Suecia pensaba convertirse en el primer país sin efectivo. Ahora intenta aumentar el dinero en circulación
Si hay un país de nuestro entorno que llevaba avanzada la estrategia anti-cash, ese era Suecia. Entre 2006 y 2016 la moneda en circulación disponible ha caído a la mitad, siendo sólo el 1% de la economía frente al 10% de la eurozona. En 2018 sólo uno de cada seis suecos declaraba haber hecho una compra reciente con dinero en efectivo. Hay 4.000 ciudadanos tan implicados en el cambio que ya se han implantado microchips de pago en sus manos para pagar desde el bus hasta el acceso a los baños públicos, etc.
¿Y si esto no lo habíamos pensado tan bien? Como explicaba hace poco para un informe de la agencia AFI Pedro Borges, especialista en banca digital, “si el volumen de efectivo se reduce a menos del 10% deja de ser eficiente dedicar la infraestructura física hoy establecida para garantizar la distribución. Suecia fue durante mucho tiempo anti-cash, llegaron a ser cash-neutral y ahora son pro-cash para conseguir recuperar niveles de uso del 15% y así hacerlo sostenible”.
Un par de medidas políticas recientes promovidas por funcionarios del Estado ahondan en esta senda: la Agencia Sueca de Contingencias Civiles ha recomendado a los ciudadanos que guarden en sus hogares algo de efectivo para emergencias ya que no se sabe qué podría ocurrir en el país en caso de que cayesen los sistemas de pago, se provocase un ciberataque o, bueno, se declarase la guerra. Sin el efectivo, además, el papel del Estado como garante soberano se desvanece frente al mayor peso de los bancos comerciales.
Los bancos, sí, pero también las tiendas. Aproximadamente la mitad de las 1.400 sucursales bancarias de Suecia ya no aceptan depósitos en efectivo. Es comprensible que sean las entidades financieras nacionales las que estén más encantadas que nadie de poder erradicar de las calles los cajeros y eliminar moneda en circulación, ya que les quita muchísimo gasto de gestión y mantenimiento. También por eso mismo algunas instituciones privadas están barajando la idea de, si el gobierno se lo permite, cobrar más tarifas al ciudadano por los gastos de gestión del efectivo. Pero, paradojas de la vida, los comercios también empiezan a poner trabas para aceptar este dinero. Por todo ello el Consejo de Legislación de Suecia está estudiando revisar todas estas políticas e incluso declarar una obligación legal para que los comerciantes acepten el dinero físico para no dejar nadie atrás.
La exclusión social: la digitalización de la economía afecta a los ancianos, para los que los pagos digitales, cada vez más complejos, suponen una barrera de acceso que les impide hacer algunas gestiones básicas, como pagar la luz o el teléfono, etc. De hecho están luchando contra esto: la Organización Nacional Sueca de Pensionistas es un “lobby” a favor del cash. Las personas pobres o en riesgo de exclusión social que viven del dinero neցro también necesitan de este activo para sobrevivir. No hablamos sólo de mafias o empleados en la picaresca, hablamos de personas sin hogar y migrantes, tal vez sin papeles, que no pueden acceder ni siquiera a una tarjeta solidaria o a las ayudas del gobierno. Según las últimas estimaciones, 1 de cada 10 suecos entra en alguna de las dos categorías aquí descritas.
El pequeño repunte: aunque como indicábamos el dinero en mano llevaba años cayendo, entre 2016 y 2018 hubo un pequeño, modestísimo incremento del 7%. Se debió en buena parte a una revisión de la moneda por la que billetes y monedas viejos se cambiaron por nuevos, pero, según los expertos, también hubo algo de resistencia política por parte de los colectivos que creen que la corona no debería desaparecer.
La e-krona: la otra forma de apostar por la seguridad soberana en el mundo actual es la creación de una moneda digital que acompañe al dinero en circulación estatal. CBDC es como se va conociendo a las “monedas digitales emitidas por los bancos centrales”, una especie de Bitcoin pero que en lugar de ser como este sí es “dinero fíat” y en el que los bancos nacionales pueden meter mano, y el Riksbank está manos a la obra con la e-krona sueca, ya en programa piloto como también ocurre con el yuan digital.
Si hay un país de nuestro entorno que llevaba avanzada la estrategia anti-cash, ese era Suecia. Entre 2006 y 2016 la moneda en circulación disponible ha caído a la mitad, siendo sólo el 1% de la economía frente al 10% de la eurozona. En 2018 sólo uno de cada seis suecos declaraba haber hecho una compra reciente con dinero en efectivo. Hay 4.000 ciudadanos tan implicados en el cambio que ya se han implantado microchips de pago en sus manos para pagar desde el bus hasta el acceso a los baños públicos, etc.
¿Y si esto no lo habíamos pensado tan bien? Como explicaba hace poco para un informe de la agencia AFI Pedro Borges, especialista en banca digital, “si el volumen de efectivo se reduce a menos del 10% deja de ser eficiente dedicar la infraestructura física hoy establecida para garantizar la distribución. Suecia fue durante mucho tiempo anti-cash, llegaron a ser cash-neutral y ahora son pro-cash para conseguir recuperar niveles de uso del 15% y así hacerlo sostenible”.
Un par de medidas políticas recientes promovidas por funcionarios del Estado ahondan en esta senda: la Agencia Sueca de Contingencias Civiles ha recomendado a los ciudadanos que guarden en sus hogares algo de efectivo para emergencias ya que no se sabe qué podría ocurrir en el país en caso de que cayesen los sistemas de pago, se provocase un ciberataque o, bueno, se declarase la guerra. Sin el efectivo, además, el papel del Estado como garante soberano se desvanece frente al mayor peso de los bancos comerciales.
Los bancos, sí, pero también las tiendas. Aproximadamente la mitad de las 1.400 sucursales bancarias de Suecia ya no aceptan depósitos en efectivo. Es comprensible que sean las entidades financieras nacionales las que estén más encantadas que nadie de poder erradicar de las calles los cajeros y eliminar moneda en circulación, ya que les quita muchísimo gasto de gestión y mantenimiento. También por eso mismo algunas instituciones privadas están barajando la idea de, si el gobierno se lo permite, cobrar más tarifas al ciudadano por los gastos de gestión del efectivo. Pero, paradojas de la vida, los comercios también empiezan a poner trabas para aceptar este dinero. Por todo ello el Consejo de Legislación de Suecia está estudiando revisar todas estas políticas e incluso declarar una obligación legal para que los comerciantes acepten el dinero físico para no dejar nadie atrás.
La exclusión social: la digitalización de la economía afecta a los ancianos, para los que los pagos digitales, cada vez más complejos, suponen una barrera de acceso que les impide hacer algunas gestiones básicas, como pagar la luz o el teléfono, etc. De hecho están luchando contra esto: la Organización Nacional Sueca de Pensionistas es un “lobby” a favor del cash. Las personas pobres o en riesgo de exclusión social que viven del dinero neցro también necesitan de este activo para sobrevivir. No hablamos sólo de mafias o empleados en la picaresca, hablamos de personas sin hogar y migrantes, tal vez sin papeles, que no pueden acceder ni siquiera a una tarjeta solidaria o a las ayudas del gobierno. Según las últimas estimaciones, 1 de cada 10 suecos entra en alguna de las dos categorías aquí descritas.
El pequeño repunte: aunque como indicábamos el dinero en mano llevaba años cayendo, entre 2016 y 2018 hubo un pequeño, modestísimo incremento del 7%. Se debió en buena parte a una revisión de la moneda por la que billetes y monedas viejos se cambiaron por nuevos, pero, según los expertos, también hubo algo de resistencia política por parte de los colectivos que creen que la corona no debería desaparecer.
La e-krona: la otra forma de apostar por la seguridad soberana en el mundo actual es la creación de una moneda digital que acompañe al dinero en circulación estatal. CBDC es como se va conociendo a las “monedas digitales emitidas por los bancos centrales”, una especie de Bitcoin pero que en lugar de ser como este sí es “dinero fíat” y en el que los bancos nacionales pueden meter mano, y el Riksbank está manos a la obra con la e-krona sueca, ya en programa piloto como también ocurre con el yuan digital.