Si el orden económico-social quiere tener un futuro en la historia humana...........

castguer

Madmaxista
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I don't live
"Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro;
o bien se entregará a uno y despreciará al otro.
No podéis servir a Dios y al Dinero» (Mt. 6, 24; cf. Lc. 16, 13)".
En su bimilenaria historia esta palabra creída en Occidente, durante siglos, como verdad imperecedera y tenida culturalmente como fundamento jovenlandesal y «fuente de sentido», sufre en la modernidad la burla del capitalismo cínico que con su arrastre cultural nihilista impone con su explícita voluntad –que es voluntad de poder– nuevos valores (el utilitarismo, el individualismo, el eficientismo económico, el dinero, la competitividad, entre otros) que vienen a arrumbar y a sustituir los valores tradicionales, incluido Dios como valor supremo («Dios ha muerto»).
«Si Dios no existe, todo está permitido», reflexionará Iván, en Los hermanos Karamazov, de Dostoievski. El relativismo extremo se impone como compañero inseparable del nihilismo militante del que ya alertara Nietzsche y que él mismo veía instalarse como «huésped inquietante» –según su propia denominación– en la Europa de finales del siglo XIX. Pero si el nihilismo es propio de nuestra cultura moderna y contemporánea es porque la lógica del capitalismo es esencialmente nihilista. Cierto es que el fenómeno de cultura epocal que es la modernidad, al venir incubando largamente el nihilismo, facilitó el asentamiento histórico del capitalismo moderno y sus valores –y disvalores– inherentes.
"¿Podemos acaso hacernos sordos al actual clamor de «demanda ética» también en la economía, en el mercado, en las finanzas, en la empresa, en el gobierno corporativo, en la propiedad industrial, en un tiempo de postmodernidad tan carente de valores éticos?"
En los tiempos actuales de postmodernidad en los que hemos cobrado conciencia de crisis de modernidad (crisis de valores; crisis de sentido; cuestionamiento radical de toda pretensión de verdad; negación de toda trascendencia; desmitificación del sentido unitario de la historia de la humanidad, ni siquiera bajo la bandera del progreso, esto es, liquidación de toda «comunidad de memoria» en torno a un principio histórico central en la definición del conjunto social; referencia exclusiva a lo que es incesantemente tras*formado y creado en un continuum de vida líquida –«sociedad moderna líquida», según Bauman–, donde el individuo queda liberado de toda vinculación social o jovenlandesal dictada por regulaciones externas de autoridad; etc.) se percibe con dramática preocupación que nuestra realidad cultural –también la que se refiere a la economía, al mercado, al dinero, a las finanzas, a las empresas y al gobierno corporativo de éstas – está aquejada de ese nihilismo profundo que los filósofos modernos y contemporáneos nos han desvelado sin escamoteos de entre el espesor, tantas veces dramático, de la historia (Nietzsche, Marx, Durkheim, Max Weber, Spengler, Ortega y Gasset, Fromm, Jünger, Habermas, Lévinas). Ciertamente son los filósofos quienes en las dos últimas centurias han venido alertando acerca de los peligros de la modernidad (algunos tan dramáticos como los campos de exterminio, verdadero Gólgota del siglo XX e impensable recapitulación de todas las «muertes de Dios», presentadas como «muertes de tantos hombres») y que finalmente ha conducido no sólo al individuo sino al cuerpo social a un indiferentismo o relativismo jovenlandesal a la medida de las exigencias del capitalismo de libre mercado, tan nihilista, que sabiendo de la incompatibilidad de Dios y el Dinero se unce al carro de la «fin de Dios» y consuma su propia deificación, como condensación de todos los dioses falsos (Pérez Tapias).
Demos
 
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