Noticia: Silvia, peruana llegada hace 5 meses a españa (ilegal, claro): "nadie me quiere alquilar porque tengo 2 hijas y trabajo por horas"

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Silvia busca piso con sus hijas en Pontevedra: «Me dicen que no alquilan ni con niños ni con mascotas»​









Silvia llegó de Perú hace cinco meses y no encuentra piso de alquiler en Pontevedra

Silvia llegó de Perú hace cinco meses y no encuentra piso de alquiler en Pontevedra Ramón Leiro


Llegó de Perú hace cinco meses y comparte una habitación con su familia​

02 oct 2024. Actualizado a las 18:48 h.

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Silvia Álvarez-Cano está resignada. Ha pasado del cabreo a la tristeza y ahora tras*ita por la resignación de saber que algún día todo empezará a salir bien. Busca piso en una ciudad en la que los alquileres escasean y las exigencias para hacerse con una vivienda dejan en el camino a muchas familias. La suya es un ejemplo. Lo dice ella en cuanto se le pregunta cómo le está resultando la búsqueda de piso. Respira, sonríe porque intenta mantenerse siempre positiva, y comienza: «La situación es muy complicada, he barajado todas las posibilidades y hasta para alquilar una habitación me repiten que ni con niños ni con mascotas». Esta mujer de 34 años hace cinco meses que llegó de Perú. Su progenitora abrió el camino hace dos años y ahora le tocaba a ella con sus dos hijas, de 13 y 8 años, iniciar una etapa lejos de un país «demasiado inseguro para criar a una niñas».

Salió de Lima para darle un futuro a sus hijas en Pontevedra después de años viendo cómo se encadenan los secuestros y las extorsiones. No quería eso para las crías. En la capital peruana trabajaba de madrugada en una gasolinera para poder atender a sus hijas durante el día. Silvia es progenitora soltera.

Tras ver cómo le iba a su progenitora en Galicia, hizo las maletas y dejó Lima. Al llegar a Pontevedra vivió unas semanas en la casa de la señora que cuidaba su progenitora, pero pronto tuvo que buscar un lugar al que ir con sus hijas. «Ahí fue cuando empecé la búsqueda de un piso, pero sin una nómina es imposible. Además, piden fianza y un seguro en la mayoría», reflexiona Silvia.

A ella le gustaría poder contar con un salario que le permita ahorrar para pagar el aval, pero trabaja por horas y entre lo que ella y su progenitora cobran, afrontarían el pago del alquiler. Pero a ambas le falta la documentación. «Es imposible. He preguntado por habitaciones en piso compartido y cuando me dicen que ni niños ni mascotas, les explico que mis hijas están en el colegio toda la mañana y por la tarde van a actividades para que no piensen que vamos a destrozar nada. Incluso estaba dispuesta a alquilar dos cuartos, si ese era el problema», apunta Álvarez-Cano, que nunca pensó que al llegar a España este fuese uno de sus mayores problemas. «Un propietario me pidió 380 euros por un cuarto y gastos aparte», lamenta esta mujer. En este medio tiempo su progenitora se quedó sin trabajo y entre los salarios de ambas intentaron buscar una solución. El precio de los pisos se les iba de las manos. «Nos piden más de 750 euros en casi todos, con gastos de comunidad y seguro», añade con cierta desesperación.

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En piso compartido
Gracias a unos conocidos que tenía su progenitora en Pontevedra encontraron dos habitaciones en un piso compartido con mucha más gente. «Cogimos dos habitaciones por 300 euros cada una y tenemos que comer en nuestro cuarto porque hay mucha gente», lamenta Silvia. Desde su llegada ha estado en contacto con Boa Vida, una oenegé que ayuda a la inclusión y trabajan en el asesoramiento y acompañamiento a las personas. Y reconocen que la situación de Álvarez-Cano es más habitual de lo que piensa la sociedad. «A solidariedade é o único que lle queda a estas persoas», señalan desde la organización, donde reconocen que «alugar unha habitación é a única alternativa que lle queda a moitos de eles».

El proceso de regularización de la población viajero se puede prolongar hasta tres años. Mientras, son «invisibles para la sociedad». Así se siente Silvia desde que llegó a Pontevedra, donde trabaja por horas. «Ojalá pudiera encontrar un trabajo a jornada completa», suspira esta mujer de 34 años, que pese a las dificultades que tiene para alquilar, repetiría una y mil veces su viaje: «Aquí me siento segura».


Poca oferta, mucha demanda y alquileres cada vez más elevados en Pontevedra​



En las inmobiliarias ven a diario las dificultades para alquilar piso de muchos clientes. Un matrimonio con dos hijos en los que solo trabaje uno de los progenitores hace casi inviable la posibilidad de encontrar una vivienda digna. «La oferta es muy escasa, la demanda muy alta y los precios están cada vez más altos», señala Natalia Orbán, responsable de PonteHabitat. A ella le duele ver cómo muchas familias no encuentran quienes le alquilen un piso. Reconoce que a los propietarios les falta seguridad jurídica, pero hay también quien lo ve como un negocio. Estos días va a firmar un piso de dos habitaciones por 795 euros. Y no es en el centro. «Con tanta demanda, el dueño puede escoger la mejor opción», recalca Orbán. En su inmobiliaria exigen un contrato de trabajo, las tres últimas nóminas y un mes de fianza. «En el caso de que haya mascotas pedimos un mes de garantía adicional», añade.

Este es el día a día de una de las principales inmobiliarias de Pontevedra. «Un piso de tres habitaciones y plaza de garaje está entre los 800 y mil euros al mes y si es de una, ronda los 650», advierte. Y todo ello sin que el alquiler suponga el 30 % del salario del inquilino. «El precio se ha convertido en el filtro para escoger el perfil de la persona a la que alquilas», lamenta Natalia, que ve como muchos propietarios tienen opciones para alquilar el piso y así se quedan fuera muchas familias con menores. «Si son personas en situación vulnerable y con menores, en el caso de que haya problemas, el propietario está desprotegido», asegura Orbán, que sufre viendo las familias que se quedan fuera del mercado.

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