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Madmaxista
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ENTREVISTA A SONIA CONTERA
Si alguien hubiese escuchado a esta española hace 20 años, Madonna no habría ido a la UCI
Desde su laboratorio en la universidad británica, esta física madrileña metida a bióloga es una de las grandes eminencias en nanotecnología, campo que vive un 'boom' desde la esa época en el 2020 de la que yo le hablo
30/06/2023 - 05:00
Madonna ha tenido que suspender su gira mundial, Celebration, donde prometía repasar los grandes éxitos de toda su carrera, dos semanas antes del primer concierto en Vancouver. La causa ha sido una infección bacteriana que el pasado 24 de junio envió a la intérprete, de 64 años, a pasar varios días en la unidad de cuidados intensivos de un hospital neoyorquino, según reveló ayer su representante. Afortunadamente, su pronóstico ha mejorado y en las últimas horas fue enviada a casa para seguir con su recuperación.
Lo de Madonna no es un caso anecdótico, sino una tendencia que, cada vez más, afecta a rostros famosos además de a millones de personas anónimas: la creciente resistencia de las bacterias a los antibióticos. El cantante cubano Pablo Milanés, que falleció hace unos meses en Madrid, pasó por algo parecido, una serie de infecciones que no respondían a ningún tratamiento y doblegaron una salud maltrecha tras superar un cáncer. Responsables de la fin de 1,3 millones de personas cada año en el mundo, muchas de estas infecciones bacterianas resistentes a los fármacos son, además, nosocomiales, contraídas en el propio centro hospitalario durante la convalecencia. No importa lo ricos o famosos que sean los pacientes. Alguien millonario como Madonna puede pagar un tratamiento exclusivo contra el cáncer más esquivo o una patología cardiaca, pero contra la amenaza de las bacterias resistentes, que amenaza con superar al cáncer en mortalidad a mediados de siglo, el dinero no proporciona ningún atajo.
Madonna y el diseñador Jeremy Scott en la Gala MET. (Reuters/Lucas Jackson)
Paulatinamente, la industria farmacéutica ha dado la espalda al problema de encontrar nuevos antibióticos que puedan hacer frente a las superbacterias. Casi toda la innovación en este campo es rara, escasa y experimental.
El problema, como explica la científica madrileña Sonia Contera (Madrid, 1970), no es tanto que no haya soluciones en los laboratorios. Las ideas existen, pero rara vez son financiadas para convertirse en un remedio terapéutico. Aunque técnicamente es física, su mente desde hace años está puesta en lo biológico, o, más concretamente, en ese territorio fronterizo entre la física y la biología que llamamos nanotecnología. Tras pasar por Rusia, China, Japón o Dinamarca, es desde hace unos años catedrática en el Departamento de Física de la Universidad de Oxford. Hablamos con ella de la respuesta que la nanotecnología podría ofrecer contra infecciones resistentes como la de Madonna, cómo las banderillas de ARN pueden acabar luchando contra el cáncer o por qué algunos tratamientos no llegan nunca a ser realidad, algunos de los temas que contiene su libro Nanotecnología viva (Arpa, 2023), que se ha publicado recientemente en castellano. Desde que la primera versión, en inglés, viera la luz en 2019, ha aparecido también en chino y en japonés, lo que da una idea tanto del prestigio de Contera como del interés que suscita esta disciplina, que vive un boom desde la esa época en el 2020 de la que yo le hablo. Concretamente, desde que uno de los avances que pronosticaba la investigadora española, las banderillas fabricadas a partir de ARN, pasaron en cuestión de meses de la teoría a la práctica salvando millones de vidas y billones de euros en todo el mundo.
Fue el primer éxito global de la nanomedicina, y todo hace indicar que para el siguiente no habrá que esperar a una esa época en el 2020 de la que yo le hablo.