Chapinazo
Exiliado
Tengo hijos pequeños que dentro de no tanto tiempo llegarán a la pubertad. Me gustaría saber a qué se enfrentarán en estos tiempos.
Yo tengo buena memoria y recuerdo escenas de cuando tenía once, doce y trece años que creo que la mayor parte de la gente borra de su memoria (o de su consciente, al menos). Desde el pseudo anonimato de este foro quiero contarlas, preguntar por las vuestras y llegar a saber, aunque sea a grandes rasgos, cómo sucede todo ahora.
Ahí va lo mío, sin tapujos:
1989. No hay internet. No hay móviles. No hay acceso a la pronografía (uno de la clase trajo un día a clase escondida una revista de tías en berzas y se montó la mundial). No se habla de sexualidad ni en la tele, ni en la familia ni en el colegio. En mi colegio, de curas, sólo hay chicos. Capital de provincias, mediana. Ambiente seguro, sin los peligros de hoy. El único riesgo eran los etnianos y los yonquis, pero no eran tantos. Si veías un neցro por la calle te quedabas bastante sorprendido.
No hay nada erótico en la vida, solo algún actor o actriz deseables, acababan de lanzar Telecinco y quizá se pueden empezar a ver algunas cosas, naderías. Yo tengo once años, estoy lleno de curiosidad y apenas sé en qué consiste el acto sensual. Sí sé que se mete y se saca, pero nunca podía imaginar cómo sucedía, ni que hubiera caricias, sesso oral, afecto, ni que existieran el orgasmo ni la eyaculación. Recordemos que no había referencias donde consultar (ni libros, ni internet, ni programas de tele sobre sesso…). Y el pudor marcaba todo, imposible hablar de ello con la familia. Apenas con los amigos, cambiantes y poco estables aún a esa edad, muchos muy infantiles aún, uno se atrevía a hablar de esas cosas.
Recuerdo la primera vez que eyaculé. No el día exacto, pero sé que fue o unos días antes de cumplir los doce o unos días después. No sabía ni quererseme. Hacía varios meses que era púber (tenía algo de vello, se había engrosado el miembro viril y tenía erecciones constantes). Me acariciaba el glande y me rozaba con las sábanas porque me daba placer. Una tarde al comienzo del verano, tras una larga sesión de caricias en el pimpollo sentí un estremecimiento colosal y tuve mi primer orgasmo, que produjo una gota de leche. Aluciné más allá de lo explicable. Me gustó, pero a la vez me dio miedo, pensé que había hecho algo malo y que se me había roto algo por dentro. Tuve tanto miedo que tardé varios días en repetirlo, pero luego ya no paré.
Todo era no-erótico en la vida, excepto una cosa, o al menos en mi caso: las piscinas en verano. Allí se veían los cuerpos de los y las adolescentes casi desnudos, con un pequeño traje de baño. En las pistas deportivas corría el sudor y se disparaban las hormonas . Allí estaban todas las edades mezcladas, aunque yo sólo tenía ojos para jóvenes de mi edad, chicos y chicas, digamos de 11 a 14 años. A mis ojos, con menos de esa edad eran niños, con más edad, adultos ya.Allí, en ese entorno, entre los compañeros de clase y algún otro pegado (amigo de, vecino de, primo de…) se hablaba. Todos teníamos erecciones. Alguno se había masturbado y lo contaba. Fantaseábamos bravucones con las jovencitas de la toalla de al lado. Observábamos berzas, pero también paquetes. Y sobre todo nos observábamos unos a otros en las duchas, tras hacer deporte. Mirábamos quién tenía vello (a los que aún no tenían, les daba vergüenza), de qué tamaño eran nuestras platanos. Locos de curiosidad. Pronto empezamos a mostrarnos los penes erectos y a comentarlos y, como cosa natural, pronto empezamos a pelárnosla en grupo (ahí aprendí cómo se hacía bien). Aunque había pocas ocasiones de hacerlo. Tal vez a última hora en el campo de fútbol, o en algún rincón sin gente. Buscábamos el momento. Nos flipaba ese erotismo, homoerotismo, realmente. Recuerdo el orgullo que sentía porque yo tenía una de las platanos más grandes, aunque no eyaculaba tanto volumen como otros. Hasta ese grado llegaban nuestras indagaciones y comparaciones.
Por lo que sé, nunca hubo ni masturbación mutua ni la cosa llegó a más. Al menos en mi caso. No sé si algunos en petit comité cruzaron ese umbral.
A los doce y trece años me hacía tres caricias al día. No me imaginaba ni me excitaba pensando en un acto sensual porque no sabía cómo era (nunca había visto prono, ni un shishi, sólo las platanos de mis amigos). Tampoco en nadie en particular. Pensaba en mi grupo de amigos pelándonosla como monos, eso era lo que me excitaba por entonces.
No fue hasta casi los catorce años cuando un amigo consiguió una cinta de VHS prono y fuimos a verlo a la casa de otro colega (sus padres estaban ese día fuera) cuando vi en qué consistía realmente una relación sensual (aunque el prono nunca sea demasiado real). Todo eso añadió nuevos ingredientes a mi imaginación. Por supuesto, grandes caricias comunales viendo prono en grupo. Por aquella época ya éramos más atrevidos, fumábamos y empezábamos a beber, pero de amar nada de nada, implanteable. Con regularidad nos atrevíamos a alquilar prono en algún video club que hacía la vista subida de peso y no pedía el carné. Esta etapa fue acabando a los 15 años, casi a los 16.
En clase no amaba ni Dios y casi no conocíamos chicas. Cuando teníamos 15 años (2º de BUP) ocurrió que uno (sólo uno entre una clase de cuarenta y tantos tíos) ***ó con una. Y no era mentira, casi seguro que era cierto. Se convirtió en poco menos que un héroe mitológico. Unos pocos tuvieron alguna relación esporádica a los 16 ó 17, pero eran minoría. Incluso alguno tuvo novia a esa edad y ***ó con cierta regularidad, rara avis. La mayor parte nada de nada. Para la mayor parte ese día no llegó hasta los 18 ó 19 y sospecho que, para muchos, mucho más tarde. Yo no ***é hasta los 19.
Todo esta represión y este homoerotismo no dejó secuelas. Que yo sepa, casi todos heterosexuales (alguno quizá bisexual, con su época curiosa gays, pero sin mayor trascendencia). La mayor parte tenemos hijos. Ninguna parafilia visible, aunque quién sabe qué habrá en las cabezas. Y, alguno de más alguno de menos, los mismos colegas con los que me la pelaba con doce años hoy son amigos con los que ir de cena para hablar de la vida y de política, amigos con los que llevar a los niños juntos a actividades, amigos de tomar café para ver qué tal la vida.
Me pregunto dos cosas. Una, ¿cómo de atípica o convencional fue mi pubertad? Esto no es algo de lo que hablas con la gente (a alguno le podría explicar cómo tenía el pito a sus doce años y de qué hablaba, tengo buena memoria). Yo creo que la mayor parte de la gente de mi época ha de haber vivido una experiencia parecida, pero me gustaría saberlo. O quizá no, y he vivido una anomalía. Otra pregunta, más importante, ¿cómo es todo esto hoy? ¿Qué hacen hoy los púberes? Doy por hecho que ven prono antes de querersese (con lo que saben bien cómo hacerlo), que su primera eyaculación no los aterroriza (porque ya han visto riadas de leche en el móvil de no sé qué colega) y que en las clases mixtas se mantienen relaciones sensuales pronto, heterosexuales y gayses. Pero no lo sé. Me gustaría saber cómo es hoy.
Si algún pureta cuenta cómo fue su experiencia pre-internet, fabuloso. Si algún joven (de menos de veinte, por decir algo) cuenta cómo fue la suya, será útil y bien interesante para los que tenemos hijos.
En el Principal, con dos huevones.
Yo tengo buena memoria y recuerdo escenas de cuando tenía once, doce y trece años que creo que la mayor parte de la gente borra de su memoria (o de su consciente, al menos). Desde el pseudo anonimato de este foro quiero contarlas, preguntar por las vuestras y llegar a saber, aunque sea a grandes rasgos, cómo sucede todo ahora.
Ahí va lo mío, sin tapujos:
1989. No hay internet. No hay móviles. No hay acceso a la pronografía (uno de la clase trajo un día a clase escondida una revista de tías en berzas y se montó la mundial). No se habla de sexualidad ni en la tele, ni en la familia ni en el colegio. En mi colegio, de curas, sólo hay chicos. Capital de provincias, mediana. Ambiente seguro, sin los peligros de hoy. El único riesgo eran los etnianos y los yonquis, pero no eran tantos. Si veías un neցro por la calle te quedabas bastante sorprendido.
No hay nada erótico en la vida, solo algún actor o actriz deseables, acababan de lanzar Telecinco y quizá se pueden empezar a ver algunas cosas, naderías. Yo tengo once años, estoy lleno de curiosidad y apenas sé en qué consiste el acto sensual. Sí sé que se mete y se saca, pero nunca podía imaginar cómo sucedía, ni que hubiera caricias, sesso oral, afecto, ni que existieran el orgasmo ni la eyaculación. Recordemos que no había referencias donde consultar (ni libros, ni internet, ni programas de tele sobre sesso…). Y el pudor marcaba todo, imposible hablar de ello con la familia. Apenas con los amigos, cambiantes y poco estables aún a esa edad, muchos muy infantiles aún, uno se atrevía a hablar de esas cosas.
Recuerdo la primera vez que eyaculé. No el día exacto, pero sé que fue o unos días antes de cumplir los doce o unos días después. No sabía ni quererseme. Hacía varios meses que era púber (tenía algo de vello, se había engrosado el miembro viril y tenía erecciones constantes). Me acariciaba el glande y me rozaba con las sábanas porque me daba placer. Una tarde al comienzo del verano, tras una larga sesión de caricias en el pimpollo sentí un estremecimiento colosal y tuve mi primer orgasmo, que produjo una gota de leche. Aluciné más allá de lo explicable. Me gustó, pero a la vez me dio miedo, pensé que había hecho algo malo y que se me había roto algo por dentro. Tuve tanto miedo que tardé varios días en repetirlo, pero luego ya no paré.
Todo era no-erótico en la vida, excepto una cosa, o al menos en mi caso: las piscinas en verano. Allí se veían los cuerpos de los y las adolescentes casi desnudos, con un pequeño traje de baño. En las pistas deportivas corría el sudor y se disparaban las hormonas . Allí estaban todas las edades mezcladas, aunque yo sólo tenía ojos para jóvenes de mi edad, chicos y chicas, digamos de 11 a 14 años. A mis ojos, con menos de esa edad eran niños, con más edad, adultos ya.Allí, en ese entorno, entre los compañeros de clase y algún otro pegado (amigo de, vecino de, primo de…) se hablaba. Todos teníamos erecciones. Alguno se había masturbado y lo contaba. Fantaseábamos bravucones con las jovencitas de la toalla de al lado. Observábamos berzas, pero también paquetes. Y sobre todo nos observábamos unos a otros en las duchas, tras hacer deporte. Mirábamos quién tenía vello (a los que aún no tenían, les daba vergüenza), de qué tamaño eran nuestras platanos. Locos de curiosidad. Pronto empezamos a mostrarnos los penes erectos y a comentarlos y, como cosa natural, pronto empezamos a pelárnosla en grupo (ahí aprendí cómo se hacía bien). Aunque había pocas ocasiones de hacerlo. Tal vez a última hora en el campo de fútbol, o en algún rincón sin gente. Buscábamos el momento. Nos flipaba ese erotismo, homoerotismo, realmente. Recuerdo el orgullo que sentía porque yo tenía una de las platanos más grandes, aunque no eyaculaba tanto volumen como otros. Hasta ese grado llegaban nuestras indagaciones y comparaciones.
Por lo que sé, nunca hubo ni masturbación mutua ni la cosa llegó a más. Al menos en mi caso. No sé si algunos en petit comité cruzaron ese umbral.
A los doce y trece años me hacía tres caricias al día. No me imaginaba ni me excitaba pensando en un acto sensual porque no sabía cómo era (nunca había visto prono, ni un shishi, sólo las platanos de mis amigos). Tampoco en nadie en particular. Pensaba en mi grupo de amigos pelándonosla como monos, eso era lo que me excitaba por entonces.
No fue hasta casi los catorce años cuando un amigo consiguió una cinta de VHS prono y fuimos a verlo a la casa de otro colega (sus padres estaban ese día fuera) cuando vi en qué consistía realmente una relación sensual (aunque el prono nunca sea demasiado real). Todo eso añadió nuevos ingredientes a mi imaginación. Por supuesto, grandes caricias comunales viendo prono en grupo. Por aquella época ya éramos más atrevidos, fumábamos y empezábamos a beber, pero de amar nada de nada, implanteable. Con regularidad nos atrevíamos a alquilar prono en algún video club que hacía la vista subida de peso y no pedía el carné. Esta etapa fue acabando a los 15 años, casi a los 16.
En clase no amaba ni Dios y casi no conocíamos chicas. Cuando teníamos 15 años (2º de BUP) ocurrió que uno (sólo uno entre una clase de cuarenta y tantos tíos) ***ó con una. Y no era mentira, casi seguro que era cierto. Se convirtió en poco menos que un héroe mitológico. Unos pocos tuvieron alguna relación esporádica a los 16 ó 17, pero eran minoría. Incluso alguno tuvo novia a esa edad y ***ó con cierta regularidad, rara avis. La mayor parte nada de nada. Para la mayor parte ese día no llegó hasta los 18 ó 19 y sospecho que, para muchos, mucho más tarde. Yo no ***é hasta los 19.
Todo esta represión y este homoerotismo no dejó secuelas. Que yo sepa, casi todos heterosexuales (alguno quizá bisexual, con su época curiosa gays, pero sin mayor trascendencia). La mayor parte tenemos hijos. Ninguna parafilia visible, aunque quién sabe qué habrá en las cabezas. Y, alguno de más alguno de menos, los mismos colegas con los que me la pelaba con doce años hoy son amigos con los que ir de cena para hablar de la vida y de política, amigos con los que llevar a los niños juntos a actividades, amigos de tomar café para ver qué tal la vida.
Me pregunto dos cosas. Una, ¿cómo de atípica o convencional fue mi pubertad? Esto no es algo de lo que hablas con la gente (a alguno le podría explicar cómo tenía el pito a sus doce años y de qué hablaba, tengo buena memoria). Yo creo que la mayor parte de la gente de mi época ha de haber vivido una experiencia parecida, pero me gustaría saberlo. O quizá no, y he vivido una anomalía. Otra pregunta, más importante, ¿cómo es todo esto hoy? ¿Qué hacen hoy los púberes? Doy por hecho que ven prono antes de querersese (con lo que saben bien cómo hacerlo), que su primera eyaculación no los aterroriza (porque ya han visto riadas de leche en el móvil de no sé qué colega) y que en las clases mixtas se mantienen relaciones sensuales pronto, heterosexuales y gayses. Pero no lo sé. Me gustaría saber cómo es hoy.
Si algún pureta cuenta cómo fue su experiencia pre-internet, fabuloso. Si algún joven (de menos de veinte, por decir algo) cuenta cómo fue la suya, será útil y bien interesante para los que tenemos hijos.
En el Principal, con dos huevones.