segunda crónica sobre el evento. No se la pierdan.
 
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