¡Tema mítico! Harry Oldmeadow: Los falsos profetas del modernismo. Parte 3: Karl Marx

Sapere_Aude

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Sigo con la serie de hilos sobre la conferencia de Harry Oldemadow titulada "La tradición traicionada: los falsos profetas del modernismo (Darwin, Marx, Freud y Nietzsche).

Recomiendo leer la primera y la segunda parte antes de leer esta tercera:

¡Tema mítico! Harry Oldmeadow: Los falsos profetas del modernismo. Parte 1: la crisis de la modernidad - Burbuja.info - Foro de economía

¡Tema mítico! Harry Oldmeadow: Los falsos profetas del modernismo. Parte 2: Charles Darwin - Burbuja.info - Foro de economía


Harry Oldmeadow: Los falsos profetas del modernismo. Parte 3: Karl Marx​


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Hace uno o dos años, un periódico británico realizó una encuesta en la que se pedía a los lectores que nominaran al pensador más influyente de los últimos mil años. El aplastante ganador fue Karl Marx, el filósofo alemán, teórico social, padre del Comunismo (tanto como cuerpo teórico como movimiento político revolucionario), el sepulturero del capitalismo y de la religión. También se le podría describir como el autor de lo que Carlyle tan correctamente llamó la “lúgubre ciencia” de la economía. Marx no necesita mayor presentación; ni tiene sentido dar un resumen de su teoría sobre el materialismo dialéctico y sus interminables y elaborados análisis de las fuerzas productivas y de distribución en su ópera prima, El Capital, con seguridad una de las obras más pesadas e impenetrables, aunque un hito de la emergencia de esa familia de disciplinas que se agrupan bajo el estandarte de las “ciencas sociales.” No, aquí no puedo más que aludir a algunas ideas que se han convertido en el recurso principal de la actitud moderna. Comencemos con algunas palabras conocidas de la oración fúnebre de Friedrich Engels:

Igual que Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el simple hecho, hasta ahora oculto por el crecimiento excesivo de la ideología, de que la humanidad debe, en primer lugar, comer, beber, tener refugio y abrigo, antes de que pueda dedicarse a la política, la ciencia, el arte, la religión, etc; de que, por consiguiente, la producción de los medios materiales inmediatos, y en consecuencia el grado de desarrollo económico adquirido por un pueblo dado o durante una época determinada, crea la fundación sobre el que las instituciones estatales, las concepciones legales, el arte e incluso las ideas sobre religión de la gente involucrada han evolucionado, y a la luz de las cuales así deben ser explicadas, en lugar de al contrario, que es como había sido el caso hasta el momento. [1]

Fue totalmente apropiado que Engels vinculara el pensamiento de Marx con el de Darwin. De hecho, el propio Marx señaló: “El libro de Darwin [Sobre el Origen de las Especies, 1859] es muy importante y me sirve de base, en las ciencias naturales, para la lucha de clases en la historia.” [2] Ambos podrían ser considerados hijos de la así llamada Ilustración: ambos creyeron estar haciendo algo más o menos científico; cada uno popularizó una forma de pensamiento evolucionista, en los dominios biológicos y sociales respectivamente; ambos hicieron detonar una carga explosiva contra los cimientos de la creencia religiosa.

Vuelva un momento al fragmento de Engels. Note la reducción del hombre a un animal económico y social, un ser cuya naturaleza está completamente condicionada, de hecho determinada por circunstancias materiales sobre las que tiene poco control. La dimensión espiritual queda, de esta meanera, despegada como poco más que el residuo de una ya obsoleta concepción religiosa que hasta ahora había alienado al hombre de su verdadera naturaleza como ser social, moldeado por las fuerzas materiales de la historia. Todos conocemos la caracterización de Marx de la religión como “el opio del pueblo”, una droja que desvía su atención de las verdaderas circunstancias con sus ilusorias promesas de una vida en el más allá, y que anestesia su voluntad política. Aquí tienen un conocido fragmento de los incompletos, aunque letales, escritos de Marx sobre religión:

El hombre, que buscó al superhombre en la fantástica realidad del Cielo y no encontró nada más que el reflejo de sí mismo, ya no será más proclive a encontrar sino la apariencia de sí mismo, el nohumano (Unmensch) donde busque y deba encontrar su verdadera realidad...El hombre hace la religión, la religión no hace al hombre. En otras palabras, la religión es el autoconocimiento y el autosentimiento del hombre que o bien no se ha encontrado a sí mismo o ya se ha vuelto a perder... La lucha contra la religión es, por lo tanto...la lucha contra el otro mundo, del cual la religión es el aroma espiritual. ...la religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, igual como es el espíritu de una situación exánime. Es el opio del pueblo. Se requiere la abolición de la religión como felicidad ilusoria del pueblo para su verdadera felicidad...La crítica a la religión desengaña al hombre y le hace pensar, actuar y moldea su realidad como un hombre que se ha desengañado y ha recobrado el juicio, para que dé un giro sobre sí mismo y por lo tanto un giro sobre el sol verdadero. La religión es sólo el sol ilusorio que gira alrededor del hombre mientras este no giro en torno a sí mismo. [3]


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Siguiendo a Feuerbach y a Marx, Engels afirmó que: “Toda religión, no obstante, no es nada más que un reflejo fantástico, en la mente del hombre, de esas fuerzas externas que controlan su vida diaria, un reflejo en el que las fuerzas terrestres toman forma de fuerzas sobrenaturales.” [4] Esta trillada idea se ha convertido en la carta de presentación del intelectual moderno.

De la mano de este repudio de la religión y de todo lo que conlleva, va un humanismo secular. En su tesis doctoral, Marx había escrito:

La filosofía no lo oculta. La confesión de Prometeo, “En pocas palabras, detesto a todos los Dioses”, es su propia confesión, su propio lema contra todos los Dioses del Cielo y la Tierra, que no reconocen la conciencia de sí mismo del hombre como la más alta divinidad. [5]


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Junto a este humanismo, que encuentra sus antecedentes en el pensamiento de los pensadores de la Ilustración como Rousseau, tenemos el utopismo de Marx, una reflexión que anticipa un mundo en el que todas las desigualdades y maldades, todas las opresiones de clase del pasado, son devoradas por la violencia revolucionaria, que escolta a una época en la que el hombre podrá “cazar por la mañana, pescar a mediodía, criar ganado por la tarde y filosofar por la noche.” [6] En este momento de la historia no creo que necesite señalar que el utopismo romántico y apocalíptico de Marx alimentó tantos abusos y tan monstruosos que apenas podemos discernir su magnitud – un ejemplo de infierno en la Tierra, como predijo tan estremecedoramente el novelista ruso Dostoievsky en su propia y oscura obra maestra, Memorias del subsuelo (1864). El sello distintivo del pensamiento de Marx, en resumen: un materialismo corrosivo y ateo, un humanismo prometéico y un utopismo sentimental y potencialmente malo, todo esto disfrazado con un atuendo casi científico.


[1] Frederick Engels, “Discurso en el entierro de Karl Marx‟, en Karl Marx & Friedrich Engels, Selected Works,
Moscow: Progress Publishers, 1968, 435.

[2] Carta a Lasalle, 16 January 1861, citado en Francis Wheen, Karl Marx, London: Fourth Estate, 1999, 364.

[3] Contribution to the Critique of Hegel's Philosophy of Right en Karl Marx & Friedrich Engels, On Religion,
Moscow: Progress Publishers, 1957, 37-38

[4] Anti-Dühring, en Marx & Engels, On Religion, 131.

[5] Prefacio a la tesis doctoral de Marx, citado en David McLellan, Marx, Glasgow: Fontana/Collins, 1975, 26.

[6] De The German Ideology, citado en Francis Wheen, Karl Marx, 96.
 
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