Vlad_Empalador
Será en Octubre
Un país donde hay escasez de energía, agua y petróleo. Donde hay bandas con armas de fuego. Donde se pelea por los recursos. Donde no parece haber Estado. Un país desordenado. Distópico. Un país donde comunicarse con otro punto es una misión imposible. Donde la sociedad se desintegra en pos de la individualidad, en la lucha por la supervivencia. Es la trama que se describe en Wikipedia sobre el filme 'Mad Max' (1979). Pero es, casi al dedillo, la trama que hoy viven los venezolanos, inmersos en una película sin guion que arrancó, al menos en su episodio actual, el pasado jueves, con un apagón nacional que ya cumple más de 72 horas.
Con la ida de la electricidad en gran parte de Venezuela, todo se ha paralizado. Desde las cocinas, muchas eléctricas, hasta el suministro de agua. Al haber racionamiento en el país desde hace al menos cinco años, muchos optaron por poner tanques en sus casas o en los edificios para poder tener suministro en los días en los que no llega de la calle. Y, claro, los tanques funcionan con electricidad.
El gran apagón de Venezuela: ya es más de un día sin electricidad y casi incomunicados
ALICIA HERNÁNDEZ. CARACAS
La planta hidroeléctrica del Guri en el estado suroriental de Bolívar, que suministra energía a gran parte del país, ha fallado. El Gobierno asegura que se trata de un sabotaje intencionado
Así que una estampa de Caracas en estos días está junto al Ávila, la cordillera que es símbolo de la ciudad y motivo de nostalgia para quien la vivió. En su falda hay varios manantiales. Este domingo eran decenas las personas que se acercaban a ellos con todo tipo de garrafas para llenarlas y poder tener algo de agua con lo que hacer labores tan cotidianas como asearse. Al costo que fuera. “Vivimos en un piso séptimo, pero ya no podemos más. No teníamos agua desde hace varios días, y el día que nos iba a llegar, fue el apagón. La situación en mi casa es límite. Aquí tenemos que hacer varias horas de cola para poder llenar los potes, pero uno tiene niños pequeños y tiene que solucionar”, comenta un hombre que apenas cuenta con 25 años.
“No están surtiendo en ningún otro lado, no hay luz, no hay puntos de venta, el efectivo escasea, se nos está dañando la comida, los refrigeradores no aguantan el frío de tanto tiempo sin luz, se nos está dañando la carne. Y encima la inseguridad, porque están robando mucho”, dice una familia que viene desde la otra punta de la ciudad con ocho garrafas de 20 litros cada una.
Han buscado hielo para preservar la comida que tienen, pero no encuentran o el que consiguen se lo venden a un costo que, en este caso, no pueden permitirse. “Las colas son horribles donde hay puntos inalámbricos. Si no, te reciben en efectivo, euros o dólares. Y es bien difícil tener algo de eso”. En algunos lugares, la bolsa de hielo oscila entre los tres y los seis dólares.
Grupos de personas esperan para recoger agua de los manantiales del Ávila. (A. Hernández)
Wasaps de cómo conservar la comida
Esa situación, la de hacer tras*acciones en moneda extranjera, se ha vuelto común en estos días. Pero los comercios no tienen capacidad de caja —o eso dicen—, y a la hora de dar el vuelto dan suelto en la mayoría de los casos.
En otros comercios han bajado de modo drástico sus precios. En un comercio de Libertador, el centro administrativo de Caracas, venden queso a mitad de precio que hace unos días. “Es para dar salida la mercancía, se nos va a poner mala”. Y también hay cola para comprar ese pedazo de queso o una mortadela que dure y sirva para comer en frío. O “a la antigua”, como dice Victoria Pereira, que está salando alimentos en su casa.
Un país a oscuras: así se ve desde un satélite el apagón de Venezuela
EL CONFIDENCIAL
El fallo de una planta hidroeléctrica, que el Gobierno asegura que se debe a un sabotaje, ha dejado sin suministro eléctrico a una gran parte del país, tal y como se aprecia desde el espacio
Boca a boca, o por cadenas de WhatsApp, la gente replica consejos para mantener sus alimentos. Congelar bolsas con agua y sal si llega un rato la luz, hacer salmueras con limón y sal para que aguante la comida de uno a tres días, cocinar la carne picada, la leche que se corte no tirarla sino taparla con un poco de sal para tener yogur, picar las verduras y ponerlas en aceite con vinagre... Y así.
Luisa Valor ha cocinado la mayoría de las cosas que tenía en el congelador. Prefiere hacerlo y comerlo, o repartirlo, a que se pierda esa comida. Ella tiene cocina a gas. Otras personas han perdido comida y dinero.
En mitad de la Francisco de Miranda, una de las vías principales de Caracas, una treintena de motorizados con su respectivos acompañantes, con las caras tapadas, armados con FAL y pistolas, quitaban cada una de las barricadas que se han levantado en la ciudad para protestar por el apagón. Llegaban en tropel junto a una camioneta para cargar todo lo que pudiera usarse de nuevo pàra levantar una nueva barricada. Sin ninguna insignia política, no hay cómo determinar quiénes son, pero es el mismo proceder que suelen tener los 'colectivos', los grupos de choque afines al Gobierno.
Colas de vehículos ante una gasolinera en Caracas, el 10 de marzo de 2019. (Reuters)
Sin comunicación con el exterior
En la autopista Francisco Fajardo, la principal vía que recorre Caracas de punta a punta, hay varios tramos con embotellamientos. Esta vez no los provoca un accidente ni los curiosos que, al pasar, disminuyen la marcha para cotillear. Son coches estacionados con sus conductores dentro, enfrascados con el cuello hacia abajo, la mirada fija en la pantalla del teléfono. “Aquí dicen que hay algo de señal y hemos venido para poder comunicarnos con nuestros hijos. Están en Argentina y no sabemos nada de ellos ni ellos de nosotros desde el jueves”, cuenta José Gregorio Henríquez.
La autopista es para los que tienen su teléfono con Movistar. Para los que tienen Digitel, otra compañía telefónica nacional, el punto es la plaza de la Castellana. Allí también se aglutinan coches y una multitud de personas que caminan con su teléfono en la mano buscando el mejor punto donde llegue más señal.
Para comunicarse de fijo a fijo a través de la compañía nacional, Cantv, hay que tener suerte. Hay teléfonos que funcionan y otros no. Hay familias que no han podido conectar con sus familiares en el interior del país. Pero también llamar desde el extranjero para hablar con alguien dentro de Venezuela se hace arduo. Daniel vive en Estados Unidos y desde el jueves no logra hablar con su progenitora de 82 años ni con la mujer que la cuida. “Tiene hornilla eléctrica y no sé ni cómo están haciendo para comer”.
La otra cola es en las gasolineras. Mariela Palacios ha esperado una hora y el coche se ha recalentado. Cuando le ha tocado su turno en el surtidor, han tenido que empujarlo hasta allí. “Tengo una nieta recién nacida, de un mes, y al menos solo toma pecho, pero ante cualquier emergencia tengo que tener el carro preparado”, dice. A unos metros, Eduvigis lleva su casco en el brazo y dice que ella no ha cogido el coche para nada, solo se mueve en moto para no gastar. “El carro lo tengo en casa para cargar el teléfono”.
La gasolina se ha vuelto un bien preciado no solo para los conductores. También para los lugares que tienen una planta eléctrica. En los hoteles que cuentan con generadores, la demanda se ha disparado. No hay habitaciones disponibles. Son un pequeño oasis, un lujo que solo unos pocos se pueden permitir y donde se vive en una burbuja con comida, agua, luz e internet. Pero este domingo empezaban a racionar las horas de luz, el agua y quitaban el aire acondicionado. La incertidumbre de hasta cuándo se prolongará el apagón hace mella y tambalea hasta los paraísos cercados.
Igual ocurre con las plantas eléctricas de los hospitales. A esta hora, no se puede saber a ciencia cierta cómo están funcionando en todo el país. O cuáles son las consecuencias de su rendimiento. Se habla de muertes consecuencia directa del apagón. Pero si hay algo que es endeble en estos días, es la información. Es muy difícil contrastar nada, saber cifras reales. La dimensión de lo que está viviendo Venezuela en estos días también permanece, como el país mismo, en las sombras.
Con la ida de la electricidad en gran parte de Venezuela, todo se ha paralizado. Desde las cocinas, muchas eléctricas, hasta el suministro de agua. Al haber racionamiento en el país desde hace al menos cinco años, muchos optaron por poner tanques en sus casas o en los edificios para poder tener suministro en los días en los que no llega de la calle. Y, claro, los tanques funcionan con electricidad.
El gran apagón de Venezuela: ya es más de un día sin electricidad y casi incomunicados
ALICIA HERNÁNDEZ. CARACAS
La planta hidroeléctrica del Guri en el estado suroriental de Bolívar, que suministra energía a gran parte del país, ha fallado. El Gobierno asegura que se trata de un sabotaje intencionado
Así que una estampa de Caracas en estos días está junto al Ávila, la cordillera que es símbolo de la ciudad y motivo de nostalgia para quien la vivió. En su falda hay varios manantiales. Este domingo eran decenas las personas que se acercaban a ellos con todo tipo de garrafas para llenarlas y poder tener algo de agua con lo que hacer labores tan cotidianas como asearse. Al costo que fuera. “Vivimos en un piso séptimo, pero ya no podemos más. No teníamos agua desde hace varios días, y el día que nos iba a llegar, fue el apagón. La situación en mi casa es límite. Aquí tenemos que hacer varias horas de cola para poder llenar los potes, pero uno tiene niños pequeños y tiene que solucionar”, comenta un hombre que apenas cuenta con 25 años.
“No están surtiendo en ningún otro lado, no hay luz, no hay puntos de venta, el efectivo escasea, se nos está dañando la comida, los refrigeradores no aguantan el frío de tanto tiempo sin luz, se nos está dañando la carne. Y encima la inseguridad, porque están robando mucho”, dice una familia que viene desde la otra punta de la ciudad con ocho garrafas de 20 litros cada una.
Han buscado hielo para preservar la comida que tienen, pero no encuentran o el que consiguen se lo venden a un costo que, en este caso, no pueden permitirse. “Las colas son horribles donde hay puntos inalámbricos. Si no, te reciben en efectivo, euros o dólares. Y es bien difícil tener algo de eso”. En algunos lugares, la bolsa de hielo oscila entre los tres y los seis dólares.
Wasaps de cómo conservar la comida
Esa situación, la de hacer tras*acciones en moneda extranjera, se ha vuelto común en estos días. Pero los comercios no tienen capacidad de caja —o eso dicen—, y a la hora de dar el vuelto dan suelto en la mayoría de los casos.
En otros comercios han bajado de modo drástico sus precios. En un comercio de Libertador, el centro administrativo de Caracas, venden queso a mitad de precio que hace unos días. “Es para dar salida la mercancía, se nos va a poner mala”. Y también hay cola para comprar ese pedazo de queso o una mortadela que dure y sirva para comer en frío. O “a la antigua”, como dice Victoria Pereira, que está salando alimentos en su casa.
Un país a oscuras: así se ve desde un satélite el apagón de Venezuela
EL CONFIDENCIAL
El fallo de una planta hidroeléctrica, que el Gobierno asegura que se debe a un sabotaje, ha dejado sin suministro eléctrico a una gran parte del país, tal y como se aprecia desde el espacio
Boca a boca, o por cadenas de WhatsApp, la gente replica consejos para mantener sus alimentos. Congelar bolsas con agua y sal si llega un rato la luz, hacer salmueras con limón y sal para que aguante la comida de uno a tres días, cocinar la carne picada, la leche que se corte no tirarla sino taparla con un poco de sal para tener yogur, picar las verduras y ponerlas en aceite con vinagre... Y así.
Luisa Valor ha cocinado la mayoría de las cosas que tenía en el congelador. Prefiere hacerlo y comerlo, o repartirlo, a que se pierda esa comida. Ella tiene cocina a gas. Otras personas han perdido comida y dinero.
En mitad de la Francisco de Miranda, una de las vías principales de Caracas, una treintena de motorizados con su respectivos acompañantes, con las caras tapadas, armados con FAL y pistolas, quitaban cada una de las barricadas que se han levantado en la ciudad para protestar por el apagón. Llegaban en tropel junto a una camioneta para cargar todo lo que pudiera usarse de nuevo pàra levantar una nueva barricada. Sin ninguna insignia política, no hay cómo determinar quiénes son, pero es el mismo proceder que suelen tener los 'colectivos', los grupos de choque afines al Gobierno.
Sin comunicación con el exterior
En la autopista Francisco Fajardo, la principal vía que recorre Caracas de punta a punta, hay varios tramos con embotellamientos. Esta vez no los provoca un accidente ni los curiosos que, al pasar, disminuyen la marcha para cotillear. Son coches estacionados con sus conductores dentro, enfrascados con el cuello hacia abajo, la mirada fija en la pantalla del teléfono. “Aquí dicen que hay algo de señal y hemos venido para poder comunicarnos con nuestros hijos. Están en Argentina y no sabemos nada de ellos ni ellos de nosotros desde el jueves”, cuenta José Gregorio Henríquez.
La autopista es para los que tienen su teléfono con Movistar. Para los que tienen Digitel, otra compañía telefónica nacional, el punto es la plaza de la Castellana. Allí también se aglutinan coches y una multitud de personas que caminan con su teléfono en la mano buscando el mejor punto donde llegue más señal.
Para comunicarse de fijo a fijo a través de la compañía nacional, Cantv, hay que tener suerte. Hay teléfonos que funcionan y otros no. Hay familias que no han podido conectar con sus familiares en el interior del país. Pero también llamar desde el extranjero para hablar con alguien dentro de Venezuela se hace arduo. Daniel vive en Estados Unidos y desde el jueves no logra hablar con su progenitora de 82 años ni con la mujer que la cuida. “Tiene hornilla eléctrica y no sé ni cómo están haciendo para comer”.
La otra cola es en las gasolineras. Mariela Palacios ha esperado una hora y el coche se ha recalentado. Cuando le ha tocado su turno en el surtidor, han tenido que empujarlo hasta allí. “Tengo una nieta recién nacida, de un mes, y al menos solo toma pecho, pero ante cualquier emergencia tengo que tener el carro preparado”, dice. A unos metros, Eduvigis lleva su casco en el brazo y dice que ella no ha cogido el coche para nada, solo se mueve en moto para no gastar. “El carro lo tengo en casa para cargar el teléfono”.
La gasolina se ha vuelto un bien preciado no solo para los conductores. También para los lugares que tienen una planta eléctrica. En los hoteles que cuentan con generadores, la demanda se ha disparado. No hay habitaciones disponibles. Son un pequeño oasis, un lujo que solo unos pocos se pueden permitir y donde se vive en una burbuja con comida, agua, luz e internet. Pero este domingo empezaban a racionar las horas de luz, el agua y quitaban el aire acondicionado. La incertidumbre de hasta cuándo se prolongará el apagón hace mella y tambalea hasta los paraísos cercados.
Igual ocurre con las plantas eléctricas de los hospitales. A esta hora, no se puede saber a ciencia cierta cómo están funcionando en todo el país. O cuáles son las consecuencias de su rendimiento. Se habla de muertes consecuencia directa del apagón. Pero si hay algo que es endeble en estos días, es la información. Es muy difícil contrastar nada, saber cifras reales. La dimensión de lo que está viviendo Venezuela en estos días también permanece, como el país mismo, en las sombras.