Tengo algo que decirte...He forzado a tu progenitora

Clavisto

Será en Octubre
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10 Sep 2013
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"Un santo decir sí"...

- Me voy, chicos.
- Adiós, Kufisto.

El Chato acababa de pasarse al café a modo de preámbulo para la sesión de cubalibres; el Chungui, como siempre, permanecía fiel a la cerveza. Atropelladas conversaciones de barra de bar, horas enteras. Pasé la última con ellos, una vez recogido el bar. Nos reímos mucho. Una de las veces que salí afuera para fumar en compañía de la tercera parte del banco vimos pasar una extraña escena. Un límpido coche cargado de gente aparcó delante de nosotros, pero no del todo. Con todo el aparcamiento libre (unos treinta metros) no hizo sino avanzar y parar como quien duda. Oímos hablar a las muy arregladas mujeres del asiento trastero. El conductor, un chico joven, llevaba el coche dentro de la línea de aparcamiento. Y así fue, parando y al ralentí, hasta el final, justo cuando iba a detenerse ante el siguiente bloque de pisos. Y allí, en el último momento, una furgoneta se le adelantó para aparcar justo delante de sus narices, dejándoles casi sin sitio para hacerlo.

- Jajaja
- jorobar

El tipo, un cincuentón rellenito y grande de bestial aspecto, bajó de la C4, echó una breve mirada hacia atrás, (algo que imposibilitó cualquier idea de tocar el claxon) y con toda calma se dirigió hacia el 24 horas de la rumanilla cachonda mientras el coche matrícula M de azul eléctrico mantenía accionado el pedal del freno con la parte trasera fuera de la zona de aparcamiento.

- Jajaja
- Me cachis

Entonces fue que oímos un claxon como de carrera ciclista. Y en verdad se trataba de una bici, de una bici que pasaba por delante del bar y sobre la cual pedaleaba un cliente, uno que gracias a Dios no es sino circunstancial, un chaval, un mostrenco de unos treinta años, un pesado del alma, el clásico ejemplo de "lo que no debe ser" un cliente en un bar con profundo oleaje, ese que aún viéndote liado y concentrado cual resacoso adepto a Cthulhu pidiendo por la salvación de sus cañas no por ello deja de contarte a grandes voces sus aún más ininteligibles cosas...

- Jojojo
- Esto es la leche, Kufisto.
- Me encanta la vida. ¿Sabes? En los momentos de bajón me acuerdo de estas cosas.
- Mira, ya bajan los del coche.

Poco a poco fueron saliendo mujeres de él; algunas muy jóvenes y otras no tanto, pero todas bien arregladas y un tanto sofocadas. El chaval que conducía fue el último en apearse.

Mi amigo se fue. Sus hijos lo reclamaban para tomar algo en otro sitio.

- Ya son grandes y todavía me quieren, Kufisto. Es decir, quieren estar conmigo.
- Claro.

Pasamos adentro, apuró su segunda y última copa reglamentaria de pacharán, pagó, y despidiéndose de sus tres simpáticos amigos marchó hacia donde sus tres hijos estaban esperándole.


Cargado con la bolsa de trabajo caminé por las calles desiertas bajo un cielo abrasador...O no, espera un momento. No. No hacía nada de calor. Recuerda que ya son diez años sin televisor en el piso y al menos veinte que no ves las noticias. No hacía frío pero tampoco calor. Durante toda la mañana, todos los días, ando escuchando sobre el calor.

- ¿Pero vosotros os acordáis del verano pasado? -digo cuando ya no puedo evitar callarme, rompiendo con ello una de la reglas de oro del buen camarero. Después de todo, ¿qué me va en ello?

El del año pasado fue un infernal revival del de 2015, año que recuerdo porque lo pasé sin fumar y eso hace marca. Pero aún peor, pues empezó a mediados de mayo y se alargó hasta el mismo tiempo de agosto. Tres meses sin bajar de cuarenta grados durante el día y veinte a última hora de la madrugada. A piñón. Y esto ahora te lo comparan con los treinta que hizo en Marzo. Treinta grados aquí, en La Mancha, son un paseo militar. Pero nada, que hace mucho calor cuando ayer fue el único día que llegamos a 35.

Ya son cuatro los meses que ando este camino de diez minutos escasos. Quizá esta semana me devuelvan el coche.

En todo este tiempo lo he tenido para ver que otros están peor que el mío. Y hoy, esta tarde, pasando otra vez ante el coche azul enjaulado tras la valla comunitaria de uno de los edificios del trayecto, no sé por qué, me he acordado de Von Braun y su cohete a la Luna.

Cuando él hizo eso mi padre todavía era novio de mi progenitora. Mi padre tenía un buen bar y mi progenitora, mucho más joven que él, trabajaba en una fábrica de guantes. Yo nacería pues con algún Apolo de esos elevándose más allá de las nubes en el año 73 de mi era. El año está claro, el día no tanto según mi DNI, pero esto era algo normal en aquel tiempo extraño.

Von Braun era uno de aquellos nazis que se repartieron americanos y soviéticos. Le dieron casa, pilinguis, tiempo y recursos ilimitados, tanto físicos como materiales. Las matemáticas son fórmulas y los materiales están subordinados a ellas. Von Braun tenía una buena retentiva para ello y entre polvo y polvo con pilinguis premium diseñó un cohete en el que no iría. Cuantos murieron en los ensayos es algo que no viene a cuento. El cohete llegó a la Luna lunera y los axtronautas clavaron una bandera americana mientras HAL9000 andaba elucubrando el nivel de tontería.


El pueblo estaba desierto. Creo que ya lo he dicho y es verdad. No me crucé con nadie durante esos minutos. En la calle que lleva hasta mi piso tuve que ponerme la mano en el pecho a modo de pantalla ante el viento fresco. Uno piensa en Von Braun y rezuma sin necesidad.


Me duelen los hombros. Le he pegado tanto al saco y llevo tanto tiempo sin mi cohete que me duelen los hombros.


¿Y los puños, Kufisto?


Los puños están perfectos.



 
"Un santo decir sí"...

- Me voy, chicos.
- Adiós, Kufisto.

El Chato acababa de pasarse al café a modo de preámbulo para la sesión de cubalibres; el Chungui, como siempre, permanecía fiel a la cerveza. Atropelladas conversaciones de barra de bar, horas enteras. Pasé la última con ellos, una vez recogido el bar. Nos reímos mucho. Una de las veces que salí afuera para fumar en compañía de la tercera parte del banco vimos pasar una extraña escena. Un límpido coche cargado de gente aparcó delante de nosotros, pero no del todo. Con todo el aparcamiento libre (unos treinta metros) no hizo sino avanzar y parar como quien duda. Oímos hablar a las muy arregladas mujeres del asiento trastero. El conductor, un chico joven, llevaba el coche dentro de la línea de aparcamiento. Y así fue, parando y al ralentí, hasta el final, justo cuando iba a detenerse ante el siguiente bloque de pisos. Y allí, en el último momento, una furgoneta se le adelantó para aparcar justo delante de sus narices, dejándoles casi sin sitio para hacerlo.

- Jajaja
- jorobar

El tipo, un cincuentón rellenito y grande de bestial aspecto, bajó de la C4, echó una breve mirada hacia atrás, (algo que imposibilitó cualquier idea de tocar el claxon) y con toda calma se dirigió hacia el 24 horas de la rumanilla cachonda mientras el coche matrícula M de azul eléctrico mantenía accionado el pedal del freno con la parte trasera fuera de la zona de aparcamiento.

- Jajaja
- Me cachis

Entonces fue que oímos un claxon como de carrera ciclista. Y en verdad se trataba de una bici, de una bici que pasaba por delante del bar y sobre la cual pedaleaba un cliente, uno que gracias a Dios no es sino circunstancial, un chaval, un mostrenco de unos treinta años, un pesado del alma, el clásico ejemplo de "lo que no debe ser" un cliente en un bar con profundo oleaje, ese que aún viéndote liado y concentrado cual resacoso adepto a Cthulhu pidiendo por la salvación de sus cañas no por ello deja de contarte a grandes voces sus aún más ininteligibles cosas...

- Jojojo
- Esto es la leche, Kufisto.
- Me encanta la vida. ¿Sabes? En los momentos de bajón me acuerdo de estas cosas.
- Mira, ya bajan los del coche.

Poco a poco fueron saliendo mujeres de él; algunas muy jóvenes y otras no tanto, pero todas bien arregladas y un tanto sofocadas. El chaval que conducía fue el último en apearse.

Mi amigo se fue. Sus hijos lo reclamaban para tomar algo en otro sitio.

- Ya son grandes y todavía me quieren, Kufisto. Es decir, quieren estar conmigo.
- Claro.

Pasamos adentro, apuró su segunda y última copa reglamentaria de pacharán, pagó, y despidiéndose de sus tres simpáticos amigos marchó hacia donde sus tres hijos estaban esperándole.


Cargado con la bolsa de trabajo caminé por las calles desiertas bajo un cielo abrasador...O no, espera un momento. No. No hacía nada de calor. Recuerda que ya son diez años sin televisor en el piso y al menos veinte que no ves las noticias. No hacía frío pero tampoco calor. Durante toda la mañana, todos los días, ando escuchando sobre el calor.

- ¿Pero vosotros os acordáis del verano pasado? -digo cuando ya no puedo evitar callarme, rompiendo con ello una de la reglas de oro del buen camarero. Después de todo, ¿qué me va en ello?

El del año pasado fue un infernal revival del de 2015, año que recuerdo porque lo pasé sin fumar y eso hace marca. Pero aún peor, pues empezó a mediados de mayo y se alargó hasta el mismo tiempo de agosto. Tres meses sin bajar de cuarenta grados durante el día y veinte a última hora de la madrugada. A piñón. Y esto ahora te lo comparan con los treinta que hizo en Marzo. Treinta grados aquí, en La Mancha, son un paseo militar. Pero nada, que hace mucho calor cuando ayer fue el único día que llegamos a 35.

Ya son cuatro los meses que ando este camino de diez minutos escasos. Quizá esta semana me devuelvan el coche.

En todo este tiempo lo he tenido para ver que otros están peor que el mío. Y hoy, esta tarde, pasando otra vez ante el coche azul enjaulado tras la valla comunitaria de uno de los edificios del trayecto, no sé por qué, me he acordado de Von Braun y su cohete a la Luna.

Cuando él hizo eso mi padre todavía era novio de mi progenitora. Mi padre tenía un buen bar y mi progenitora, mucho más joven que él, trabajaba en una fábrica de guantes. Yo nacería pues con algún Apolo de esos elevándose más allá de las nubes en el año 73 de mi era. El año está claro, el día no tanto según mi DNI, pero esto era algo normal en aquel tiempo extraño.

Von Braun era uno de aquellos nazis que se repartieron americanos y soviéticos. Le dieron casa, pilinguis, tiempo y recursos ilimitados, tanto físicos como materiales. Las matemáticas son fórmulas y los materiales están subordinados a ellas. Von Braun tenía una buena retentiva para ello y entre polvo y polvo con pilinguis premium diseñó un cohete en el que no iría. Cuantos murieron en los ensayos es algo que no viene a cuento. El cohete llegó a la Luna lunera y los axtronautas clavaron una bandera americana mientras HAL9000 andaba elucubrando el nivel de tontería.


El pueblo estaba desierto. Creo que ya lo he dicho y es verdad. No me crucé con nadie durante esos minutos. En la calle que lleva hasta mi piso tuve que ponerme la mano en el pecho a modo de pantalla ante el viento fresco. Uno piensa en Von Braun y rezuma sin necesidad.


Me duelen los hombros. Le he pegado tanto al saco y llevo tanto tiempo sin mi cohete que me duelen los hombros.


¿Y los puños, Kufisto?


Los puños están perfectos.




No sabía yo lo de las pilinguis de Von Braun. Cuánto se aprende leyéndote, Clavisto!
 
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