Fudivarri
EL ESTADO ES TU PEOR ENEMIGO.
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El comentario que funge de titular del post es de mi amigo Paco, el que vive de una docena de cincuentonas aún calientes.
Y viene a cuento de que le conté que mi mujer estuvo una vez casi un mes de morros conmigo. En todo ese tiempo, cuando le entraba en la cama, se daba la vuelta y, si podía, se tiraba un pedo. Nada grave. No huelen sus pedos, sólo hacen un ruidito como de chicharra en verano. Por suerte, el tormento acabó gracias a que, cuando no ***o, tengo insomnio. Y una noche noté que se estaba haciendo un trabajo manual silenciosa, un dedito suave. La respiración la delató. Naturalmente, en cuanto me di cuenta, le arrimé la tranca y echamos un polvazo de madrugada que aún los vecinos me sonríen en el ascensor.
Pues eso, que estaba yo tan ufano contándoselo a Paco y fue cuando me lo soltó. Fue bastante duro de oír:
--Tu mujer es una fruta que te maltrata. Lo siento, Fifo --él me llama así desde el parvulario--. Si cada vez que tu mujer no se sale con la suya te somete al "pues entonces mi schoscho no lo catas", es una fruta de la peor estofa que cree que no le pagas lo suficiente por el servicio.
--jorobar, Paco, exageras. Eso nos pasa a todos los casados de vez en cuando.
--Que no Fifo, que lo tengas claro. Eso ni yo, un puñetero de profesión, se lo hago a mis clientas. Si un día anda una medio loca, no por eso la maltrato ni dejo de verla. Incluso si no me paga porque "se le olvida", ya me entiendes. No digo nada. Sé lo que le pasa... Quiere hacerse la ilusión de que le hago el amor desinteresadamente. Y es un poco cierto. Les tengo cariño. Pero la siguiente vez que queda conmigo, me pide disculpas y me resarce. Nunca me ha pasado otra cosa hasta ahora.
--Entonces, te lo digo yo, con ese criterio tuyo todas las mujeres casadas son pilinguis, Paco.
--La mayoría, sí. Pero no todas. Las hay que saben que los desacuerdos no se resuelven imponiendo la abstinencia. Muy al contrario. Son mujeres que aman en plena guerra. Y se salen más con la suya que las rameras maltratadoras de schoscho escaso. Porque un hombre recién amado es el animal más generoso que existe.
--Pues no sé, Paco... ¿qué voy a hacerle? ---le dije para zanjar el incómodo tema. Pero se lo tomó literal:
--Cuando intente darse la vuelta la próxima vez, métele un guantazo que flipe. Verás lo cachonda que se pone.
--Pero ¿qué dices? No me veo yo dándole un guantazo a Paula. Que no, Paco, hay que ser civilizados.
--Pues entonces, sé civilizado y pídele el divorcio. O sé civilizado, vete de pilinguis y no te laves la platano, para que huela a otros chuchos. O sé civilizado y búscate una amante. Ya hará tu amante que acabes por pedir el divorcio.
--Jajajaja... Venga Paco, consejero matrimonial tendrías que ser, no puñetero. Tómate otro vino. Hoy te invito.
Y cambiamos de tema, la cosa no duró más de un minuto porque no me agradaba el rapapolvo. Pero, francamente, aunque no se lo reconociera, Paco me dejó pensativo.
El caso es que, antes de un año, Paula y yo nos divorciamos. Como no teníamos hijos, la cosa resultó relativamente fácil. Se casó luego con un empresario del tras*porte. No creo que haya cambiado de manera de ser. Lo extorsiona con el shishi, seguro. ¡Tenía un buen polvo, Paula!
NOTA:
"No digo que las mujeres no tengan derecho a negarse a amar con su marido. Que conste. Derecho tienen, pero también el deber de aceptar las consecuencias".
Y viene a cuento de que le conté que mi mujer estuvo una vez casi un mes de morros conmigo. En todo ese tiempo, cuando le entraba en la cama, se daba la vuelta y, si podía, se tiraba un pedo. Nada grave. No huelen sus pedos, sólo hacen un ruidito como de chicharra en verano. Por suerte, el tormento acabó gracias a que, cuando no ***o, tengo insomnio. Y una noche noté que se estaba haciendo un trabajo manual silenciosa, un dedito suave. La respiración la delató. Naturalmente, en cuanto me di cuenta, le arrimé la tranca y echamos un polvazo de madrugada que aún los vecinos me sonríen en el ascensor.
Pues eso, que estaba yo tan ufano contándoselo a Paco y fue cuando me lo soltó. Fue bastante duro de oír:
--Tu mujer es una fruta que te maltrata. Lo siento, Fifo --él me llama así desde el parvulario--. Si cada vez que tu mujer no se sale con la suya te somete al "pues entonces mi schoscho no lo catas", es una fruta de la peor estofa que cree que no le pagas lo suficiente por el servicio.
--jorobar, Paco, exageras. Eso nos pasa a todos los casados de vez en cuando.
--Que no Fifo, que lo tengas claro. Eso ni yo, un puñetero de profesión, se lo hago a mis clientas. Si un día anda una medio loca, no por eso la maltrato ni dejo de verla. Incluso si no me paga porque "se le olvida", ya me entiendes. No digo nada. Sé lo que le pasa... Quiere hacerse la ilusión de que le hago el amor desinteresadamente. Y es un poco cierto. Les tengo cariño. Pero la siguiente vez que queda conmigo, me pide disculpas y me resarce. Nunca me ha pasado otra cosa hasta ahora.
--Entonces, te lo digo yo, con ese criterio tuyo todas las mujeres casadas son pilinguis, Paco.
--La mayoría, sí. Pero no todas. Las hay que saben que los desacuerdos no se resuelven imponiendo la abstinencia. Muy al contrario. Son mujeres que aman en plena guerra. Y se salen más con la suya que las rameras maltratadoras de schoscho escaso. Porque un hombre recién amado es el animal más generoso que existe.
--Pues no sé, Paco... ¿qué voy a hacerle? ---le dije para zanjar el incómodo tema. Pero se lo tomó literal:
--Cuando intente darse la vuelta la próxima vez, métele un guantazo que flipe. Verás lo cachonda que se pone.
--Pero ¿qué dices? No me veo yo dándole un guantazo a Paula. Que no, Paco, hay que ser civilizados.
--Pues entonces, sé civilizado y pídele el divorcio. O sé civilizado, vete de pilinguis y no te laves la platano, para que huela a otros chuchos. O sé civilizado y búscate una amante. Ya hará tu amante que acabes por pedir el divorcio.
--Jajajaja... Venga Paco, consejero matrimonial tendrías que ser, no puñetero. Tómate otro vino. Hoy te invito.
Y cambiamos de tema, la cosa no duró más de un minuto porque no me agradaba el rapapolvo. Pero, francamente, aunque no se lo reconociera, Paco me dejó pensativo.
El caso es que, antes de un año, Paula y yo nos divorciamos. Como no teníamos hijos, la cosa resultó relativamente fácil. Se casó luego con un empresario del tras*porte. No creo que haya cambiado de manera de ser. Lo extorsiona con el shishi, seguro. ¡Tenía un buen polvo, Paula!
NOTA:
"No digo que las mujeres no tengan derecho a negarse a amar con su marido. Que conste. Derecho tienen, pero también el deber de aceptar las consecuencias".
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