Solo votaran 20.000 militantes del PP, no 800.000 que decía el partido

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Al PP le estalla la fiesta de la Democracia

Hoy 24 de junio hace un mes que el entonces presidente Mariano Rajoy salió del Congreso de los Diputados y enfiló hacia La Moncloacon sus Presupuestos aprobados y dispuesto a permanecer en el Gobierno otros dos años.Treinta días después, el guión de la película ha dado un giro sorprendente e inesperado. El protagonista ha sido desalojado de La Moncloa y se ha retirado al registro de Santa Pola, dejando tras de sí lo que siempre quiso evitar: un «lío monumental» en su partido.Habría muchas formas de describir la circunstancia, utilizando palabras muy del agrado de quien ha sido su líder durante los últimos 14 años. Un barullo estratosférico. Un desbarajuste sensacional. Una portentosa confusión. Un fenomenal bullicio. Un caos estupendo. Un fantástico embrollo. En el proceso de las elecciones primarias del PSOE, Mariano Rajoy, respondió así a una pregunta sobre la trama Gürtel del entonces portavoz socialista, Antonio Hernando. «Lo más importante en la lucha contra la corrupción es que el próximo domingo 21 (de mayo) llegue su Pentecostés y dejen de hacer méritos para que gane uno y no pierda otro».Desde su retiro, Rajoy aguarda ahora la llegada del Pentecostés del PP que elegirá a su sucesor. El 5 de julio, Dios mediante, los militantes del partido posarán su llama de fuego sobre las cabezas de los candidatos, como el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles de Jesús. E igual que en el PSOE, sus compañeros del PP hacen méritos para que «gane uno, o una, y no pierda otro, u otra». Antes de viajar a su retiro mediterráneo, le preguntaron a Mariano Rajoy en una celebración privada, qué opinaba del futuro inmediato de su partido. «Si se hacen las cosas con finura y mesura, todo irá bien», respondió.El PP era un ejército que quitaba el hipo al resto de las fuerzas políticas cuando desfilaba con los uniformes perfectamente planchados, los tanques relucientes para el disparo y a las órdenes de sus generales. Salir del Gobierno y quedarse en el chasis ha sido todo uno.Resulta que los uniformes están remendados, los tanques averiados y los generales dispersos y desorientados en el campo de batalla. Por no tener, el PP no tiene 800.000 militantes, como se demostrará próximamente. Los veteranos del partido oscilan entre «ruina» y «escombros» para definir su realidad. Aun así, reconocen que les ha venido «Dios a ver» con estas primarias tan disputadas. «Íbamos directamente enfilados al desastre, ahora tenemos una oportunidad de hacer la catarsis pendiente», señalan.
Las primarias a dos vueltas se idearon para legitimar a Alberto Núñez Feijóo

El PP -qué cosas- se parece más ahora al PSOE que a sí mismo. Hay una batalla interna por el liderazgo. Una campaña de primarias. Incluso se parece a Podemos, buscando el voto de «los inscritos y las inscritas». Bienvenidos a la fiesta de la democracia interna.El partido del centroderecha español, que fundó el gallego Manuel Fraga, engrandeció José María Aznar y administró otro gallego, Mariano Rajoy, ha ingresado en la nueva política. No de grado, sino por la fuerza de los acontecimientos y la necesidad ineludible de adaptarse a los tiempos.El PP siempre huyó de las primarias. Pero en vísperas del XVIII Congreso celebrado el pasado año, el coordinador general, Fernando Martínez Maíllo, advirtió a Mariano Rajoy que los militantes demandaban participar directamente en la elección de presidente y que si la dirección no ofrecía respuesta, los compromisarios impondrían primarias abiertas puras.Por ello, en el Congreso del partido se aprobó la elección del presidente a dos vueltas. Primero votan los inscritos y a la segunda vuelta sólo pasan los dos primeros para que los compromisarios elijan a uno de ellos como líder. Un método pensado para salir del paso, evitar sustos y legitimar la elección democrática de un líder indiscutible que alcanzara más del 50% de los votos y fuera proclamado en el Congreso. O sea. Un método para legitimar a un Alberto Núñez Feijóo cuando Mariano Rajoy decidiera dar el paso hacia el retiro.Estos planes saltaron por los aires hace sólo una semana, cuando el presidente gallego dio la espantada y cuando Pablo Casado se lanzó a la batalla. El más joven de los aspirantes rompió el equilibrio de las dos aspirantes, María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría, que esperaron a la renuncia de Núñez Feijóo para presentar sus credenciales.
Cospedal enarbola la identidad del PP y Soraya, su fortaleza frente a Sánchez

Y lo que estaba pensado para uno, o para dos, ahora debe dirimirse entre tres. Con la particularidad de que los compromisarios podrían elegir a quien haya quedado segundo en la votación de los inscritos. Escenario letal que no se quiere contemplar.Tampoco nadie se engaña. La carrera de las primarias está tan abierta que los equipos de los candidatos no ocultan el vértigo. Han tenido que improvisar unas campañas para las que no estaban preparados. A toda velocidad. Sus colaboradores echan cuentas de los apoyos que tienen en cada comunidad autónoma, en cada ciudad o en cada pueblo. Las cuentas siempre son favorables a cada candidato, o candidata.En los primeros días de tanteo, los tres aspirantes con mayores posibilidades de pasar a la segunda vuelta han elaborado unos relatos de urgencia. María Dolores de Cospedal se presenta como la mujer de partido. Soraya Sáenz de Santamaría como la gestora del Gobierno. Pablo Casado como la renovación generacional. Sus equipos intentan poner de manifiesto las debilidades de los contrincantes.
Casado emite la señal de que los mismos que han hundido al PP no van a reflotarlo

La ex vicepresidenta quiere que se sepa que el PP debe elegir no sólo a su presidente, sino también al candidato a La Moncloa en las próximas elecciones. Ella se considera la más adecuada debido a su alta valoración en los sondeos.María Dolores de Cospedal quiere hacer valer su condición de defensora de las esencias del PP y algunos de sus partidarios creen que la elección de Soraya y su equipo pondría en peligro la supervivencia del partido tal y como lo conocemos. Pablo Casado, a tono con el espíritu del tiempo actual, emite la poderosa señal de que «los mismos» que han llevado al PP a la situación de ruina actual no pueden ser sus rescatadores. Cospedal y Santamaría están entre «los mismos». Las dos aspirantes han mostrado cierto nerviosismo por el empuje de Casado a lomos de la «ilusión juvenil».Enfrascados en rutas agotadoras por toda España, ninguno de los tres tiene muy claro cómo dirigirse al cuerpo electoral que votará el 5 de julio. Ni siquiera saben quién compondrá el censo. Los inscritos son la clave. La primera incógnita se resolverá cuando se conozca el número de los que se apuntan para votar. Según las fuentes consultadas, el PP consideraría todo un éxito que la cifra de inscritos alcanzara los 20.000.Las previsiones son más modestas. Votarán menos militantes para elegir al presidente del partido que para pronunciarse sobre el chalé de Pablo Iglesias. Y al igual que la realidad de la democracia interna ha atropellado al PP, la misma realidad se impondrá a otra ficción. El censo de los inscritos evidenciará que el PP no tiene -ni de lejos- 800.000 militantes.Que es un partido de cuadros y de cargos públicos. Que por las sedes sólo pasan los muy cafeteros. Y que la palinodia de los 800.000 se repetía sólo para sacar pecho y asustar al resto de las fuerzas políticas. Muchos dirigentes quisieron acabar con esa ficción y depurar el censo. Mariano Rajoy se fue al retiro sin permitirlo.

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