No hace falta que lo pruebe. Te cuento mi caso.
Hace años tenía sobrepeso, no demasiado pero sí estaba fofo, lo achacaba a la edad y tal. Un día empecé a cambiar hábitos, una cosita de aquí, otra cosita de allá, empecé a ir al gimnasio, correr, pesas, etc., abandoné la coca cola, nocillas, croisanes y cosas verdaderamente venenosas, eliminé el pan de las comidas (salvo del desayuno), empecé a cocinar, comer frutas, frutos secos, pollo a saco, insistiendo con proteínas de calidad y dejé de comer fuera. En cuestión de unos meses me puse como un roble, sano, contento, fuerte, y seguí haciendo ese régimen de vida.
El tema fue que pasado más tiempo adelgacé demasiado, me dí cuenta de que la "vida sana" ya no me servía, es decir, mientras "quemaba grasa" la cosa iba de cine, pero al llegar a cierto punto el cuerpo me pedía a gritos carbohidratos, volver a los arroces, al pan para mojar, etc., para mantener mi actividad. Puesto que el cuerpo SÍ funciona como un contador de calorías entrantes y salientes, por mucho que se diga que no. Lo que ayer era veneno engordante, de repente me era útil para seguir estando sano.
Con eso quiero decir que cada cuál tiene su historia. Si tú está rellenito y necesitas dejar el pan (y otras cosas), pues adelante porque te va a ir bien. Si un anciano necesita comer sano, igual. Pero si un niño en edad de crecimiento o alguien que hace deporte no puede comer un bocadillo, pues mal andamos con los consejos.