¡Suenan las alarmas en EEUU! QAnon y el Trumpismo están destruyendo al Partido Republicano desde dentro

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"Podemos ser el partido de Eisenhower, o el partido del conspirador Alex Jones. Podemos aplaudir al oficial Goodman o ponernos del lado de la gente que nos atacó. No podemos hacer ambas cosas."

Hasta la semana pasada, demasiados en el Partido Republicano pensaban que podían mentirse a sí mismos con mentiras piadosas: Predicar como patriota los articulos de la Constitución y el guiñarle el ojo a QAnon. Pero la realidad es explicita: No pueden.

Eugene Goodman es un héroe americano. En un momento crucial el 6 de enero, el veterano oficial de la Policía del Capitolio de los Estados Unidos evitó por sí solo un derramamiento de sangre indecible. Mirando fijamente a una multitud enfurecida que avanzaba, se retiró por una escalera de mármol, blandiendo con calma su bastón para retrasar a sus perseguidores mientras gritaba desde su posición a sus compañeros. En lo alto de la escalera, todavía solo y a pocos metros de la cámara donde los senadores y el vicepresidente Mike Pence habían certificado los votos del Colegio Electoral, Goodman atrajo estratégicamente a docenas de personas cuyas mentes trastornadas por el caos buscaban la puerta, no vigilada, que da al Senado.


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El líder de esa gente fanática, más tarde identificado por el FBI como Douglas Jensen, llevaba una camiseta blasonada con una Q roja, blanca y azul, la insignia de la ilusoria teoría de la conspiración de QAnon. Sus partidarios creen que un justo Donald Trump los está guiando en una búsqueda histórica para exponer la captura del gobierno de los Estados Unidos por una red global de pedófilos caníbales: no sólo los actores del "estado profundo" en la comunidad de inteligencia, sino el Presidente del Tribunal Supremo John Roberts y una docena de senadores. Ahora el propio vicepresidente de Trump está supuestamente en esto también. Según el FBI, Jensen "quería que su camiseta se viera en video para que 'Q' pudiera 'obtener el crédito'".

¿Se puede ser más menso en la vida?

El 6 de enero es un nuevo día escrito con letras rojas en la historia de los Estados Unidos, no sólo porque fue la primera vez que el Capitolio fue saqueado desde la Guerra de 1812, sino porque un subconjunto de los invasores, que aparentemente estaban intentando interrumpir una reunión del Congreso establecida por la Constitución, pretendía secuestrar al vicepresidente y, de alguna manera, obligarlo a declarar a Trump el vencedor en una elección que perdió. En el camino, la turba finalmente hirió a decenas de oficiales de la ley. El ataque provocó la fin de dos oficiales y otros cuatro estadounidenses. Pero el número de víctimas podría haber sido mucho peor: La policía localizó bombas de tubo en las sedes de los comités nacionales republicano y demócrata. Los investigadores descubrieron un vehículo completamente cargado de armamento y lo que los fiscales llaman "bombas de napalm caseras".

La violencia que los estadounidenses presenciaron, y que podría repetirse en los próximos días, no es una protesta fallida o el trabajo de "unas cuantas manzanas podridas". Es el florecimiento de una semilla podrida que echó raíces en el Partido Republicano hace algún tiempo y que se ha alimentado de la traición, el mal juicio político, la estupidez y la cobardía. Cuando Trump deje el cargo, mi partido se enfrenta a una elección: Podemos dedicarnos a defender la Constitución y perpetuar nuestras mejores instituciones y tradiciones americanas, o podemos ser un partido de teorías de conspiración, fantasías de noticias por cable, y la ruina que viene con ellas. Podemos ser el partido de Eisenhower, o el partido del conspirador Alex Jones. Podemos aplaudir al oficial Goodman o ponernos del lado de la mafia que burló. No podemos hacer ambas cosas.


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Cuando la Cámara envíe su artículo de destitución contra Trump al Senado, hay deber por parte de los senadores que debe ser cumplido si en realidad están interesados en preservar la Constitución. Pero no importa lo que pase en ese juicio, el Partido Republicano se enfrenta a un juicio separado. Hasta la semana pasada, muchos líderes del partido y consultores pensaron que podían predicar la Constitución mientras guiñaban el ojo a QAnon. No pueden. El GOP debe rechazar las teorías de conspiración o ser consumido por ellas. Ahora es el momento de decidir de qué se trata este partido.

La recién elegida diputada, miembro QAnon, Marjorie Taylor Greene está loca de remate por los Cocoa Puffs. Una vez dijo que "hay una oportunidad única en la vida de eliminar esta cábala global de pedófilos adoradores de Satanás, y creo que tenemos al presidente para hacerlo".

¿No es esto lo más menso que se haya escuchado en la Historia Política de cualquier país?

Pero QAnon lo dice y entonces debe ser verdad. Desde aquí logro imaginarme a ese muchacho del Departamento de Inteligencia que creó, por accidente, esta figura de QAnon. Lo hizo como una broma en 4Chan y luego pasó a 8Chan. Nunca creyó que millones de petulantes lo idolatrarían como a un dios, incluyendo a su acólito Donald Trump, su más fiel creyente.

Durante su campaña, el líder de la minoría de la Cámara de Representantes Kevin McCarthy tuvo la siguiente opción para ganar su asiento en el Congreso: o desautorizaba de su campaña, pudiendo potencialmente perder su asiento republicano, o le daba la bienvenida a su caucus a los miembros QAnon y sus ridículas ideas. Eligió lo último, por dinero, política y poder. McCarthy falló la prueba de liderazgo y se sentó al margen. Ahora en el Congreso, Taylor Greene no va a apoyar a McCarthy como líder y prefiere callar antes que apoyarlo. Así trabajan los conspiradores QAnon y el presidente Trump: por su propio beneficio. Si no le sirves, te desechan. La loca Taylor Green ya ha anunciado que tiene planes para impugnar a Joe Biden en su primer día como presidente. Seguirá haciendo el ridículo a sí misma, a sus electores y al Partido Republicano.


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¿Y usted que me lee sigue todavía creyendo al orate que quiere verle haciendo la del orate y el perico? Dar vueltas en círculos y repetir, repetir, repetir.

Si el Partido Republicano quiere tener un futuro brillante sin los sueños febriles de los trolls de internet, entonces tiene que llamar inequívocamente a las falsedades y las teorías de conspiración por lo que son: mentiras, inventos de gente que quiere aprovecharse de la ingenuidad política de muchos que quieren creer. Es cruel y malintencionado lo que hace QAnon. Tenemos que repudiar a la gente que vende esas mentiras.

También tenemos que mostrar un camino más saludable hacia adelante. Las frustraciones que causaron que tanta gente se volviera en busca de bemoles de oro que aliviarían su vacío espiritual e intelectual, desesperadas por una voz política, no desaparecerán cuando Trump deje la Casa Blanca para ir a Mar-a-Lago a vivir como el billonario que es, porque el engaño y la demagogia son las consecuencias inevitables de una política que es profunda y sistémicamente disfuncional. Debemos comenzar por preguntarnos cómo llegamos a un lugar tan descontento, donde estamos sumidos en la mentira, la rabia y ahora en la violencia. En este ensayo, me estoy centrando en los males de la derecha, pero los estadounidenses de todo el espectro político están siendo presa del canto de sirena de la conspiración. Aquí hay tres razones.

1. La dieta de comida sarama de los medios de comunicación de América

La forma en que los americanos están consumiendo y produciendo noticias -o lo que pasa por ello en estos días- nos está volviendo locos. Esto se ha dicho muchas veces, pero el problema ha empeorado en los últimos cinco años. Por el lado de la oferta, los medios han descubierto que marcar la retórica aumenta los clics, los ojos y los ingresos. Por el lado de la demanda, los lectores y espectadores prefieren que se afirmen sus opiniones en lugar de que se las cuestionen. Cuando todo el mundo está indignado, todo el mundo gana, al menos a corto plazo.

2. El colapso institucional de América

Los medios de comunicación tradicionales son sólo algunas de las instituciones de larga data que se están derrumbando a medida que la revolución digital erosiona las comunidades geográficas en favor de las que no tienen lugar. Muchas personas que gritan a los extraños en Twitter no conocen a sus propios funcionarios locales o incluso a sus vecinos de enfrente. La pérdida de arraigo y autoridad institucional ha creado una apertura para los populistas de la derecha y la izquierda. No es una coincidencia que en 2016, millones de republicanos hayan apoyado a un hombre que durante casi toda su vida había sido un votante y donante demócrata, y millones de demócratas querían como candidato a un senador que se negara rotundamente a unirse a su partido. En ambos lados, a los políticos convencionales se les decía que habían perdido el hilo

3. La pérdida de significado de Estados Unidos de América

Nuestra enfermedad política tiene una tercera causa. Al menos desde la Segunda Guerra Mundial, sociólogos y politólogos han estado rastreando la erosión de las instituciones y hábitos que unían a los vecinos en lazos de amistad y responsabilidad mutua. Las Pequeñas Ligas no eran sólo pasatiempos; los comedores de beneficencia no eran sólo organizaciones de servicio; también eran lugares en los que la gente encontraba un propósito compartido. Hoy en día, en muchos lugares, esos lazos se han roto.
 
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