KUTRONIO
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De la llamada “Mano de Irulegui” el 99,99% de las personas que hablan sobre ella, ya sea para exaltarla o denostarla, no saben nada, y tampoco tenemos nosotros especial interés por entrar a formar parte de esa entrañable mayoría. Es decir, como otros muchos hallazgos arqueológicos se trata de una cuestión que deberán resolver los arqueólogos o los lingüistas y no los opinadores más o menos afortunados entre los cuales nos contamos.
Tampoco es que la Mano de Irulegui, por otra parte, nos vaya a descubrir nada que no sepamos. O sea, que el vascuence es una lengua muy antigua y que se ha hablado desde tiempos remotos por estos pagos es algo que ya sabemos con o sin mano. Si la mano fuera falsa, por ejemplo, tampoco quedaría desacreditado este conocimiento.
¿Va a resolver la Mano debates como el del vascoiberismo a estas alturas? Resulta improbable. De hecho ya existe una división al respecto por el hallazgo de la mano, por lo que más que superar el debate lo que a lo mejor puede hacer es reavivarlo. Pero tampoco pasa nada. Si el vascuence es el ibero o algo distinto tampoco nos va a cambiar la vida, está bien en cualquiera de los dos casos. Viviremos con ello o viviremos con la incertidumbre como hemos vivido hasta ahora.
Tampoco entraremos en las consideraciones de quienes, más que por cuestiones lingüísticas, por lo que se han sorprendido es por el primitivismo y el retraso técnico en el manejo del bronce frente a otros pueblos y culturas en aquella misma época en que se data la mano. Los más maliciosos entre estos observadores casi sugieren que una mano tan chunga debería ser más motivo de vergüenza que de orgullo.
El problema es que si el hallazgo de la Mano suscita dudas y suspicacias, todo el mundo opina sobre ella o lleva a proposiciones intempestivas como la de oficializar el vascuence en toda Navarra es por culpa del nacionalismo.
Si esto no fuera más allá de la arqueología sin duda no merecería tanta efervescencia mediática. No generaría debate entre personas totalmente ajenas a la arqueología o al estudio de lenguas antiguas. Y desde luego no suscitaría tanta duda justificada. Porque existe ya un largo rosario de hallazgos arqueológicos en su momento desmedidamente ensalzados por el nacionalismo que al final acabaron revelándose no sólo como fraudes apabullantes, sino en algún caso bastante macarrónicos.
El más reciente, macarrónico y espectacular de estos fraudes ha sido sin duda el de Iruña-Veleia, aunque existen otros como la Cueva de Zubialde o el del Canto de Altobíscar, que recordaba en su blog Patxi Mendiburu. O sea, no pasa nada si el hallazgo de la Mano es auténtico, pero tampoco puede extrañar demasiado a la vista de los antecedentes que haya quien tenga dudas, y quien menos puede reprochar a los demás estas dudas es el nacionalismo, al fervor del cual se han perpetrado las falsificaciones que ahora precisamente legitiman las dudas. Nada obliga a renunciar a la prudencia cuando, por otra parte, ya sea auténtica o trucha la mano no va a haber ninguna revolución ideológica y la única consecuencia asegurada del hallazgo va a producirse probablemente sobre el comercio, mediante la venta de colgantes, camisetas y pegatinas. Pase lo que pase con la Mano estamos en lo de siempre, que el problema del vascuence nunca va a ser su antigüedad o su singularidad, sino su politización y su imposición.
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