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Será en Octubre
La alemana Leyen, nominada presidenta de la Comisión en la cumbre de las tortas
La alemana Leyen, nominada presidenta de la Comisión en la cumbre de las tortas
Una cumbre llena de giros de guión, candidatos tapados y tortas ha convertido a Ursula von der Leyen, actual ministra de Defensa de Alemania, como candidata designada por el Consejo Europeo para ser la nueva presidenta de la Comisión Europea. El Parlamento Europeo tendrá que dar su luz verde en la segunda sesión de julio.
El resultado ha llegado después de tres días intensos de cumbre en la capital comunitaria, tiempo en el que ha habido lugar para que varias listas con favoritos, y muchos candidatos hayan estado sobre la mesa para un gran abanico de puestos.
Si Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, esperaba que una nueva cooperación socio-liberal con París pudiera dar luz a un acuerdo que desbancara a los populares de la presidencia de la Comisión Europea se equivocó de lleno. A la hora de la verdad Emmanuel Macron, presidente francés, ha preferido la cooperación con Berlín, alzando automáticamente a von der Leyen.
A cambio Francia ha obtenido lo que el Elíseo ha buscado desde el principio del proceso, la presidencia del Banco Central Europeo (BCE). El que seguramente es el asiento más poderoso de la Unión Europea ha ido a parar a manos de París, que coronaría a la francesa Christine Lagarde, actual directora ejecutiva del Fondo Monetario Internacional (FMI).
España, sin embargo, no ha tenido ningún problema con el paquete: obtendrá la jefatura de la diplomacia europea, seguramente el cargo con menos poder y más problemático de los que se repartían en esta cumbre, y que irá a parar a las manos del actual ministro de Exteriores Josep Borrell.
De la ambición a los mínimos
La cumbre comenzó el pasado domingo con un plan sobre la mesa que venía esbozado desde la reunión del G20 celebrada en Osaka (Japón). Allí Alemania, Francia, España y Países Bajos pisaron tierra firme: el candidato a la Comisión Europea debía ser el socialista holandés Frans Timmermans, candidato de los socialistas a la presidencia, mientras que el candidato de los populares, el alemán Manfred Weber, se quedaría con la presidencia de la Eurocámara.
El objetivo era evitar un choque institucional con el Parlamento, que desde 2014 defiende que no va a elegir a un presidente de la Comisión Europea que no haya participado en las elecciones europeas, un sistema llamado ‘spitzenkandidaten’.
Pero el Grupo Visegrado, una alianza de Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia, se oponían frontalmente a Timmermans. ¿La razón? El holandés, actual vicepresidente primero de la Comisión Europea, ha sido durante los últimos años el azote de Varsovia y Budapest, donde ambos Gobiernos atacan de forma sistemática el Estado de derecho.
Aprobar la candidatura de Timmermans en el Consejo, para lo que hace falta una mayoría cualificada reforzada (el 72% de los países con el 65% de la población) era posible con Visegrado en contra, incluso cuando Italia anunció que se opondría. Era una bomba política, elegir un nombre que el bloque del este tenía tachado y consideraba “inaceptable”, pero a la vez era una decisión trascendental para la UE: priorizar la unidad con un grupo de países que violan el Estado de derecho, o defender la candidatura del hombre que les ha perseguido por hacerlo.
Pero el problema definitivo llegó por otro lado. En la reunión previa a la cumbre, el Partido Popular Europeo (PPE) recibió con una total frialdad el paquete al que Angela Merkel había accedido en Osaka. “Fue brutal”, aseguró entonces a este periódico una indignada fuente popular.
El PPE inició una oposición total. Pero señalaban una forma de desbloquearlo: “Nosotros pedíamos la presidencia de la Comisión Europea y cedíamos todo lo demás (presidencia del Consejo y del Parlamento). Si nos quedamos sin la Comisión nos quedamos con los demás cargos”, aseguró una fuente. Es decir: querían el Consejo.
Comenzó entonces un baile que buscaba que los liberales acabaran cediendo el cargo que ahora ostenta Tusk. Una fuente diplomática admitía que todo estaba concentrado en ese punto: si lograban que Bélgica y Países Bajos dejaran caer un puesto que habían ganado en el paquete de Osaka y se lo cedían al PPE, el acuerdo era casi seguro.
Pero la noche terminó, la cumbre se adentró en la mañana del lunes. Los jefes de Estado y de Gobierno llevaban desde las once de la noche en un enjambre de bilaterales, encuentros con el presidente del Consejo, baile de nombres y sillas que concluyó sobre el mediodía del lunes. Tusk suspendió la cumbre. Consideraba que el acuerdo era imposible de momento y los líderes no estaban dispuestos a someter un posible paquete a votación. Primaba la unidad.
Para cuando se reactivó la reunión con encuentros bilaterales este martes sobre las once de la mañana la candidatura de Timmermans estaba ya muerta. El círculo de Tusk ya se había encargado de mover el lunes por la tarde que el paquete encabezado por el holandés no era su propuesta inicial, en la que el polaco había pasado trabajando la última semana. Fuentes europeas dieron a entender que Tusk había sondeado otros nombres, que le había “sorprendido” el “Plan Osaka”.
Por la mañana ya no quedaba casi nada de aquel paquete original. Los nombres empezaron a volar y von der Leden, que había sonado hacía ya tiempo, volvió sobre la mesa. Una alemana a la Comisión Europea hacía que Francia quisiera su parte, y la obtiene con la presidencia del BCE, mientras los liberales se mantienen intactos respecto al acuerdo de Osaka. Y los socialistas, cuyo negociador jefe era Sánchez, se habían hundido en el barro: de la presidencia de la Comisión Europea a tener que conformarse con medio mandato del Parlamento Europeo y el Alto Representante. España, sabiendo que se trata de un acuerdo pésimo para los socialistas pero mirando por el interés de colocar a Borrell en un alto cargo, acabó cediendo.
La alemana Leyen, nominada presidenta de la Comisión en la cumbre de las tortas
Una cumbre llena de giros de guión, candidatos tapados y tortas ha convertido a Ursula von der Leyen, actual ministra de Defensa de Alemania, como candidata designada por el Consejo Europeo para ser la nueva presidenta de la Comisión Europea. El Parlamento Europeo tendrá que dar su luz verde en la segunda sesión de julio.
El resultado ha llegado después de tres días intensos de cumbre en la capital comunitaria, tiempo en el que ha habido lugar para que varias listas con favoritos, y muchos candidatos hayan estado sobre la mesa para un gran abanico de puestos.
Si Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, esperaba que una nueva cooperación socio-liberal con París pudiera dar luz a un acuerdo que desbancara a los populares de la presidencia de la Comisión Europea se equivocó de lleno. A la hora de la verdad Emmanuel Macron, presidente francés, ha preferido la cooperación con Berlín, alzando automáticamente a von der Leyen.
A cambio Francia ha obtenido lo que el Elíseo ha buscado desde el principio del proceso, la presidencia del Banco Central Europeo (BCE). El que seguramente es el asiento más poderoso de la Unión Europea ha ido a parar a manos de París, que coronaría a la francesa Christine Lagarde, actual directora ejecutiva del Fondo Monetario Internacional (FMI).
España, sin embargo, no ha tenido ningún problema con el paquete: obtendrá la jefatura de la diplomacia europea, seguramente el cargo con menos poder y más problemático de los que se repartían en esta cumbre, y que irá a parar a las manos del actual ministro de Exteriores Josep Borrell.
De la ambición a los mínimos
La cumbre comenzó el pasado domingo con un plan sobre la mesa que venía esbozado desde la reunión del G20 celebrada en Osaka (Japón). Allí Alemania, Francia, España y Países Bajos pisaron tierra firme: el candidato a la Comisión Europea debía ser el socialista holandés Frans Timmermans, candidato de los socialistas a la presidencia, mientras que el candidato de los populares, el alemán Manfred Weber, se quedaría con la presidencia de la Eurocámara.
El objetivo era evitar un choque institucional con el Parlamento, que desde 2014 defiende que no va a elegir a un presidente de la Comisión Europea que no haya participado en las elecciones europeas, un sistema llamado ‘spitzenkandidaten’.
Pero el Grupo Visegrado, una alianza de Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia, se oponían frontalmente a Timmermans. ¿La razón? El holandés, actual vicepresidente primero de la Comisión Europea, ha sido durante los últimos años el azote de Varsovia y Budapest, donde ambos Gobiernos atacan de forma sistemática el Estado de derecho.
Aprobar la candidatura de Timmermans en el Consejo, para lo que hace falta una mayoría cualificada reforzada (el 72% de los países con el 65% de la población) era posible con Visegrado en contra, incluso cuando Italia anunció que se opondría. Era una bomba política, elegir un nombre que el bloque del este tenía tachado y consideraba “inaceptable”, pero a la vez era una decisión trascendental para la UE: priorizar la unidad con un grupo de países que violan el Estado de derecho, o defender la candidatura del hombre que les ha perseguido por hacerlo.
Pero el problema definitivo llegó por otro lado. En la reunión previa a la cumbre, el Partido Popular Europeo (PPE) recibió con una total frialdad el paquete al que Angela Merkel había accedido en Osaka. “Fue brutal”, aseguró entonces a este periódico una indignada fuente popular.
El PPE inició una oposición total. Pero señalaban una forma de desbloquearlo: “Nosotros pedíamos la presidencia de la Comisión Europea y cedíamos todo lo demás (presidencia del Consejo y del Parlamento). Si nos quedamos sin la Comisión nos quedamos con los demás cargos”, aseguró una fuente. Es decir: querían el Consejo.
Comenzó entonces un baile que buscaba que los liberales acabaran cediendo el cargo que ahora ostenta Tusk. Una fuente diplomática admitía que todo estaba concentrado en ese punto: si lograban que Bélgica y Países Bajos dejaran caer un puesto que habían ganado en el paquete de Osaka y se lo cedían al PPE, el acuerdo era casi seguro.
Pero la noche terminó, la cumbre se adentró en la mañana del lunes. Los jefes de Estado y de Gobierno llevaban desde las once de la noche en un enjambre de bilaterales, encuentros con el presidente del Consejo, baile de nombres y sillas que concluyó sobre el mediodía del lunes. Tusk suspendió la cumbre. Consideraba que el acuerdo era imposible de momento y los líderes no estaban dispuestos a someter un posible paquete a votación. Primaba la unidad.
Para cuando se reactivó la reunión con encuentros bilaterales este martes sobre las once de la mañana la candidatura de Timmermans estaba ya muerta. El círculo de Tusk ya se había encargado de mover el lunes por la tarde que el paquete encabezado por el holandés no era su propuesta inicial, en la que el polaco había pasado trabajando la última semana. Fuentes europeas dieron a entender que Tusk había sondeado otros nombres, que le había “sorprendido” el “Plan Osaka”.
Por la mañana ya no quedaba casi nada de aquel paquete original. Los nombres empezaron a volar y von der Leden, que había sonado hacía ya tiempo, volvió sobre la mesa. Una alemana a la Comisión Europea hacía que Francia quisiera su parte, y la obtiene con la presidencia del BCE, mientras los liberales se mantienen intactos respecto al acuerdo de Osaka. Y los socialistas, cuyo negociador jefe era Sánchez, se habían hundido en el barro: de la presidencia de la Comisión Europea a tener que conformarse con medio mandato del Parlamento Europeo y el Alto Representante. España, sabiendo que se trata de un acuerdo pésimo para los socialistas pero mirando por el interés de colocar a Borrell en un alto cargo, acabó cediendo.