Tecnología, poder y viceversa

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Tecnología, poder y viceversa




Por Enrique Martinez presidente del INTI (Instituto Nacional de Tecnologia Industrial de la República Argentina)



La incorporación de inteligencia a los procesos productivos y a los bienes finales –la tecnología– suele quedar expuesta a evaluaciones prejuiciosas o superficiales. En efecto, es inexorable que sea una fracción pequeña de la sociedad la que incursione en el desarrollo de aspectos tecnológicos y por su aplicación al agro, la industria o los servicios. Sin embargo, tal aplicación afecta la vida de todos y cada uno de los miembros de la comunidad. De manera positiva o de manera negativa, pero afecta. Por lo tanto, todos tenemos derecho a opinar pero en algunos casos lo hacemos con poco fundamento.


Esto es bastante inevitable y en todo caso es responsabilidad central de quienes conocen el tema buscar todas las maneras posibles para que el resto de los ciudadanos acceda a la mejor información. Sin embargo, en rigor, este sesgo del poco o mal fundamento opinativo tiene una contra cara aún más grave. Sucede cuando la tecnología afecta nuestras vidas, lo hace de una manera controvertida o francamente dañina, y ni siquiera nos damos cuenta.


Veamos algún ejemplo, eligiendo la siembra directa en grandes extensiones. La siembra sin un laboreo previo o con laboreo mínimo ha sido pensada e implementada por agricultores con variada base científica desde hace muchísimos años, con un objeto conservacionista. Como criterio general, puede reducir hasta eliminar la erosión; puede preservar los procesos naturales de nitrificación y formación de humus del suelo; ahorra energía; en síntesis: permite llevar adelante cultivos de manera armoniosa con el hábitat, adaptándose a aquello que la naturaleza viene haciendo hace centenares de miles de años. Claro: en superficies a escala humana y sin aplicación de grandes máquinas ni arsenales químicos. Es más: en la primera mitad del siglo XX, la labranza mínima era una de las banderas contra el uso de fertilizantes artificiales en gran escala.


Hasta que llegó otra mirada tecnológica. Una gran corporación americana advirtió que podía tomar a su favor el valor cultural de la conservación del suelo, pero rediseñó por completo la idea de la labranza cero. Para la tecnología "Monsanto" el suelo es sólo un soporte para los cultivos. Todo lo demás viene de afuera: se aplica un herbicida total de contacto, que al menos cuando se lo diseñó, eliminaba toda vegetación a la que alcanzara; se utiliza una semilla resistente a ese herbicida obtenida por tras*génesis, modificación genética que consiste en insertar genes de otra especie para obtener una característica determinada, en este caso, la resistencia al herbicida glifosato; se aplican fertilizantes nitrogenados o fosfatados como para cubrir la totalidad de la demanda del cultivo. Falta solo el sol y la lluvia. Incluso esta última se reemplaza por sistema de riego en gran escala. El resultado tiene sólo algunos puntos en común con los conservacionistas. Porque el herbicida total afecta la microfauna, las abejas y los pájaros, además de las personas, en los frecuentes casos de uso desaprensivo; porque el exceso de fertilizantes no procesado migra hacia los cauces de agua y los contamina con vegetación acuática no deseada; porque aparecen plagas resistentes al cóctel químico, que hace que las dosis aumenten y aumenten. Los rendimientos por hectárea aumentan. Pero, en rigor, lo hacen casi como sucedería en un cultivo hidropónico, donde sin tierra se agregan todos los nutrientes necesarios. El tiempo dirá si este es el modelo que realmente el mundo necesita.


Existe otro componente –el menos visto– de la nueva tecnología. Al reducirse la potencia necesaria por hectárea –porque no se mueve la tierra– se produjo la paradoja que el tamaño de los equipos aumentó, pero con el objetivo de trabajar mucho mayores superficies que las tradicionales, en igual tiempo. Mediante este "paquete" tecnológico (gran maquinaria, herbicidas totales, semillas modificadas genéticamente para resistir al herbicida) se posibilitó así que muy poca gente trabaje grandes extensiones; el empleo productivo disminuye, su costo también. En cambio, el costo y la dependencia con respecto a este paquete tecnológico, patentado y controlado de modo concentrado por grandes corporaciones, aumentó.


El efecto inmediato fue el gran aumento del capital necesario para ser contratista de labranza y la posibilidad de que grandes capitales financieros accedieran a cultivar la tierra, ocupando a esos contratistas y arrendando predios. Cultivar es un decir: accedieron a hacer negocios con la tierra, de forma tal que los inversores normalmente no saben ni en qué provincias están los campos que se siembran. Como sucede en cualquier "fondo de inversión", los dueños del capital (en muchos casos pequeños ahorristas, jubilados), quedan completamente desvinculados e ignorantes de la aplicación productiva de sus dineros; sólo deben preocuparse por la seguridad de su inversión y la maximización de su renta.


El efecto en cascada es ya conocido. La compra centralizada de insumos y la comercialización igualmente centralizada de los productos finales quebró el tejido comercial e industrial de cada pueblo, amplificando el efecto negativo de la menor ocupación directa sobre la tierra. Los actores financieros y económicos para esta tras*formación estaban disponibles o aparecieron en el camino. Pero fue la tecnología la que permitió el cambio.


La tecnología no es neutral, y quienes la hacemos, querramos o no, tampoco somos neutrales; tampoco podremos alegar inocencia. No basta conocer un tema a fondo para ser útil a la comunidad. Para que esto suceda importan los resultados finales sobre la vida de los ciudadanos. Todos los resultados. El ejemplo desarrollado, que puede multiplicarse en otros ámbitos de la salud, de la tecnología militar o del uso de Internet, entre tantos, nos obliga a pensar más allá del resultado inmediato. Más allá del negocio. Hay un solo espacio válido: el de la vida de todos. Allí importa –y mucho– la tecnología, pero controlada por nosotros mismos y al servicio de todos los compatriotas.

Enrique Martínez
http://www.inti.gov.ar/sabercomo/sc65/inti1.php

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=68517&titular=tecnología-poder-y-viceversa-
 
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La "burbuja" del petróleo y las protestas sociales mundiales

El 21 de mayo pasado, los presidentes de las seis principales empresas petroleras fueron citados a una audiencia al Comité Judicial del Senado de Estados Unidos, para aclarar las razones por las cuales el valor del galón de gasolina al consumidor final pasó de 3 dólares, el del millar de pies cúbicos de gas se cotizaba en 11,83 y el del barril de crudo por encima de los 130. Los representantes de Exxon, Chevron y de otras multinacionales alegaron que en ese país no existe “libre mercado” de hidrocarburos, ya que por medidas del Congreso está excluido el 92% de territorio federal para hacer explotaciones; que, según ellos, “el 15% del costo de gasolina va para impuestos y sólo el 4% a las ganancias de las compañías” y que además “controlan sólo el 7% de las reservas mundiales y empresas estatales (de los países productores) el 75%”. No obstante, dichas firmas han obtenido enormes rentas en los últimos años; Exxon en 2007 se alzó con 40 mil millones de dólares en utilidades, 3% más que en 2006, e ingresos de 404 mil millones; Chevron consiguió entradas por 220 mil millones y ganó 18.700, el máximo en los últimos cuatro años y 9% más que en 2006.

Fruto de dicha audiencia, el senador demócrata y ex candidato presidencial, John Kerry, pidió que “el Departamento de Justicia debe formar una fuerza para investigar la manipulación y la corrupción en el mercado de energía”. Distintas voces ratifican esa expresión: la Agencia Internacional de Energía (AIE), dijo que un desequilibrio entre oferta y demanda ampliado por una burbuja especulativa, creada por la “estampida” de los inversionistas afectados en el negocio hipotecario y la devaluación del dólar, está consolidando un “shock” petrolero; la OPEP aseguró que “sin la burbuja de la especulación que hay en el mercado…el barril costaría probablemente unos 70 dólares”; el ministro de petróleo Saudita dijo que “ha insistido durante meses que más petróleo no es la respuesta”. Los hechos también la ratifican. Aunque el consumo mundial diario, 86 millones de barriles, está satisfecho, los rendimientos bursátiles en los mercados a futuros de petróleo han crecido 40% en valor en 2008. Por ejemplo, un fondo financiero, formado por firmas operadoras de empresas petroleras, se valorizó más de un 30% en cinco meses y quienes se concentran en contratos de materias primas a futuro son campeones en las bolsas.

¿Cómo se forma esta “burbuja”? El economista C. Philbrook explica que” las tasas de interés aumentaron la liquidez y llevaron a que la especulación, especialmente en los mercados de commodities, creciera exponencialmente”. Según él, el mundo consumió 29.000 millones de barriles en 2006. Si se pone un precio promedio de 70 dólares, el valor anual de ese mercado fue de algo más de 2 billones. ¿En cuánto se registraron los contratos a futuros ese año? 8 millones de millones, cuatro veces más. La especulación se monta cuando el valor del petróleo es menor al día que hacia el futuro, los especuladores “lo compran donde vale menos, lo almacenan, y luego lo venden donde vale más, en los mercados de futuros”.

Descontando esas ganancias bursátiles, que William Engdhal estimó hasta en un 60%, en Estados Unidos los impuestos son cerca del 17% del precio final de un galón de gasolina, la refinación y el comercio son el 28% y el crudo es el 55%. En Colombia, la repartición es el 23% en impuestos, la refinación y la materia prima el 62,6% y el comercio, mayorista y minorista, el 14,6%. Los niveles altísimos que han tomado los precios han llevado a un encarecimiento, en primer lugar, de los alimentos y a un alza de la inflación básica en general. El balance para los pueblos del mundo, incluidos los de los países exportadores de petróleo, es negativo, pagan la crisis aumentando -por los bienes de primera necesidad- mayores porciones de sus ya disminuidos presupuestos. ¿Qué decir de los países importadores netos?

La protesta social no se ha hecho esperar. En naciones vendedores y compradores, el sector del tras*porte ha entrado en paro. En España, Chile, y Portugal, los camioneros, y los pescadores de Francia; en otros, exportadores de hidrocarburos, como Vietnam, hay huelgas industriales, en Emiratos Arabes Unidos, disturbios salariales, en Venezuela, la inflación crece como espuma (wsj.com) y en Colombia, pese a las desinformaciones oficiales, 145.000 camioneros están paralizados. Ha comenzado una nueva fase de la crisis: los especuladores se “refugiaron” en los mercados de materias primas para resarcirse de las pérdidas y trasladárselas a la sociedad en general y ésta, ante el sacrificio que eso le significa, recurre a la protesta y a la movilización. Hace algún tiempo escribí que el petróleo era el “talón de Aquiles de la globalización” ahora, con una especulación rampante incubada en el alma de los precios, esa frase cobra más vigencia.

Aurelio Suárez Montoya
Argenpress
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=69081&titular=la-"burbuja"-del-petróleo-y-las-protestas-sociales-mundiales-
 
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